6
GINNY LLEVABA EN AMBAS manos cafés cargados. Iba camino a ver a Valdez. No era de mucha ayuda con las reparaciones que debían hacerse en el barco ni en la misión, pero sabía que si Leo y ella tenían algo en común era su obsesión por el café mientras trabajaban.
—Ten —le dio ella la taza de café—. No es tan bueno como el de una cafetería, pero es algo.
—Todo sirve —dijo él haciendo una mueca después de dar el primer sorbo—. Le falta azúcar.
—No es una buena mezcla: Leo + café + azúcar. Probablemente acabaríamos todos locos.
—Así es... En fin, el entrenador me ayudó con el martillo por allá. Ya sabes, le gusta todo lo que tenga golpes de por medio... Pero sería mucha ayuda si me das una mano con lo último antes de terminar.
—Claro —se acercó ella mientras veía unos engranajes pequeños—. ¿Qué debo hacer?
—Colocarlos en su orden y poner la cinta para que puedan empezar a funcionar. Son muy chicos y me inquieta no poder sacarlos de inmediato —decía Leo mientras la rubia comenzaba su tarea—. Casualmente no le pediría a alguien además de Annabeth hacer estas cosas, pero tú eres bastante meticulosa.
—Sí, bueno. Mi lema es: "Hazlo bien o no lo hagas y deja que otro lo haga mejor"... ¿Eran-- Son muy cercanos Annabeth y tú?
—No tanto como Piper, pero ella me ha sido de mucha ayuda y entiende mis ideas... Se parece un poco a ti, de hecho.
—Eso me dijo Percy —sonrió melancólica la ojiverde para luego apartarse del trabajo—. Pero mejor pensaré en la misión. Después de esto seguiremos a Epiro, ¿cierto?
—Sí, pero recuerda que no puedes esqui--
—Bien —interrumpió ella—. Esto está listo. ¿Necesitas ayuda con algo más? Porque creo que Jason y Nico llegaron. Puedo oír sus voces.
—¿Eres un murciélago o qué? ¡Es imposible que oyeras algo desde acá!
—¡Chicos, suban! ¡Nico y Jason han vuelto! —gritaron desde arriba.
—Qué miedo...
—Gracias —sonrió ella mientras subía junto al hijo de Hefesto.
Las nubes grises engulleron el cielo. Las olas se encresparon. Una fría llovizna cayó sobre la cubierta y formó una capa de hielo en las barandillas y las cuerdas.
—Es este cetro —murmuró Nico, levantando el antiguo bastón—. Tiene que serlo.
Desde que Jason y Nico habían vuelto del palacio de Diocleciano, se habían mostrado nerviosos y reservados. Algo grave había pasado allí: algo que Jason no quería contarles.
Tenía sentido que el cetro hubiera provocado el cambio climático. La esfera negra que tenía en la parte superior parecía absorber el color del aire. Las águilas doradas de su base emitían un brillo frío. Supuestamente, el cetro podía controlar a los muertos, y sin duda desprendía malas vibraciones. El entrenador Hedge le había echado un vistazo, había palidecido y había anunciado que se retiraba a su camarote a consolarse con sus vídeos de Chuck Norris.
Ahora se habían congregado todos en el alcázar para debatir la estrategia a seguir conforme se acercaban a Epiro, aunque saltaba a la vista que no era un buen lugar para reunirse. El viento barría la escarcha a lo largo de la cubierta. El mar se agitaba debajo de ellos.
A Ginn no le molestaban las olas. El balanceo y el cabeceo del barco le recordaban cuando su madre la llevaba a la playa. Pero notaba que Hazel no se encontraba bien. La pobre chica se mareaba incluso en aguas tranquilas. Parecía que estuviera intentando tragarse una bola de billar.
—Tengo que... —Hazel sufrió arcadas y señaló abajo.
—Sí, vamos.
Nico le dio un beso en la mejilla, cosa que sorprendió a la rubia. Él apenas hacía gestos de afecto, ni tan solo con su hermana. Parecía que aborreciera el contacto físico. Besar a Hazel... era como si se estuviera despidiendo de ella.
—Te acompañaré abajo —se ofreció Frank a la vez que rodeaba la cintura de Hazel con el brazo y la ayudaba a bajar la escalera.
—Le haré un té medicinal —anunció la ojiverde al aire.
—Iré contigo, Rapunzel —le siguió el moreno—. No quiero estar entre Jason y Pipes.
—¿Desde cuando te ha molestado a ti ser mal tercio? Tú no conoces la vergüenza, Leo Valdez.
—Bueno, alguien tan asombroso como yo no debe tener vergüenza de nada.
—Sí, sí, sí. ¿Cuánto falta para que lleguemos? No creo que Hazel aguante otro día más con este clima en el barco —preguntó la hija de Apolo mientras preparaba el té.
