9
DESPUÉS DE PASAR DOS horas navegando, Ginevra había caído en un gran aburrimiento. Ella era de las personas que no podía quedarse quieta tanto tiempo. Cuando estaba al mando de una misión lograba mantener la compostura, pero ahora se volvía loca.
Apoyaba su cabeza en el pasamanos del barco, aunque en el momento que comenzó a sentir que sus ojos se cerraban, ella volvía a levantarla tan fuerte que retrocedía dos pasos.
—¿Cuánto faltaaaaa?— preguntó Ginny alargando la última a.
—Poco— respondió Leo.
—Mientes, es como cuando en la televisión el niño molesto le grita eso cada cinco minutos a su madre y ella lo dice para callarlo...
—¿Tienes experiencia con eso, Rapunzel?
—Claro que no... Tal vez... De todos modos no va al caso. Hemos estado aquí por dos horas y no hemos hecho nada— se quejó ella.
—No siempre tendrás las cosas en un santiamén...
—¡Esa ni tú te la crees, Leo!
—Bueno, hablemos de algo más importante, si Kyle y tú se llevan tan bien, ¿por qué rompieron?
—¿Kyle y tú eran novios?— preguntó desde lejos Percy.
—Oh, dioses... ¿De verdad eso es importante? ¿Estamos en una misión y eso es lo importante?
—Es para distraernos— alentó Leo al ver que habían más interesados.
Ginny observó a los demás, que estaban expectantes a su respuesta. Ella no era de las que contaba su vida a cualquier persona y menos en las circunstancias de la misión... Pero realmente parecían tener interés y no era un secreto para nadie. Además necesitaban conocerse si iban a vencer juntos a una diosa loca.
—Él es... Estupendo. Pero muy lento.
—Bah, conozco a personas así— dijo el entrenador sin dejar de mirar al frente. Ginevra frunció un poco el ceño. ¿Estaba... metido en la conversación?
—¡Literalmente tiene un gran potencial y no lo aprovecha! Deja que le digan que hacer y él sigue las órdenes. Quiero decir, ¡Es legado de Minerva! ¿por qué no puede ser más decidido como Annabeth?
—¿Y por eso cortaron?
—No, fue porque me enojé al perder en unos juegos del campamento y le dije que termináramos y me dijo: "está bien".
—¡¿Qué?!— gritaron por lo menos tres personas.
—¿Nunca volvieron a estar juntos?
—Éramos pequeños. Y seguimos siendo tan amigos como siempre, así que no importó... Ahora lo importante, la misión.
Todo el mundo se reunió en el mástil.
Frank frunció el ceño como si estuviera tratando de convertirse en un bulldog. —No hay señales de persecución.
—O tierra— añadió Hazel.
Ahora estaban en el medio del mar abierto, completamente solos, navegando hacia el "Mare Nostrum", donde todos los monstruos que dan miedo y gigantes desagradables habían venido. Los romanos podrían no seguirlos, pero no podían contar con la ayuda del campamento griego, tampoco.
Se volvieron a Annabeth. —¿Encontraste el mapa que querías?
Ella asintió con la cabeza, aunque estaba pálida.
—Voy a tener que estudiarlo— dijo ella, como si ese fue el final de la asignatura—. ¿Qué tan lejos estamos de esas coordenadas?
—A la velocidad de remo superior, alrededor de una hora— dijo Leo—. ¿Alguna idea de lo que estamos buscando?
—No— admitió ella—. ¿Percy?
Percy levantó la cabeza. Sus ojos verdes estaban inyectados en sangre y caídos.
—La Nereida dijo que los hermanos de Quirón estaban allí, y que querían oír hablar de ese acuario en Atlanta. No sé a qué se refería, pero...— Hizo una pausa, como si hubiera agotado toda su energía diciendo mucho— Ella también me advirtió que tuviéramos cuidado. Keto, la diosa en el acuario: ella es la madre de los monstruos marinos. Ella podría estar atrapada en Atlanta, pero ella todavía puede enviar a sus hijos tras de nosotros. La Nereida dijo que deberíamos esperar un ataque.
