12

UN SILENCIO INCÓMODO. Eso es lo que tuvieron que pasar luego que Percy le hiciera memoria a Ginny que ella lo había llamado: "el mejor hermano".

Pasaron dos minutos esperando que la rubia dejara de tener vergüenza para volver a hablar como buenos amigos. Al parecer Jackson no tenía nada más que hacer porque no se movió de su lugar.

—Entonces... ¿Cómo te va?— rompió el silencio Paris.

—Bien— respondió él golpeando con ritmo sus rodillas. Literalmente dejó pasar cinco segundos para luego cambiar de posición y comenzar a hablar—. En realidad han pasado cosas raras, digo, hace un rato le pregunté a Annabeth cómo estaba o había comido y me dijo: "Creo que Leo está al mando. Pregúntale a él".

—Imagino que debe estar ocupada en sus propios asuntos— afirmó la rubia mientras recordaba esa "charla" con Minerva.

—Y luego está Jason. Sigue haciendo cosas asombrosas y yo no logro hacer nada, ni siquiera yo pude estar en Atlanta. ¡YO, hijo de Poseidón! Fui expulsado por dioses marinos malignos. Yo, hijo de Poseidón, no pude contra un camarón... ¡Un camarón! Los camarones se comen asados.

—No creo querer comer a Camaronzilla...— trató de bromear la chica—. Percy, ¿no crees que estás siendo muy duro contigo mismo? Eres el semidiós más capaz y genial que conozco.

A este punto, ella estaba dejando que él hiciera trenzas con su cabello para distraerse, aunque sabía por los tirones que sólo hacía nudos.
¿Así de severa se oía al hablar de sí misma?

—Me siento inútil. ¡Ni siquiera pude conocer a Hércules!

—No te pierdes de mucho— comenzó a reconocer Ginevra—. No le digas a chispitas esto pero, todos los hijos de Júpiter son insoportables en algún sentido. Está en su genética.

—De alguna forma eso me hace sentir mejor...

—Hey, tengo una idea... Aprovechemos que tu mente sigue funcional y cuéntame sobre los hijos de Apolo en el campamento griego— sonrió ella.

—Puede que no lo creas, pero son como tú. Encantadores, buenos con el arco... La mayoría ayudan en enfermería... Ahora que lo pienso, hay un chico, Will Solace, si tuviera los ojos verdes, diría que es tu versión masculina.

—¿Enserio?— los ojos de Ginny brillaban. Había esperado tanto por saber eso... Pero después pensó: "Si era tan parecido a ella, ¿y si él era el hijo favorito de su padre?" No tenía nada de malo, totalmente bueno, ya que todos era hijos de Apolo, pero... ¿Qué era ella entonces? ¿Debía seguir esforzándose por ser la mejor en ello?—. Es bueno saberlo.

—Puede que me esté equivocando, pero no te ves muy feliz, Gin.

—Estoy feliz. Muy, muy, muy, feliz— sonrió ella mientras sentía cómo el barco comenzaba a moverse—. Creo que... Algo está sucediendo Percy.

La muchacha se levantó junto a su amigo y comenzaron a caminar a la cubierta cuando una imagen la invadió repentinamente. Tal fue la fuerza de esta, que sintió como si la hubieran empujado.

—¿Ginny?— preguntó Jackson al ver que ella se detenía. Él puso una mano en su hombro y sucedió algo que nunca esperaron.

Ambos, comenzaron a ver lo mismo.
Oyeron unos pasos pesados, y los gemelos gigantes Efialtes y Otis salieron arrastrando sus pies desde la penumbra.

Los semidioses no tuvieron tiempo para entender el contexto de la situación, como era en la mayoría de las visiones de la romana.

Los gigantes miraron hacia la oscuridad.
―Vinimos como usted solicitó, para traerle noticias. El barco se acerca.

Su excelencia, lo que fuera, hizo una serie de silbidos violentos como un neumático que se cortó varias veces. Con un estremecimiento, se dieron cuenta de que se estaba riendo.
―¿Cuándo? ―preguntó.

―Deberían aterrizar en Roma poco después del amanecer, creo, ―dijo Efialtes―. Por supuesto, van a tener que pasar el chico dorado.

