PRESENCIAS OSCURAS


Es normal pensar en la muerte  de vez en cuando…es parte natural de la vida pero, sí para los adultos a veces es un tema tan profundo como abrumador al punto de querer evitarlo ¿Cómo sería para unos niños de 11, 10 o 9 años de edad?...
La incertidumbre de qué pasa después de morir; Ese terrible temor a las entidades y fuerzas que se mueven alrededor de este “concepto”… así como el pensamiento…(solo) el pensamiento de este tema, es capaz de mover y cambiar las energías dentro de nuestro cuerpo… y así también puede afectar un entorno, un lugar, alimentando de diferentes formas… a las fuerzas… fuerzas oscuras que se deslizan entre nosotros, entre los planos físicos, metafísicos y espirituales…Incluso escondiéndose entre otras energías, influenciando tóxicamente la esencia de las cosas. Y así parecía tras el funeral de dos niños de una residencia en la ciudad Aragüeña llamada La Victoria; habían sido encontrados en la canal del rio Calanche, que pasa saliendo de la Ciudad…108 apuñaladas les dieron a cada uno, aun se desconocían los culpables, o los motivos para hacerlo.  La semana siguiente a aquel suceso, comenzó con una nublada y lluviosa mañana, los niños corrían acompañados de sus padres bajo los paraguas, con sus impermeables plásticos, incluso algunos con sus botas para la lluvia, el clima estaba tan frío que había una paleta de tonos grises en el cielo.

…Algunos pocos habían asistido a clase, estaba aquel chubasco desde temprano por lo que ese día no cantaron el himno Nacional en el patio como de costumbre, la escuela entera emanaba un olor a tierra mojada y papeles húmedos…

Ese niño de diez años, Isaac; estaba tan cansado, que apenas estaba despierto, las gotas frías de lluvia lo ayudaron a espabilarse, pero aun así tenía demasiado sueño, había tenido pesadillas toda la noche.

En sus sueños, Isaac corría por una llanura árida y oscura, sentía un terrible temor de aquello de lo que escapaba, habían aves negras que volaban piando de un lado a otro, hasta que finalmente llegaba al borde de un acantilado, junto a un árbol seco y marchito.

En el sueño, él se daba vuelta descubriendo unos ojos amarillos brillantes que lo miraban.

Caía acantilado abajo, atrapado en el terror que aquellos ojos infundían, varios de kilómetros en la caída, yacía finalmente en una tumba abierta, bajo un árbol de samán en medio de la oscuridad, y es así como aquel sueño terminaba.

No podía asociar ninguna cosa del sueño con nada parecido a la realidad, solo aquellos ojos amarillos.

Entonces recuerda, cuando los vio de frente aquella noche en la canal bajo el puente, su rostro, sus orejas, lo extraño de aquel alargado y perturbador cuerpo, era exactamente como lo había imaginado en aquella historia.

Mientras la profesora Olga leía para todos la novela "El Coronel no tiene quién le escriba" Isaac miraba por la ventana, aún pensativo, atrapado en la caída de agua, aquellas gotas alargadas que llovían a cántaros, mientras se pasaba la mañana permanecía la promesa de ser un día lluvioso, de seguro si quiera habrá recreo ese día.

Isaac esperaba reunirse con sus amigos Luis y Eliel, pero aquello ahora parecía imposible, las horas pasaban lentas, parecían eternas pero la lluvia no se inmutaba, parecía haber mantenido el mismo ritmo toda la mañana.

Pasada la hora del recreo, la profesora permitió a los estudiantes sacar los juegos de mesa del almacén del salón, y que formaran grupos para jugar en lo que restaba de hora.

Isaac, aunque era poco sociable con los niños de su clase, prefería ir a buscar que jugar, antes de quedarse otras dos horas más sentado en su puesto, sin hacer nada. Se acercó al primer grupo de tres que jugaban ajedrez, pero ... Todavía llevaban un jugador parado, y el ajedrez era un juego relativamente largo.

Continuó y había un grupo de cuatro niños jugando a Monopolio, a penas Isaac se detuvo frente a ellos, estos le dedicaron una mirada, como esperando a que dijese algo, Isaac, estaba cansado de jugar ese juego con sus vecinos, Luis siempre decía para jugarlo, e Isaac siempre terminaba perdiendo y enojado.

Definitivamente, no jugaría monopolio.

Continúa caminando y quedaban tres grupos más, así que se acerca descubriendo que juegan a sospecha.

Isaac jamás lo había jugado antes pero, había visto cientos de veces el comercial del juego en la televisión, se sienta alrededor de los tres jugadores, a observarlos, quienes si quiera se percatan de la presencia de Isaac, estaban concentrados en aquel juego lanzando los dados en búsqueda del asesino de Rick, el adinerado dueño de la mansión.

La profesora Olga, era una grande y robusta mujer, tenía el cabello corto y teñido de amarillo, a pesar de ser morena.

La mujer, estaba revisando su plan de evaluación, parecía llevar también los ánimos caídos; acto seguido se levanta del escritorio y camina en dirección al almacén del salón, lo abre y saca una pila de cuadernos de varios colores y modelos, los coloca sobre su escritorio, saca una pila más de cuadernos, y cierra el almacén, aquellos cuadernos eran parte de una actividad que le había colocado a sus alumnos al inicio del año, con el propósito de que los utilizaran como diario, donde podrían escribir también sus ideas, planes, secretos, todo aquello que se les pasara por la cabeza.

Chequeando la lista de asistencia, iba buscando entre la pila, los cuadernos correspondientes a los alumnos presentes, llamándolos para entregarlos.

─vayan tomando sus diarios según los vaya llamando...y pueden ir escribiendo lo correspondiente al día de hoy─ explicó la profesora Olga, y así fue recogiendo los grupos de niños hasta que todos los juegos quedaron vacíos sobre los escritorios del fondo.

Isaac se sentó junto a su amigo Jeremy, uno de los pocos amigos de la escuela.

─ ¡Amo esta parte del día! ─ soltó Jeremy con la lengua por fuera, inspirado escribiendo sobre el cuaderno.

─ ¿Amas escribir en el diario? ... ¿Desde cuándo te gusta hacer alguna tarea? ─ espetó Isaac considerando que fuese un chiste de su compañero.

