⌁Capítulo ocho: La cara de la felicidad
He de admitir que estoy nerviosa porque se supone que hoy es mi gran cita con el fabuloso Baxter para conocerlo, podría fingir que me agrada y así perdería su interés en mí ¿Por qué no lo he aprendido todavía; que la gente entre menos puede tenerlo más lo va a desear?
Miranda me deja salir una hora antes los sábados si así lo deseo. No soy una persona abusiva y le aviso con anterioridad, no quiero perder su confianza tampoco. Noah y Bella coquetean descaradamente en mis narices, me ha mencionado algo de él pero muy mínimamente, como si intentara mantenerlo en secreto lo cual me hiere en los sentimientos.
—Noah —siseo mientras sujeto la bandeja de comida en mi cadera—. ¿Podrías llevar esto a la mesa diez por favor?
El moreno de largos rizos marrones claros asiente mientras extiende sus brazos para ayudarme. Sujeto mi cabello en una alta cola de caballo, camino de puntillas hasta llegar detrás de mi mejor amiga así que le soplo en el oído. Bella brinca en su lugar para girarse y fulminarme con sus grandes ojos.
—Se te va a caer la baba sino dejas de mirarlo —afirmo con un tono burlesco—. Tu me debes muchas explicaciones.
—No. —Niega con la cabeza coqueta—, tranquila porque toda la semana me has preguntado y si sigues así no te voy a decir nada.
—Esta bien, a ver si tu me preguntas como me fue con Baxter. —Encojo mis hombros de forma misteriosa, intentando sonar interesante.
En ese instante mi jefa palmea mi espalda un par de veces para avisarme que ahí estaba. Sonrío de oreja a oreja mostrando mis diente. Miranda de forma maternal recoge un mechón de mi cabello rebelde para dejarlo detrás de mi oído.
—Tu cita con Baxter entonces —comenta de forma coqueta, alza sus cejas de arriba-abajo— ¿Te vas a ir así?, ¿con esos jeans y sin maquillar?
—Tengo maquillaje, mis cejas sin maquillar no son muy pobladas, además este granito ya no se ve tanto. —Indico mi mejilla—.Mi prima me trajo maquillaje, antes trabajaba como maquilladora y me da algunas lecciones.
—¿Cuándo se va a casar Winter? —pregunta Miranda curiosa.
Winter como una mujer enamorada grita a los cuatro vientos el nombre de su prometida. Incluso creo que hasta invitó a mi jefa a Cancún con gastos pagados. Se imagina una boda de cuentos de hadas, con conchas que formen un camino hasta el altar, con un vestido blanco y esponjoso. Las dos van a usar vestidos y caminaran juntas a lado de sus padres. O eso es lo que esperan.
—Todavía no tienen fechas, hay cosas que deben tener mi primero —titubeo un poco nerviosa.
Claro, falta decirle a mi tío que todavía no esta de acuerdo con la orientación sexual de mi prima. Él quiere que ella tenga una familia típica, un marido y hijos. Sin que la sociedad la discrimine por aquello. Yo pienso que con comentarios como ese, jamás de va acabar la desigualdad. Sin embargo no le voy a decir cosas como esa a mi tío.
—Hola —carraspea una garganta que conozco muy bien—. Buenas tardes Miranda y Raven.
—Hola Baxter —saludamos a coro.
Noah llega con una bandeja vacía y choca una de sus palmas con su mejor amigo porque tenia que seguir trabajando. Bella se despide de mí a lo lejos.
—¿Lista para ir a pasear?.
Asiento con la cabeza muy poco convencida. Mi plan era pasar una hora con él como máximo para continuar con mi tarea en la noche. Salimos del local y por mi inercia voy en dirección a mi escarabajo.
—No, vamos en el mío.
Sacudo la cabeza de un lado al otro, dando por entender mi respuesta.
—Si vamos en el tuyo yo manejo. —Extiende su mano.
En lugar de estar tan a la defensiva, extiendo mi mano hacia él y le entrego las llaves. Entre más rápido nos vamos, más rápido voy a llegar a la casa. Rodeo el auto para subirme del lado del copiloto.
—Siempre me ha gustado tu automóvil, es muy llamativo y con mucha personalidad.
—Gracias. —Me inclino a la radio para encender a la música así que nos aborda el silencio, regreso a mi lugar y miro por la ventana—. ¿A dónde vamos a ir? —pregunto con curiosidad luego de un rato.
—No seas inquieta, te va a gustar.
—Genial, vamos a ir al cine —concluyo para soltar un suspiro un poco aburrida.
