6
CUANDO TERMINARON LAS MIRADAS entre todos, Levesque suspiró dándole la razón a Piper.
—¿Cómo puedes estar segura? —preguntó Annabeth.
—Porque me he topado con otros eidolon —dijo Hazel—. En el inframundo, cuando estaba... y a sabes. « Muerta» .
—Entonces... —Frank se pasó la mano por su pelo cortado al rape, como si unos fantasmas hubieran invadido su cuero cabelludo—. ¿Crees que esas cosas merodean por el barco o...?
—Es posible que merodeen dentro de algunos de nosotros —dijo Piper—. No lo sabemos.
Jason cerró los puños.
—Si eso es cierto...
—Tenemos que tomar medidas —dijo Piper—. Creo que yo puedo ocuparme.
—¿Ocuparte? —preguntó Percy.
—Escuchen todos. Eidolon, levantad las manos —dijo, empleando su poder para embrujahablar.
Se hizo un tenso silencio.
Leo se echó a reír nerviosamente.
—¿De veras creías que eso iba a...?
Su voz se apagó. Su cara se descompuso. Levantó la mano.
Jason y Percy hicieron lo mismo. Sus ojos se habían vuelto vidriosos y dorados. Hazel contuvo la respiración y Ginevra murmuraba "Anulo cualquier maldición". Al lado de Leo, Frank se levantó atropelladamente y pegó la espalda a la pared.
—Oh, dioses —Annabeth miró a Piper de forma suplicante—. ¿Puedes curarlos?
—¿Hay más de los suyos en el barco? —preguntó a "Leo".
—No —dijo Leo con voz cavernosa—. La Madre Tierra ha enviado a tres. Los más fuertes, los mejores. Volveremos a vivir.
—Aquí no —gruñó Piper—. Escuchen atentamente, los tres.
Jason y Percy se volvieron hacia ella. Aquellos ojos dorados eran inquietantes, pero ver a los tres chicos en ese estado avivó la ira de Piper. —Van a abandonar esos cuerpos —ordenó.
—No —repuso Percy.
Leo dejó escapar un susurro. —Debemos vivir.
Frank se puso a buscar su arco con las manos.
—¡Marte Todopoderoso, qué repelús! ¡Largaos, espíritus! ¡Dejen en paz a nuestros amigos!
Leo se volvió hacia él.
—No puedes darnos órdenes, hijo de la guerra. Tu vida es frágil. Tu alma podría arder en cualquier momento.
Ginevra decidida aunque temblorosa se posicionó con la mano en su espada. Frente a ella, Jason desenvainó su espada.
—¡Basta! —ordenó Piper, pero le temblaba la voz.
—Escuchen a Piper— Hazel señaló con el dedo la espada de Jason. La hoja de oro pareció volverse más pesada en su mano. Cayó sobre la mesa tintineando, y Percy se desplomó de nuevo en su silla.
Percy gruñó de un modo muy impropio en él.
—Hija de Plutón, puedes controlar las piedras preciosas y los metales, pero no controlas a los muertos.
—Escuchen, eidolon, su sitio no está aquí —dijo Hazel severamente—. Yo no puedo darles órdenes, pero Piper sí puede. Obedezcan.
—Van a abandonar esos cuerpos —repitió Piper, todavía más enérgicamente. La cara de Jason se puso tirante. Su frente se perló de sudor.
—Nosotros... nosotros vamos a abandonar estos cuerpos.
—Van a jurar por la laguna Estigia que no volverán jamás a este barco —continuó Piper—, y que no van a poseer a ningún miembro de esta tripulación.
Leo y Percy susurraron en señal de protesta.
—Lo prometerán por la laguna Estigia —insistió Piper.
Entonces los tres eidolon hablaron al unísono: —Lo prometemos por la laguna Estigia.
—Están muertos —dijo Piper.
—Estamos muertos —convinieron ellos.
—Ahora márchense.
Los tres chicos se desplomaron hacia delante. Jackson cayó de bruces sobre su pizza.