─ ¡Esto no es tarea! ─ bramó Jeremy. ─ ¡Esto es escribir idioteces hasta que se pasa la hora!

Isaac le dedica una carcajada, esa si era la actitud que conocía de Jeremy, prácticamente el payaso de la clase.

Tras volver la mirada a sus compañeros, todos escribiendo en su diario, trata de concentrarse en escribir en el suyo, todos parecían inspirados aunque pasaron todo el día encerrados en el salón de clases.

Isaac miraba la hoja blanca de rayas de cuaderno, considerando como, si quiera, empezar a escribir, quería desahogarse pero ¿podría escribir sobre la pesadilla? Si alguien llegase a leerlo pensaría que es un bobo, o peor... que estaba loco.

¿Y si realmente lo estaba? Había visto con sus propios ojos un monstruo de piel roja, de casi tres metros de alto, con cachos y que tenía ojos amarillos, definitivamente no era algo normal.

Isaac comienza escribiendo la fecha, con mes y año, seguido de la ciudad y el nombre del colegio. Lanzó la mirada a los demás compañeros  terminando en su profesora, quien tenía la mirada sobre él.

─ ¿Algún problema, señorito González? ─ preguntó ella desde su escritorio.

Isaac negó con la cabeza rápidamente, Sonrió nervioso, y luego metió la cara en el cuaderno, punteándolo con el borrador del lápiz en su mano.

Seguramente, la profesora Olga se había percatado de que Isaac era el único que no estaba realizando la actividad, así que era mejor comenzar a escribir cualquier cosa cuanto antes, con temor, de que aquello alguna vez fuese leído, comenzó a describir aquel sueño, solo el sueño, y como se había estado cuestionando el significado de aquella pesadilla.

Muchos de sus compañeros se tomaban el tiempo de decorar con dibujos, y plumones de colores las hojas de su diario, el de Isaac a diferencia, tenía apuntes, pues tras terminar de escribir, releía un par de veces lo que había escrito antes de entregarlo.

Se hizo la hora de salida, cuando sonó la campana, los niños de todos los años y secciones se habían acumulado en los pasillos de la salida trasera de la escuela, habían tantos reunidos aun a la espera de sus padres, que no había espacio por donde moverse.


La lluvia no pretendía cesar al parecer, había mantenido el ritmo hasta las doce del mediodía, y aún quedaban niños por irse, cuando finalmente, La señora Ana, la madre de Isaac y Francy llegó para recogerlos, conjunto a Eliel.

Con aquella gran sombrilla chorreando, los esperaba a la puerta vigilando a los tres niños que se abrían paso para llegar a ella, una vez se agruparon bajo aquel gran paraguas negro, caminaban de regreso a la residencia.

─ ¿Qué tal les fue hoy en clase? ─ preguntó la señora Ana con animosa sonrisa para los niños.

─ ¡Estuvo aburrido! ... prácticamente no hicimos nada─ respondió Eliel al instante.

─ ¡Sí! ─ confirmó Isaac.

─ ¿aburrido? ¿Y eso, por qué? ─ curioseó la mujer con ternura por aquellos pequeños.

─ no hicimos nada, nos pusieron a leer un libro de un tal "Gabriel"... y después nos pusieron a dibujar ─ contestó Eliel con aquel tono aburrido.

─ a nosotros nos pospusieron la exposición, también leímos un rato, y luego platicamos sobre las páginas que leímos... y después nos pusimos a jugar─ contó Isaac no más animado que su amigo.

─ ¡oh ya veo! ─ comentó la señora Ana siendo condescendiente ante los pesares de aquellos niños. ─ ¿Y tú, Francy? ¿Cómo te fue hoy?

─ ¡nosotros practicamos caligrafía, leímos y dibujamos! ─ contó ella con un poco más de entusiasmo.

─ ¡Qué bueno! ─ Le felicitó la madre. ─ ¿Cuántas páginas de caligrafía hiciste?

─ ¡cuatro páginas enteras, mami! ─ sonrió la niña con la mirada a su madre.

─ ¡Lo único bueno es que hoy no mandaron tareas! ─ reconoció Eliel.

─ seguro se debe a que faltaron algunos niños─ concluyó la mujer ante el comentario.

─ ¡Faltaron muchos, mamá! ─ confirmó Isaac.

─ ¡Con esta lluvia tan fuerte!... sólo espero que no hayan muchos desastres... hay muchas casas que se han venido abajo con estos diluvios─ suspiró la madre, guiándolos a cruzar saltando la corriente de agua que pasaba por la calle.

Al cabo de algunos minutos, habían llegado a la residencia, Eliel agradeció a la madre de Isaac y se fue a casa, luego estando finalmente en casa se ducharon y almorzaron.

La señora Ana parecía ocupada por teléfono desde mediodía hablando con su padre. El anciano había logrado por fin, inaugurar un almacén de alimentos y rubros, e intentaba convencer a su hija de trabajar con él.

Aunque realmente aquella entrada de dinero no estaba por demás, la señora Ana no estaba del todo segura de poder aceptar, los niños estaban en clase hasta las once o doce del día, tenían que almorzar, no tenía quien los cuidara y para rematar, su esposo no vería nada bien que saliera a trabajar, ella lo conocía bien, no le gustaría nada, y mucho menos deseaba que en una de las borracheras de su esposo, fuese a armarle un espectáculo de los suyos al negocio de sus padres.

Sin embargo aquel anciano no estaba dispuesto a perder la esperanza, esta era la quinta vez que llamaba a su hija para encargarle un puesto en la oficina del lugar.

A eso de las cinco de la tarde fue que la lluvia había cesado, la señora Ana había estado planchando ropa casi toda la tarde y cuando terminó fue a recostarse a su cama, acompañada por sus dos hijos.


Esa noche, en aquel mismo conjunto residencial, Luis y Judy se hacían en la sala de su casa, sentados en el sofá cama tapizado, en la sala, veían la televisión mientras su madre, La señora Judith, terminaba de preparar la cena.

Su padre estaba retrasado, eran más de las nueve de la noche y aún no había llegado de trabajar en el taller mecánico.

Los niños, estaban viendo ánimes, las caricaturas japonesas que eran por mucho las favoritas de aquellos hermanos.

