8

GINNY ESTABA A PUNTO de rendirse. Literalmente su aire se estaba agotando, y que la tierra a su alrededor la sofocara no ayudaba.

"Ahora estás en mi territorio, y es ahí donde morirás. Asume tu destino, pequeña semidiosa" dijo Gaia fuertemente.

—Lo único que voy a asumir es que saldré de aquí, encontraré a mis amigos y te detendremos, estúpida loca.

"Después de esto adoptaré un perro" se dijo a si misma mientras trataba de casi nadar en la tierra. "Así alguien más podrá buscar y desenterrarme"

No sabía en realidad cuanto tiempo había estado tratando de llegar arriba, pero sentía que habían pasado horas, y creía que tenía la bendición de los dioses, porque cualquier persona simple a esa altura se hubiera quedado sin aire.
Justo cuando empezaba a sentir que era su fin, sintió cómo su mano salió al exterior. Por lo menos la tierra seca le facilitó la salida, pero no lo hizo menos aterrador.

Sacó al aire la cabeza para comenzar a respirar adecuadamente y visualizó a un niño corriendo mientras gritaba a su madre. Ginny por la situación, pensó que gritaba: "¡MAMÁ CORRE! LOS ZOMBIES NOS INVADEN".

La chica escupió toda la tierra que tenía en la boca y se puso a caminar determinada (aunque más era una cojera) hacia la casa donde se había hospedado. Debía buscar sus cosas para marcharse finalmente.

"Véngate, Geneva Paris" escuchó en su mente la voz de Némesis. "Hónrame y véngate".
¿La diosa la había ayudado... A seguir viva?

Le tomó unos diez minutos llegar allá y cuando llegó, vio a Córito entrando.
—¡TÚ!

Él se volteó. —Oh, hola Ginn. ¿Cómo estás?

—¿¡Te atreves a preguntarme cómo estoy!?

Las personas a su alrededor comenzaron a ver el espectáculo por lo que él se alarmó. La hizo entrar a la casa para finalmente observarla.
—Estás un poco sucia, ¿no crees?

—¡Me enterraste viva!

—¡Hey! No lo digas así, suena horrible... En mi defensa, Gaia solamente te tragó. Además, te dejé en una caja ¡Deberías darme las gracias!

—Eres... Un idiota.

Ella comenzó a caminar por la casa tomando todo lo que encontraba y poniéndolo en un mantel. Observó un momento el frasco de néctar y a Córito. Se acercó a él y le pateó la parte trasera de la rodilla, cosa que lo hizo caer.

—¡Hey, ¿qué haces?!

—En el campamento dijeron que algo sucedía si tomaban demasiado néctar... Aunque no puedo recordar en este momento qué era. Ya sabes, soy tan tonta...

—No, no, no, no, no —suplicó mientras ella le tiraba la cabeza hacia atrás—. Vamos, Ginn. Somos amigos, ¿verdad?

—Mmm, sí. Creo que somos amigos, ¿verdad? —sonrió ella—. Por eso me dejarás llevarme todo lo que tienes acá, y no le dirás nada a los secuaces de Gaia, ¿no es así?

—Claro, claro. Sólo... Suelta el néctar.

—Sí, como digas, amigo.

Ginevra dejó caer el líquido en la boca de Córito y luego tomó sus cosas para marcharse.
—Nos vemos por ahí— se despidió ella—. Aunque espero que no sea así.

Salió sin mirar atrás y sacó su mapa. Ahora no tenía nadie que la llevara, pero podía hacerlo. Si sus amigos estaban sobreviviendo en el Tártaro, ella podía caminar a otra ciudad sin problemas.

Comenzó su camino con la daga en su mano. Nunca podías estar seguro siendo un semidiós en las calles. Eso le trajo recuerdos de cuando era una niña pequeña quien recién salía de la Casa del Lobo.
Recordaba lo valiente que se había sentido al salir, y lo asustada que se sintió al ver un monstruo por primera vez...

Observó cómo el sol comenzaba a ocultarse y las estrellas salían de a poco.
—Diana, alinea las estrellas para encontrar ayuda, por favor.

Siguió caminando y en eso sintió cómo la seguían. Al parecer esas personas se dieron cuenta del aura solar brillante que Ginevra desprendía. Ella mantuvo la daga en su mano, aún sabiendo que no la verían y si eran mortales, nada les haría.