—¡Percy!
Annabeth lo sujetó.
Piper y Hazel cogieron a Jason por los brazos cuando se deslizó de su silla. Leo no tuvo tanta suerte. Se cayó sobre Frank, quien no hizo el menor intento por interceptarlo, aunque Ginny si lo intentó.
—¡Ay! —se quejó la rubia al caer junto al moreno.
—¿Están bien? —preguntó Hazel.
Leo se levantó y ayudó a Ginevra a hacer lo mismo.
—Ha funcionado —dijo Piper, convencida de que estaba en lo cierto—. No creo que vuelvan.
Después de esto, al ser tantas experiencias cercanas a la muerte, decidieron que lo más seguro era terminar esta reunión e ir a dormir.
Ginevra se preparó aunque en el momento en que debía cerrar los ojos para dormir un pensamiento vino a su cabeza: "En vez de dormir debería hacer algo productivo... La habitación es un desastre. La reordenaré y después iré a dormir".
Y así, inconscientemente se evitó una noche larga de pesadillas, pero no todo puede ser fácil para los semidioses. Justo en el momento en que cambiaba de posición su cama, una visión invadió su mente. Pequeños fragmentos de un sueño anterior que había tenido.
Nico Di Angelo en peligro, extremadamente débil alimentándose de una pequeña semilla. Después viendo cómo se acurrucaba en el suelo pereciendo. Sus amigos semidioses teniendo una batalla con gigantes.
Ginny se desplomó en un intento de sujetarse de su cama. Ahora pasaban veloces imágenes nuevas. Los ocho semidioses luchando contra un enemigo que no podían visualizar.
Flashes rápidos de Annabeth sujetando la mano de Percy y cayendo al vacío.
¿¡Qué era todo eso!?
Las respiraciones de la rubia comenzaron a ser cada vez más pesadas. Paris trató de levantarse del suelo, aunque volvió a derrumbarse al sentir sus piernas temblar sin control.
—Uno... Dos... Tres— empezó la chica a contar en voz alta mientras golpeaba suavemente el espacio que quedaba en medio de su clavícula—. Veinte, veintiuno, veintidos... Veinticinco, veintiséis...
Una vez sintió la fuerza necesaria para levantarse, se dirigió a su baño para lavar innumeradas veces su cara con agua fría. Desvió la mirada de sus temblorosas manos para luego ver por la ventana cómo el sol ya comenzaba a acercarse a la punta del cielo.
—Hola papá... Buen día— sonrió levemente la ojiverde—. Yo también espero tener un buen día.
"Sería bueno si no tuviera este estúpido don" pensó un momento luego de cambiarse de ropa.
Al salir de su habitación se dio cuenta que todos estaban corriendo de un lado para otro. Frank se detuvo junto a ella.
—¿Has visto a Percy y a Annabeth?
"Constántemente" se tentó a responder, mas sólo dijo un: "No, ¿sucedió algo?"
—¡Han desaparecido! Ayúdanos a buscar...
Frank y Ginny fueron a los establos, el único lugar que faltaba por recorrer en aquel inmenso barco. Ahí encontraron a Percy y a Annabeth acurrucados en el suelo.
Al parecer, Perseus pensaba que nada sucedía, hasta que observó cómo sus amigos no ocultaban la sorpresa en sus rostros.
—Todo el mundo piensa que los han secuestrado —explicó Paris—. Hemos estado registrando el barco. Cuando el entrenador Hedge los encuentre, oh, dioses, ¿han estado aquí toda la noche?
—¡Ginevra! —las orejas de Annabeth estaban tan rojas como dos fresas—. Bajamos aquí y nos quedamos dormidos por accidente. Nada más.
—Y nos besamos un par de veces —dijo Percy. Annabeth le miró.
—¡No ayudas!
Ginny se adelantó y Zhang corrió.
—Será mejor que...—Frank señaló a las puertas—. Eh, se supone que tenemos que encontrarnos para desayunar. ¿Les importaría explicar lo que han hecho, digo, lo que no han hecho? Quiero decir... No quiero que ese fauno, sátiro, perdón, me mate.
