2

GINNY SE HABÍA DESPERTADO POR ruidos de su alrededor. Sus amigos eran buenas personas, pero no sabían mantener silencio... Y la rubia no tenía el sueño pesado como el resto de los semidioses o su cohorte.
Oh, su cohorte... Seguramente pensaban que era una traidora, o quizás Kyle les había convencido de lo contrario.
Aunque era improbable. Quizás habían ofrecido a alguien más como centurión y se habían olvidado de ella.
P-pero eso no era lo importante.

Piper, Jason, Frank y Hazel estaban a cargo de las rondas y el barco. La última había sido muy explícita en querer dirigir el barco a donde le había indicado la diosa, pero el silencio no estaba incluido en sus rondas.

La rubia salió de su habitación mientras cepillaba su cabello, aunque lo dejó a medias al ver a Jason correr hacia el lugar donde dejaron a la Atenea Partenos. Le siguió para encontrar a Leo Valdez arriba de la estatua.

—¡Leo! —Jason le estaba sacudiendo el hombro—. Eh, tío, ¿qué haces abrazando a Niké?

Estaba aferrado a la diosa de la victoria cuál Ginna se aferraba a su almohada al dormir.
Él se desenredó y se incorporó, frotándose la cara.

—Nada —murmuró—. Sólo estábamos abrazados. ¿Qué pasa?

"Sip" pensó la rubia. "Evitó dormir y se fue a arrastrar alrededor de la Atenea Partenos de nuevo".

—Hemos atravesado las montañas —dijo Jason—. Casi hemos llegado a Bolonia. Deberían reunirse con nosotros en el comedor. Nico tiene nueva información.

—Nueva información —inspiró Ginevra—. ¿Será algo bueno?

Los semidioses se reunieron en el comedor. La rubia no podía dejar de observar los asientos vacíos en la mesa, y cuando desvió la mirada, las imágenes del Campamento Mestizo le hizo recordar su amado hogar. Iba a cumplir cinco años de haber llegado al campamento, pero no sabía si se añadiría una línea a su brazo.

—Bueno —dijo Jason—, ahora que estamos aquí...

Estaba sentado a la cabecera de la mesa, más bien por omisión. Desde que habían perdido a Annabeth, Jason había hecho todo lo posible por comportarse como el líder del grupo. Al haber sido pretor en el Campamento Júpiter, probablemente estaba acostumbrado a hacerlo, pero se notaba tenso. Y a pesar que la rubia trataba de ayudarlo con todo, simplemente no se sentía bien. Ninguno de los siete se sentía bien a decir verdad.

La rubia sintió la mirada de Leo sobre ella, y eso de alguna forma la puso nerviosa. ¿Qué sucedía? ¿Estaba demacrada nuevamente? Pero, ¿por qué le pondría eso nerviosa? Habían estado demasiadas semanas juntos como equipo para verse las peores caras. Claro que no debía estar nerviosa.
De todas formas, se cubrió parte de la cara con las manos. Aunque el sentimiento se le pasó demasiado rápido al ver que el chico estaba escaneando a todos sus amigos.
El único semidiós ausente era Piper, a la que le había tocado estar al timón con el entrenador Hedge.

Pensando en todo aquello, la ojiverde se había desconectado hasta tal punto que no se había dado cuenta que Jason seguía hablando.
—... la Casa de Hades —estaba diciendo—. ¿Nico?

Di Angelo se inclinó hacia delante.
—Anoche estuve en contacto con los muertos. He descubierto más cosas sobre a lo que nos enfrentamos —continuó Nico—. Antiguamente, la Casa de Hades era un lugar importante para los peregrinos griegos. Iban allí a hablar con los muertos y honrar a sus antepasados.

Leo frunció el entrecejo.
—Se parece al día de los muertos. Mi tía Rosa se tomaba esas cosas en serio. Recordó que ella lo llevaba a rastras al cementerio de su barrio en Houston, donde limpiaban las lápidas de sus familiares y dejaban limonada, galletas y caléndulas frescas a modo de ofrenda.

—Los chinos también tienen una costumbre parecida: adoran a los antepasados y limpian las tumbas en primavera —Zhang lanzó una mirada a Leo—. Tu tía Rosa se habría llevado bien con mi abuela.

—Sí —dijo Leo—. Seguro que se habrían hecho amigas del alma.