—¿Eres la princesa perdida? —preguntó un viejo loco.

—¡Te dije que era ella! ¡Su largo cabello brilla! —dijo una mujer a su lado.

Ambos parecían estar fuera de sus cabales, y más le pareció a Ginny cuando intentó alejarse pero ellos le ofrecieron dinero por un poco de cabello mágico.
Se detuvo un momento a pensar. Si tenía dinero podía pagar un pasaje en autobús a la ciudad que estaba a una línea de distancia.

Con su daga cortó su cabello desde los hombros hasta las puntas y se las entregó a las personas que ya le habían dado un par de billetes. La rubia vio cómo se pusieron a festejar pensando que podrían ser ricos, y después de eso, se puso a correr.

Ya tendría tiempo de preguntar a alguien por una estación de buses, ahora lo único que quería era ponerse a salvo... Este era un mundo de locos.

Sacó un pedazo de pan del mantel que cargaba como bolso y mientras lo comía, veía a su alrededor. Sospechosamente "Las tres Marías" se alinearon en una posición bastante rara que la hacía dar a una tienda 24 horas abierta.
Corrió murmurando un: "¡Gracias Diana! ¡Dioses, cuando esto termine les prepararé un altar que ni imaginan!" y entró en la sucursal.

—Buenas noches, quería saber si conocía una boletería o algo así para tomar un bus a... No me entiende —decía la chica, pero se dio cuenta que la persona que atendía la miraba con expresión confundida.

El vendedor gritó hacia adentro de una habitación unas cuantas palabras que Ginny no entendió y después de ello salió una jovencita.
—¿Cómo la puedo ayudar?

—¡Habla mi idioma! Gracias... Quería saber si hay algún autobús o tren que vaya a La Valeta.

—A esta hora no hay nada, aunque los proveedores de alimentos van para allá ahora, podrías preguntarles si te llevan a cambio de una comisión.

Ginevra por primera vez en el día sonrió sin dejar de darle las gracias a la chica del local.
Salió de la sucursal y se dio cuenta que ahí había un camión siendo cerrado.

—¡Disculpen! ¿Podrían llevarme a La Valeta? Les prometo que les pagaré.

M'aħna qed nieħdu lil ħadd, sinjorina, issa mur! —respondió el hombre mientras subía al camión—. Franco! Agħlaq il-bieb!

Ginevra observó un minuto al otro hombre quien suspiró al parecer cansado de las órdenes de su compañero.
Me dejará ir atrás en el camión a La Valeta —lo convenció la rubia mientras el hombre abrió despacio la puerta y la dejaba entrar, para después cerrar con llave.

"Gracias, Venus" pensó mientras se recostaba entre la mercadería.
Sintió cómo el camión comenzó a andar y de repente comenzó a sentir sueño. Cerró los ojos y se dejó caer en los brazos de morfeo.

[...]

Para ella era imposible pensar que pasó más de una hora, pero pudo descansar en ese período. El camión se había detenido y la chica ya se había revitalizado.
En ese momento, sintió las voces del conductor y su compañero bajando del camión y dirigiéndose a la parte de atrás. Ginevra estaba preparada para correr. Correría lo más lejos que pudiera y se mezclaría entre la gente.

A penas sintió la luz del día frente a ella, saltó del camión y comenzó a correr. Escuchó el par de voces gritándole algo que ella no entendía, pero eso no la hizo detenerse.
Mientras corría, sentía cómo el cabello se le pegaba a la cara... Había sido una mala decisión cortarlo por dinero.
Pensó eso, pero su mente quedó vacía cuando vio en un muelle el Argo II. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su velocidad se intensificó.

¡Los encontró! ¡LOS ENCONTRÓ! ¡LOS ENCONTRÓ, LOS ENCONTRÓ, LOS ENCONTRÓ!
Se detuvo a llenar sus pulmones de aire, aunque le costó encontrar el aire cuando escuchó una voz conocida:
—¿Ginny?

Ella volteó sintiendo más lágrimas avecinándose.
—¿Leo?

—Pensé que eras tú, pero tú cabello... Con esto completas la película, ¿no es así?

—Unos locos me dieron dinero por mi cabello, pero, Leo... ¿Qué haces tan lejos del barco? ¿Y los demás?

