⌁Capítulo dieciocho: Recuerdos de la felicidad
He estado evadiendo a Baxter las últimas dos semanas, pero la última creo que él es quien esta evadiéndome. Pongo ambas manos sobre mi estrecha cintura, molesta con Baxter, porque creía que el tiempo que pasamos juntos en el café de Miranda había sido fantástico.
Pues me equivoque, malditos sentimientos. Los odio, ¿por qué existen?
Tomo asiento en mi mesa de dibujos, empiezo a acomodarlos todos para darle espacio a mi portátil porque voy a hacer una video-llamada con mi hermano para ver su avance con Italia, pues desde que se mudaron, no he hablado con ninguno de ellos.
Veo por el pequeño reflejo mi apariencia, las ojeras bajo mis ojos están rojas e hinchadas. Suelto una maldición, molesta. Acomodo mi desordenada melena, y escucho que mi computadora esta sonando con un timbre de teléfono. Rápidamente tomo asiento en la silla para estar frente, contesto soltando un suspiro de alivio.
—Hola, amica mía —saluda mi cuñada.
Francesa se ve mucho más gorda, su afilado rostro se ha inflamado como un globo. Lleva ropa tan floja y su mano sujeta un gran pastelillo en su mano. Eso sin agregar que traía otra especie de dulce sobre su mejilla. Es un desastre, espero nunca estar embarazada.
—¡Francesa, te ves encantadora! —Arrugo mi nariz y desvío mi mirada del monitor por unos segundos.
—¡Mientes, me siento horrible! Estoy gorda, mis pies se hinchan y mi ropa ya no me queda ¡Y lo peor del caso es que no puedo dejar de comer! —Abre su boca tan grande e introduce el bocadillo.
—Es normal, no te preocupes. Solo estás embarazada.
—¡Odio estar embarazada, todo el mundo me lo dice!, ¿creen que no lo sé? Pues soy la primera en saberlo, por favor, ¡en mi vida me vuelvo a embarazar! —replica con sarcasmo, a punto de lloriquear.
En ese momento escucho un movimiento que no puedo ver por la cámara, pero instantes después mi hermano mayor se agacha para estar a la altura del monitor. Me sonríe, mostrándome su esplendida dentadura blanca. Debo de confesar que siempre le he tenido un poco de envidia ya que nunca logro conseguir aquel blanco deslumbrante en los míos.
—¡Raven! —aclama mi hermano mayor, ladea la cabeza—. Te ves diferente, ¿te has cortado el cabello o algo?
Lo miro perpleja, no sé que decir, pues no me he hecho ningún cambio.
—No. —Frunzo el entrecejo.
—Te ves preciosa, de igual manera. Ya no importa.
—¡Quiero un helado con chocolate! Ya vengo amor. —Francesca se inclina hacia él para depositarle un beso en la mejilla de su marido.
—¿Cómo te va en Italia? Supongo que has de estar exhausto porque empezaste desde cero, por eso no quería que te descontrolaras con todo el trabajo y tu mujer embarazada —explico, entrelazo mis manos para apoyarme en los codos que están sobre la mesa.
—Es realmente agateador, y quiero trabajar más para subir de nivel rápido. Además... —musita, acercándose a la cámara, como si pretendiera contármelo al oído—..., esa mujer que tengo en la cocina se hace más insoportable cada vez, ocupa toda la cama. Yo también estoy cansado, creo que hacer este cambio tan radical no nos benefició a ninguno de los dos. —Muerde el interior de su mejilla, ahorrándose el gritar a los cuatro vientos todas sus preocupaciones—. No le dedico el tiempo necesario a mi mujer.
—Es una transición muy difícil, puedo entenderlo, pero yo sé que tu puedes manejarlo hermano. Verás que pronto Italia será tu hogar y no vas a querer regresar —bromeo—. Mamá y papá quieren ir a conocer al nieto, por supuesto que yo voy a ir.
—¿Y cómo vas con tu universidad como docente? —Cambia el tema radicalmente, pero yo soy quien no esta lista para hablarlo.
¿Cómo decirle a tu hermano, el hombre perfecto, que aparente, por tercera vez, vas a declinar?
—No tan bien, ¿cierto? —Su voz se entristece.
—Que perspicaz eres hermanito —murmuro malhumorada, cruzo mis brazos sobre mi pecho, con obvia molestia.
