⌁Capítulo diez: la felicidad es ser tú mismo


Salgo feliz de mi clase del viejillo que me ordenó exponer una clase. Para mí salió muy bien ya que pude mantener la atención de mis compañeros puesto en mí. Bella dice que siempre he sido excelente con las exposiciones porque no tartamudeo y miro a toda mi audiencia. Es más hasta el profesor me pidió nuevamente que me quedase al final de la clase nuevamente para confirmarlo, felicitándome con un estrechón de manos junto con unos puntos extra.

Nada ni nadie puede amargar este día donde por primera vez en toda mi vida siento que lo he hecho bien.

No me doy cuenta que estoy tarareando una canción hasta que alguien me acompaña e intenta seguir mi ritmo. No era necesario voltear la cabeza para saber que se trataba de Baxter. Esta vez no estoy irritada ni tampoco me molesta tanto su presencia.

—Estas esplendorosa —halaga cuando estoy callada.

—Solo me fue muy bien durante la clase, la exposición estuvo de maravilla. —Me giro sobre mi propio eje para estar frente a frente con el chico, yo camino de reversa confiando en que no voy a tropezar con ninguna persona.

—Felicidades, entonces te estás acoplando a la carrera. Sé que tienes el día libre y pido ese día. Quiero que me acompañes a un lugar muy especial.

Ladeo mi cabeza muy confundida ¿cómo demonios él sabe que hoy es mi día libre?. Pudo haber sido Nathan, estúpidos cómplices. Sí, sé que pasamos una tarde muy amena pero no quiero extender ese encuentro. Quiero mi soledad y dormir hasta el mañana.

—No puedes hacer eso, no tengo tiempo; tengo tarea que hacer. —Muerdo el interior de mi mejilla evitando gritar.

—No seas mentirosa, he notado que lo eres cuando tu cachete gordito ya no lo es tanto por lo que creo que estás miento.

Sonrío de lado un poco incómoda.

—Gracias, ahora sé lo que no debo de hacer para la próxima vez que te vaya a mentir. ¿A dónde tenemos que ir? —accedo mientras dejo escapar un largo suspiro de mis pulmones.

Baxter alza su mano y en un ágil movimiento la desciende hacia abajo demostrando toda aquella satisfacción que lo recorre mientras una gran sonrisa se le dibuja en su rostro.

—Si gustas vamos en tu automóvil ¿ó quieres que vayamos a uno?

—Vamos en el mío, pero esta vez yo quiero manejar; dame la dirección.

Baxter sacude su cabeza de lado a lado en forma de negación para enseñarme su palma de mano para pedir las llames así que bufo fastidiada para inmediatamente entregarle las llaves. Los dos caminamos de par en par hasta llegar a mi escarabajo. Yo abro la puerta de copiloto y me subo.

—¿A dónde vamos a ir? —cuestiono curiosa mientras me inclino hacia al frente para encender la radio y colocar una estación que me guste—.Por favor no me digas que otra vez es sorpresa porque realmente no tengo ganas de matar mi mente al preguntarme un millón de cosas.

—De hecho no tenía planeado ocultártelo porque sé que te va a encantar ¿te acuerdas que me dijiste que tu primer sueldo fue la que te hizo muy feliz al pintar la cara de los niños...

—...Porque ellos eran tan alegres, me gustó verlos chillar bien emocionados porque eran su personaje favorito ¿Pero qué tiene que ver eso conmigo? —indago curiosa ¿qué necesidad tiene de recordarme esas cosas?

—Pues. —Guarda silencio por un tiempo que siento que me esta matando lentamente—, mi familia no son todos como mis padres, algunos son más cariñosos, compresivos. El punto es que una de las primas de mamá tiene una hija que creo que es mi prima, pero esta cumpliendo cinco años por lo que me ha invitado y pues quiero llevarte, además le dije a mi tía que llevaría a una pintora que les hiciera caritas, Te he comprado los acrílicos y pinceles.

—Yo no soy pintora, eso no sirve. —Me encojo de hombros para no darle importancia.

Mis padres me dijeron eso ¿de qué se supone que voy a vivir si un pintor es un muerto de hambre?

—El arte es lo más hermoso en este mundo —farfulla sin mirarme.

—Y aun así nadie lo aprecia, ¿qué se supone que debo de esperar?

No sé muchas cosas en este mundo ya que el tema artístico me pone de muy mal humor.

El resto del camino estuvo en silencio lo cual agradezco. Todo el malhumor que recorre mi cuerpo empieza a desaparecer cuando escucho a un montón de niños gritar entusiasmado. Miro por la ventana, efectivamente; los niños perseguían a un pobre payaso con peluca roja y esponjosa.

