11

GINEVRA SE FUE A SU habitación luego de entregarle la manta a Leo.
Se sacó los zapatos y caminó con la cabeza llena de ideas. ¿Cómo ayudaría a Annabeth?

Suspiró sintiendo impotencia. No le gustaba hacer esto.
Luego se sentarse en el suelo, cerró los ojos.
"¿Cómo ayudo a Annabeth, papá?" pensó. "Por favor, hazme llegar una revelación".

De repente, sintió que algo la empujó hacia atrás hasta caer. Al abrir los ojos, no había nada. Estaba todo oscuro, como si estuviera en el vacío.

—¿Hola?— preguntó frunciendo el ceño—. ¿Qué sucede?

—Ginevra Paris.

La rubia volteó para enfrentar a la voz, pero al ver quién era, se arrodilló.
—Minerva. ¿Q-qué sucede?

Tomó un tiempo que la diosa le respondiera. Parecía enojada mientras trataba de controlar algo ya que su cabeza se movía de un lado a otro.

—Quiero darte una orden.

—¿A mi, mi señora? ¿Qué desea?

—No ayudes a mi hija.

—Usted... ¿No quiere que ayude a Annabeth?— consultó la romana. Estaba totalmente confundida. ¿Por qué su madre no querría que la ayudara?

—Esta es una tarea meramente de los hijos de Atenea... Ni se te ocurra ayudarle de alguna forma, romana.

—P-pero, mi señora... ¿No cree que sería más fácil llegar a su cometido con ayuda divina?

—¿Dudas de mis órdenes?— exclamó firmemente la diosa—. Mis hijos no necesitan ayuda o cosas "fáciles".

—¿Y si me pregunta qué le digo?

—Eres hija de Apolo, seguro no te costará formular una excusa.

¿¡Qué demonios significaba eso!? "Inhala. Respira hondo. Mantén. Exhala" pensó para relajarse Ginevra.

—Está bien. No le ayudaré a Annabeth... ¿Tiene algún consejo para los demás?

—No me meteré con ustedes, ya tengo suficientes problemas. Sólo piensen. Sin mi hija lo necesitarán mucho.

La diosa se evaporó... Pero Ginevra no salió del lugar en el que estaba.
De repente sintió la ansiedad subir por su cuerpo, sin entender por qué.

Cuando pensó que estaba lista para despertar, se dió cuenta que algo se aproximaba. Sin poder tener tiempo para huir, una gran ola chocó contra ella llevándosela por consecuencia.

¿¡Qué haría ahora!? ¡No sabía nadar, no tenía a Percy!
Trató de aletear, pero la ola parecía haber sido provocada por un tsunami. Era imposible salir de ahí con vida.

Sintiendo cómo el aire que le quedaba se escapaba de su cuerpo, gritó con todas sus fuerzas a pesar que sabía que en el agua no servía de nada.
"¡PERCY!"

Cerró los ojos sin poder sentir fuerzas cuando de repente sintió un zarandeo.
Sentía que por cada movimiento, ella comenzaba a subir un poco más a la superficie.
Creía que había muerto y le tocaba servirle a los dioses de otra forma.

Sucedió tan rápido que cuando sintió la luz pasar a través de sus ojos, pensó que estaba viendo a Neptuno.

—¡Ginny!— exclamó Percy Jackson sin dejar de moverla.

Inspiró rápidamente todo el aire que pudo para luego observar a su amigo y abrazarlo.
Todos los demás semidioses estaban ahí, pero no importaba... Era hora de mostrar debilidad.
Frank sabiamente le pidió a los griegos que se quedaran afuera. Ginevra no querría hablar estando todos ahí.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué me llamaste así?

—¿Llamarte? ¿A-a qué te refieres, Percy?

—Fue un grito desgarrador, Ginny— dijo Hazel con preocupación—. Parecía como si te... Ay, ni siquiera quiero decirlo.

—¿Qué sucedió, Ginny?

Paris ni siquiera quería parpadear. Tenía miedo de volver a aquel lugar.
—Yo estaba... Meditando y luego todo tenía un fondo negro, pero una ola me llevó y me iba a quedar sin aire y... y...— la rubia comenzó a temblar—. Esa... Esa loca lo sabía. Me hizo tener esa visión tan real a propósito.

—Ginny... No entiendo lo que dices— confesó Percy sin soltarla ni un momento.

—Gaia... Ella sabe que me da miedo el a-agua. Trató de hacerme sentir que me ahogaba, aunque en la vida real me hizo... dejar de respirar— explicó la hija de Apolo mientras sentía lágrimas en sus ojos.

—Ay no, Ginny...— la miró Levesque—. En Alaska caíste al agua y sucedió lo mismo... No imagino lo horrible que fue, lo siento.

—¿Por qué no nos dijiste esto? Le tienes miedo al agua y estás en un barco— habló Frank.

—Somos romanos, hacemos todo por una misión... Lo que me pasó no es importante. Es esta diosa loca. Deben tener mucho cuidado, chicos.

—¿Cómo es que después de todo esto puedes pensar en que a los demás no les suceda?— preguntó Percy contrariado.