—Vas tan mal como lo creo, porque a penas estás a punto de terminar el primer semestre de tu carrera.
Sacudo mi cabeza en forma de negación. Mis calificaciones no son las optimas, y muy apenas son aprobatorias. Pero esta bien, lo que ahora me interesa es solo tener el título para que mi futuro sea más seguro en cuestión labora.
—Pues no, seguro que esta vez sí puedo completar la carrera. —Suelto una risilla llena de ansiedad, quiero cambiar de tema, pero aparentemente él no quiere ya que vuelve a indagar:
—¿Eres feliz, Raven?, ¿esa es tu real vocación en el cual te desempeñarás y serás la mejor persona?
—Sí, por supuesto. Oye, tengo unos deberes que terminar, ¿qué te parece si hablamos de esto otro día? Sí, perfecto; te amo, adiós.
Corto la llamada más rápido que puedo hacerlo, tomo una hoja en blanco que se encuentra a un lado y empiezo a arrugarla para descargar mi ansiedad que recorre mi cuerpo por esos momentos.
¿Por qué la vida es tan complicada, es que acaso no sirvo para nada? No serví para medicina, tampoco para las matemáticas, y aparentemente no funciono para dar clases ¿Habrá una carrera para no hacer nada que pueda aprobar?
Salgo del cuarto, para ir a la cocina. En la sala están Bella y su novio de dos semanas, abrazados tan dulcemente que podrían darme diabetes. Ella juega con su cabello mientras ven la televisión.
Últimamente Noah se la vive en el apartamento, solo falta que un día, llegue con la maleta en mano. Bella separe nuestra habitación para ellos puedan compartir una. Me gusta compartir el cuarto con Bella ya que ella me despierta.
Esa mujer es muy dedicada en todo lo que hace, continúa con sus estudios en la carrera de la medicina, diariamente le dedica cinco horas, el resto del día lo divide para completar sus actividades diarias. Por esa razón, la admiro.
—¿Vas a hacer comida, amiga? —grita desde el sofá mi menor amiga.
—¡Solo voy a calentarla en el microondas! —respondo desanimada, saco la comida de los refectorios.
La introduzco en el microondas y pongo tres minutos para calentar el espagueti de perejil. Mientras tanto, busco unos cubiertos con unos platos que llevo a la sala.
—Eres la mejor, te amo.
—No te jactes tanto para obtener mi comida —carcajeo, intentando ocultar mi desanimo.
Regreso a la cocina por la jarra de limonada que está en el refrigerador. En ese instante la comida ya esta lista.
La dejo en la mesa de la sala, y como buen tercio que soy, empujo a los enamorados para la esquina; lejos uno del otro para poder comer con tranquilidad y sin besos de por medio.
—Que rico huelo, creo que Raven ya te convirtió en vegana. —Noah se inclina hacia delante para tener una mejor visión de su novia.
—Ella hace la mejor comida del mundo, y también siento que es más fácil mantener mi peso. Ese es el secreto de ella para estar tan radiante. —Bella envuelve su tenedor con espagueti para meterlo a su boca.
—Creo que es la primera vez que como comida vegana, pero yo nunca podría ser vegetariano porque amo la carne. En serio la amo con locura y con pasión. De hecho mi padres en la noche me invitaron a comer hamburguesa, pero solo quieren conocer a mi novia. A veces son tan fastidiosos —explica con lujo de detalle Noah, a veces sus palabras se enredan entre sí.
Y yo que creía que los hombres son de pocas palabras.
—Mucho éxito, yo voy a pasear por ahí.
Necesito quitar esta presión que siento sobre mis hombros, y necesito dibujar.
—¿Por qué estás tan apagada? —pregunta Bella con la boca repleta de comida.
—La escuela —miento, buscando una excusa viable—. Tengo que terminar una exposición para mañana. Estos días han pasado con mucha lentitud —agrego, tomo un vaso con limonada para beber.
—¿Eso no se debe a que te hace falta algo de compañía?
Miro confundida a Noah, debido a que no sé a lo que refiere en lo absoluto.
—No, tengo a Bella, y ahora, a ti también. —Codeo su costado para añadirle un poco de diversión al asunto.
—No me refiero a eso, ¿no extrañas a un compañero tuyo que es más o menos de mi altura, ojos verdes y que usa lentes?