Me sorprendo un poco cuando veo que salimos de la ciudad, abro mis ojos de par en par.
—Oye te advierto que si me quieres secuestrar te voy a matar.
—Vaya confianza que me tienes Raven —bufa con diversión—. No quiero secuestrarte. Solo relájate que a donde te voy a llevar te va a encantar.
Minutos más tarde estacionamos en una casa grande, no se podría denominar una mansión. Tiene una linda fachada por fuera además el color ladrillo es cálido aunque he de admitir que se ve muy abandonada.
Bajamos de mi escarabajo, Baxter se cuelga una mochila en su espalda.
—¿Es una broma de terror o algo parecido? —espeto con humor.
—Yo antes vivía aquí con mis padres. —Se encoge de hombros tratando de disimular el dolor que cruza por su mirada.
Me mantengo callada porque a pesar de ser desagradable no soy una persona que desea el mal para otra. Su vulnerabilidad me toca el corazón que me impulsa acercarme a él en forma de consuelo, pero desvanece rápido cuando él toma una firme posición, el brillo típico de sus ojos esmeralda no esta. En ese instante Baxter parece un hombre muerto en vida y puedo compararlo porque yo también me he sentido así.
El ojiverde saca un juego de llaves del bolsillo y la introduce en la herradura. Ambos entramos a la casa y el polvo inunda mis fosas nasales que me provoca un estornudo inmediato. Mi acompañante busca el interruptor para encender las luces, lo primero que logro visualizar son muebles cubiertos por una tela blanca.
—Ven —ordena mientras sutilmente toma mi mano y me jala.
Caminamos tomados de la mano, él guiándome por los espacios. Suena el rechinado de la fina madera como piso. Veo un estante de libros por lo que suelto la mano de Baxter para acercarme. Tomo el primer libro con título llamativo, masoquista y sádico. Nunca he logrado entender ese tipo de libros donde transforman una historia tóxica en una de amor. En la vida real jamás sucedería cosas como las que se alardea en ese tipo de libros.
—¿Qué es lo que sucede? —pregunta Baxter a la par mío—, ¿te gusta leer? Esos libros son de mamá, le gusta las historias eróticas llenas de repulsiones perversas.
Asiento con la cabeza terminando con aquella conversación. Baxter vuelve a tomar mi mano para adelantarme en frente de él, siento unas manos en mi espalda baja que me empuja hacia una puerta trasera. La abro sin rechinar y lo primero que veo es una barda de madera de color blanco rodear un árbol seco, sin vida. Siento una tristeza profunda abrazar mi corazón, me giro para ver a Baxter que tenía sus labios curvados hacia abajo.
—¿Por qué me has traído aquí? —cuestiono curiosa.
—Cuando me llevé tu cuaderno por equivocación la curiosidad me ganó y empecé a verlo, así que vi dibujos de paisajes, animales, tu dibujas muy bonito. Tenía mucho tiempo que no venía para acá pero mi logística me falló ya que no analicé que por la falta del cuidado podía estar muerto.
—En todo hay belleza; aunque este seco e insípido aquel árbol que algún día fue frondoso. —Acaricio su brazo sobre la tela para darle apoyo—, pero mi cuaderno esta en mi escarabajo.
Baxter niega con la cabeza de un lado a otro, toma su mochila para abrirla así que saca un cuaderno con una pasta decorativa con mi nombre con una letra cursiva de colores en un fondo negro. No puedo evitar reír y lo tomó para agradecerle con una sonrisa. Sin embargo la sorpresa no acaba ahí porque saca unas acuarelas con un pincel, así que otra vez río porque me envió a recuerdos de primaria donde podía tomar un lápiz y nadie me decía que perdía mi tiempo.
—¿Quieres que dibuje el árbol? —río negando con la cabeza—, para demostrarte que inclusive así es bello con la luz lunar detrás de esto. Pero hagamos esto, tu me platicas algo y yo pinto con estas excelentes acuarelas, además la iluminación no es muy buena.
Baxter asiente con la cabeza para luego ir por unas sillas de tela adentro de la casa, también saca una diminuta mesa que da a la altura de las sillas con una lampara de mano para alumbrar mis tazos. Sonrío y apoyo el cuaderno nuevo para abrirlo.