—Es mi deber— sonrió débilmente ella. Se sentía tan cansada por haber luchado contra el agua que sentía repentino sueño—. Gracias Percy, eres el mejor hermano.

Todos se quedaron callados, pero no importó, porque Ginevra ya estaba dormida.

[...]

A la mañana siguiente Paris se despertó con un cuerno de un barco diferente un sonido tan fuerte que literalmente le sacó de la cama.

Se preguntó si Leo tiraba una broma. Entonces el cuerno resonó de nuevo.
Parecía que venía de varios cientos de metros de distancia, desde otro buque.
Ella se apresuró a vestirse. En el momento en que subió a cubierta, los otros se habían reunido ya apresuradamente, todos vestidos excepto el entrenador Hedge, quien se había retirado la guardia nocturna.

Frank con su camisa de los juegos de invierno de Vancouver. Percy vestía un pantalón de pijama y una coraza de bronce, que era una declaración de moda interesante. Hazel tenía el pelo volado todo a un lado, como si hubiera caminado a través de un ciclón, y Leo se había accidentalmente prendido fuego. Su camiseta estaba hecha jirones carbonizados. Sus brazos estaban humando.

Alrededor de un centenar de metros a babor, un crucero enorme se deslizó. Los turistas les saludaron con la mano desde unas quince o dieciséis hileras de balcones. Algunos sonrieron y tomaron fotografías. Ninguno de ellos parecía
sorprendido al ver un trirreme griego antiguo. Tal vez la niebla hizo que pareciera un barco de pesca, o tal vez los cruceros pensaban que el Argo II era una atracción turística.

El crucero sopló su cuerno de nuevo, y el Argo II tuvo un ataque de temblor. El entrenador Hedge tapó sus oídos—. ¿Tiene que ser tan fuerte?

—Están diciendo "hola"—especuló Frank.

—¿QUÉ? —Hedge gritó de nuevo.

El barco pasó junto a ellos, en dirección hacia el mar. Los turistas siguieron saludando. Si les resultó extraño que el Argo II estaba poblado por niños medio dormidos en pijama y armadura y un hombre con patas de cabra, no lo demostraron.

—¡Adiós! —dijo Leo, alzando la mano.

—¿Puedo usar las ballestas? —se preguntó Hedge.

—No—dijo Leo con una sonrisa forzada.

Hazel se frotó los ojos y miró a través del agua reluciente verde—. ¿Dónde estamos?, oh... Wow.

Ginevra siguió su mirada y se quedó sin aliento. Sin el crucero bloqueando su vista, vio una montaña que sobresalía del mar a menos de media milla hacia el norte.

—El Peñón de Gibraltar, —dijo Annabeth en el temor—. En la punta de España. Y allí... —Ella señaló al sur, a un tramo más lejano de colinas rojas y ocres—. Eso debe ser África. Estamos en la boca del Mediterráneo.

—Siempre quise pasear por Europa— murmuró débilmente Ginny—. Ir al museo del Louvre en Francia, ver el Coliseo en Italia, ir a King Cross en Londres... Aunque son sueños que tenía cuando era pequeña... Como conocer a One Direction o descubrir isla desierta.

—Tienes sueños raros, Rapunzel— le dijo Leo a su lado.

—Tú eres raro al seguir diciéndome así... Um... Espera... Oh. No hay ningún personaje que sea como tú.

—Soy como el príncipe Naveen, ¿no? Moreno, de rizos...

—¡Pero Naveen es guapo!

—¡Ya sé, igualitos!— sonrió galante Valdez. Ante eso Ginevra carcajeó ligeramente.

—Um, bien— cerró los ojos ella tratando de concentrarse en la misión. Subió un poco más la voz para que los demás semidioses la oyeran—. Estamos en el Mare Nostrum, entonces ahora... ¿Sólo navegamos?

Una vez en el Mediterráneo, el Mare Nostrum, estarían en las antiguas tierras. Si las leyendas eran ciertas, su búsqueda sería diez veces más peligrosa.

—¿Por qué no? —dijo Leo—. Es un gran canal de navegación. Barcos entran y salen todo el tiempo.

Annabeth miró al Peñón de Gibraltar.
—En los viejos tiempos, se llamó a esta zona los pilares de Hércules. El Peñón se suponía que era un pilar. La otra era una de las montañas africanas. Nadie está seguro de cuál.

—Hércules, ¿eh? —frunció el ceño Percy—. Ese tipo era como el Starbucks de la antigua Grecia. Dondequiera que vayas, lo encontrabas.

Un auge atronador sacudió al Argo II, aunque Paris no estaba segura de dónde venía esta vez. No vio a ningún otro buque, y los cielos estaban claros.

Tenía la boca seca de repente—. Así que... estas columnas de Hércules. ¿Son peligrosas?

Annabeth se quedó centrada en los acantilados blancos, como si esperara que la marca de Athena ardiera a la vida—. Para los griegos, los pilares marcaban el fin del mundo conocido. Los romanos dijeron que los pilares estaban inscritos con una
advertencia en Latín.

—"Non plus ultra"— dijo Percy.