Mis labios tiemblan, así que bajo mi cabeza para juguetear con las manos. Claro que no lo extraño, y ni me interesa no verlo, esta claro que a él tampoco le interesa porque no nos hemos visto desde el día que me dediqué a pisarle los pies.
Estúpido Baxter, creo que al final de todo, termina desistiendo en ayudarme a encontrar mi vocación porque sabe que no tengo remedio.
—No sé de que hablas Noah. Creo que debería de estar calmada ya que desde un inicio yo deseaba que el chico ojiverde no estuviera cerca de mí, y ahora que lo he conseguido, debería estar feliz. —Fuerzo una sonrisa que sé que no se van a tragar, pero al menos ya no me dicen nada.
—Las cosas cambian, tienen que cambiar —insiste Noah.
—¡Ay amigo, en serio estoy bien así! —murmuro entre dientes— ¿Quieren más comida, no? Me tengo que ir a seguir con los deberes.
Me escabullo de sus palabras, me levanto del cómodo sillón. Recojo con velocidad los platos, los dejo en el lavaplatos para empezar a limpiarlos. La pareja se mantiene en silencio, aunque puedo escuchar algunos murmullos, como me gustaría saber que están comentando porque soy curiosa.
Voy a la habitación de trabajo, empiezo a recoger lápices para ponerlos en una mochila. Pongo mi libreta de dibujos. Necesito despegarme de todo a mi alrededor por un rato. Y no hay mejor manera que estar en mi lugar feliz.
Bajo del edificio a toda prisa y sin dar explicaciones. Monto mi hermoso escarabajo amarillo con dirección a mi destino final, pero quería hacer una breve parada en el café porque me urge una malteada de vainilla con leche de almendras con una gran nube de crema batida y en la punta una cereza jugosa.
Enciendo la música de la radio, no puedo resistirme, así que empiezo a cantarla en conjunto. Debo de confesar que me siento una cantante estupenda e inigualable. Estaciono en frente de la cafetería de Miranda, bajo mientras silbo y juego con las llaves.
Que rápido la música puede cambiar mi malhumor.
En la entrada veo a mi jefa hablando por teléfono, me acerco para saludarla con una sonrisa de oreja a oreja. Ella se acerca para robarme un abrazo, yo la estrecho con fuerza, como si nunca la hubiera visto, aunque en realidad la vi ayer cuando estuve trabajando.
—Hoy tienes día libre, ¿qué es lo que estás haciendo aquí? —inquiere, colocando sus manos sobre mis hombros.
—Sabes que me encantan las malteadas y deseo una, vengo como cliente. —Atisbo a mi jefa, quien ha girado su cabeza ligeramente para ir con algún conocido.
—Por supuesto que lo sé, ya sabes que este café es como tu casa, así que sírvete todo lo que quieras. —Agita su modo en señal de despedida, la veo alejarse.
Es cuando decido ir a la caja registradora para encargar mi pedido, mi compañera de trabajo solo me cobra porque sabe que siempre pido lo mismo. Mi trasero se hunde en la silla para esperar, reviso mi celular para responder unos mensajes de mi prima, quien esta emocionada por su boda.
Al gritar mi nombre, me levanto en un dos por tres, doy las gracias por el pedido para dirigirme e irme de ahí. Al cruzar la puerta, mi corazón se desboca. Estoy frente a frente con el hombre quien me ha estado ignorando, y lo peor no es eso, ¡es que le va rodeando los hombros a una mujer que no deja de sonreír como una boba enamorada!.
—Hola Raven —titubea al saludarme, alzo una de mis cejas confundida.
¿Alguien puede explicarme que es lo que esta pasando?
—Hola —respondo frívola, absorbo un trago de mi bebida y espero explicaciones, pero él no me las debe—. Hola —repito, dirigiéndome a la mujer.
Ella me sonríe con mucha amabilidad que me deja estupefacta, ¿no tiene vergüenza?
—Hola, yo soy Lauren —se presenta, extiende su mano para estrechar la mía.
La tomo de mala gana, vuelvo a forzar una sonrisa, pero al final quedo boquiabierta por lo que mis ojos están presenciando. Inclino mi cabeza, esperando a que me de una pista más clara que me pueda revelar su identidad.
—Mucho gusto, ¿y qué hacen aquí? —Intento ser más inteligente, usando las palabras para que me de pistas.
