5
LA CHICA AÚN NO entendía cómo todo sucedió así de rápido.
Jason estaba vivo... por los pelos. Si Ginevra no hubiera estado tan concentrada en observar lo que sucedía, Grace habría acabado pegadito al suelo.
Se había salvado gracias a la agilidad visual de la rubia y la capacidad de persuasión de Piper. La morena había gritado "¡DESPIERTA!" tan fuerte que Jason se sentía como si le hubieran aplicado las palas de un desfibrilador. Sin perder un milisegundo, él había invocado los vientos y había evitado convertirse en una mancha flotante de grasa de semidiós en la superficie del Adriático.
Mientras comían, Jason les comunicó de una visión que había tenido en el aire. Sus amigos se quedaron callados suficiente tiempo para que el entrenador Hedge terminara un sándwich de mantequilla de cacahuete y plátano, junto con el plato de cerámica.
El barco crujía surcando el Adriático, y los remos que quedaban seguían desalineados a causa del ataque de la tortuga gigante. De vez en cuando Festo, el mascarón de proa, chirriaba y rechinaba a través de los altavoces, informando del estado del piloto automático con aquel extraño lenguaje mecánico que solo Leo entendía.
—Una nota de Annabeth —Piper movió la cabeza con gesto de asombro—. No entiendo cómo es posible, pero si lo es...
—Está viva —dijo Leo—. Dioses mediante, y pásame la salsa picante.
Frank frunció el entrecejo.
—¿Qué quiere decir eso?
Leo se limpió los restos de patatas fritas de la cara con la servilleta que Paris le había tendido.
—Significa que me pases la salsa picante, Zhang. Todavía tengo hambre.
—No puedo creer que Reyna intente encontrarnos. Venir a las tierras antiguas es tabú. Le quitarán la pretoría.
—Si sobrevive —dijo Hazel—. Les recuerdo lo que nos ha costado llegar hasta aquí con ocho semidioses y un buque de guerra.
—Y conmigo —el entrenador Hedge eructó—. No te olvides, yogurín, de que cuentan con la ventaja de un sátiro.
—Es imposible que nos olvidemos del gran entrenador Hedge —le sonrió Ginevra y luego pasó sus manos por la cara—. Bueno... Volviendo al tema. Esto es algo muy serio para los romanos. Y estoy preocupada por ellos.
—¿Estás preocupada por ellos? No es como que fueran súper diplomáticos con nosotros...
—Pero, Leo. Olvidas que los romanos son sus familias. Nosotros estaríamos igual si nos atacaran los chicos del campamento mestizo— intervino Piper.
El rizado iba a volver a hablar, pero la rubia se adelantó:
—Si dirás algo como: "Los griegos nunca harían eso", piénsalo dos veces.
—Sí, sí, claro. En fin... ¿Jason? —preguntó Leo—. Argo II a Jason. Cambio.
—Sí, perdón —se tocó el surco que el bandido Escirón le había hecho en el pelo—. Cruzar el Atlántico es un viaje duro, sin duda. Pero yo nunca apostaría contra Reyna. Si alguien puede conseguirlo es ella.
—Sí, es verdad... Me encantaría volver a ver a Reyna —dijo Ginny—. Pero ¿cómo se supone que va a encontrarnos?
Frank levantó la mano.
—¿No puedes mandarle un mensaje de Iris?
—No funcionan muy bien —terció el entrenador Hedge—. La recepción es terrible. Les juro que cada noche me dan ganas de patear a la diosa del arcoíris...
—¿Entrenador? —Leo sonrió—. ¿A quién ha estado llamando todas las noches, vieja cabra?
—¡A nadie! —le espetó Hedge—. ¡Nada! Solo quería decir...
—Quiere decir que ya lo ha intentado —intervino Hazel, y el entrenador le lanzó una mirada de gratitud—. Una magia está interfiriendo... tal vez Gaia. Contactar con los romanos es todavía más difícil. Creo que se están protegiendo.
—Me imagino que Reyna no tiene teléfono móvil... No. Da igual. Probablemente no tenga cobertura sobrevolando el Atlántico en un pegaso.
—Nos encontrará —habló Grace—. En el sueño dijo algo... Espera que yo vaya a cierto sitio camino de la Casa de Hades. Me... me había olvidado, la verdad, pero tiene razón. Es un sitio que tengo que visitar.
Piper se inclinó hacia él.
—¿Y dónde está ese sitio? —preguntó.
—Es... ejem, es una ciudad llamada Split.
—Split.
—Sí.
—De hecho, deberíamos estar acercándonos. ¿Leo?
Leo pulsó el botón del intercomunicador.
—¿Qué tal por ahí arriba, colega?
Festo chirrió y expulsó humo.