—Maravilloso— murmuró Frank.
Jason intentó ponerse de pie, lo que no era una buena idea. Piper le agarró para que no cayera, y se deslizó hacia abajo del mástil.
—¿Podemos poner la nave en el aire?— se preguntó—. Si pudiéramos volar...
—Eso sería grandioso— dijo Leo—. Excepto porque Festo me dice que el estabilizador puerto-aéreo quedó pulverizado cuando el buque pasó contra el muelle del Fuerte Sumter.
—Teníamos prisa— dijo Annabeth—. Tratando de salvarte.
—Y salvarme es una causa muy noble— coincidió Leo—. Sólo estoy diciendo que va a tomar algún tiempo para arreglarlo. Hasta entonces, no vamos a volar a ningún lugar.
Percy flexionó los hombros e hizo una mueca. —Me parece muy bien. El mar es bueno.
—Habla por ti mismo. —Hazel miró al sol de la tarde, que estaba casi hasta el horizonte—. Tenemos que ir rápido. Hemos quemado otro día, y Nico sólo tiene tres más restantes.
—Podemos hacerlo— sonrió Ginny tratando de darle esperanza a Levesque mientras sobaba su espalda—. ¿Cierto, Leo?
—Podemos hacerlo— prometió Leo—. Podemos llegar a Roma en tres días, suponiendo que, ya sabes, nada inesperado ocurra.
La rubia lo miró diciendo: "No era necesario lo último" con los ojos.
Él le devolvió la mirada con una subida de hombros, como preguntando: "¿Metí la pata?".
—En fin— cortó Percy, aún en su delicado estado—. ¿Hay alguna buena noticia?
—En realidad, sí, —dijo Leo—. De acuerdo a Festo, nuestra mesa voladora, Buford, lo logró de forma segura mientras estábamos en Charleston, así que las águilas no la alcanzaron. Por desgracia, perdió la bolsa de lavandería con los pantalones.
—¡Demonios!— exclamó Frank. Sin duda, Frank habría maldecido un poco más, pero Percy interrumpió doblándose de dolor y gemidos.
—¿El mundo acaba de girar al revés?— se preguntó.
Annabeth y Piper intercambiaron miradas desconcertadas.
Jason se llevó las manos a la cabeza.— Sí, y está girando. Todo es de color amarillo. ¿Se supone que deba ser amarillo?
—Convocar la tormenta realmente ha mermado sus fuerzas— confirmó Piper a los chicos—. Tienen que descansar.
Annabeth asintió con la cabeza.— Frank, ¿puedes ayudarnos a llevar a las cubiertas inferiores a los chicos?
Zhang miró a Leo, sin duda reacio a dejarlo solo con Hazel.
—Está bien hombre—dijo Leo—. Sólo trata de no maldecir en el camino por las escaleras.
—Adoras molestar a Frank, ¿no?— habló Ginevra, aunque al ver las náuseas de Hazel se preocupó más—. Escúchame bien Leo Valdez. Iré a hacerle un té reconfortante a Hazie. No hagas nada tonto, nada que haga enfurecer a Frank. Si es necesario que te quedes quieto para que funcione lo harás. ¿Copias?
—Si, señora— asintió él aunque con una sonrisa traviesa. Ginny sabía que no le haría caso.
—Te encanta echarle leña al fuego— suspiró la hija de Apolo—. Volveré antes--
—¿De que pueda decir "Dios del sol"?
—¿Qué? No... Dioses...— se fue ella a la cocina.
Mientras esperaba que el agua se calentara, meditó si era buena idea dejar a Hazel y a Leo solos. Claramente algo que no entendía sucedía con la rizada, y respecto a Valdez... Él era peligroso en cualquier situación.
—Vamos... ¡Vamos!— comenzó a molestarse por la tardanza del agua. Concentró sus poderes para poder crear calor—. ¡Bien!