Annabeth miró atónita—. Si. No hay nada más allá. ¿Cómo lo supiste?

Percy señaló—. Porque la estoy mirando.

Justo delante de ellos, en medio de los estrechos, una isla apareció. ¿Había visto esa isla? Parecía que salió de la nada. Era una pequeña masa de tierra montañosa, cubierta de bosques y rodeada de playas de arena blanca. No era muy impresionante en comparación con Gibraltar, pero en frente de la isla, que sobresalía de las olas de un centenar de metros de costa, había dos columnas blancas griegas tan altas como el mástil del Argo. Entre las columnas, las palabras grandes de plata brillaban bajo el agua, tal vez una ilusión, o tal vez incrustadas en la arena: NON PLUS ULTRA.

—¿Chicos, doy la vuelta?, —se preguntó Leo con nerviosismo—. ¿O...?

Frank respiró hondo. ¿Podría ser ese...?
—Hércules —dijo Jason—. El semidiós más poderoso de todos los tiempos.

El Argo II estaba sólo a unos pocos cientos de metros de las columnas ahora.
Nadie respondió. A medida que el barco se acercó a las columnas, vieron a un hombre de cabello oscuro con túnicas moradas, con los brazos cruzados, mirando fijamente a su barco como si estuviera esperando. Ginna no podía decir mucho más de él desde esa distancia, pero a juzgar por su postura, él no estaba feliz.

—Necesito una respuesta, —dijo Leo con urgencia—. Puedo dar vuelta, o podemos despegar. Los estabilizadores están trabajando de nuevo. Pero necesito saber rápido...

—Tenemos que seguir adelante, —dijo Annabeth—. Creo que él está guardando estos estrechos. Si es realmente Hércules, navegar o volar no serviría de nada. Querrá hablar con nosotros.

—¿Estará Hércules de nuestro lado?, —preguntó Piper esperanzada—. Quiero decir... él es uno de nosotros, ¿verdad?

Jason gruñó—. Él era un hijo de Zeus, pero cuando murió, se convirtió en un dios. Nunca se puede estar seguro con los dioses.

—Genial— dijo Percy—. Ocho de nosotros contra Hércules.

—¡Y un sátiro! —Hedge añadido—. Podemos hacerlo.

—Maravilloso, que el sátiro venza a Hércules por su cuenta y después lograremos pasar— rodó los ojos Ginevra con obvio sarcasmo.

—¡Sí!— gritó el entrenador en aprobación.

—¡No!

—Tengo una idea mejor —dijo Annabeth—. Enviamos embajadores a tierra. Un grupo pequeño uno o dos como máximo. Traten de hablar con él.

—Voy a ir —dijo Jason—. Es un hijo de Zeus. Yo soy el hijo de Júpiter. Tal vez sea amistoso conmigo.

—O tal vez él te odie —sugirió Percy—. Los medio hermanos no siempre se llevan bien.

Jason frunció el ceño—. Gracias, señor optimismo.

—Pienso lo mismo que Percy– levantó la mano Ginny—. Pero no por los lazos, sino porque probablemente sea un patán.

—¡Ginna! Debes ponerte de mi lado ahora...

—Estoy del lado de la razón, Jason— elevó los hombros ella.

—Vale la pena un tiro, —dijo Annabeth—. Por lo menos Jasón y Hércules tienen algo en común. Y necesitamos a nuestro mejor diplomático. Alguien que sea bueno con las palabras.

Paris ojeó levemente a Piper. Era perfecta para el papel.
No tardaron mucho en convencerla para luego verlos bajar juntos tal Mary Poppins.

La rubia se fue al comedor a observar las imágenes del campamento mestizo. En realidad no las observaba, su mente se llenaba rápidamente de pensamientos intrusivos sobre lo que había pasado con Gaia.
Se sentía tan avergonzada que no sabía cómo explicaría lo sucedido.

Ser romana significaba ser fuerte, y ella era todo lo contrario en ese momento. ¿Por qué no podía ser más dura? ¿más inteligente? ¿más preparada para la lucha?

Jackson llegó a su lado sin que ella se diera cuenta de ello.
—¿Qué pasa, Ginny? Has estado rara todo el día.

—No sé cómo explicar lo que pasó ayer. Nunca me había pasado esto en una misión, generalmente soy muy centrada en el propósito y me despojo de mi misma— había empezado a decir ella.

—Hey, calma... No eres una máquina, no puedes apagar esa parte de ti cuando quieras.

—¿No? Generalmente me funciona muy bien.

—Ginevra... Si te hace sentir más tranquila, nosotros les explicamos a los demás lo que sucedió con Gaia, sin mencionar las cosas que te avergüenzan. Y ellos no preguntarán si tu no hablas de ello, porque así son. Por lo menos Annabeth de vez en cuando.

—Gracias Percy— sonrió ella agradecida—. Eres un buen... Amigo.

—Está bien, ayer dijiste que era el mejor hermano.

—¿¡QUÉ!?

Oh, maldición.




[nota de autora]
¡felices fiestas! el mejor regalo son todos estos votos en la historia... Espero que les guste.

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