4


ESA NOCHE NO HABÍA sido agradable. Después de reprender duramente a su cohorte por el inútil desempeño en los juegos de guerra, Ginevra se lanzó a su cama preparándose para lo que venía.

Ser hijo de Apolo no era totalmente color dorado. Algunos pensaban las gratas cualidades que tenían. Sonrisa blanqueada, dones medicinales, algunos tenían talento con los instrumentos... Pero ninguno además de los hijos de Apolo sabían lo que significaba esto. Por lo menos, Ginny esperaba no ser la única que tuviera esta fatídica cualidad.

Durante todas las noches, sufría pesadillas y visiones como la mayoría de los semidioses, pero estas tenían predicciones del futuro que eran borrosas y poco entendibles. Lo peor de todo es que no podía compartirlo con nadie, no está permitido revelar a nadie los acontecimientos futuros. Esto le generaba ansiedad, no entendía lo que veía y no podía preguntarle a nadie por las respuestas, debía quedarse con esto en su cabeza y tratar de actuar en normalidad para que los demás no notaran que algo así sucedía.
Era mucha presión, por lo que oraba a su padre suplicándole que le diera calma frente a todo lo que sufría por ese don.

Esta noche parecía tranquila, caminaba por los prados de un campo, aunque la tierra retumbó. Era como si estos temblores fueran producidos por una risa. Trataba de encontrar la fuente del sonido, pero no lo hallaba, venía de la nada misma.
"La presión te hará estallar, querida. Únete a mi y podré aliviar todas las cargas que soportas". Había dicho aquella voz. La reconocía de algún lado, aunque tampoco pudo distinguirlo. Su oferta se sentía tentadora. Ginevra dudó seriamente en seguirla, aunque desistió. Trató de huir y buscar a su alrededor algo con lo que pudiera defenderse, en ese momento la tierra la tragó.
Justo como había pasado en los juegos de guerra, pero fue distinto, tenía un sentimiento de incertidumbre dentro del pecho. Seguía cayendo hasta que chocó contra el suelo.
No podía levantarse, se sentía como si cada hueso estuviera fracturado, pero tenía la intención de seguir adelante. Aunque trató, tampoco pudo ver mucho a su alrededor. Estaba oscuro y borroso, pero sentía la voz de Hazel a su alrededor. De repente, algo la sacó de los pensamientos del momento... Un chico moreno y de cabello rizado le tiró del brazo. Parecía tener un brazo a su alrededor y otra mano con ¿Fuego? Él repetía: "Quédate despierta, Rapunzel".
Luego de ello todo se fue a negro. Escuchó a lo lejos la voz de su padre diciendo: "Desapruebo las acciones de Octavian".

Y así había finalizado su sueño junto a su noche. Despertó sudando en frío y con sus largos y rubios cabellos pegados al cuello. Esto había dado por terminada su noche de descanso. Eso sucedía todos los días. De hecho, hace un mes había soñado con Percy Jackson, pero ese era uno más de los secretos en sus sueños que se llevaría al inframundo.

Y si bien no se sentía mejor por lo que había soñado, debía admitir que se sentía un poco llena al saber que su padre no aprobaba lo que Octavian hacía. Aunque no supiera si eso era solamente en un momento específico en algún momento de la vida, o con cada cosa que el rubio accionaba.

Ató su cabello en una coleta alta con un poco de dificultades, aún tenía la cabeza pegada a la almohada ya que sabía que si se movía, su compañero de abajo notaría que se despertó. No quería que Kyle perdiera sueño por ello.

Espero unas cuantas horas para luego decidir que era prudente levantarse. Debían ir a la reunión en el senado. El día de ayer, después de la presencia de Marte, Frank Zhang le había pedido ir con él en la misión.
Ginevra no era una persona que siguiera ciegamente a los dioses, pero sabía que esto era importante, y se sentía honrada porque Frank la había considerado importante por su desempeño.

Reyna y Octavian abrían la procesión de senadores fuera del campamento, con los galgos metálicos de ésta acompañándoles por la carretera. Hazel, Frank y Percy cerraban la comisión. Ginny ya estaba dentro con una postura intachable.