Terminó rápidamente el té y caminó a donde había dejado a sus amigos. Cuando había vuelto, Hazel y Leo estaban con las manos tomadas como en un trance, pero lo preocupante no era eso, sino que el barco había comenzado a moverse sin control.
Un monstruo les había encontrado.
—¡Entrenador, ¿Qué sucede?!— preguntó viendo cómo caía el té al mar por el movimiento—. ¡Leo! ¡Leo Valdez! ¡Fueron menos de diez minutos, ¿por qué debía pasar algo ahora?!
El barco se inclinó a estribor. Hazel se agarró de los aparejos. Hedge gritó: —Valdez, ¿qué botón hace estallar monstruos? ¡Toma el timón!
Leo subió a la cubierta basculante y logró agarrar la barandilla de babor. Empezó a trepar por los lados hacia el timón, pero cuando vio el monstruo emerger, se olvidó de cómo moverse.
La cosa era de la longitud de la nave. En la luz de la luna, parecía un cruce entre un camarón gigante y una cucaracha, con una rosa concha quitinosa, una cola de cangrejo de río plana y piernas de tipo-milpiés ondulando hipnóticamente mientras el monstruo raspaba contra el casco del Argo II.
Su cabeza apareció al final, cara viscosa de color rosa de un enorme pez gato con ojos vidriosos muertos, una boca sin dientes abierta, y un bosque de tentáculos que brotaban de cada orificio de la nariz.
Ginevra de tan solo verlo, le daba ganas de vomitar. Corrió por su espada aunque no ayudaría mucho sin poder acercársele.
—¡Vamos, Valdez!— gritó Hedge—. ¡Toma el volante para que pueda coger mi bate de béisbol!
—¿¡Enserio cree que un pedazo de madera nos ayudará con este bicharraco!?— exclamó Ginny sin notar que Leo sonreía asintiendo de una forma de "¡Eso es lo que yo iba a decir!".
Detrás de él, el resto de sus amigos salieron por las escaleras.
Percy le gritó: —¿Qué está...? ¡Gah! ¡Camaronzilla!
Frank corrió al lado de Hazel. Ella se aferraba todavía aturdida por su trance, pero ella hizo un gesto de que se encontraba bien.
El monstruo se estrelló contra la nave de nuevo. El casco crujió. Annabeth, Piper, y Jason cayeron en estribor y casi rodaron por la borda.
Leo llegó al timón. Sus manos volaron a través de los controles. Por el intercomunicador, Festo resonaba y cliqueaba sobre fugas bajo cubierta, pero la nave no parecía estar en peligro de hundirse, al menos no todavía.
—¿Cómo llegó tan cerca?— gritó Annabeth, tirando de ella hacia arriba en uno de los escudos de ferrocarril.
—¡Yo no sé! —gruñó Hedge. Miró a su alrededor por su bate, que rodó por el alcázar.
—¡Soy un estúpido! —Leo se regañó—. ¡Estúpido, estúpido! ¡Olvidé el sonar!
—¡No hay tiempo para esto— cortó Ginevra—. Debemos actuar. Jason, ¿puedes convocar a algún rayo para chamuscarlo?
Jason se puso en pie.— Yo...— Él sólo pudo sacudir la cabeza. Convocar la tormenta antes había tomado demasiado de él. En la condición en la que se encontraba, era imposible.
—Percy, —Annabeth dijo—. ¿Puedes hablar con esa cosa? ¿Sabes lo que es?
El hijo del dios del mar sacudió su cabeza, claramente perplejo.— Tal vez es sólo curiosidad por el barco. Tal vez...
El barco se inclinó más hacia estribor. O el monstruo estaba tratando de darles un abrazo, o estaba a punto de hundirlos.
—¿Sonar? —Exigió Hedge—. ¡Pipas de Pan, Valdez! Tal vez si no hubieras estado mirando a los ojos de Hazel, cogidos de la mano durante tanto tiempo...