En un abrir y cerrar de ojos mi corazón se llenó de alegría. Debo de admitir que los niños suelen gustarme cuando no son berrinchudos, mimados y desobediente. Tampoco soy fan de cambiar pañales. Me gustan por momentos ya que de estar un largo tiempo con ellos no sabría cual sería mi final.

Bajamos de mi escarabajo, como es de costumbre, reviso que todo este cerrado. Baxter me jala de la muñeca para obligarme a caminar, él en su rostro seguía esa sonrisa tan característica de él. Si me mencionan su nombre lo primero que se me viene a la mente es felicidad, alegría, positivismo. Creo que eso es bueno para él, pero no sé que significa para mí.

—Tía Helen, ella es mi amiga Raven; Raven ella es Helen, la hermana de mi mamá y la mamá de la cumpleañera. Raven es artista, crea arte.

Extiendo mi mano para estrechar la suya, Helen toma la mía con las dos de ella para sacudirla frenéticamente de arriba-abajo, entusiasmada. En ningún momento me soltó por lo que puedo imaginar de donde tiene Baxter la maña de arrastrarme por todas partes.

—¡Mi amor! —grita a todo pulmón que siento mi tímpano reventarse—. ¡Hija!

La niña que es cumpleañera se acerca, lo sé porque su atuendo era rosa con un montón de brillos, extravagante y tan deslumbrante que puede dejarte ciego por los reflejos de sol. Llevaba el pelo sujeto que sostenía una tiara. Yo no necesitaba maquillarla, ya estaba muy bien como estaba.

—Amy ella es Raven, la chica que va a maquillarte.

Abro mis ojos de par en par confundida, ¿qué se supone que le voy a pintar su linda carita?¿de una mariposa, conejito?

—Me gustaría que le hicieras un difuminado en sus color marrón y ros o si ves que otro color es conveniente. Chapitas, gracias eres un encanto —ordena Helen al ver mi expresión.

Quedo boquiabierta, anonada. Yo no soy experta en el maquillaje, yo creía que iba a maquillar con acrílico no con maquillaje. Estúpido Baxter, me las va a apagar de esto no se salva.

Baxter aparece a mi lado como por obra de arte con un kit de pinturas y brochas.

—Por favor, tu tía quiere que la maquille no que la pinte, nunca llevo maquillaje conmigo a excepción de la tinta para labios.

—Creí que tu color cereza eran verdadero. —Fingió decepción por lo que se gana un puñetazo en su hombro por lo que suelta un quejido abrupto que lastima una vez más mi oído, a este paso me voy a quedar sorda.

—Solo es ella, los otros niños van a querer esos personajes que tu has de conocer muy bien.

Amarro mi típica franela de cuadros a mi cintura con un moño en frente, arremango las mangas y vuelvo a hacer mi cola de caballo.

—No se que hacer —lloriqueo, aventando la cabeza hacia atrás.

—Sí que sabes, eres un artista.

—Y tú como eres fastidioso con eso.

Baxter va por una mesa de los de niños con dos pequeñas sillas color amarillas. Tomo asiento en una, pongo la mesa en frente. Invito a la princesa sentarse para luego acomodar las pinturas y el agua en la mesita.

—¿Cómo te llamas? —cuestiono mientras intento buscar algo para poder maquillarla.

—Madeline, ¿tú?. —La niña tiene una postura muy recta y se inclina hacia en frente con la necesidad de maquillarla.

—Mucho gusto Mad, yo soy Raven ¿te esta gustando tu fiesta de cumpleaños?

—¡Sí! —chilla con una voz muy aguda.

Sigo conversando con la pequeña mientras juego con las pinturas para lograr una especie de maquillaje, hago un difuminado con un color rosa que contraste con el de su vestido. Termino por pintar sus labios. Mad es muy simpática y energética.

Cuando Baxter pregunta con un megáfono quién quería pintar su personaje favorito rápidamente hicieron una fila así que yo empiezo con mi labor. Los niños me piden personajes, yo estoy contenta de hacerlo. Me gusta cuando cada niño me da la razón del porque ama a ficticio.

No me doy cuenta cuando ya terminé de pintar a veinte niños, guardo las pinturas y la coloco en la bolsa de plástico. Siento dos grandes manos sobre mis hombres que empiezan a hacer círculos, liberando toda tensión de estar sentada por un largo tiempo.

—¿Cómo te fue?

—Todos los niños son un encanto. —Suspiro con una sonrisa más grande que la del gato.