Los cuatro de la búsqueda se sentaron en el lado izquierdo del semicírculo. Los diez senadores y Nico di Angelo ocuparon el resto de los asientos de la fila delantera. Las filas superiores estaban repletas de docenas de anfitriones y unos pocos veteranos de la ciudad, todos en togas formales. Octavian estaba de pie en el centro con un cuchillo y un pequeño peluche de león, solo por si se necesitara una consulta a los dioses. Reyna se acercó al podio y alzó su mano reclamando atención.

—De acuerdo, esta es una reunión de emergencia—dijo—. No podemos mantener las formalidades. Lo primero de todo, no estamos aquí para cuestionar la misión en sí. La misión ha sido impuesta por Marte Ultor, patrón de Roma. Obedeceremos sus deseos. Tampoco estamos aquí para debatir la elección de los acompañantes de Frank Zhang.

—¡Absurdus! ¡Frank Zhang ni siquiera es un miembro completo de la legión! ¡Es un probatio! ¡Una misión debe de estar liderada por alguien con el rango de centurión o superior! ¡Esto está completamente fuera de...!

Cato—le espetó Reyna—, debemos obedecer los deseos de Marte Ultor. Eso significa ciertos... ajustes.

Reyna aplaudió, y Octavian se adelantó. Dejó su cuchillo y el peluche en la mesa y cogió el paquete de terciopelo del asiento.
—Frank Zhang—dijo—, acércate.

Frank miró nervioso a sus amigos. Entonces se levantó y se acercó al augur.
—Es un... placer—dijo Octavian, forzando su última palabra—, de otorgarte la Corona Mural por ser el primero en traspasar las murallas en el asedio bélico— Octavian le dio una insignia dorada como una corona de laurel—. También, por orden de la Pretor Reyna, te ascendemos al rango de centurión.
Le dio otra insignia, una media luna de bronce, y el senado explotó en protestas.

—¡Silencio! —la voz de Octavian sonó mucho más imperiosa que la noche anterior en el campo de batalla—. Nuestra pretor reconoce que nadie por debajo del rango de centurión pueda liderar una batalla. Por bien o por mal, Frank debe liderar esta misión, por lo que nuestra pretor ha decretado que Frank Zhang debe ser hecho centurión.

De repente Ginny entendió lo buen parlanchín que Octavian estaba hecho. Sonó razonable y compasivo, pero su expresión era dolorida. Escogió con cuidado sus palabras para darle toda la responsabilidad a Reyna. Ha sido idea suya, parecía querer decir.
Si algo fuera mal, su mejor amiga tendría la culpa. Si solo Octavian hubiera sido el único al cargo, las cosas habrían sido hechas más sensatamente. Pero por desgracia, no tenía ninguna elección sino que apoyar a Reyna, porque Octavian era un leal soldado de Roma.
Octavian se las arregló para comunicar todo aquello sin decirlo, y al mismo tiempo calmaba al senado y simpatizaba con ellos. Una mirada de irritación cruzó por la expresión de ambas chicas.

—Hay una vacante para ser centurión—dijo ella—. Una de nuestras oficiales, también senadora, ha decidido retirarse. Después de diez años en la legión, se retirará a la ciudad y estudiará en el colegio. Gwen de la Quinta Cohorte, te agradecemos tu servicio.

Todo el mundo se giró a Gwen, que se las arregló para sonreír. Parecía cansada de la terrible experiencia de la noche anterior, pero también aliviada.

—Como pretor—continuó Reyna—, tengo el derecho de sustituir a mis oficiales. Admito que no es normal para un campista en probatio de ascender directamente al rango de centurión, pero creo que podemos coincidir... que la noche anterior no fue normal. Frank Zhang, tu tarjeta de identificación, por favor.

Frank se sacó la tableta de alrededor de su cuello y se la dio a Octavian.
—Tu brazo—dijo Octavian.
Frank alzó su antebrazo. Octavian alzó sus manos a los cielos.

—Aceptamos a Frank Zhang, hijo de Marte, a la Duodécima Legión Fulminata por su primer año de servicio. ¿Entregarás tu vida al servicio del senado y la gente de Roma?
Frank murmuró algo como "Se...". Entonces se aclaró la garganta y dijo:
—Sí.