Limpió sus ojos y hasta ese punto no se había dado cuenta de lo sucia que estaba. Todo su cuerpo estaba completamente cubierto de tierra, sus manos estaban con sangre seca y asimismo sus brazos.

—¿Quieres un café? —le sonrió él. En ese minuto, ella se acercó a abrazarlo—. Efecto Valdez, lo sé.

—No sabes... Lo contenta que estoy de verte —le susurró ella—. De verdad me hace feliz verte.

Ambos se sentaron y parecía que ninguno quería hablar de lo ocurrido. Solamente se miraban, bebían y observaban el alrededor.

—Te queda bien... El cambio de look —Valdez cortó el silencio.

—¿Te refieres a la tierra o a mi desprolijo corte?

—Ambos, creo.

—Te ves sorprendentemente maduro —Ginny le sonrió genuinamente antes de acabarse el café.

Ella observó su taza y de repente le dieron ganas de llorar. No entendía por qué, pero el estar con alguien conocido después de tanto tiempo... Era como volver a un lugar seguro.

—Te... Los extrañé —volvió a hablar la ojiverde—. A ti y tu sentido del humor.

—Y yo... Que siguieras mis bromas.

Iban a decir algo más, pero en ese minuto llegó Piper corriendo para abrazar a Leo. Seguido de ella, llegaron los demás semidioses.
Frank abrazó tan fuerte a Ginny que pensó que se le saldría el aire. Hazel acarició lentamente su cabello rubio y los demás le saludaron naturalmente.

—Eh, ¿qué ha pasado? —preguntó Jason.

—He estado en una isla desierta —dijo Leo ante el silencio de Ginevra—. Es una larga historia. ¿Qué tal ustedes, chicos? ¿Qué pasó con Quíone?

El entrenador Hedge resopló.
—¿Que qué pasó? ¡Piper! ¡Esa chica tiene aptitudes, te lo aseguro!

—Entrenador... —protestó Piper.

Hedge empezó a relatar la historia, pero según su versión, Piper era una asesina experta en kung fu y había muchos más Boréadas.
El entrenador estaba explicando cómo Piper había vencido a Quíone dándole una patada giratoria cuando Piper lo interrumpió.

—¡Entrenador! —dijo—. No fue así. Yo no podría haber hecho nada sin Festo.

Leo arqueó las cejas.
—Pero Festo estaba desactivado.

—Ejem, respecto a eso... —dijo Piper—. Yo lo desperté más o menos.

Piper explicó su versión de los hechos y narró cómo había reiniciado al dragón metálico empleando su poder de persuasión.

Leo empezó a tamborilear con los dedos sobre la mesa, como si estuviera recuperando parte de su antigua energía.
—No debería ser posible —murmuró—. A menos que las actualizaciones le permitan responder a las órdenes de voz. Pero si está permanentemente activado, eso significa que el sistema de navegación y el cristal...

—¿El cristal? —preguntó Jason.

Leo se estremeció.
—Ejem, nada. ¿Y qué pasó después de que la bomba estallara?

Hazel retomó la historia. Un camarero se acercó y les ofreció unos menús.
En un abrir y cerrar de ojos, estaban comiendo sándwiches y bebiendo refrescos, disfrutando del día soleado como un grupo de adolescentes normales y corrientes.
Frank cogió un folleto turístico metido debajo de un servilletero. Empezó a leerlo. Piper le dio una palmadita a Leo en el brazo, como si le costara creer que estuviera allí. Nico estaba en un extremo del grupo, mirando detenidamente a los transeúntes que pasaban como si fueran enemigos. El entrenador Hedge masticaba el salero y el pimentero.
A pesar del feliz reencuentro, todo el mundo parecía más apagado que de costumbre, como si se estuvieran contagiando del humor de Leo. Nunca se habían planteado lo importante que era el sentido del humor de Leo para el grupo. Incluso cuando la situación era muy grave, siempre podían confiar en que Leo animaría el ambiente. En ese momento parecía que el equipo entero hubiera tocado fondo.

—Entonces Jason enganchó a los venti —concluyó Hazel—. Y aquí estamos.

Leo silbó.
—¿Caballos de aire caliente? Caramba, Jason. Así que, básicamente, retuviste un montón de gas hasta Malta y luego lo soltaste.