─ ¡Judy! ─ llamó la pequeña mujer desde la cocina. ─ ¡Ayúdame a servir!... ¡pásame los platos, por favor! ─le pidió con cierta concentración a su hija, quien de inmediato acudió a la petición.

Judy le acercó los platos limpios a su madre, con algunos cubiertos encima, su madre los recibió con manos temblorosas, dejando caer por accidente algunos cubiertos.

Judy se agacha para recogerlos, y acercárselos a su madre.

─ ¿Qué tienes, mami? ─ inquirió la niña tras notar la expresión tensa de la mujer.

─ ¡nada, nada! ─ musitó tratando de controlarse. ─ Tu papá, ha estado inconsolable... espero no este bebiendo de nuevo.

Judy revivió la trágica noticia, su abuela paterna ya no se encontraba con ellos, parecía tan duro creer que aquella dulce y consentidora viejecita los había abandonado tan inesperadamente.

Sin saber que responder, marcha de regreso al sofá, con pasos lentos e intercambiando miradas con su hermano, quien fue espectador desde el lugar.

─ mamá está muy preocupada por papá─ susurró Judy sentándose junto a su hermano, quien le dedica una mirada molesto.

─ ¡Claro que lo está! ─ brama en respuesta, manteniendo un tono de voz bajo.

─ ¿crees que papá se recupere? ─ le pregunta a su hermano.

─ No lo sé, Judy─ musitó preocupado por ello. ─ Yo no me imagino como seria... si mami se muriera.

Judy lanza la mirada a su madre, aun sirviendo la cena en la cocina, abrumada con tan solo la idea hipotética, de perder a su madre.

Al poco tiempo llegó el señor Jesús, sus hijos corrieron a abrazarlo a penas entró por la puerta, el señor con notoria ebriedad, los abraza fuertemente, con aquella pena y dolor protagonizada en su rostro, sus ojos rojos e hinchados, delataban la lloradera que habrá echado mientras bebía.

Mareado y nauseabundo, su esposa lo llevó al cuarto donde lo ayudaba a comer, y curar sus malestares, mientras que en la sala, los niños desarmaban aquel sofá cama, armando sus lechos para por fin acostarse, tendían las sábanas, almohadas y cobijas ellos mismos, aplastados por el sentimiento de luto que allí residía.

Judy entró a ducharse primero, después salió del baño vistiendo su pijama rosa de short y franela, con su larga cabellera negra azabache húmedo, estirado hasta sus glúteos.

Peinándose, con la toalla al hombro cruza la sala, tiende en un gancho la toalla húmeda y la cuelga en las rejas de la ventana de la sala. Se sienta en su sofá convertido en cama, aun peinándose, estaba muy seria y callada, Luis lanza la mirada a su hermana, pensando en lo que había dicho, a veces era muy seco con ella, muy agrio quería decir.

Sin embargo, no quería disculparse, estaba muy triste, muy enojado, y muy confundido.

Luis, coge su toalla sobre su sofá cama, y arrastrando las cholas al andar, entra al baño, cuelga la toalla y pone el seguro de la puerta, se detiene un instante pensativo con el dedo sobre el pomo, luego se desviste, se cepilla los dientes mirándose en el espejo con aquella expresión seria, enojado.

Se contempla al espejo y se decía que:( ─ "no he podido llorar más, y ahora no puedo darme el gusto de llorar... papá ha llorado mucho... luego Judy por la mañana, cuando íbamos a la escuela... si papá nos ve a todos triste, se va a derrumbar..."─)

Bajó la mirada escupiendo el enjuague al lavamanos, cuando... descubre los mechones de pelo negro de su hermana.

─ ¡JUDY! ─ Gritó desde el cuarto de baño, enojado, luego recuerda que su padre yace ebrio y deprimido en la habitación adjunta, entonces, se encoge de hombros esperando no se hubiese escuchado tanto, aunque todo el edificio debió escuchar.

Tras algunos segundos contiene la ira, y resopla tratando de calmarse, se desocupa del cepillo de dientes colocándolo en su lugar, se seca las manos y toma papel higiénico sobre el juego de baño naranja de la tapa del inodoro, con cuidado de no tocarlo con los dedos usa el papel como medio para retirar los pelos del lavabo, con repulsión, alejándolo de él, lo tiró a la papelera con todo y papel.

Finalmente, se mete a la ducha cerrando la cortina plástica, y comienza a ducharse con aquel chorro de agua fría cayéndole sobre la cabeza, abría los ojos contemplando el efecto distorsionado, causado por el agua deslizándose por su rostro.

A primer momento extiende el brazo a la pequeña ventana del baño, para alcanzar el champú, se pone sobre las puntas de sus pies logrando tomarlo, lo abre, vierte un chorro grande haciendo ruido con el pote, con la mano disponible lo devuelve a su lugar y comienza a frotarse el cabello, dando masajes a su cuero cabelludo, contándolos: (eran 20 de una forma circular, y 20 más en reversa).

Luis, lo llamaba estimulación y aseo, a veces era un poco quisquilloso, sobre comida con alguna mala impresión, Incluso comida de la calle, tan solo pensar en los gérmenes y las miles de enfermedades a causa de ellos, lo ponía realmente nervioso.

Ahora que lo pensaba, debió avisarle a la abuela, debió ser más cuidadoso con ella, su abuela, había fallecido a causa de un germen que se introdujo de alguna forma en el torrente sanguíneo de la mujer, alojándose y adhiriéndose a las paredes de las cavidades y válvulas del corazón, al infectarse, estas se inflaman, es lo que llamarón una "Endocarditis infecciosa", Luis había investigado sobre la enfermedad cuando su abuela empezó a penas a presentar síntomas notorios, lo había sacado de la computadora por internet. Luis pensaba que de alguna forma, debería alertar a sus padres y a su hermana, pero... ¿Quién le haría caso? Era solo un niño.

Se escucha bajo sus pies un ruido fuerte similar a un eructo, Luis retrocede y vuelve la mirada hacia el desagüe de la ducha, mientras los últimos rastros de espuma blanca caían como remolino por la tubería.

Confundido, se queda un segundo vigilando al desagüe, estaba seguro que lo escuchó provenir de allí...suena nuevamente aquel estruendoso ruido y Luis ve saltar un poco de agua desde el desagüe hacia afuera.