Cuando todo el mundo se reunió en el comedor, no fue tan malo como Frank había temido. Jason y Piper se sintieron aliviados. Leo no podía dejar de sonreír y murmurar: "Típico, típico". Sólo Hazel parecía escandalizada, quizá porque era de los años 40. No dejó de apartarle la mirada a Percy.
—¡En mi vida! —berreó el entrenador, agitando su bate y tirando un plato de manzanas—. ¡En contra de las normas! ¡Irresponsables!
—Entrenador —dijo Annabeth—, ha sido un accidente. Estábamos hablando y nos quedamos dormidos.
—Además —dijo Percy—, comienzas a sonar como Término.
Ginny tapó su boca imaginando la discusión que estaba por venir. Caramba... Le faltaban palomitas para esto.
Después de ver cómo el entrenador se enfurecía, Jason se aclaró la garganta.
—Sírvanse un poco de comida, gente. Comencemos.
Cada uno habló de sus sueños menos Ginevra. Sentía cómo sus manos comenzaban a tiritar nuevamente mientras Percy relataba dónde vio que estaba el hermano de Levesque.
Leo, quien estaba frente a ella (ya que Percy por algún motivo trataba de mantenerlo alejado), le dio un golpe bajo la mesa. Ginna frunció el ceño ante el repentino dolor y le devolvió el golpe. Al ver como el moreno disimulaba el salto que pegó, murmuró para si mismo un: "Yo me preocupo y ella me da un porrazo".
Entre todo esto, Hazel explicó un poco la procedencia de las semillas que Nico comía en las visiones, cosa que les dejó un poco más claro lo visto.
—Esas semillas son como comida de último recurso —dijo Hazel—. Sólo los hijos de Hades podemos comerlas. Nico siempre ha guardado algunas por si se quedaba atrapado en algún lugar. Pero si de verdad está preso...
—Los gigantes intentan atraernos hacia él —dijo Annabeth—. Presuponen que intentaremos rescatarle.
—Bueno pues, ¡tienen razón! —Hazel miró a los lados, perdiendo la confianza—. ¿No?
—Claro que sí, Hazel— le agarró la mano la centurión.
—Hazel, por supuesto que le ayudaremos —apoyó Frank—. ¿Pero cuánto tenemos hasta que... eh...? Quiero decir, ¿cuánto le queda a Nico?
—Una semilla por día —dijo Hazel, tristemente—. Eso si se pone a sí mismo en trance mortal.
—¿Trance mortal? —Annabeth frunció el ceño—. Eso no suena nada bien.
—Evita que consuma todo su aire —dijo Hazel—. Como hibernar, o entrar en coma. Una semilla le puede mantener con vida a penas un día.
—Le quedan cinco semillas —dijo Percy—. Eso son cinco días, además de hoy. Los gigantes lo han planeado así, por lo que tenemos que llegar el uno de Julio. Suponiendo que Nico esté escondido en Roma...
—No es mucho tiempo —resumió Piper. Puso su mano encima del hombro de Hazel—. Le encontraremos. Al menos ahora sabemos a qué se refiere esa profecía—. "Los gigantes sofocan el aliento del ángel, que tiene la llave para la muerte infinita". El apellido de tu hermano, di Angelo. Angelo es ángel en italiano.
—Oh, dioses —murmuró Hazel—. Nico...
—Le rescataremos —le prometió—. Tenemos que hacerlo. La profecía dice que él sujeta la llave para la muerte infinita.
—Es cierto —dijo Piper, animada—. Hazel, tu hermano estaba buscando las Puertas de la Muerte del Inframundo, ¿verdad? Debe de haberlas encontrado.
—Puede decirnos dónde están —dijo Percy—, y cómo cerrarlas.
—Sí. Bien.
—Eh —Leo se removió en su silla—. Una cosa. Los gigantes esperan que hagamos esto, ¿y vamos a ir directos a la trampa?