—¿Sabes?, hace un par de años cuando tenía quince años trabajé como pintora —empiezo mi relato mientras le indico con la mano a mi acompañante que me de un vaso con agua para mojar el pinces—, sí, como lo oyes; un día estaba sentada un día sobre una banqueta dibujando, una mujer le pica la curiosidad y va a indagar. Ella tenía una hija pequeña que iba a cumplir seis años, así que me preguntó si yo quería pintar caritas a los niños. Ella me iba a comprar las pinturas en acrílico junto con los pinceles, además de pagar la mano de obra. Ese día me divertí muchísimo, ver a todos esos niños alegres, pintarles a sus personajes favoritos.
Mis padres me dijeron que era una tontería, ¿por qué no trabajaba con las computadoras como mi hermano a mi edad?. Que lo que me pagaron era una miseria a comparación de mi hermano, que jamás subsistiría con ese salario y que las fiestas no eran todos los días.
—Fuiste feliz —afirmo—, y trabajaste; uniste las dos cosas.
Asiento con la cabeza, dándole razón mientras me concentro en la hoja blanca y salpico algunas manchas de pintura marrón para dibujar el tronco del árbol.
—Mi nana un día me hizo una pregunta: ¿sabes cómo es vivir pleno en la actualidad?. Yo negué porque no sabía; ese día estaba muy triste porque era pequeño y escuché a mis padres discutir. Entonces me dijo que es despertar una mañana el lunes sin quejas; es saber que mereces vivir..., yo no entendía esas palabras pero ahora le encuentro el sentido. —Escucho como infla sus pulmones para exhalar todo el aire contenido.
Sigo pintando mientras escucho ya que cuando estoy concentrada no quiero abrir mis labios. Muerdo mi mejilla interior siento un poco de molestia por uno de mis cabellos rebeldes. Baxter al notarlo quita mis mechones.
Suspiro encantada por el ruido del grillos que rondan por ahí, ya no estoy tensa y la inspiración invade mi delgado cuerpo.
—Mi nana fue la mejor persona, cuando ella murió se hizo una tormenta en mi casa, pues mis padres se divorciaron por los engaños del uno con el otro. Se echaban la culpa, pero bueno. Además mis padres son personas de negocios y nada hogareños, con decirte que papá me regaló un apartamento a los quince. Cuando cumplí los dieciocho me regalaron acciones de la empresa con esperanza de seguir sus pasos, se rehusaban a que yo fuera maestro.
Siento como Baxter se inclina hacia a mí y supongo que quiere ver como va mi obra de arte, justo ahora estoy pintando con azul. Acerco el pincel a la nariz del ojiverde, así que por inercia vocifera de sorpresa.
—Ni se te ocurra mancharme que me voy a desconcertar más —amenazo con diversión—. Y no podré dibujarte el árbol, mejor dime que más decía tu nana —alentó porque me gusta como suena cuando habla de ella, con mucha admiración.
—Que para ser feliz es hacer lo que sea sin importar. Ella solía decirme que desde pequeño mostré conductas educacionales, y de hecho es honor a su memoria. Cuando entré a la universidad el contacto con mis padres es una vez por año —escupe con fastidio.
Decido ya no decir nada para no incomodarlo, no me imagino lo que él sufrió. Literalmente me dice que esta solo en este mundo, pero lo que no entiendo es como es posible que este cargadísimo de positivismo. Quizás por eso me alejé de mi casa para no escuchar a mis padres las comparaciones con Hudson.
—¿Y tú?, si te gusta tanto la pintura, el arte en general ¿por qué no eres artista profesional? —indaga curioso.
—No, mis padres dicen que te mueres de hambre y que no hay trabajo. No podré tener una vida como la de mi hermano y no me voy a casar con un extranjero como lo es mi cuñada —carcajeo con cinismo con un poco de coraje.
¿Por qué le estoy contando todos mis problemas a un extraño?
—La felicidad se trata de tomar riesgos, hacer lo que te hace sentir bien, lo que anhelas sin importar lo estúpido que se vea, se trata de ser tú misma porque nadie puede decirte que esta mal. —concluye orgulloso de su consejo.
Un consejo que me brinda esperanza, que alguien apoye mis deseos sin preocuparse del dinero y el título.
Mis labios se curvan hacia arriba en una ancha sonrisa porque estoy feliz, abro mis ojos de par en par ya que estoy por culminar mi retrato del paisaje. Pinto un punto blanco en el cielo azul para alzarlo orgullosa de mi obra de arte, lo volteo para enseñarlo. Sin embargo siento que su mirada esta posada en mi rostro.
—¿Qué tanto me ves en lugar del dibujo? —indago con un poco de sentimiento porque no ha prestado atención a mi retrato.
—Me gusta tu cara de la felicidad —responde con mucha naturalidad.
Por primera vez siento que me sonrojo.
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