—Venimos por un postre, fuimos a comer y ahora queremos postre para seguir hablando sobre...
—..., sobre nosotros. Nada más —interrumpe Baxter con una sonrisa nerviosa—. Estás ocupada y tienes un arranque de inspiración. Siempre compras una malteada cuando dibujas. —Señala mi vaso como si fuera lo más obvio del planeta.
—Sí, adiós.
Paso de largo para meterme a mi escarabajo y encenderlo para escapar del lugar. Maldigo con fuerza los semáforos que me detienen, pito algunos veces para que cambien a verde, como si eso los obligara a cambiar, pero en el fondo de mi interior cree que lo hace.
¿Por qué me siento así, como si mis colores favoritos se rompieran?
Suelto un grito lleno de frustración al salir de la ciudad para dar paso a la carretera. Estaciono mi escarabajo a la orilla, el árbol esta más insípido. Bajo mi material, arrastro mis pies en dirección al árbol.
Estoy tan agradecida conmigo por nunca haber traído a Baxter a este lugar porque al haberlo traído, ya no sería un lugar que me llenara de inspiración, sino de puras tristezas.
Hago puros garabatos al azar por toda la hoja blanca con mis lápices de diferente punta para darle una mejor profundidad al dibujo.
Por mi mente no deja de recordar el rostro de Baxter sonriendo, cuando se pone nervioso. Cuando siempre intenta arreglar todos y cada uno de mis desastres. Me gusta esos ojos que están un poco rasgados y tienen el color verde esmeralda. Me gustan sus labios delgados y rosados que otra chica besará.
Recuerdo la primera vez que se presentó ante mi, su postura con elegancia fue lo que me flechó. Nunca lo acepté porque sabía que era un peligro, y no me equivoqué. Siempre me encantaron sus detalles al intentar descubrir mi vocación, creo que nunca le he agradecido por ello, y ahora no lo quiero hacer.
Es como un tren que solo pasa una vez, que por mi falta de correr se fue.
Una lagrima traicionera se desliza por mi mejilla hasta caer en la hoja, suelto un chillido porque temo que vaya a estropear mi obra de arte. Con la palma de mi mano intento recoger el sobrante del agua para no hacer correr el grafito. Ladeo mi cabeza de lado a lado, abro mis ojos confundida conmigo misma porque después de todo no estaba haciendo solo rayones a lo menso, sino estaba dibujando al sonriente chico que acaba de romper mi corazón y abarca mis pensamientos.
—Estúpido Baxter —bufó, le he hablado al dibujo como si lo tuviera en frente—. Lauren es la razón por la cual no me has hablado, esta bien, tenía que saber que no ibas a estar detrás de mi todo el tiempo.
Baxter me enseñó muchas cosas que me enseñaron a desarrollarme como una mejor persona, me enseñó a estar tranquila conmigo misma, que me sea fiel en lo que me apasiona, aunque sigo sin saber con exactitud lo que es. También a que la envidia no invada mi ser, para no alejar a las personas con quien podría recorrer esta aventura de la vida.
¿Por qué no puedo ser una persona normal para darse cuenta antes?
Estúpida Raven, creía que eres más inteligente.
No obstante, ese no era el momento de sentir lastima de mi misma, no, ¿de qué me servía si al final no va a cambiar nada?
Pero lo que más me enseñó Baxter es que antes de hacer cualquier cosa, yo voy hacer antes feliz, antes que ser nada más.
Y por eso Baxter, te agradezco desde lo más profundo de mi corazón, aunque jamás escuchará esas palabras de mi boca porque no poseo el coraje suficiente para lograrlo.
Veo a una mariposa detenerse en la esquina de mi dibujo, es maravillosa. Amo sus colores naranjas con decoraciones naranja, intento acariciarla, pero sale huyendo de mi tacto. Sonrío con ironía, ojalá yo pudiera alejarme así de mis complejos porque me hubiera dado cuenta que Baxter logra hacer que me calen hasta los huesos, solo que yo lo bloqueo.
Eso ya no importa porque él ya tiene a alguien que lo merece, y espero que él sea feliz. "Sobre nosotros", esas palabras hacen eco en mi cabeza una y otra vez mientras me aseguro que al menos tendré su dulce recuerdo de lo que pudo y no fue que me darán momentos de felicidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top