—Mañana por la mañana llegaremos a la costa occidental de Grecia. Luego otra horita tierra adentro, y zas: ¡la Casa de Hades! ¡Me compraré una camiseta de recuerdo!
—¿Crees que tengan algún precio especial de semidioses? Quizás podemos pedir un tour para turistas —le siguió el juego ella.
—No sé, pero la estadía más vale ser buena, los de la profecía no aceptan cualquier cosa.
—Oh, es que estos chicos de la famosa profecía son tan dramáticos y se creen especiales, sobre todo esa rubia de coletas.
—Sí, y ¿cuál es el problema con ese guapote de rizos?
—Pero, ¿sabes qué es lo peor? Es que ellos son los más intolerables. Él es un loco hiperactivo y ella es una psicótica demente por el control. ¿Puedes creerlo?
Ambos rieron mientras la chica se frotaba el brazo. Repentinamente hizo frío, aunque pensó que era por la nostalgia de volver a reía tanto.
—Hablando enserio, ¿hay algo que quieras hacer después de esta misión? —preguntó Ginny.
—No... Quiero decir, claro que haré muchas cosas, pero no he pensado en ello ahora. ¿Tú? ¿Darte cuenta que eres la princesa perdida o algo así?
—Yo quiero viajar y disfrutar. Sin misiones... He visto que chicas del campamento que viven fuera de Nueva Roma van al cine todas las semanas, compran flores para ellas, salen con sus padres de viaje a otros países, a otro tipo de campamentos y cosas así.
—Es como si de verdad fueras Rapunzel y vivieras dentro de una torre. ¿Nunca has hecho esas cosas?
—Con todas mis responsabilidades en el campamento y en casa no tengo mucho tiempo.
—Quizás eso es lo que piensas. Porque lo creas o no, no todo depende de ti —le dijo él—. Terminando esta misión, si es que no nos chamuscamos o algo, deberías ver el estilo del Campamento Mestizo, creo que te gustaría.
—Bueno, en el caso en que no se maten nuestros amigos, me gustaría hacerlo —sonrió ella. Por un momento había olvidado que tenía el té de su amiga en las manos—. Esto ya quedo. Le iré a entregar esto a Hazie y tú... Siempre tienes cosas que hacer en el barco.
Esa había sido una buena charla con Leo. Creía que luego de lo que había sucedido la noche anterior, las cosas se volverían extrañas, pero de alguna forma se sentía tranquila.
Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar el suceso.
Ella estaba teniendo una pesadilla, era como si las peores cosas posibles le sucedieran a Percy y Annabeth, que los campamentos luchaban entre sí y su cohorte estaba con algunas heridas en los brazos, Kyle se veía sorpresivamente intranquilo. Una muchacha se aproximaba agresivamente a un chico nuevo cuando despertó gritando.
Había observado un momento su habitación, teniendo el dejá vù de Jackson entrando con preocupación, suspiró sintiendo ganas de llorar cuando en ese momento escuchó tres toques en su puerta.
—¿Todo va bien? —sonó del otro lado.
—Sí, Leo. Gra-- —decía aunque su voz tiritó. Carraspeó un poco—. Gracias.
—¿Estás llorando?
—¿Q-qué? No tienes nada de tacto. No, no estoy llorando, gracias —rodó los ojos ella.
—Porque sonaba como si estuvieras llorando...
—¡Que no! Gracias —dijo ella entre dientes.
—Volveré a dormir entonces.
—Ambos sabemos que no estabas durmiendo, Leo. Ve a dormir de verdad.
—Eres incomprensible y mandona, rubia.
—Ve a dormir.
Frunció el ceño pensando en la probabilidad de que eso fuera verdad, aunque lo reemplazó el sentimiento de agradecimiento porque él estaba ahí.
Caminó hacia la habitación de Hazel y pasó a entregarle el té.
—Muchas gracias Ginny. De verdad.
—No te preocupes, Hazie. Para eso están las amigas —le sonrió ella para luego emprender su camino de vuelta.
Mientras el barco estaba viajando, Ginny no tenía mucho que hacer. Debía entrenar, por lo que sacó su débil arco que había sido "reforzado" lo suficiente con metal mágico para que no se quebrara al lanzar una flecha... Pero no quería entrenar, no estaba de ánimo.
Y el estar con los demás semidioses era algo raro. Al final, Frank y Hazel eran pareja, Jason y Piper eran pareja, Leo y su barco eran pareja. Y la única persona que la volvía loca de risa era el entrenador Hedge que no quería salir de su habitación. (Totalmente entendible).
Subió para darse cuenta que Piper parecía histérica. Le daba instrucciones a Leo y Grace aunque ellos no entendían nada.