—¿Qué?— Gritó Frank.
—¡No fue así!— Protestó Hazel.
—¡Listo! Dejaremos de ser absurdos y pensaremos en algún plan para derrotar a esta cosa— ordenó Ginevra. Al ver al entrenador Hedge abrir la boca, la rubia levantó el dedo índice—. Sólo diremos cosas coherentes, si es posible, no diga cosas que suceden en películas de Chuck Norris.
Los tentáculos del monstruo atacaron por la cubierta tan rápido que nadie tuvo tiempo de moverse.
Uno golpeó a Percy en el pecho y lo envió estrellándose abajo en los escalones.
Otro se envolvió alrededor de las piernas de Piper y la arrastró, gritando, hacia el riel. Docenas de tijerillas rizadas alrededor de los mástiles, rodeando las ballestas y rasgando abajo del aparejo.
—¡Ataque de Pelo de Nariz!— Hedge llegó hasta el bate y entró en acción, pero sus golpes sólo rebotaron inofensivamente fuera de los tentáculos.
Jason sacó su espada. Trató de liberar a Piper, pero aún estaba débil. Su hoja de oro cortaba los tentáculos sin ningún problema, pero más rápido de lo que podía cortar, más tomaban su lugar.
Annabeth desenvainó su daga. Corrió por el bosque de tentáculos, esquivando y apuñalando a cualquier objetivo que pudo encontrar. Ginevra aprovechó su espada para mantener alejado cualquier tipo de tentáculo del lugar donde había caído Percy.
Frank sacó su arco. Disparó a un lado el cuerpo de la criatura, alojando flechas en las rendijas de su caparazón, pero eso sólo pareció molestar al monstruo. Que gritó y sacudió la nave. El mástil crujió como si pudiera quitarlo.
Los ojos de Leo se fijaron en una caja de suministros al lado de los pies de Hazel. —¡Hazel!, —gritó él—. ¡Esa caja! ¡Ábrela!
Ella vaciló, luego vio lo que decía en la caja. La etiqueta decía ADVERTENCIA. NO ABRIR.
—Ábrela —gritó Leo otra vez—. Entrenador, ¡toma el volante! Gire hacia el monstruo, o nos va a volcar.
Hedge bailó a través de los tentáculos con sus ágiles patas de cabra, rompiendo lejos con gusto. Saltó hacia la cabeza y tomó los mandos.
—¡Espero que tengas un plan!, —gritó. —Uno malo.
Leo corrió hacia el mástil.
El monstruo empujó contra el Argo II. La cubierta se tambaleó a cuarenta y cinco grados. A pesar de los esfuerzos de todos, los tentáculos eran demasiado
numerosos para luchar. Parecían capaces de agarrar todo lo que querían. Pronto tendrían al Argo II enredado. Percy no había aparecido desde abajo. Los otros estaban luchando por sus vidas contra el pelo de la nariz.
Ginny bajó corriendo para comprender que Jackson estaba inconsciente.
—¡Percy!— exclamó Paris con tristeza en su rostro al verlo de esa manera. La chica lo movió a un lugar que estuviera más seguro y sin cosas que cayeran encima de él.
—Debo volver a ayudar— se despidió ella sabiendo que él no la escuchaba—. Pero volveré lo antes posible, o enviaré a Annabeth... No mueras, te quiero.
Corrió nuevamente para encontrarse con esta escena:
Un tentáculo chocó contra Frank, tirándolo por la borda.
Hazel gritó. Había abierto la caja de suministro y casi dejó caer los dos viales de vidrio que tenía en la mano. Leo los tomó. Cada uno era del tamaño de una manzana, y el líquido en su interior brillaba de verde venenoso.
—¡Vamos! —Le dio a Hazel uno de los viales—. ¡Podemos matar al monstruo y salvar a Frank!
—¿Qué es esto? —jadeó Hazel, balanceando su frasco de vidrio.
—¡Fuego griego!
¿¡Qué!?
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