─ ¡Dios! ─ musita asqueado tratando de evadir las gotas.

Vuelve a escupir agua la tubería, esta vez parecía agua sucia, de tonos de gris y marrón, Luis salta evitando salpicarse con un pequeño pulso de adrenalina, sorprendido.

El desagüe escupió dos veces seguidas, salpicándole los pies, luego las piernas y la cara, Luis se frustra con asco, cuando siente el agua sucia sobre su piel.

─ ¡Coño! ─ bramó en voz baja sujetando la cortina, listo para salirse si vuelve a escupir agua la tubería.

Espera algunos segundos, pero no pasa nada, el agua seguía bajando por el desagüe sin ser devuelta.

Luis, se acerca un poco lanzando la mirada al hueco por dónde se iba el agua, parecía ya estar fluyendo con normalidad, camina bajo la regadera desesperado por asearse, colocándose casi por completo bajo el chorro de agua, se enjuaga con frenesí, desesperado por sacarse aquella suciedad, preguntándose ¿Por qué justo a él tenía que pasarle?

Las luces parpadean, Luis vuelve la mirada al techo, esperando que no se fuese a ir la energía eléctrica estando en la ducha, pero pronto continúan alumbrando con normalidad, el niño suelta un suspiro de alivio, cierra el paso del agua de la regadera, y toma su panela de jabón de la jabonera incorporada a la pared.

Comienza enjabonarse cuando le parece escuchar unas voces, sonaban lejanas, y como si estuvieran dentro de un túnel. Luis, curiosea esperando distinguir si provenían del estacionamiento de la residencia, o del de la residencia de al lado...

Se escuchaban cercanos, era como niños montados en una montaña rusa gritando todos al mismo tiempo, se escucha un burbujeante sonido, provenía de la tubería del desagüe, Luis hace la mirada al hueco, cuando le preocupa notar que las voces salían de aquella tubería también.

Él se preguntaba, ¿si muy en el fondo de la tuberías del desagüe habían miles de niños, siendo ahogados por el agua que caía por las tuberías del edificio? ¿Serán sus voces pidiendo ayuda bajo el agua lo que hacía escupir el agua por la tubería?

Nuevamente burbujea el desagüe en el piso de la regadera, chisporroteando agua y escuchándose aquellas voces provenir claramente de aquel pequeño hueco en el suelo.

Preocupado, Luis no podía imaginarse ¿cómo era eso posible? ¿Cómo esos niños llegaron allí?

Temeroso se acerca al orificio, pensando que si él los escuchaba, entonces ellos también deberían poder escucharlo a él. Observa el agua cayendo con normalidad, todo parecía normal exceptuando las repentinas escupidas de agua que soltaba.

─ ¿H-hola? ─ musita Luis juntando sus manos junto a su boca para que el sonido llegase mejor al desagüe. Las voces aun hablaban desordenadamente, y casi ni se les escuchaba. ─ ¿Hola?—repitió.

Sobreponiéndose sobre las voces, se escucha un sonido retumbante y creciente, como una exhalación pesada y ronca que se convirtió en un grito seco, al tiempo en que por la tubería surgió un gran chorro de aguas grises con eses, marusas de pelos y trozos de porquería, todo directo a su cara, Luís sorprendido y asqueado escupe toda el agua que le chorreaba en la boca retrocediendo dos pasos, se resbala sobre el suelo encharcado y cae de nalgas sobre el agua sucia dándose un fuerte golpe en el hombro que hizo sonar la pared.

Las luces del cuarto de baño parpadearon dos veces, al tiempo en que una riza burlona se oye por las cañerías.

Tocan a la puerta del baño, al tiempo en que se escuchan a la señora Judith y a Judy llamándolo, preocupadas por el sonido del golpe en la pared, Luis seguía en el suelo de la ducha sintiendo que sudaba y le faltaba el aire, recuperando la compostura, y vigilando como el chorro de la regadera se llevaba todo de regreso al desagüe, temblaba perplejo, se comenzó a observar a sí mismo descubriéndose bostas de porquería pegadas a la piel, sintiéndose realmente sucio, sintió náuseas, estaba seguro que vomitaría la cena.

─ ¡Sí! ─ musitó Luis al fin. ─ ¡Solo me lastimé un poco el hombro! ... pero estoy bien─ explicó sin apartar la mirada del hueco mientras se ponía de pie, se metió bajo el chorro estrujándose rápidamente, y luego volvía a salir por si volvía a escupir agua.

─ se escuchó un golpe fuerte, Luis... ¡Deja verte! ─ insistió la madre preocupada al otro lado de la puerta.

─ ¡Estoy bien, mamá! ¡Por favor, me estoy bañando! ─ Se sobresaltó liberando aquella rabia que sentía tras semejante baño de porquería.

Tras algunos segundos... ─ ¡está bien! ─ se escuchó decir a su madre, Luís sale del chorro de agua, y se detiene pensativo en la forma en la que respondió a su madre, era raro también que ella no estuviese ya adentro, dándole unas nalgadas por haber sido tan grosero.

Pero bueno, nadie sabía por lo que Luis había pasado, vuelve a meterse bajo el chorro, se frota con el jabón, y vuelve a salirse, de ese mismo modo estuvo repitiendo la operación por un rato, para terminar… volvió a colocarse champú y esta vez se lo frotó por todo el cuerpo.

Tan solo recordar aquel momento le revolvía el estómago, una vez se había puesto el pijama y salió del baño, su madre lo aguardaba para ver dónde se había lastimado.

Luis tenía un gran moretón por la espalda encima del hombro, aunque estaba inflamado, no parece haberse roto un hueso ni nada por el estilo, así que con el paso de unos minutos, cada quien se fue a dormir.


La mañana siguiente amaneció oscura, y un poco fría, el cielo estaba nublado y prometían convertirse en una posible tormenta eléctrica, la señora Judith llevaba con prisa a sus hijos a clase, tenía que volver pronto a otro colegio, al otro lado de la ciudad, donde había conseguido ser suplente temporal, mientras la profesora de quinto año "C", estaba de reposo, ella a veces, deseaba cambiarlos a la escuela "Machado Cisneros" y así tener que hacer un solo viaje en las mañanas. De camino, había un silencio entre los tres, sin duda el duelo, y la situación en casa estaba haciendo las cosas un poco tensas.