Hazel miró a Leo como si hubiera hecho un gesto ofensivo. —¡No tenemos elección!
Jason se respaldó en su silla, con una expresión lúgubre.
—Estás planteándote de si podríamos confiar en el chico. Yo también.
Levesque se puso de pie aún sujetando fuerte la mano de Ginny. La rubia tenía la misma expresión de confusión.
Frank puso su mano en su hombro.
—Nadie ha dicho eso —miró a Leo—. Será mejor que nadie haya dicho eso.
—Chicos, miren. Todo lo que he querido decir es... ¿No es que tu hermano sabía de los dos campamentos? Él ha estado yendo y viniendo —dijo Leo—, y no se lo dijo a ninguno de los dos lados.
—No me lo puedo creer. Es mi hermano. Me trajo del Inframundo, ¿y no quieren ayudarle?
—Hazel —dijo Jason—. Leo está sacando un tema peliagudo. Recuerdo a Nico del Campamento Júpiter. Ahora me encuentro con que también ha estado visitando el Campamento Mestizo. Eso también me deja un tanto... apesadumbrado. ¿Sabemos a ciencia cierta con quién están sus lealtades? Tenemos que ir con cuidado.
Hazel zarandeó sus brazos. Una bandeja de plaza salió volando hacia ella y golpeó la pared detrás de ella, estampando huevos revueltos por todas partes. Ginny ahogó la respiración ante la impresión del momento.
—Tú... ¡el gran Jason Grace! ¡El pretor al que yo admiraba! Se suponía que tenías que ser un líder bueno y justo. Y ahora tú...—Hazel se puso de pie de nuevo y salió corriendo del comedor.
—¡Hazel! —la llamó Leo—. Ah, sí. Debería...
—Tengo que ir a hablar con ella —insistió Leo.
—Has hecho bastante —le gritó Frank. Se puso de pie para seguirla, pero Piper le hizo un gesto para que esperara.
—Dale tiempo —le aconsejó Piper. Entonces frunció el ceño a Leo y a Jason—. Chicos, eso ha sido muy cruel.
Jason parecía en shock.
—¿Cruel? ¡Sólo estoy yendo con cuidado!
—¿Yendo con cuidado? ¿¡Estás bromeando, Grace!?— reprochó Ginevra.
—¡Tú eres igual que yo! ¡Igual de cuidadosa que yo, admite que lo pensaste!
—Ahí te equivocas, Jason. No somos iguales porque yo sí pienso en los sentimientos de los demás antes de hablar— se alejó un momento Ginny para luego volver—. Tienes una hermana, ¿no? Nunca pensaste en que alguna vez podrás estar en su situación. Pero yo sí. Y sí que lo he hecho, y por eso entiendo la situación que enfrenta Hazel... Porque yo quemaría el mundo si fuera necesario para salvar a mi hermana.
Justo cuando Paris iba a salir para tomar aire, escucharon un sonido chirriante que al parecer venía de Festo, significaba que debían aterrizar.
—Cuando aterricemos, yo daré una vuelta por Atlanta —dijo Percy—. Frank, me iría bien de ayuda...
—Claro. Supongo.
—Genial —continuó Jackson—. Deberíamos llevar a alguien más. Annabeth...
—¡Oh, no! —gritó el entrenador Hedge—. Jovencita, estás castigada.
Annabeth lo miró fijamente, como si estuviera hablando en un idioma extranjero. —¿Perdón?
—¡Tú y Jackson no van juntos a ninguna parte! —insistió Hedge. Lanzó una mirada fulminante a Percy, desafiándolo a que le llevara la contraria—. Yo iré con Frank y el señor Pervertido Jackson. ¡El resto de ustedes, vigilen el barco y asegurénse de que Annabeth no infringe más normas!
Quizá el día podría mejorar después de aquella fuerte discusión, pensó Ginny. Disfrutaría mucho después el escuchar la gran aventura de chicos junto al entrenador Hedge.
—Va a ser la monda —sonrió con clara insatisfacción Percy.
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