24.Primer día de trabajo


SEBASTIÁN

Después de la magnífica noche en compañía de Lisa donde ella me contó algunas cosas interesantes sobre ella, mi despertador sonó con fuerza indicándome que ya era hora de comenzar el día. Iba a ser el primer día de trabajo en la cafetería de la señora Parker y admitía que eso me ponía nervioso. Era el primer trabajo serio que tenía ya que el trabajo que tenía antes como mayordomo y compañero sexual en ocasiones, era algo que no podía poner en mi currículum si no quería parecer algo semejante a un prostituto.

Era mi forma de romper con mi pasado; para mí Selina era como si hubiera muerto por lo que nadie que conociese en Nueva York tras aquella discusión con ella, sabría de su existencia.

Tras vestirme y tomar un desayuno rápido, salí por la puerta a la misma vez que Lisa. Ella iba vestida con su uniforme de secretaría que le sentaba realmente bien. Parecía haber nacido para vestirse así; elegante y sofisticada.

Ella me sonrió, iluminándose aún más su angelical rostro y percatándome de lo diferente que era respecto a Selina. Cuando Selina caminaba, emanaba un halo de misterio y oscuridad que hacía que todos se girasen con un pensamiento o dos dirigidos hacia un lado perverso mientras que Lisa era la luz que iluminaba la calle al pasar, haciendo que la gente se girara para dejarse calentar por la luz de su buen humor y su belleza natural. Tenía un toque sensual, pero residía en su inocencia mezclada con sus bromas mordaces y su naturalidad desenvolviéndose frente al mundo.

Ambas eran totalmente opuestas sin ningún tipo de similitud y eso lo agradecía profundamente. No quería nada que me recordara a mi antigua vida y menos que Lisa lo supiera y tuviese un mal concepto de mí.

Ambos nos despedimos con un beso en la mejilla deseándonos un buen día lo que me hizo ir con el corazón ligero al trabajo. Solo quedaba a cinco minutos por lo que no podría llegar tarde nunca ni, aunque quisiera.

Al ser primera hora de la mañana, había más ejecutivos y secretarios de grandes empresas que gente de otras ocupaciones menos estresantes y acaparadoras de tiempo.

Al entrar, la campanilla colgada de la puerta hizo que la señora Parker se girara en mi dirección. Ella dejó la cafetera encima del mostrador y caminó sonriente en mi dirección.

-Buenos días Sebastián, tienes buen aspecto, hijo. Ven conmigo que te voy a decir que tienes que hacer hoy.

Seguí a Margaret a la cocina donde había solo un cocinero que parecía tan concentrado en lo suyo que creo que no nos oyó entrar. Margaret me indicó que él era el encargado de hacer los desayunos pero que, debido al aumento de clientela, necesitaba un ayudante. Hoy me tocaba hacer croissants, tortitas y chocolate caliente para aligerar la carga de la cocina, por lo que era hora de ponerme el delantal. Después de una hora de clases culinarias donde, con libreta en mano tomé unos apuntes, Margaret me dejó a solas con Kevin el cocinero.

Margaret de vez en cuando, entraba a la cocina para preguntarme como iba todo y que si estaba a gusto y yo por supuesto se lo demostraba con la mejor de las sonrisas. Notaba como las piezas de mi vida iban encajando poco a poco, sintiendo una gran paz a pesar de que, en el comedor, el bullicio de los clientes debía estresarme, pero hacía más bien el efecto contrario. El saber qué hacía algo productivo sin necesidad de usar mi cuerpo era realmente gratificante y aunque iba a costarme superar mi relación extraña con Selina, iba por buen camino.

Las doce del mediodía llegaron pronto ya que estaba tan entretenido que el tiempo había transcurrido muy deprisa sin percatarme de ello. Me quité el delantal, me despedí del silencioso Kevin y salí al comedor para buscar a Margaret. La ví que estaba hablando con una mujer vestida de oficinista; quizás era su hija. cuando iba a ir en su dirección, pude ver la cara de aquella mujer; era Lisa, ¿Qué hacía aquí?

Margaret y Lisa se giraron en mi dirección, viendo la cara de sorpresa de Lisa cuando se dio cuenta de mi presencia. No pude evitar que una sonrisa se me escapara delante de una Margaret visualmente contenta por mi trabajo.

Ella me hizo una señal para que me acercara a ambas y yo por supuesto obedecí.

-Mira Sebastián, te presento a mi hija Lisa, ¿A que es una mujer preciosa? -Me preguntó con cierta chispa en sus ojos. Yo le sonreí asintiendo con convicción viendo como Lisa se reía ante la observación de su madre. Entonces recordé la primera charla que tuve con Margaret diciendo que estaba deseando que su hija sentara la cabeza, lo que me dio pistas a que, como yo, el tema de las parejas formales era algo nuevo para ella.

-Bueno mamá tengo que volver a mi trabajo porque ya se acabó la hora del almuerzo. Por cierto, Sebastián, si no quieres cenar solo ya sabes dónde estoy.

Ella me guiñó un ojo antes de salir por la puerta del local, dándome cuenta que se llevaba uno de los croissants que había preparado envuelto en una servilleta. Comencé a sonreír como un tonto, dándome de bruces con los iris azulados de Margaret que me miraban atentamente.

-Veo que os lleváis muy bien mi hija y tú.

-La verdad es que sí, ha sido una excelente vecina y me ha hecho sentir muy cómodo en muy poco tiempo. Le agradezco mucho su hospitalidad, de hecho, tanto usted como ella han sido las que me han hecho sentirme poco a poco como en casa.

-Oh vamos Sebastián, llámame Margaret, no soy tan vieja querido-Me dijo agitando la mano mientras se reía sonoramente.

Aquella enorme ciudad en vez de tragarme sin piedad, me estaba ofreciendo múltiples oportunidades quitando el hierro que hacía que mi carga pesara en exceso. Cuando salí del local, tomé el teléfono que no había mirado en casi todo un día y vi un mensaje de Selina. Dudé en abrirlo o no porque temía que mis piernas me llevaran de nuevo a sus brazos fríos refugiándome de nuevo en la profundidad de la locura. Ahora que poco a poco me sentía mejor, no quería que hubiera más debilidades por lo que borré el mensaje sin leerlo.

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