La señora estaba preocupada por su esposo, era siempre tan alegre, aunque impulsivo, era alguien del que a todo le encontraba chiste, pese a que trabajaba, siempre dedicaba tiempo a sus hijos, era un buen esposo, pero ahora, estaba roto, sin duda perder a su madre lo había abatido, se notaba en su andar, su mirada caída y sus ojos ausentes de brillo, prácticamente mudo, y con esos arranques que le vienen, llorando como un niño chiquito, pero no era para menos... había perdido a su madre.

Judy caminaba colgada del brazo de su madre, apreciando la angustia en el rostro de la mujer, tratando de preguntarse si papá y mamá hablaran sobre el tema, o si sabrán cómo seguir adelante, sentía tanto miedo de que algo malo pudiera pasar. Su papá ha estado muy triste, es cierto, pero jamás lo había visto fumando cigarrillos hasta ayer en la tarde, cuando bajó a recoger una camiseta del colegio que se le cayó por la ventana cuando la colgaba, bajando las escaleras... lo vio, estaba parado apoyado sobre la pared de respiraderos en las escaleras, fumándose un cigarrillo, con la cara sudada, se le quedó viendo sorprendido cuando lo pilló, sonrió escondiendo el cigarrillo detrás de su espalda, pero aquella sonrisa, se veía triste, con los ojos húmedos, sonriendo forzadamente a plena vista, rápidamente se dio media vuelta el hombre y se fue.

Judy no sabía si la mamá estaba al tanto de que su padre fumaba, o si Luis lo sabía, no sabía tampoco si su padre se molestaría con ella, si se lo cuenta a los demás miembros de la familia, pero Luis quizás debería saberlo, o eso pensaba Judy mientras observaba a su hermano caminar al otro lado de su madre, estaba con aquella expresión viendo los papeles pegados a lo largo de la pared, parecía muy pensativo, y hasta un poco mal humorado, suponía que hoy sería otro día de esos donde era mejor suponer que  su hermano no existía.

Mientras que Luís, estaba realmente hundido en sus pensamientos, encerrado en lo que estaba presenciando: "Muerte".

Aunque tenía solo siete días de desaparecida, Diana Carpio, seguro ya estaba muerta, Luís la conocía solo de vista, le había pedido a Isaac miles de veces que los presentara, ya que ella estudiaba en el mismo salón que él, era una niña muy linda, blanca, pelo negro, que olía a perfume, se veía linda con la ropa de deportes, se veía linda con el uniforme escolar, y se veía linda en las pasadas obras de teatro en la escuela.

Pero Luís, estaba seguro de que ya no la volverían a ver, así pasaba, era el tercer infante en desaparecer en menos de tres meses en la escuela, y no los vuelven a ver más, nadie les dice si están vivos o muertos, pero Luís estaba casi seguro de que estaban muertos, la vida parecía tan impredecible en este momento, era abrumador la concepción de que... en un segundo puedes estar vivo y de repente simplemente te mueres, y lo peor es que de maneras inesperadas, tan fácilmente como desaparecer o contraer una bacteria en el corazón, en cualquier caso jóvenes o ancianos no importaba, la muerte no tenía compasión.

Luis levanta la mirada hacia la pared de la escuela, donde iba viendo papeles pegados a ella, incluso sobre otros viejos carteles; eran anuncios de cursos, o eventos, algunos ofrecían servicios técnicos, entre otros..., pero también habían papeles con fotos, en búsqueda de personas desaparecidas, una de las que más se veía en aquel inicio de Diciembre del 2005, era el bello rostro de Diana.

Luis miraba la foto de la niña Carpio, mientras caminaba junto a su madre y su hermana, y no podía creerlo todavía, se ponía a imaginar: que pasaría si el desapareciera también.

Esa mañana una patrulla policial del municipio vigilaba desde la otra acera, en su camioneta blanca, con las luces azules y rojas apagadas; los oficiales tomaban unos cafés calientes, sentados, con la mirada a la multitud en la entrada del colegio.

“Están vigilando que nadie secuestre los niños a la entrada” (dedujo Luis), aproximadamente desde que empezaron las clases, había aumentado la cantidad de niños perdidos en la ciudad, tan solo en el municipio de "Ribas", habían desaparecido alrededor de siete niños, sin contar a Edgar y Andrés (Los niños de la residencia donde vive) Luis no suele leer reportes informativos en los periódicos, sobre todo de fallecidos, desaparecidos, ni siquiera los anuncios en memoria a los difuntos, aquel asunto de la muerte era demasiado pesado para digerir, usualmente leía publicaciones informativas de cosas como reportes de ciencias, estudios, asuntos sociales, incluso economía, aunque entendía muy poco, le encantaba hacerlo, su papá lo hace, y él también lo hace, su papá siempre… cuando termina de leer el periódico, se lo entrega preguntándole si lo va a leer, es algo que tienen en común. Pero Luís no leía los reportes de desaparecidos, sin embargo, la tarde que descubrió el rostro de Diana Carpio en el periódico local, fue tan impactante… que Luis tuvo que detenerse a leer el nombre de la niña y confirmar, por su propios ojos que se trataba de ella.

Casi siete días después, estaban todos reunidos en el patio, cantando el himno nacional, los niños, (según Luis) seguían sus vidas como si nada, como si Diana Carpio tan solo hubiese dejado de existir. Luis comenzaba a preguntarse ¿qué pasaría si el próximo fuese él? ¿Llegarían a encontrarlo? ¿O al menos su cuerpo? ¿Darían con el responsable? Jamás nadie, le había dicho tan siquiera si encontraron los restos de alguno de los desaparecidos, los únicos del que se supo algo parecido, fueron de Alfonso Lira, y el caso de Edgar y Andrés… siendo aquel una terrible prueba de que la muerte maneja distintas formas de operar y Luis realmente no sabía que había pasado, había oído rumores, todos decían que fue horrible, así que prefería no saberlo, aunque ahora, quizás pudiese ser necesaria la información.