Jason frunció el entrecejo.
—Dicho así, no suena tan heroico, ¿sabes?

—Sí, bueno. Yo soy un experto en aire caliente. Lo que sigo sin entender es por qué Malta. Yo he acabado aquí con la balsa, pero ¿ha sido algo casual o...?

—Tal vez este sea el motivo —Frank dio unos golpecitos al folleto—. Aquí dice que en Malta es donde vivió Calipso.

Leo palideció.
—¿Y... y ahora, qué?

Frankse encogió de hombros.
—Según esto, su hogar original era una isla llamada Gozo situada un poco al norte de aquí. Calipso es el personaje de un mito griego, ¿no?

—¡Ah, un personaje de un mito griego! —el entrenador Hedge se frotó las manos—. ¡A lo mejor lucharemos contra ella! ¿Lucharemos contra ella? Porque yo estoy listo.

—No —murmuró Leo—. No lucharemos contra ella, entrenador.

Piper frunció el entrecejo.
—¿Qué pasa, Leo? Pareces...

—¡No pasa nada! —Leo se levantó de golpe—. Escuchen, deberíamos ponernos en marcha. ¡Tenemos trabajo pendiente!

—Pero... ¿adónde has ido? —preguntó Hazel—. ¿De dónde has sacado esa ropa?¿Cómo...?

—¡Jo, mujeres! —dijo Leo—. ¡Agradezco la preocupación, pero no necesito dos madres más!

Piper sonrió con aire indeciso.
—Vale, pero...

—¡Hay que arreglar el barco! —decidió el chico—. ¡Hay que revisar a Festo! ¡Y hay que darle un puñetazo en la cara a la diosa de la tierra! ¿A qué estamos esperando? ¡Leo ha vuelto!

Ahí Ginny entendió lo único que podía haber sucedido. La chica de su visión de cabello canela era Calipso, y Leo la conocía. Sabía que lo hacía, después de todo, era la chica de las visiones.
Sólo que algo había sucedido, porque estaba ocupando la misma táctica de la rubia: Preocuparse de la misión.

Paris trató de recordar la historia de Calipso. Era una especie de hechicera, tal vez como Medea o Circe. Pero si Leo había escapado de la guarida de una malvada hechicera, ¿por qué parecía tan triste?

Jason se levantó y le dio una palmada en el hombro.
—Leo tiene razón. Deberíamos ponernos en marcha.

Todo el mundo captó la indirecta y empezaron a envolver su comida y a terminar sus bebidas.

De repente, Hazel dejó escapar un grito ahogado.
—Chicos...

Señaló el horizonte hacia el nordeste. Al principio, solo se vio el mar.
Luego una veta oscura cruzó el cielo como un rayo negro, como si la noche se hubiera abierto paso a través del día.

—No veo nada —masculló el entrenador Hedge.

—Yo tampoco —dijo Piper.

Di Angelo era el único que parecía haber reparado en el rayo negro aparte de Jason y ella.

—No puede ser... —murmuró Nico—. Grecia todavía está a cientos de kilómetros.

La oscuridad volvió a aparecer y disolvió momentáneamente el color del horizonte.
—¿Crees que es Epiro?

Nico asintió.
—La Casa de Hades está abierta.

Segundos más tarde, un sonido reverberante los asaltó como lejanos estallidos de artillería.
—Ha empezado —dijo Hazel.

—¿Qué? —preguntó Leo.

Cuando apareció el siguiente destello, los ojos dorados de Hazel se oscurecieron como papel de aluminio quemado.
—El último esfuerzo de Gaia —dijo—. Las Puertas de la Muerte están haciendo horas extra. Sus fuerzas están entrando en el mundo de los mortales en masa.

—No lo conseguiremos —dijo Nico—. Cuando lleguemos, habrá demasiados monstruos.

Jason apretó la mandíbula. En ese momento, Ginn se levantó.
—Los venceremos. Y llegaremos rápido. Hemos recuperado a Leo. Él nos dará la velocidad que necesitamos —Se volvió hacia Valdez. —¿O solo es aire caliente?

Leo consiguió esbozar una sonrisa torcida. Sus ojos parecían decir: «Gracias».
—Hora de volar, chicos y chicas —dijo—. ¡El tío Leo todavía guarda unos cuantos trucos en la manga!

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