Los senadores gritaron:
—¡SENATUS POPULUSQUE ROMANUS!

El fuego brilló en el brazo de Frank. Por un momento sus ojos brillaron con terror, y Ginevra sonrió con orgullo. Entonces el humo y la llama murieron, y unas marcas habían aparecido en la piel de Frank: SPQR, una imagen de lanzas cruzadas y una raya sola, representando su primer año de servicio.

—Debes volver a tu sitio—Octavian miró al público como diciendo "No ha sido idea mía, amigos".

—Ahora—dijo Reyna—, debemos discutir esta misión.

Después de un momento; el chiquillo se distrajo observando la nueva marca en su brazo, lo que el augur aprovechó para humillarle.
—Estaba preguntando—dijo Octavian como si estuviera hablando a un niño de tres años—, si tenían un plan para la misión. ¿Sabes si quiera a dónde se dirigen?

—Eh...
Hazel puso su mano en el hombro de Frank y se levantó.

—¿No escuchabas la noche anterior? Marte fue preciso. Debemos ir a la tierra más allá de los dioses: Alaska.

Los senadores se retorcieron en sus togas. Algunos lares parpadearon y desaparecieron. Incluso los perros metálicos de Reyna se retorcieron.
Finalmente el senador Larry se levantó.
—Sé lo que dijo Marte, pero es una locura. ¡Alaska está maldita! La llaman la tierra más allá de los dioses por una razón. Está más allá del norte, los dioses romanos no tienen poder allí. El lugar está repleto de monstruos. Ningún semidiós ha vuelto de allí vivo desde...

—Desde que perdieron el águila—dijo Percy.
Larry estaba tan patidifuso que se volvió a sentarse sobre su podex. —Miren—continuó Percy—, sé que soy nuevo aquí. Sé que no les gusta mencionar la masacre de los noventa, ¿Pero no lo entienden? —siguió Percy—. La Quinta Cohorte guió aquella expedición. Fallamos, y ahora somos los responsable de hacer las cosas bien hechas. Es por eso por lo que Marte nos manda a nosotros. Este gigante, el hijo de Gaia, el que se enfrentó a sus fuerzas hace treinta años. Estoy seguro de que está sentado allí en Alaska esperándonos con un dios de la muerte encadenado. Está reuniendo su ejército y enviándolos al sur para atacar este campamento.

—¿En serio? —dijo Octavian—. Pareces saber mucho de los planes enemigos, Percy Jackson.

—Vamos a enfrentarnos a este hijo de Gaia—dijo Paris, intentando mantener su compostura—. Devolveremos el águila y desencadenaremos a Tánatos.

—¿Cómo esperan hacer todo eso y volver para el Festival de Fortuna? Es al anochecer del 24. Hoy es 20. ¿Saben siquiera dónde ir? ¿Saben siquiera quién es el hijo de Gaia?

—Sí—Hazel habló con tal rapidez que todos quedaron sorprendidos—. No sé exactamente dónde ir, pero tengo una idea. El nombre del gigante es Alcioneo.

El nombre pareció bajar la temperatura de la sala. Los senadores tiritaron.
Reyna estaba agarrada fuertemente al podio.
—¿Cómo sabes eso, Hazel? ¿Porque eres hija de Plutón?

Después de todas estas dudas y silencios enfriadores, Nico había explicado cómo es que los hermanos conocían sobre este gigante y cómo es que lo podían vencer. Trabajando juntos, más específicamente los dioses y los semidioses trabajando juntos. Esto generó más molestia y conmoción.

—¡Silencio! —gritó Reyna—. Senadores, debemos actuar como romanos. Marte nos ha dado esta misión, y debemos creer que es posible. Estos tres semidioses deben partir a Alaska. Deben liberar a Tánatos y volver antes del Festival de Fortuna. Si pueden encontrar el águila perdida por el camino, mucho mejor. Todo lo que podemos hacer es aconsejarles y asegurarnos de que tienen un plan—Reyna miró a Percy esperanzada—. ¿Tienen un plan?

—Primero, necesito entender algo— se giró a Nico—Tánatos atrapa las almas, y las devuelve al Inframundo.