Mientras esperaba sentado sobre su puesto en el salón de clase, la profesora Reina, apenas pasaba la asistencia, Luís era de los primeros nombres en la lista, después de hacerse presente, comenzó a plantearse alguna forma de evitar ser un objetivo vulnerable para un secuestro, necesitaba saber si Francy sabía algo sobre su compañero de clases  (Alfonso Lira), si eran cierto los rumores de que lo habían encontrado, todo lo que sabía, bueno... (¡es una niña, seguro se sabrá toda la historia completa!)...pensó Luis, esperaría a la hora de recreo y buscaría a Francy para preguntarle.

La mañana permanecía fría, y los niños deseaban que la lluvia empezara solo cuando ya estén en sus casas, no querían pasar otra mañana entera encerrados en el colegio, Luis resolvía en su cuaderno los problemas matemáticos que la profesora Reina había anotado en el pizarrón: las multiplicaciones de dos cifras con variantes.

Luís, era bueno en matemáticas, pero le daba demasiada pereza hacer ejercicios tan largos, sobre todo para luego tener que confirmar que estén correctos, la profesora Reina, era de esas maestras, que les encanta gritar a los niños, sobre todo en frente de la clase, no tiene ningún tipo de discreción a la hora de encontrarte un error y destriparte en público a punta de críticas.

Mientras Luis terminaba de revisar los ejercicios, comprobando sus resultados, se hizo la hora del recreo, cuando después de comprarse una leche con chocolate en la cantina, salió al patio donde los niños ya estaban jugando, algunos saltaban cuadros dibujados sobre el suelo, otros jugaban a metras, otros bailaban, o jugaban a algún personaje de la TV, o al fútbol, sin duda había espacio para todos.

Mientras bebía a sorbos por la pajilla, de su leche con chocolate, Luis recorría el patio de la escuela con la mirada a todos los presentes, buscaría a Francy o en su defecto a Isaac para que le ayudase a encontrarla.

Después de recorrer el suelo de asfalto, subió por las escaleras a los jardines del patio escolar, después de todo; las niñas casi siempre se sientan en los muros y banquitos del jardín.

Pronto nota que alguien se baja de uno de los muros, alejándose de un grupo que se hacía allí, se incorpora a su lado, y era su hermana Judy.

─ Hola, Luis... ¿qué haces? ─ Preguntó su hermana, jugando con su coleta de trenza.

─ Hola... ¡Estoy buscando a Francy! ¿La has visto? ─ respondió degustando el sabor a chocolate en su boca.

─ ¡Sí! Creo que la vi cerca del árbol de los pegones─ respondió la hermana. ─ ¿Por qué?

─ nada, solo... quiero ir a preguntarle una cosa... ─

─ Bueno... yo me quedo aquí con Marilyn y Angélica...─ anunció Judy, Luis asintió con la cabeza, y luego, buscando con la mirada, subió par de escalones más, cruzando hacia la plaza cerca del gran árbol infestado de pegones.

En una de las bancas de concreto, más allá del árbol, encontró a Francy y una niña, cuyo nombre desconocía, parecían estar jugando "STOP" en unas hojas de papel, Luís camina lentamente hacia ellas, buscando las palabras adecuadas para comenzar aquella conversación, se detiene una vez frente al banco que ocupaban las niñas, Francy y su amiga, lanzan la mirada hacia el niño esperando alguna razón de su presencia allí.

─ ¡H-hola, Francy! ─ tartamudeó Luis.

─ ¿Hola? ─ musitó Francy extrañada, jamás habían hablado en la escuela, si quiera durante el recreo.

─ ¿C-Cómo estás?... ¿Quieres... un poco de leche con chocolate? ─ empezó dudoso.

La niña morena junto a Francy, lanza una mirada expectante a su amiga, quien confundida miraba a Luis y su leche chocolatada en pote de cartón.

─ ¿qué? ─ inquirió la niña por fin.

─ ¿Qué sí quieres un poco? ─ repite ofreciéndole el pote, Ella ojea la bebida, y luego al niño.

─ ¡No, tranquilo...! ¡Gracias! ─ respondió Francy todavía más extrañada.

─ ha... mm... bueno... quería... quería preguntarte una cosa ─ responde Luis, nervioso, le sudaban las manos.

─ ¿Qué será? ─ espetó Francy, mientras su amiga trataba de taparse la boca mientras se reía, como si Luis no pudiese verla.

─ ¿será que puede ser en privado? ─ Le pregunta intimidado por la acompañante de su vecina.

─ mm... bueno─ acepta mientras se incorpora, anunciándole a su amiga que regresaba pronto, Luis y Francy caminan un poco hacia los arbustos de flores lilas y naranjas, se sientan sobre el muro con cuidado, Francy acomoda su falda para poder sentarse cómodamente.

─ ¿y bien? ─ cuestiona Francy apretando los labios.

─...Gracias, por aceptar... es que necesito preguntarte unas cosas... ─ comenzó Luis, apoyando su pote de leche en su regazo. ─... supongo que conoces a ¿Alfonso Lira? ─

Francy se extraña por la pregunta, no era lo que esperaba, asiente con la cabeza. ─ No mucho, pero se puede decir que lo conozco... estudiamos en el mismo salón─ respondió.

─ ¡Sí, eso tenía entendido!... ─ musitó Luis recuperando el valor para aquella plática.

─ ¿por qué la pregunta? ─ curioseó Francy.

─ pues... es una tontería, solo es curiosidad... ¿es cierto el rumor de que lo encontraron? ─ dijo Luis.

─ La verdad, Luis... no lo sé, escuché a las niñas del salón hablando sobre eso... pero realmente nunca supe la historia ─ confesó Francy apenada.

─ entiendo... pero... ¿en tu salón hay alguien que sepa algo al respecto? ─ inquirió Luis evidentemente interesado.

─ puedo preguntarle a Shakira, ella tiene un mejor trato con las niñas del salón, pero no te puedo asegurar nada... ─ respondió Francy, tras unos segundos, analizando el rostro de frustración del muchacho, estaba intrigada...─ ¿Por qué quieres saber?


─ No... ─ musitó el niño. ─... es solo curiosidad... jamás supe dónde lo encontraron... ¿ya él está asistiendo a clases en otra escuela? ─

─ No sé, y sinceramente Luis, no sé nada sobre Alfonso─ hizo una mueca con la boca.

─ Si averiguas algo... ¿me cuentas? ─ pidió Luis, parecía muy interesado en el tema.