Puedo ver a todos los niños correr de un lado a otro, detrás del payaso nuevamente. Baxter se sienta en la sillita para darme un pedazo de pizza con pastel y ensalada de coditos.

—Gracias, muero de hambre.

Devoro toda la comida rápida pues mi estomago lo exige con vehemencia. Mi compañero come mucho más despacio disfrutando cada bocado. Muevo mi pie un poco incómoda.

En ese instante se acerca una mujer con un vestido lleno de flores para carraspear su garganta, así llamar nuestra atención. Me volteo para ver a la mujer y sonrío, ella limpia la comisura de sus labios. Una indirecta para avisarme que yo estaba sucias, siento mi cara hirviendo e inmediatamente agacho mi cabeza para limpiarme con la mano.

—Baxter —llama al hombre.

Baxter presta atención por primera vez, se levanta rápido e imito su acción. Despego mi trasero de esa diminuta silla que me hace sentir una vez más una niña pequeña.

—¿Y tú por qué estás sonrojada?

—No nos has presentado mi amor, eso es de mala educación; soy Mia, la tía favorita de Baxter. —Extiende su mano, yo la tomo sin vacilar.

—Yo soy Raven, compañera de facultad de Baxter.

—Pues no me necesitar para la presentación —farfulla mientras cruza de brazos con indignación.

—No te comportes como un crío que apuesto a que los niños que están corriendo se comportan de mejor manera que tú.

—Ya tía, no vine para que me estén regañando.

Río por aquella discusión tan amena, esas son las mejores peleas.

—Soy tu tía, tengo el derecho.

—Luego me va a dar un trauma y me va a tener que atender.

—Soy psicóloga —corta la conversación con su sobrino para dirigirse a mí—, pero a mi me parece que tienes buena mano con los niños ¿quieres ser maestra de primaria?

Me encojo de hombros sin saber que responder.

—Pues me gustan de ratitos —río con nerviosismo.

—Yo te vi con un muy buena mano cuando pintabas a todos aquellos niños, conversaban muy bien. Por cierto, pintas espectacular, por suerte a mí puedo hacer una línea recta. —Arruga su nariz por el polen

—Desde niña a mí siempre me ha gustado dibujar y colorear, me hace muy feliz.

Mia me hace un par de preguntas más pero somos interrumpidos cuando Helen grita que es hora de destrozar la piñata. Por un momento deseo ser una más de esos niños y romperla en mil pedazos. Baxter esta a mi lado con una soda en la mano mientras que con la otra comía otra porción de pastel, río ya que esta demasiado entretenido al ver jugar a los niños que no se ha percatado sobre el betún que esta en su mejilla.

Me acerco para limpiarlo con la palma de mi mano. Él se estremece y me mira para luego sonrojarse.

—Lo siento —refunfuña cabizbajo, obviamente apenado.

—¿De qué, ensuciarte? —río porque me parece muy tierno con sus mejillas levemente en un tono color rojo.

—¿Te estás riendo?

—¿Es qué no escuchas ni ves? —Sujeto con ambas manos mi estomago para reprimir las carcajadas.

—¿Así? ¡Pues toma! —Estampa el resto del pastel sobre mi rostro obligándome a callar en seco, quedando anonada por su comportamiento.

Sin decir nada tomo su rostro en mis manos y embarro mi cara en la suya para mancharlo también. Posa sus dos manos en mi cintura en un vago intento de alegarme. Vocifero con carcajadas para sacudir mi cabeza. De pronto ya no siento mis pies en el piso sino en el aire.

—¡Bájame! —refunfuño

Baxter me baja y reímos. No me doy cuenta que somos el centro de atención y que Mia estaba ahí, ofreciéndonos unas servilletas para limpiarnos. Yo quería que la tierra me tragara ¡que vergüenza por el amor de dios!

—Fue divertido —confiesa mientras termina de limpiarse.

—Vergonzoso —corrijo sin poder sostener la mirada a nadie.

Mia se ríe ante mi torpeza, Baxter parece mucho más relajado como si una mini guerra de comida fuese lo más normal del mundo. ¿A qué adulto se le ocurre jugar en una fiesta para niños con su tontería?

Pues a mí claramente.

—¿De qué te avergüenzas corazón? —cuestiona Mia con tono maternal.

—De hacer el ridículo.

—No, para nada tú no estabas haciendo el ridículo; tú estabas haciendo siendo tú misma y eso te hace feliz.

Sonrío de oreja a oreja dando la razón mientras sus palabras resuenan en mi mente una y otra vez como un estéreo rayado ya que sus palabras tienen razón.  

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