—¡Chicos, ¿qué sucede?! —corrió la rubia a su encuentro.
—¡Es ella! —Piper agarró su daga—. ¡Ha vuelto! Tenemos que...
Antes de que pudiera terminar la frase, el barco se escoró a babor. La temperatura descendió rápido, y las velas crujieron a causa del hielo. Los escudos de bronce repartidos a lo largo del pasamanos estallaron como latas de refresco sometidas a una presión excesiva.
Jason desenvainó su espada, pero fue demasiado tarde. Una ola de partículas de hielo lo azotó, lo cubrió como si fuera una rosquilla glaseada y lo congeló donde estaba. Bajo la capa de hielo, sus ojos permanecieron muy abiertos de asombro.
—¡Leo! ¡Llamas! ¡Ahora! —gritó Piper.
La mano derecha de Leo empezó a arder, pero el viento se arremolinó en torno a él y apagó el fuego.
—¡Hey, quienquiera que seas! —llamó su atención la rubia—. Lo siento, pero... Estoy segura que podemos solucionar esto hablando. Ya sabes, puño-cara.
No sabía en qué momento salió eso de su boca, aunque después entendió que sería algo que probablemente el entrenador Hedge diría, y por ello, se avergonzaba.
—¿Quién se supone que es esta? —preguntó una voz como si fuera basura.
—¿Esta? ¡Esta es la hija del dios del sol! Venga —alistó una flecha con repentina cólera—. Estaré feliz de calentar ese corazón con mi flecha.
—¡Pelea de chicas! ¿Por quién apuesto? —dijo Leo.
—¡Leo, Ahora no!
—No tengo tiempo para esto, y no eres relevante para mi —finalizó su enemiga antes de encerrarla en un gran pedazo de hielo. Luego salió disparada hacia el cielo como si lo hubieran lanzada con una catapulta. Desapareció entre las nubes.
Eso fue lo único que la romana supo antes de caer en los brazos de morfeo.
[...]
Descendía directamente a una ciudad desconocida. Por la velocidad a la que iba le pareció que era su fin. Trató de buscar algo, había visto unos postes de electricidad. Orando y suplicándole a los dioses que le protegieran quitó su arco de su espalda, alcanzó los cables eléctricos y ocupó esos elementos juntos para hacer de tirolesa. Cuando ya se vio a unos metros del suelo se soltó. Sintió cómo se quebraban unas costillas.
El dolor era tan intenso que incluso al quedarse completamente inmóvil era como si la operaran sin anestesia.
Con gran dificultad volteó su cuerpo quedando de espaldas y palmeó sus bolsillos. Ahí encontró en su bolsillo un poco de ambrosía.
—Alabados sean los dioses—dijo para luego mirar a su alrededor—. Por las liras de Apolo, ¿dónde estoy?
"Estamos en Birkirkara, Malta" respondió una voz ayudándole a levantarse. Ginevra se quedó mirando al emisor de la voz. Era apuesto, de ojos y cabello rizado oscuros, traía ropas normales, como cualquier mortal, pero le recordaba a alguien y eso no era bueno. Se sostuvo a su lado reprimiendo un grito de dolor por la gran caída, al mismo tiempo su cabeza dolía. Pasaban miles de imagenes por su mente. No sabía qué había hecho para llegar hasta allá, tenía migraña por la sensación de dejá vù al ver esto en sus sueños.
—¿Tú eres...?
—Córito— sonrió él.
—He muerto— balbuceó para sí misma—. Estoy muerta y no pude decirle a mi papá que quería conocer a mis hermanos-- Ay, mi hermana...
—Tranquila, no estás muerta. Déjame ayudarte, ¿si?
Él con delicadeza la llevó afuera de lo que debía ser su hogar y le brindó néctar y un lugar para reposar.
—¿Puedo saber tu nombre?
—Ginn. Ahora, ¿Cómo supiste que...?
—No es normal ver a una chica caer del cielo, no creo que los dioses mandaran una mensajera. Según sé, ni Iris ni Hermes trabajan así...
—Dioses, tú... ¿Eres un semidiós?
—Hijo de una ninfa— en todo momento él se mantuvo con una sonrisa serena, Ginna podría jurar que era un hijo de Venus, parecía ser un hijo de Venus, quizás era legado. Aunque eso volvía las cosas extrañas—. ¿Recuerdas dónde estabas antes de caer acá?
—De viaje con mis amigos. Iba a reunirme con-- —decía hasta que se detuvo pensando en el moreno de rizos. Suspiró con frustración, siguió con su relato tratando de no demostrar la razón por la que era precavida con su información—. No sé, mi cabeza duele y mi arco...