─ ¡Claro!... este fin de semana... cuando salgamos al pasillo te cuento─ respondió Francy, hizo una sonrisa, se bajó del muro dando un brinquito, volvió la mirada sonriéndole, y luego volvió con su amiga en aquel banquito de concreto.

Las cosas no habían salido como esperaba, tendría que esperar al fin de semana para saber lo que Francy averiguara de lo que había pasado con Alfonso Lira, sin embargo, Diana Carpio era la más reciente desaparecida, quizás Isaac pueda saber algo, como por ejemplo, si había alguna razón para que escapara de casa, o si notó algo raro en Diana los días previos a su desaparición, se bajó de aquel muro sacudiendo el pote de cartón de leche achocolatada, (estaba vacío).
Volvió a las escaleras tomando al otro lado del jardín del patio, buscando a su amigo Isaac, bota el pote vacío en una de las papeleras que estaban allí y pronto encuentra a Isaac alrededor de unos niños, que tenían un duelo de cartas de monstruos, era un juego basado en una serie animada japonesa que estaba muy de moda.

─ ¿Qué haces, Isaac? ─ Se incorpora Luis agachándose al lado de su amigo. Lanzando la mirada al piso, donde jugaban los otros dos.

─ ¡hola, Luis!... Aquí viendo el duelo entre Jeremy y Jahir. ─ respondió Isaac al tiempo que hacían un saludo con las manos, chocando puños.

─ ¿tu papá aún no te devuelve tu mazo? ¿He? ─ concluyó Luis.

─ No...─ respondió su amigo, recordando con rencor.

─ ¡oye!... necesito hablar contigo...─ anunció Luis, obteniendo la atención del niño.

─ ¿Qué pasó? ─ Isaac se alarmó un poco.

─ es que... quiero hacerte una pregunta...─ respondió Luis, otra vez esperando no ofender los sentimientos de nadie.

─ ¿qué? ¿Qué cosa es? ¡Pregunta de una vez! ─ replicó Isaac mirándolo.

─ Pues...─ musita Luis, lanzando la mirada a los acompañantes de Isaac, parecían estar escuchando aunque seguían jugando su duelo de cartas. ─... quería saber... ¿si les han dicho algo sobre Diana? ¿La han encontrado? ... ¿o algo?...─ soltó aparentando normalidad, (o eso creía él).

─ ¿Diana Carpio? ─ Se aseguró Isaac, esperaba que Luis hubiese visto aquello por la ventana del cuarto también reviviendo la sospecha de que el diablo rojo estaba detrás de su desaparición.
Luis asiente confirmando.─ No, la verdad... creo que tiene una semana que no asiste a clase. ─ le respondió.

─... ¡Oh!... ¿tú... hablaste con ella... la última vez que vino a clase? ─ le preguntó de nuevo.

Isaac hace un gesto en el rostro. ─ ¿te refieres a... presentarlos? ─inquirió.

Jeremy soltó una única carcajada burlona. ─ ¡un enamorado! ─ cantoneó en voz baja, aunque se le escuchó claramente.

─ ¡Pues no!... yo... me refiero, a que si intercambiaste palabra con ella o si dijo algo ese día─ explicó Luis.

─ ¿si dijo algo dices? ─ repitió Isaac considerando la pregunta, buscando en su memoria.

─ ¿Por qué... la pregunta? ─ curioseó Jeremy.

─ solo... quiero saber... si... tendría alguna razón para irse de casa, o si alguien notó si actuaba extraño─ respondió Luis deseando no se burlen por querer la atención de una niña mayor.

─ ¿actuaba extraño? ... ─ repitió Jeremy, cuestionando a aquel niño. ─ ¿Qué planeas, Córdoba?

─ ¿conoces mi apellido? ─ Se sorprendió Luis.

─ Tu hermana es amiga de mi hermana gemela─ explicó Jeremy. ─ cuéntanos ¿Por qué quieres saber lo último que se supo de Diana en el salón? ─ cuestionó intrigado.

─ Es que... ¿no han notado que es la tercera estudiante que se pierde en lo que va de año?... nunca nos han dicho que ha pasado con ellos...─ explicó superficialmente.

─ O sea que ¿quieres averiguar... si están muertos o no? ─ sonrió Jeremy tomando a Luis por ingenuo.

Luis un poco avergonzado asiente con la cabeza y Jeremy suelta una carcajada.

─ ¿Qué piensas hacer? ¿Rescatarla? ─ le preguntó burlonamente.

─ ¡JEREMY! ─ regañó Isaac a su amigo.

─ ¡Vamos! ¿Qué puede hacer él al respecto? ─ le replicó Jeremy con aquel aire burlón.

─ Yo...─ musitó Luis obteniendo la mirada de los tres niños mayores. ─ …espero evitar que me pase lo mismo...tiene una semana que desapareció una niña que estudia con ustedes y actúan como si nada...─ soltó Luis muy serio y enojado.

─...Luis tiene razón─ suspiró Isaac después de pensar lo que su amigo exponía. ─ hace tres semanas fue el niño que estudia con mi hermana... esta semana fue Diana... deberíamos cuidarnos de los extraños... ser precavidos.—

─ ¡No solo eso, Isaac!... ¿Es qué nadie se pregunta qué fue de Diana? ¿O Alfonso? ─ agregó Luis aún con aquel tono de voz enojada.

─ tienen razón, el próximo podría ser cualquier otro niño de nuestro salón... incluso nosotros. ─ intervino Jahir preocupándose por aquello.

─ Bueno, a ver... nosotros no recordamos nada sobre Diana... ni siquiera nos la pasamos con ella─ soltó Jeremy justificándose.

─ ¿recuerdan si estaba golpeada? ¿O algo?—insistió Luis.

─ ¿golpeada? ─ inquirió Isaac mirando a su vecino y sus dos amigos.

─ A veces los niños desaparecidos, son víctimas de maltrato infantil... y se fugan de sus casas escapando de sus padres o agresores ─ explicó Luis los motivos de su pregunta, dejando a Isaac pensativo.

─ No recuerdo haber visto marcas o golpes en Diana Carpio... es muy blanca ¡Se notaría! ─ respondió Jeremy a aquella teoría.

─ ¿Depresión?... ¿parecía asustada?... capaz la seguían antes de secuestrarla. ─ insistió Luis de nuevo.