―Espero que lleguen con seguridad, ―dijo su excelencia―. Estropearía nuestra diversión que los hayan capturado antes de tiempo. ¿Están sus preparativos listos?

—Sí, su excelencia.

Al terminar de ver esto fugazmente, ambos realizaron que estaban sentados en el suelo. No sabían en qué momento había sucedido, pero lo que más le sorprendía a la muchacha era que alguien más había podido ver eso.
¿¡Por qué!?

Se supone que no se pueden compartir con nadie. De ninguna forma. ¿Era acaso que Apolo había permitido esto?.. ¿Era que Gaia quería que ellos vieran eso?
Fuera lo que fuese, no estaba bien. Por lo que después de regular su respiración, Ginevra comenzó a darle instrucciones a Percy.

—Número uno: No le dirás a nadie que pudiste hacer esto. Número dos: No le dirás a nadie que se permitió esto. Número tres: No le dirás a... Espera. Yo soy la que no puede hablar de esas cosas porque tengo el don, pero tú no lo tienes... Es como si fuera parte de un sueño corriente para ti, ¿no? Entonces, si se tuviera que compartir lo que vimos en esta visión, está permitido.

—Ah, claro... Está bien, supongo. Me quedaré con lo último que dijiste.

Jason fue a buscarlos en medio de su charla.
―Nos hemos establecido en el agua, ―dijo, mirando completamente agotado―. Tu turno.

Percy había despertado a Annabeth para tener un momento a solas, incluso si significaba que tuviera que estar con todas sus fuerzas ayudando al barco.
Ellos estaban de pie en cubierta, solos, excepto por Leo, que seguía manejando el timón. El tipo debe haber estado deshecho, pero él se negó a ir a dormir.
―Yo no quiero más sorpresas como Camaronzilla, ―insistió.

Y luego estaba Ginna, quien trataba de obligar que fuera a dormir para que su amigo tuviera un momento con su novia.

Todos habían tratado de convencer a Leo de que el ataque del skolopendra no había sido del todo culpa suya, pero no quiso escuchar. Paris sabía cómo se sentía. No perdonarse los errores era uno de los mayores talentos de Ginevra.

—Eres exasperante— le susurró la rubia tratando de no mirar a sus amigos a metros de distancia hablando—. Yo me voy a dormir.

—Sí, ve a dormir.

Ginevra frunció el ceño con repentino enojo, y parecía que el moreno también se había dado cuenta de esto, porque subió las cejas más de lo normal, murmurando un: "Lo siento, jefa".
Justo en el momento en el que la chica iba a replicar, Percy les gritó.

―¡Leo, para! ―gritó.


Demasiado tarde. El otro barco apareció entre la niebla y chocó contra ellos de frente.
Annabeth y Percy fueron arrojados casi por la borda. Festo sopló fuego, envío una docena de guerreros muy sorprendidos gritando y zambulléndose en el mar, pero más irrumpieron a bordo del Argo II. Enganchando líneas envueltas alrededor de los rieles y el mástil, clavando garras de hierro en las planchas del casco.
Parecían... Delfines. Algunos tenían hocicos grises. Otros sostenían sus espadas en aletas atrofiadas. Algunos paseaban con las piernas fusionadas parcialmente, mientras que otros tenían aletas por pies.
Leo hizo sonar la campana de alarma. Él echó a correr hacia la más cercana ballesta pero cayó bajo un montón de guerreros delfines parloteando.

Ginny, Annabeth y Percy retrocedieron, como lo había hecho muchas veces antes, desenfundaron sus armas. Percy trató de convocar a las olas, esperando que pudieran empujar las naves separándolas o incluso zozobrar la nave enemiga,
pero no pasó nada.
—¿Alguien más tiene un dejá vù?— preguntó Ginny mientras los arrinconaban—. Okay, parece que no estamos muy conversadores.