Nico se aclaró la garganta.
—Muchas culturas tienen tradiciones de temporada para honrar a los muertos, pero la Casa de Hades estaba abierta todo el año. Los peregrinos podían hablar con los muertos. En griego se llama Necromanteion, el Oráculo de los Muertos. Había que abrirse paso por distintos niveles de túneles, dejar ofrendas y beber pociones especiales...

—Pociones especiales —murmuró Leo—. Qué ricas.
Jason le lanzó una mirada en plan: « Basta ya, colega».

—Continúa, Nico.

—Los peregrinos creían que cada nivel del templo te acercaba más al inframundo, hasta que los muertos aparecían ante ti. Si estaban contentos con tus ofrendas, respondían a tus preguntas y puede que incluso te adivinaran el futuro.

—¿Y si no estaban contentos? —se atrevió a preguntar Ginevra.

—Algunos peregrinos no encontraban nada —dijo Nico—. Otros se volvían locos o morían después de salir del templo. Otros se perdían en los túneles y nadie los volvía a ver.

—Lo importante —dijo Jason rápidamente— es que Nico ha descubierto una información que podría sernos útil.

—Sí —Nico no parecía muy entusiasmado—. El fantasma con el que hablé anoche... Era un antiguo sacerdote de Hécate. Me confirmó lo que la diosa le dijo a Hazel ayer en la encrucijada. En la primera guerra contra los gigantes, Hécate luchó por los dioses. Mató a uno de los gigantes: uno que había sido concebido como el reverso de Hécate. Una criatura llamada Clitio.

—Un tío oscuro —aventuró Leo—. Rodeado de sombras.

Hazel se volvió hacia él, entornando sus ojos dorados. —¿Cómo sabes eso, Leo?

—He tenido un sueño.
A nadie le sorprendió. La mayoría de los semidioses tenían pesadillas vívidas sobre lo que ocurría en el mundo.
Sus amigos prestaron atención mientras Leo les explicaba el sueño. Trató de no mirar las imágenes del Campamento Mestizo que aparecían en las paredes mientras describía el lugar en ruinas. Les habló un gigante oscuro y de la extraña mujer de la colina mestiza que le había ofrecido distintas formas de morir.

Jason apartó su plato de tortitas.
—Así que el gigante es Clitio. Supongo que estará esperándonos, vigilando las Puertas de la Muerte.

—¿Y la mujer del sueño de Leo?

—Ese es mi problema —Hazel se pasó un diamante entre los dedos haciendo un juego de manos—. Hécate me dijo que una enemiga formidable espera en la Casa de Hades: una bruja a la que solo puedo vencer yo usando la magia.

—¿Sabes magia? —preguntó Leo.

—Todavía no.

—Ah —trató de decir algo esperanzador, pero se acordó de los ojos de la mujer furiosa y de que su firme mano había hecho que su piel echara humo—. ¿Tienes idea de quién es?

Hazel negó con la cabeza.
—Solo sé que...
Miró a Nico, y entre ellos se produjo una especie de discusión silenciosa.
—Solo sé que no será fácil de vencer.

—Pero hay una buena noticia —dijo Nico—. El fantasma con el que hablé me explicó cómo venció Hécate a Clitio en la primera guerra. Usó sus antorchas para prender fuego a su pelo. Lo mató quemándolo. Es decir, el fuego es su debilidad.

—Es una buena pista —insistió Jason—. Por lo menos sabemos cómo matar al gigante. Y esa hechicera... Bueno, si Hécate cree que Hazel puede vencerla, entonces yo también lo creo.

Hazel bajó la vista.
—Ahora solo tenemos que llegar a la Casa de Hades, abrirnos paso entre las fuerzas de Gaia...

—Y de un montón de fantasmas —añadió Nico, muy serio—. Puede que los espíritus del templo no sean amistosos.

—... y encontrar las Puertas de la Muerte —continuó Hazel—. Suponiendo que podamos llegar al mismo tiempo que Percy y Annabeth y rescatarlos.

Frank tragó un bocado de tortita.
—Podemos conseguirlo. Tenemos que conseguirlo.

Ginny sonrió a Zhang. Probablemente si ella hubiera dicho algo así, habría salido con tono serio y algo sarcástico, pero de él salió con un toque positivo.

—Entonces, con el desvío, calculo que tardaremos cuatro o cinco días en llegar a Epiro —dijo Leo—, suponiendo que no haya retrasos por ataques de monstruos y esas cosas.

Jason sonrió con amargura.
—Sí. Esas cosas nunca pasan.

Leo miró a Hazel.
—Hécate te dijo que Gaia planea su superjuerga para el 1 de agosto, ¿verdad? La fiesta de como se llame.