—Exacto—dijo di Angelo—. Pero ahora Tánatos ha sido atrapado, encadenado.

—Y ahora un gigante le ha atrapado—siguió Percy—. Por lo que si podemos liberar a Tánatos... ¿entonces los muertos volverían a la muerte? —miró a Gwen—. No te ofendas.

—Es más complicado que eso—dijo Nico.

Octavian puso los ojos en blanco.
—¿Por qué todo no me sorprende?

—Te refieres a las Puertas de la Muerte—dijo Reyna, ignorando a Octavian—. Están mencionadas en la Profecía de los Ocho, lo que motivó la primera expedición a Alaska...

Los lares y otros fantasmas se agitaron mostrando inconformidad ante la expedición antigua, aunque Nico puso un dedo sobre sus labios. De repente todos los lares se callaron. Algunos parecían alarmados, como si sus bocas hubieran sido pegadas.
Ginevra lo miró sorprendida. Una ínfima sonrisa apareció en ella. Realmente ese chico era como una de esas muñecas rusas, cuando sacas una capa, te encuentras con otra dentro.

—Tánatos es solo parte de la solución—explicó Nico—. Las Puertas de la Muerte...bueno, ese es un concepto que ni siquiera yo entiendo. Hay varios caminos al Inframundo: el río Estigio, la Puerta de Orfeo, además de otras pequeñas vías de escapa que han sido abiertas a través de los tiempos. Con Tánatos aprisionado, todas esas salidas serán más fáciles de usar. Algunas veces pueden usarse como ventaja y dejar que un alma amable vuelva... como Gwen. Más a menudo, beneficiará a las almas malvadas y a los monstruos, las más ávidas de escapar. Ahora, las Puertas de la Muerte, esas son las puertas personales de Tánatos, es su vía rápida entre Vida y Muerte. Sólo Tánatos debe saber dónde se encuentran, y la localización ha variado a través de los tiempos. Si lo entiendo todo correctamente, las Puertas de la Muerte han sido forzadas a abrirse. Los ejércitos de Gaia han tomado control de ellas...

—Lo que significa que Gaia controla todo aquél que vuelve de la muerte...—supuso Ginny.

Nico asintió.
—Puede escoger quién dejar fuera, a los peores monstruos y a las almas más crueles. Si rescatamos a Tánatos, significará que al menos podremos capturar esas almas de nuevo y devolverlas de allí de dónde salieron. Los monstruos morirán cuando les matemos, como acostumbraban y podremos respirar otra vez tranquilos. Pero a menos que seamos capaces de recuperar las Puertas de la Muerte, nuestros enemigos no esperarán demasiado. Serán capaces de volver con facilidad al mundo de los vivos.

—Entonces podemos capturarles y devolverles allí—resumió Percy—, pero seguirán volviendo.

—En unas deprimentes pocas palabras, sí.

Frank se rascó la cabeza.
—Pero Tánatos sabe dónde están las puertas, ¿verdad? Si le liberamos, podrá recuperarlas.

—No lo creo—dijo Nico—. Al menos, no solo. No es enemigo para Gaia. Eso correspondería a una misión masiva... un ejército de los mejores semidioses.

—"Los enemigos portar armas a las Puertas de la Muerte" —dijo Reyna—. Esa es la Profecía de los Ocho...

Miró a Ginna, por un momento ella pudo comprender cuán asustada estaba. Lo hacía bien ocultándolo, pero Ginevra se preguntó si también tenía pesadillas como ella, si había tenido visiones sobre lo que le sucedería al campamento cuando fuera invadido por monstruos que no podían ser matados.

—Primero de todo—Percy intentó sonar confiado, a pesar de que podía sentir el nivel de pánico aumentando en la sala—. No sé quiénes son esos ocho, o lo que significa la vieja profecía. Pero primero tenemos que liberar a Tánatos. Marte nos ha dicho que solo necesitamos a cuatro personas para la misión de Alaska. Concentrémonos en tener éxito con eso y volviendo para el Festival de Fortuna. Entonces nos preocuparemos en las Puertas de la Muerte.

—¿Entonces tienen un plan? —dijo Octavian, con escepticismo.

