17. Mi nuevo hogar
SEBASTIÁN
Me levanté con un dolor de cabeza infernal y sabía perfectamente el motivo; puta luna llena...
Me estiré completamente ocupando de lado a lado la cama por completo haciendo crujir mis huesos que estaban entumecidos por haber estado en tensión toda la noche. Miré el reloj despertador de mi mesilla; marcaban las nueve de la mañana.
Tomé el teléfono del hotel para pedir el desayuno y así de mientras prepararme para comenzar un nuevo día. Tomé el anuncio y marqué el teléfono de contacto, el nombre era de una tal Gina Spencer.
Tras varios tonos, la voz de una mujer joven sonó al otro lado de la línea:
-¿Sí? ¿Quién es?-Preguntó la chica con una voz ligeramente cansada.
-Hola buenos días, ¿Hablo con Gina Spencer?, es sobre el anuncio del apartamento.
-¡Oh sí, si soy yo! ¿Está interesado en verlo?
-Si puede ser me gustaría verlo esta mañana; no me pilla lejos de donde estoy.
-Eso sería estupendo, ¿Le parece bien dentro de una hora?
-Me parece bien, allí estaré.
-Muchas gracias, ¿Puedo saber su nombre?
-Sebastián Jones, encantado y gracias por atenderme.
Tras colgar el teléfono, tomé una de las pocas mudas de ropa que había traído en la improvisada maleta que traje. Evidentemente debía de ir de compras y más que iba a quedarme de forma permanente de momento.
Tras vestirme, el carrito con mi desayuno acababa de llegar; tenía solo 30 minutos para desayunar y plantarme en el apartamento.
Tenía mucho que hacer por lo que no tardé en comer y salir escopetado del hotel.
Tras conducir unos 15 minutos sin sufrir demasiados atascos, cosa sorprendente al ser Nueva York, llegué a la entrada del edificio el cual agradecía que tuviera aparcamiento para propietarios. Tras aparcar miré la lista de nombres, encontrando en el último piso el nombre de Gina y Colin Spencer; era evidente que ese era el piso.
Tomé el ascensor con un cierto sentimiento de nerviosismo. Era un cambio muy grande ya que estaba acostumbrado a una gran mansión en medio de la nada y ahora vivía justo encima de varias personas en un espacio muy reducido.
Los lujos se habían acabado para mí y, para mi sorpresa, no me hacía sentir triste.
Llegué a la puerta 9b. en ese mismo piso había otro portón por lo que tendría un compañero o compañera justo al lado de mi departamento; esperaba que no fuera muy ruidoso.
Toqué el timbre, abriéndome una chica menudita con expresión amable y un aspecto realmente impecable. Cuando me vio su sonrisa se amplió aún más.
-¡Hola!, tú debes de ser Sebastián, yo soy Gina la dueña del piso. Bueno, en realidad es mío y de mi hermano, pero como es músico pues no para quieto para un lado y para otro así que decidimos alquilarlo.
-¿Podría verlo?
-Sí sí claro, pasa por favor-Y se hizo a un lado permitiéndome entrar en la que sería mi nuevo hogar.
Era exactamente como en las fotos; muy luminoso, los muebles dispuestos de forma funcional y aprovechando el máximo espacio. Era un piso perfecto para un soltero como yo que deseaba tranquilidad y estar solo.
No tuve que mirar más; aquí deseaba quedarme.
Me giré hacia Gina y le sonreí:
-Me lo quedo-Dije convencido con totalidad.
-¡Estupendo!, voy a por los papeles para que los firmes y ya puedes mudarte cuando quieras. Vendré una vez o dos al mes para verificar que todo esté en orden y para que, si hay algo que se necesite arreglar, me lo puedas comunicar.
-Muchas gracias Gina; espero que este piso sea mi verdadero hogar; necesito mucha tranquilidad.
-Pues he de decirte que diste con el lugar indicado; mi vecina es un encanto y está soltera como tú así que no tendrás problema.
Aquello me aliviaba porque no quería tener el típico petardo con la música puesta todo el día o llantos de bebés hasta altas horas de la madrugada.
Tras firmar los papeles, Gina se despidió de mí con gran amabilidad. Entonces antes de irse se giró hacia mí para comentarme algo antes de irse:
-Por cierto, si necesitas ayuda con algo, mi vecina Lisa es muy amable, lo digo porque la vida en Nueva York es complicada y más para los que se acaban de mudar. Si necesitas trabajar o algo así o bien no te aclaras con algo, nos tienes a Lisa y a mí.
-Te lo agradezco Gina, que tengas un buen día-Le dije con mi mayor sonrisa de agradecimiento.
Tras agitar su mano, cerré la puerta suspirando.
La casa estaba perfectamente amueblada y admitía que la mezcla de colores me gustaba; era relajante. Desde luego el estilo del mobiliario me parecía atractivo y no pensaba cambiar nada; me hacía sentir a gusto.
Dejé la bolsa encima de mi cama, deshaciendo mi escaso equipaje y colocándolo en el armario. Me traje, entre otras cosas, tres libros de lectura; el resto de cosas estaban en la mansión de Selina pero no quería volver nunca más.
Era como empezar de cero, además aprovecharía mi licenciatura de filología inglesa para dar clase de inglés en algún instituto o universidad. Si alguien de la manada se enterase que el futuro alfa en vez de estar preñando a su hembra está dando clase a adolescentes hormonados, más de uno hubiera pegado un grito de indignación.
Excepto mi hermano Adam; él era de los que pensaba que, fuera o no un hombre lobo, debías de demostrar que tenías otras cosas aparte de tener fuera. Él era médico así que había decidido una vida más encaminada a la vida humana que a al de la manada.
Cuando consiguiera trabajo lo llamaría para darle la buena noticia y aprovechar para hacer las paces. Necesitaba un aliado en mi vida más que nunca ya que me había quedado solo. Aunque si lo pensaba bien, el quedarme con Selina nunca fue garantía de nada; era una condena que me había auto impuesto a pesar de las advertencias de todos.
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