—Lo siento, querida— lamentó mostrándole los restos que quedaron de oro imperial. A pesar de ser un metal fuerte, no resistió todo lo que había pasado. Era un arma que tenía desde que fue entrenada por Lupa, un regalo en conjunto de ambos dioses, la loba y Apolo.
Sintió un momento que sus ojos comenzarían a nublarse por los recuerdos que tenía con aquel arco. Tomó con sus débiles manos un pedazo de la pala alta dorada, aún estaba unida a la polea y un trozo de cuerda. Era el más grande recuerdo que tenía para demostrar que su padre era alguien que se preocupaba por aquellos quienes eran sus hijos. Sin importar lo que sucediera, lo que dijeran, era su prueba para mantenerse fiel a la creencia que era un padre orgulloso. Sabía que no necesitaba de aquella prueba, pero realmente era lo que la hacía sentir más cerca.
Refregó sus ojos con su antebrazo reprendiendo cualquier sentimiento de renuncia. Todos la necesitaban ahora y ocuparía ese sentimiento amargo para luchar por un mundo en el que su hermanita pudiera crecer feliz.
—¿Sabes dónde están las otras partes? Q-Quizás aún puedo arreglarlo. P-Puedo decirle a-- Um, él puede repararlo, es muy hábil, hay una solución... Hay una solución.
Córito se sentó a su lado y puso una mano en su hombro. —Está bien sentirse triste. Es parte de la vida, ¿sabes?
El chico comenzó a hablar poco a poco sin prestar atención a las lágrimas que caían de los ojos de la rubia. Ella tenía la cabeza gacha y sus rodillas se habrían mojado si no fuera por sus pantalones. Trató de limpiar su nariz disimuladamente para no interrumpir el relato del joven de cabellos rizados.
—Recuerdo la primera vez que vi a mi mamá triste, fue por mi padre, eso rompió mi corazón, ¿te ha pasado?
Ginny calló un momento. Parecía que igualmente el chico hacía un esfuerzo por distraerla, eso lo agradeció ya que no quería pensar ni un momento más en Gaia.
—Uh, no recuerdo ver a mi mamá triste por algo así... Recuerdo a mi hermanita triste porque papá no venía seguido... Eso también rompió mi corazón— murmuró mirando a la nada—. ¿tienes hermanos?
—No.
—¿Y tu familia, tu madre?
Él sonrió un momento con nostalgia, parecía no querer responder ya que se levantó y fue a buscar algo. Cuando volvió, Ginny lo pudo observar con unas prendas de ropa.
—Puedes quedarte aquí si deseas, esta casa es de... una amiga, yo vivo al lado así que no te interrumpiré. Ahora ella no está, pero estoy seguro que entenderá la situación— sonrió una vez más para luego dejarla sola.
Al estar sola después de tanto tiempo, aprendió realmente lo lamentable que era la soledad. Todas esas semanas había viajado junto a los otros siete semidioses y el sátiro. Y ahora, era sólo Ginevra. Ni siquiera tenía a Reyna.
Buscó sin cesar por sus bolsillos, quizás tenía un dracma griego y podría implorarle a Iris comunicarse con los demás. Pero tenía varios obstáculos.
Número uno: Debía conocer la ubicación exacta para contactarse y no sabía en qué coordenadas o lugar estaba el Argo II. Número dos: No podía localizar a Avila, no sabía si estaba en el campamento y si alguien más la veía ocupando ese medio grecus, querrían por lo menos desterrarla, como castigo menor por los servicios a la Legión y al hacer eso serían amables. Número tres, y probablemente la más importante: No tenía ni una pelusa de polvo.
Suspiró tirando de sus coletas bajas. La frustración que sentía en el momento era un sentimiento que se había vuelto tan común últimamente y tampoco sabía qué hacer para eliminarla.
Buscó a su alrededor y encontró lo que parecía unas porciones de bizcocho de vainilla. Tomó uno y se arrodilló frente a la chimenea de la casa. Sabía que si la encendía podría hacer una señal de humo para cualquier cosa, un mensaje más efectivo que tener un cartel de luces que pone: "CENA GRATIS PARA MONSTRUOS, SEMIDIOSA DE PROFECÍA, ¡ÑAM ÑAM!".
Encendió la chimenea y esperó que funcionara tal y como le había enseñado Jason mientras viajaban. "Papá, esto es para ti. Espero que te llegue, gracias por mantenerme viva. Lamento lo del arco, quiero solucionarlo encontrando a los demás y que Leo lo una nuevamente. Pá, por favor oriéntame en esta travesía, mándame una señal, alguna revelación, algo para poder saber dónde ir. Dile a Diana que alinee las estrellas como guía y me consagraré a ustedes para salvarlos y a tu descendencia. Sé que es mucho pedir, pero es algo de importancia, confío en ti, te quiero".
Después de eso, observó cómo la comida que tenía se consumió por las llamas.
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