cincuenta y uno¡!

Sana se removió entre las sábanas de la suave cama tratando de estirar su cuerpo después de todo el desastre que había hecho junto a Jihyo, el mencionado también imitó sus acciones y sonrió ante la placentera sensación de comodidad.

Luego de que Park hubiera llegado a su casa y se negó a comer diciendo que ya había saciado su hambre, Sana no tuvo otra idea más que invitarla a su habitación, al final ya no le importó que estuviera con la cama deshecha, era peor que lo hubiera encontrado con esa pijama y eso ya había sucedido, fue entonces que entre juegos decidieron saltar en la cama muy felizmente mientras se agarraban de las manos para no caerse, claro que no duró para largo la acción porque se cansaron y ahí estaban ahora, acostados sobre el colchón y el lío de sábanas y cobijas, uno a lado del otro.

—¿Me ayudarás a ordenar la cama?— preguntó la anfitriona.

—No— ambas rieron ante la broma.

Cerraron los ojos y quedaron sumergidas en un silencio que les resultó agradable, donde sus respiraciones eran lo único que se podía escuchar y podían darse miradas instantáneas entre ellas. De un momento a otro, ambas coordinaron con imprevisto y sus ojos se encontraron, se mantuvieron por unos minutos así, hasta que Jihyo tomó la palabra.

—Ya estamos en agosto, Sana— la pelinegra asintió. —¿Sabes qué significa?

—Que dentro de una semana mi mamá cumplirá años.

—No... Bueno sí, pero eso no era de lo que hablaba.

—Sí, sé a lo que te refieres— los dos sonrieron. —¿Qué haremos éste 23?

—No tengo ni idea... ¿Puedes creerlo? Se cumplirán 13 años desde que nos conocemos.

—Hace casi 13 años te encontré, ladrona de lápices, te quiero— y Jihyo aceptó el abrazo de Minatozaki muy alegre.

—Yo también te quiero, gracias por creer en que era bruja.

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