—Spes —apuntó Hazel—. La diosa de la esperanza.

Jason giró su tenedor.
—En teoría, tenemos suficiente tiempo. Solo es 5 de julio. Deberíamos poder cerrar las Puertas de la Muerte, encontrar el cuartel general de los gigantes e impedir que despierten a Gaia antes del 1 de agosto.

—En teoría —convino Hazel—. Pero me gustaría saber cómo vamos a abrirnos paso en la Casa de Hades sin volvernos locos ni morirnos.

Nadie propuso ninguna idea.
Frank dejó su tortita enrollada como si de repente no le supiera tan bien. —Hoy es 5 de julio. Dioses, no lo había pensado...

—Tranqui, tío —dijo Leo—. Eres canadiense, ¿no? No esperaba que me hicieras un regalo del día de la Independencia ni nada por el estilo... A menos que quieras, claro.

—No es eso. Mi abuela siempre me decía que el siete era un número de la mala suerte. Era un número fantasma. Y julio es el séptimo mes.

—Sí, pero... —Leo tamborileó nerviosamente con los dedos sobre la mesa—. Pero solo es una casualidad, ¿no?

La expresión de Frank no lo tranquilizó.
—Antiguamente, en China, la gente llamaba al séptimo mes el «mes fantasma» . Entonces el mundo de los espíritus y el mundo de los humanos estaban más cerca que nunca. Los vivos y los muertos podían ir de un lado al otro. Díganme que es una casualidad que estemos buscando las Puertas de la Muerte durante el mes fantasma.

Nadie dijo nada.
—Q-quizás sería mejor pensar por ahora lo que está bajo nuestro control, ¿no es así, Jason? —sugirió la hija de Apolo.

—Cierto. Centrémonos en las cosas de las que podemos ocuparnos. Nos estamos acercando a Bolonia. A lo mejor hallamos más respuestas cuando encontremos a esos enanos que Hécate...

El barco dio un bandazo como si hubiera chocado contra un iceberg. Nico se cayó con la silla hacia atrás y se dio con la cabeza contra el aparador. Se desplomó en el suelo, y una docena de vasos y platos mágicos cayeron encima de él.
—¡Nico!
Hazel corrió a ayudarle.

—¿Qué...?

Frank trató de levantarse, pero el barco cabeceó en la otra dirección. Se estrelló contra la mesa y cayó de bruces contra el plato de huevos revueltos de Leo.

—¡Miren!

Jason señaló las paredes. Las imágenes del Campamento Mestizo estaban parpadeando y alterándose.

—No es posible —murmuró Leo.

Según Valdez, era imposible que las paredes encantadas mostraran algo que no fueran escenas del campamento, pero de repente una enorme cara distorsionada ocupó toda la pared del lado de babor: unos dientes amarillos torcidos, una desaliñada barba pelirroja, una nariz verrugosa y dos ojos desiguales, uno mucho más grande y más alto que el otro. La cara parecía estar intentando devorar la sala.
Las otras paredes parpadearon y mostraron imágenes de la cubierta superior. Piper estaba al timón, pero algo no iba bien. Estaba envuelta en cinta adhesiva de los hombros para abajo, y tenía la boca amordazada y las piernas atadas al tablero de control.
En el palo mayor, el entrenador Hedge también estaba atado y amordazado, mientras que una criatura de extraño aspecto —una especie de cruce entre gnomo y chimpancé con mal gusto para la vestimenta— bailaba a su alrededor, recogiendo el pelo del entrenador en pequeñas coletas con gomas de color rosa. En la pared del lado de popa, la enorme y fea cara retrocedió de tal forma que se pudo ver a la criatura entera: otro chimpancé gnomo con una ropa todavía más estrambótica. El extraño ser empezó a saltar por la cubierta, metiendo cosas en un saco de arpillera: la daga de Piper, los mandos de Wii de Leo... Entonces sacó la esfera de Arquímedes del tablero de mando.

—¡No! —gritó Leo.

—¡Mono! —gritó Frank.

—No son monos —masculló Hazel—. Creo que son enanos.

—¡Están robando mis cosas! —gritó Leo, y echó a correr hacia la escalera.

—¡No! —gritó Ginevra mientras forcejeaba con uno que le quería robar su arco—. ¡Basta! ¡Vete de aquí! ¡Ve a buscar a Blancanieves o a quién sea!

El enano saltó por el barco, pero más estaban a su alrededor.
Oh, dioses. ¿Los obstáculos nunca acabarán?

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