—Dice que faltan unos diez minutos para llegar al puerto —informó Leo—. Aunque sigo sin entender por qué quieres ir a Croacia, sobre todo a una ciudad llamada Split. En inglés, split significa «darse el piro». Si le pones a tu ciudad ese nombre es porque quieres advertir a la gente, como si la llamases «¡Lárgate!» .
—¿Croacia? —preguntó Ginn—. ¿Por qué rayos vamos a Croacia?
—Bueno, técnicamente hemos estado en territorio croata durante el último día más o menos —empezó a explicar el hijo de Hefesto. Aunque la rubia ya había dicho un: "No importa, soy pésima en geografía"—. Todo el litoral que hemos dejado atrás pertenece a Croacia, pero supongo que en época de los romanos se llamaba... ¿Tú que dices, Jason? ¿Acrobacia?
—Dalmacia —dijo Nico, y Grace dio un brinco.
Santo Rómulo... Jason parecía con ganas de ponerle a Nico di Angelo una campana alrededor del cuello para saber dónde estaba. Nico tenía la molesta costumbre de quedarse callado en un rincón, confundiéndose con las sombras.
Dio un paso adelante, sus ojos oscuros fijos en el hijo de Júpiter.
—Croacia era antes Dalmacia —explicó Nico—. Una importante provincia romana. Quieres visitar el palacio de Diocleciano, ¿verdad?
El entrenador Hedge soltó otro heroico eructo.
—¿El palacio de quién? ¿Dalmacia es el lugar de dónde vienen los perros dálmatas? La película esa, 101 dálmatas, todavía me da pesadillas.
Ginevra hizo un esfuerzo tan grande por no reír que casi cae de su silla si no fuera por Zhang.
Frank se rascó la cabeza.
—¿Por qué tiene pesadillas con la película?
El entrenador Hedge se disponía a empezar un importante discurso sobre los males de los dálmatas de dibujos animados, pero Jason decidió que no quería saberlo.
—Nico tiene razón —anunció—. Tengo que ir al palacio de Diocleciano. Es el primer sitio al que irá Reyna porque sabe que yo iría allí.
Piper arqueó una ceja.
—¿Y por qué piensa Reyna eso? ¿Porque siempre te ha fascinado la cultura croata?
—Reyna y yo solíamos hablar de Diocleciano —respondió él—. En cierto modo, los dos lo idolatrábamos como líder. Hablábamos de lo mucho que nos gustaría visitar el palacio de Diocleciano. Por supuesto, sabíamos que era imposible. Nadie podía viajar a las tierras antiguas. Pero, aun así, acordamos que si alguna vez lo hiciéramos, iríamos allí.
—Diocleciano... —Leo meditó sobre el nombre y luego negó con la cabeza —. No me suena. ¿Por qué fue tan importante?
Frank puso cara de ofendido.
—¡Fue el último gran emperador pagano!
Leo puso los ojos en blanco.
—¿Por qué no me sorprende que lo sepas, Zhang?
—¿Por qué no iba a saberlo? Fue el último que adoró a los dioses del Olimpo antes de que Constantino apareciera y adoptara el cristianismo.
—Es cultura general, Leo —rodó los ojos Ginny. Casi se podía escuchar como si ella dijera: "Pfff. Griegos".
Hazel asintió.
—Recuerdo algo sobre el tema. Las monjas de St. Agnes nos dijeron que Diocleciano fue un gran villano, junto con Nerón y Calígula —miró de reojo a Jason—. ¿Por qué lo idolatran?
—No fue del todo malo —dijo Jason—. Sí, persiguió a los cristianos, pero por lo demás fue un buen gobernante. Ascendió desde lo más bajo alistándose en la legión. Sus padres eran unos antiguos esclavos... o, por lo menos, su madre. Los semidioses saben que era hijo de Júpiter: el último semidiós que gobernó en Roma. También fue el primer emperador que se retiró, digamos, pacíficamente y que renunció al poder. Era de Dalmacia, así que se trasladó allí y construyó un palacio de retiro. La ciudad de Split creció alrededor...
Titubeó cuando miró a Leo, que estaba haciendo como si tomase notas con un lápiz invisible.
—¡Continúe, profesor Grace! —dijo, con los ojos muy abiertos—. Quiero sacar un «excelente» en el examen.
—Cállate, Leo.
La ojiverde tapó su cara con las manos, pero el moreno se dio cuenta que ella estaba riendo por la forma rara en que no podía dejar de moverse.
—No eres muy disimulada —le murmuró él—. ¿Pero sabes qué es lo mejor? Te ríes de mis bromas. ¿Cómo te hace sentir eso?
—Miserable —le respondió ella de la misma forma, con una sonrisa en los labios.