Varias docenas de guerreros bajaron sus lanzas e hicieron un círculo alrededor de ellos, sabiamente se mantenía fuera de distancia del ataque de la espada de Percy. Los hombres-delfín abrieron sus hocicos y silbaron, haciendo ruido.
Por lo menos los guerreros no parecía interesado en matarlos de inmediato. Mantuvieron a los semidioses ahí mientras contenía más de sus compañeros fueron bajo cubierta y aseguraban el casco. Ginny oía romper las puertas de las cabinas,
peleándose con sus amigos. Incluso si los demás semidioses no hubieran estado durmiendo, no habrían tenido una oportunidad contra tantos. En otras palabras, estaban perdidos.

Leo fue arrastrado por la cubierta, semi-consciente y quejándose. Fue arrojado sobre un montón de cuerdas. A continuación, los sonidos de la lucha
disminuyeron.
A un lado del anillo de lanzas, los guerreros de delfines se apartaron para dejar pasar a alguien. Parecía ser completamente humano, y por la forma en que los delfines se inclinaban delante de él, era claramente el líder. Iba vestido con armadura de combate griego, sandalias, falda escocesa, un pectoral decorado con elaborados diseños de monstruos del mar y todo lo que llevaba era de oro. Incluso una espada griega como la de Percy, era de oro en lugar de bronce.

"El chico de oro". Ginny pensó, recordando la visión compartida con Jackson. "Van a tener que pasar el chico de oro."

―¿Quién eres tú? ―Exigió Percy―. ¿Qué quieres?

El guerrero dorado se rió entre dientes. Con un movimiento de su espada, más rápido de lo que Percy podría seguir, él golpeó la espada de la mano del pelinegro y la envió volando hacia el mar.
―Hola, hermano. ―Era la voz del guerrero dorado, sonora y aterciopelada, con un exótico acento de Oriente Medio tal vez, que le resultaba vagamente familiar―. Siempre dispuesto a robar a un compañero hijo de Poseidón. Soy Crisaor, la Espada de oro. En cuanto a lo que quiero... Bueno, eso es fácil. Quiero todo lo que tienes.

"¿Hermano? Bueno, esa no es la reunión de hermanos que nadie espera".

Decenas de enemigos saqueaban el barco, golpeando y rompiendo alrededor y bajo cubierta. Uno de ellos llevaba una caja de ambrosía por las
escaleras. Otro llevaba un puñado de tornillos de ballesta y una caja de fuego griego.

―¡Cuidado con eso! ―Advirtió Annabeth―. ¡Van a explotar nuestros dos barcos!

―¡Ah!, ―dijo Crisaor―. Sabemos todo sobre el fuego griego, chica. No te preocupes. Hemos estado saqueando y robando a los buques en el Mare Nostrum durante millones de años.

―Tu acento suena familiar, ―dijo Percy―. ¿Nos conocemos?

―No he tenido el placer. ―La máscara de Gorgona dorada de Crisaor le gruñó, aunque era imposible decir cuál era la expresión real bajo esta—.  Pero he oído hablar de ti, Percy Jackson. Oh, sí, el chico que salvó a Olimpo. Y su compinche
fiel, Annabeth Chase.

―Yo no soy compinche de nadie, ―gruñó Annabeth―. Y, Percy, su acento te suena familiar porque es igual al de su madre. La matamos en Nueva Jersey.

Percy frunció el ceño. ― Estoy bastante seguro de que el acento no es New Jersey. ¿Quién es tu...? Oh.

—Ew, Percy, no puedes ir por ahí matando las madres de otros— le murmuró Ginny a un lado.

—Juro por los dioses que si haces un comentario sarcástico más, te cortaré el cabello mientras duermes— amenazó Jackson de vuelta. Él volvió a Crisaor—. ¿Medusa es tu mamá? Amigo, eso apesta para ti.

"Irónico" pensó ella.

A juzgar por el sonido en la garganta de Crisaor, él estaba gruñendo bajo la máscara, también.

―Eres tan arrogante como el primer Perseo― dijo Crisaor―. Pero sí, Percy Jackson. Poseidón era mi padre. Medusa era mi madre. Después de que Medusa fue transformada en un monstruo por esa diosa llamada de la sabiduría... —la máscara de oro se encendió hacia Annabeth—. Esa sería tu madre, creo que... dos hijos de Medusa quedaron atrapados en su interior, incapaces de nacer. Cuando el original de Perseo cortó la cabeza de Medusa...