Percy miró a sus compañeros.
—Tenemos que ir a Alaska cuanto antes mejor...

—E improvisar—dijo Hazel.

—Mucho—añadió Frank.

Ginevra disimuladamente acarició sus sienes. Era un terrible plan. Reyna la observó con detenimiento. Parecía que estuviera escribiendo mentalmente su propia esquela.

—Muy bien—dijo—. No podemos hacer nada más que votar qué les podemos proporcionar: transporte, dinero, magia, armas...

—El campamento está en grave peligro—dijo Octavian—. Dos dioses nos han advertido que podemos ser atacados en menos de cuatro días. No podemos gastar nuestros recursos a la ligera, especialmente en proyectos que tienen un escaso margen de éxito— Octavian les miró, como si dijera "Pobres chiquillos" —. Marte ha escogido claramente a los menos adecuados para la misión. Quizá es porque los considera los menos valiosos. Quizá Marte está jugando a la baja probabilidad. Sea lo que sea, no ha ordenado una expedición masiva, ni nos ha pedido que les proporcionemos nada. Digo que mantengamos nuestros recursos aquí para defender el campamento. Aquí es donde la batalla puede ser ganada o perdida. Si estos cuatro tienen éxito, ¡maravilloso! Pero deben hacerlo por sus propios medios.

Un murmullo incómodo recorrió la multitud. Frank se levantó de golpe. Ginevra le siguió sintiendo un aura caliente a su alrededor.

—¿¡Estás de broma, intento barato de augur!?

Antes de que empezara una batalla, Percy dijo:
—¡De acuerdo! Ningún problema. Pero al menos proporcionadnos transporte. Gaia es la diosa de la tierra, ¿no es así? Hay que ir fuera de la tierra para poder evitarla. Además yendo campo a través nos ralentizaría.

Octavian rió.
—¿Quieres que te proporcionemos un pequeño avión?

—No. Viajar por el aire... supongo que eso también sería malo. Pero un barco... ¿Nos pueden dar al menos un barco?

—¡Un barco! —Octavian se giró a los senadores—. ¡El hijo de Neptuno requiere un barco! El viaje marítimo nunca ha estado hecho para los romanos, pero claro, todos sabemos que él no es demasiado romano, que digamos.

—Octavian—dijo Reyna severamente—, un barco es demasiado poco para entregarles. Y no proveerles de nada más es muy...

—¡Tradicional! —exclamó Octavian—. Es muy tradicional. Veamos si estos semidioses tienen la fuerza de sobrevivir sin ayuda, como verdaderos romanos.

Más murmullos llenaron la sala. Los ojos de los senadores iban cambiando de Reyna a Octavian, como probando ambas voluntades.
Reyna se irguió en la silla.

—Muy bien—dijo Reyna con severidad—. Lo someteremos a votación. Senadores, el problema es el siguiente: La misión debe ir a Alaska. El senado debe proveer de completo acceso a la marina romana atracada en Alameda. Ninguna otra ayuda les será provista. Estos cuatro aventureros sobrevivirán o perecerán por sus propios méritos. ¿Todos a favor?
Todos los senadores alzaron la mano.
—La moción ha sido aprobada—Reyna se giró a Frank—. Centurión, pueden partir. El senado tiene otras cuestiones que discutir. Y, Octavian, ¿podría tener una charla contigo, por favor?

Cuando salieron, los tres observaron cómo la rubia se dedicaba a lanzar con fuerza su cuchillo al césped mientras murmuraba un puñado de maldiciones hacia el augur.

—Si alguno quiere echarse atrás, no les culpo.

—¿Bromeas? —dijo Hazel—. ¿Y perderme esta fiesta durante todo lo que queda de la semana?

—No estoy molesta contigo, Frankee. Obvio no me saldré de esto— le dijo la de ojos verdes, apodando al grandullón y quitando unas gotas de sudor.

Frank sonrió. Se giró a Percy.

—Estoy contigo—le dijo a Frank—. Además, quiero ver qué tal es esa marina romana.

—¡Pero necesitamos un mejor plan!— exigió Ginny antes de suspirar cansada.

"De verdad necesitamos un mejor plan".

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