Ambos voltearon a ver a sus amigos. Al parecer nadie se dio cuenta de esta pequeña plática porque seguían hablando de Diocleciano.
—Entonces ¿por qué es tan especial el palacio de Diocleciano?
Nico se inclinó y cogió una uva. Probablemente era su dieta completa del día. —Se dice que en él mora el fantasma de Diocleciano.
—Que era hijo de Júpiter, como yo —dijo Jason—. Su tumba fue destruida hace siglos, pero Reyna y yo solíamos preguntarnos si podríamos encontrar el fantasma de Diocleciano y preguntarle dónde estaba enterrado... Según la leyenda, su cetro fue enterrado con él.
Nico esbozó una inquietante sonrisa.
—Ah... esa leyenda.
—¿Qué leyenda? —preguntó Hazel.
Nico se volvió hacia su hermana.
—Supuestamente, el cetro de Diocleciano podía invocar a los fantasmas de las legiones romanas, a cualquiera que adorara a los antiguos dioses.
Leo silbó.
—Vale, esa parte me interesa. Estaría bien tener un ejército de zombis paganos malotes de nuestra parte cuando entremos en la Casa de Hades.
—Yo no lo expresaría con esas palabras —murmuró Jason—, pero sí.
—No tenemos mucho tiempo —advirtió Frank—. Ya es 9 de julio. Tenemos que llegar a Epiro, cerrar las Puertas de la Muerte...
—Que están vigiladas —murmuró Hazel— por un gigante de humo y una hechicera que quiere... —vaciló—. No estoy segura. Pero, según Plutón, se propone «reconstruir sus dominios». No sé lo que eso significa, pero es lo bastante grave para que mi padre quisiera avisarme en persona.
—Y si sobrevivimos a todo eso, todavía nos quedará averiguar dónde están despertando los gigantes a Gaia y llegar allí antes del 1 de agosto. Además, cuanto más tiempo pasen Percy y Annabeth en el Tártaro...
—Lo sé —dijo Jason—. No estaremos mucho en Split. Pero merece la pena intentar encontrar el cetro. Cuando estemos en el palacio, podré dejarle un mensaje a Reyna avisándola de la ruta que vamos a seguir hasta Epiro.
Nico asintió con la cabeza.
—El cetro de Diocleciano podría dar un vuelco a los acontecimientos. Necesitan mi ayuda.
—Pinta bien. Yo también iré.
Sin embargo, Nico negó con la cabeza.
—No puedes, Piper. Solo debemos ir Jason y yo. El fantasma de Diocleciano podría aparecérsele a un hijo de Júpiter, pero lo más probable es que cualquier otro semidiós lo asuste. Y yo soy el único que puede hablar con su espíritu. Ni siquiera Hazel puede hacerlo.
—Hemos llegado —anunció Leo—. Banana Split.
Frank gimió.
—¿Podemos dejar a Valdez en Croacia?
Jason se levantó.
—Frank, tú te encargarás de defender el barco. Leo, tú tienes reparaciones que hacer. El resto, echen una mano donde puedan. Nico y yo... —se volvió hacia el hijo de Hades—. Tenemos que encontrar a un fantasma.
Todos los demás se pararon. Jason y Nico se reunirían por lo que los demás solamente podían ayudar en el barco.
Leo se volteó exclamando: —Vamos, aliada.
—Deja de decirme así, Valdez —ocultó su sonrisa la chica.
—Claro, aliada.
—¿Vienes, Hazie? —preguntó la rubia. Levesque los miró a ambos para luego negar—. ¿Por qué?
—Quiero acompañar a Frank en su guardia, pero ustedes pueden. ¡Suerte, Ginny!
La rizada se fue y los chicos se quedaron solos.
—¿Qué se supone que quiere decir "suerte Ginny"? ¡Es como un premio pasar tiempo conmigo!
—Claro que sí, Leo. Toda chica sueña con tener unos minutos a solas con el gran Leo Valdez.
—Se te olvidó "guapo", mi segundo nombre es "Guapo".
—Lo siento, su excelencia —hizo una reverencia la hija de Apolo—. Corrijo: Todas las chicas del mundo sueñan con tener unos minutos a solas con el gran Leo "Guapo" Valdez.
—¡SUEÑEN con estar a solas! Nunca más bajo mi guardia quedarán a solas otros novios —exclamó el entrenador Hedge—. Rápido, a reparar esta chatarra.
—No. Somos. Novios —aclaró Ginevra.
—A menos que...
—Deja de jugar, Valdez —reprochó la ojiverde moviendo la cara con altanería para ocultar sus mejillas sonrojadas.
"¿Qué rayos quiere decir «A menos que...»?" pensó ella.
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