―Dos niños emergieron ―recordó Annabeth―. Pegaso y tú.

― Así que tú hermano es un caballo alado. Pero también eres mi medio hermano, lo que significa que todos los caballos que vuelan en el mundo son mi... ¿Sabes qué? Olvidémoslo— decía el pelinegro cuando sintió la mirada de su amiga romana—. No me mires así, que si hablamos de los hijos, el tuyo es peor.

Habían aprendido años atrás que era mejor no insistir demasiado en que estaba relacionado con alguien en el lado divino de las cosas.
―Pero si eres el hijo de Medusa, ―siguió él―, ¿por qué no he oído hablar de ti?

―¡Déjame ir, atún!— Bramó Hedge interrumpiendo todo. Trató de alejar al guerrero, pero su casco resonó en la armadura de su captor. A juzgar por las huellas en forma de pezuñas en el pectoral del delfín y el casco, el entrenador ya había hecho varios intentos.

―Ah, un sátiro, ―reflexionó Crisaor―. Un poco viejo y fibroso, pero los cíclopes pagarán bien por un bocado como él. Encadénenlo arriba.

—¡No soy carne de cabra de nadie!

—Amordácenlo también.

Pronto, el entrenador fue atado como un ternero de rodeo y desechado con las otras cajas de alimentos, armas adicionales, incluso el cofre mágico del comedor.

―¡No puedes hacer esto! ―gritó Annabeth.

―Delfines ―suspiró Percy.

Antes de que pudiera continuar, más guerreros delfines subieron por las escaleras, arrastrando al resto de sus amigos. Jason estaba inconsciente. A juzgar por los nuevos moretones en su rostro, había tratado de combatir. Hazel y Piper estaban atadas de pies y manos. Piper tenía una mordaza en la boca, por lo que al parecer los delfines habían descubierto que podía usar encanto vocal. Frank era el único que faltaba, aunque dos de los delfines tenía picaduras de abejas que cubrían sus rostros.
¿Podría Frank en realidad convertirse en un enjambre de abejas? Sería asombroso. Si él estaba libre a bordo de la nave en algún lugar, podría ser una ventaja, suponiendo pudieran encontrar la manera de comunicarse con él.

―¡Excelente!— Regodeó Crisaor. Él dirigió a sus guerreros para volcar a Jason por las ballestas. Luego examinó las chicas como si fueran regalos de Navidad, lo que hizo que Percy apretara los dientes.
―El niño es inútil para mí, ―dijo Crisaor―. Pero tenemos un acuerdo con la bruja Circe. Ella va a comprar las chicas, ya sea como esclavos o personas en formación, en función de su habilidad. Pero no tú, preciosa Annabeth.

Annabeth retrocedió. ― No me llevarás a ningún lugar.

El guerrero dorado chasqueó la lengua. ― Oh, por desgracia, Annabeth, no te quedarás conmigo. Me encantaría eso. Pero tú y tu amigo Percy serán negociados. Una cierta diosa está pagando una prima alta por su captura vivos, si es posible, aunque no dijo que debían de estar sanos y salvos.

En ese momento, Piper causó la perturbación que necesitaban. Ella gimió en voz tan alta que se oía a través de la mordaza. Luego se desmayó frente al guardia más cercano, golpeando sobre él. Hazel tuvo la idea y cayó al piso, golpeando y golpeando con sus piernas como si estuviera teniendo un ataque.

Percy sacó su lapiz-espada y atacó. La hoja debería haber ido directamente a través del cuello de Crisaor, pero el guerrero dorado era increíblemente rápido. Él esquivó y evadió mientras los guerreros delfines retrocedían ante el brillo solar que desprendía la rubia. Charlaban, incitándolo. Ellos no sentían que su líder estaba en ningún tipo de peligro.

—¡Arremete con todo, Percy!— chilló Ginny, aunque sus mejillas se calentaron al recibir miradas de sus amigos semidioses—. ¿Qué? Pensé que lo animábamos.

Sí que necesitaría ánimo...

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