─...no, la verdad... tratábamos muy poco con ella, sinceramente...era una niña muy engreída... ─ participó Jahir.

─ La verdad, "Fred"...no creo que puedas averiguar mucho de éste misterio... ─ soltó Jeremy.

─ ¿"Fred"? ─ repitió Jahir sin comprender.

─ ¡Sí!... de "Scooby Doo"... ¿no lo has visto? ─ preguntó Jeremy con aquel típico humor.

Jahir hizo un gesto gracioso, y comprendiendo la referencia, le celebra el chiste chocando puños con Jeremy.

Isaac seguía en silencio, parecía pensativo sobre todo aquel asunto de la niña Carpio.

En aquel momento, se escucha el timbre que anuncia el final del recreo, Luis se despide y desmotivado vuelve al salón de clases, la investigación en el recreo había sido un fracaso, no sabía nada y solo quedaba esperar.

Caída la noche, todos yacían dentro de sus respectivos apartamentos en la torre "H" de aquella residencia. Estaba lloviznando y relampagueando desde las siete de la noche, tras dos horas de lluvia los apartamentos se ponían fríos.

Isaac y Francy hacían sus tareas en la mesa del comedor en la sala, su madre aguardaba en el cuarto viendo la TV esperando a la llegada de su esposo.

Las palmeras fuera de la ventana panorámica en la sala, se batían con la brisa y las nubes iluminándose ponían nervioso a Isaac, no podía evitar pensar en aquel monstruo de ojos amarillos.

Se escuchó el estruendo de un relámpago, como si estuviese quebrándose el cielo, seguido del sonido de la lluvia aumentando su intensidad, Isaac vuelve la mirada a los bombillos cuando parpadean, luego a su hermanita Francy, ella parecía estar menos asustada que él.

De pronto se abre la puerta de la casa, y surge el señor Misael, apenas soportándose del marco de la puerta mientras se meneaba en sus pasos, sus hijos saltan sobre sus sillas, asustados, el hombre los había sorprendido, le piden la bendición con voces bajas y tímidas.

Pronto surge la señora Ana, con los cabellos levantados y el susto protagonizando su mirada, parecía acelerada, como si hubiese corrido una maratón.

─ ¡¿Misael?! ─ Suelta recuperando el aliento, reconociendo a su marido.

─ ¿qué pasa? ─ masculló Misael tambaleándose por el pasillo de la sala, cuando la mujer corre hacia él, sujetándolo para que no se cayera al suelo.

Los niños, nerviosos, miraban en silencio desde sus asientos.

─ ¿Desde qué hora estás bebiendo, Misael? ─ pregunta la mujer tratando de soportar el peso del hombre, y olor penetrante a ron que emanaba de él.

El hombre se tambaleaba erráticamente, balbuceando pero era difícil comprender nada con semejante ebriedad.

─ ¿Misael? ─ llama la mujer sacudiéndolo un poco, mientras lo ayuda a caminar hacia la habitación. ─ ¡mira como vienes!

Cuando el hombre, se apoya de la pared, y suelta la mano dándole una cachetada a la mujer, tirándola al suelo.

Los niños dejan escapar un grito, y se aferran a los asientos, mientras ven a su madre incorporarse del suelo, frotándose la mejilla.

─ ¿Qué te pasa?... ¿Por qué me pegas? ─ chilló la mujer sintiendo que la cara le ardía.

─ ¡CÁLLATE! ─ gritó el señor. ─ ¡A mí no me estés regañando!...

—Quién... ¿Quién te está regañando? ─ replicó la mujer.


─ ¡Tú! ─gritó de nuevo el ebrio.

─ ¡mami!... ¡mami! ─ musitaba Francy en voz baja, tratando de convencer a su madre de guardar silencio, al tiempo en que su hermano, le sujetó la mano a la niña para que se calmara.

El hombre, mirando a la mujer con sus enrojecidos ojos, como un toro enojado, respira profundamente, se da vuelta con dificultad, arrastrando los pies de camino al cuarto.

La madre, temblando y avergonzada, vuelve la mirada a sus hijos, quienes, temerosos, miraban a la entrada de la habitación.

─ ¡Quédense tranquilos! ─ Le pidió la madre, palmeando las manos de sus hijos.

La madre se pone de pie, entra a la habitación mientras se escuchan murmurar.

Isaac y Francy se quedan sentados temblorosos, esperando que suceda cualquier cosa, hoy parecía ser un día de esos.

Se escucha gritar al hombre, y la mujer chitarlo, ambos niños desearían cerrar los ojos y desaparecer de allí.

Pronto se escucha un golpe contra el closet de sus padres, ambos agudizan el oído intentando escuchar alguna prueba de vida de su madre, pero pronto, se escucha el murmullo de ambos discutiendo nuevamente, luego de algunos segundos, se escucha que alguien se levantaba del colchón de la cama, surge su madre, quien les dedica una mirada y luego cierra la puerta de la habitación sin decirles nada.

Los niños expectantes, permanecen algunos segundos mirando hacia la puerta del cuarto, Francy, intentaba ver por el orificio por donde abrían la puerta, la ausencia de pomo ayudaba a ver hacia el interior de la habitación, Isaac estaba nervioso y preocupado, de que pronto saliese la bestia a atacarlos a ellos, abraza a su hermana menor, intentaba hacerla sentir segura aunque él realmente temblaba como gelatina.

Francy logra distinguir que alguien vuelve hacia la puerta, a través del hueco donde faltaba el pomo, su madre, abre la puerta, surgiendo a la sala, con unas cobijas y almohadas cargada en sus brazos, se agacha para entregarlos, se despide echándoles la bendición, regresa al cuarto, y después de cerrar la puerta, metió un rollo de medias por el hueco en la puerta.

Los hermanos intercambian miradas, sobreentendían que les tocaría dormir en la sala de estar, de nuevo.

A veces, Francy se preguntaba, ¿qué pasaba entre papá y mamá cuando se encerraban en el cuarto?, a veces se ponía a imaginar las torturas y castigos, que podría estar recibiendo su madre, amarrada de los barrotes de la cama.

Isaac llegaba a pensar, que solo le entraba a golpes toda la noche, hasta que se cansara. Una vez, dormían sobre uno de los colchones de la litera en la sala, el piso estaba lleno de agua por todos lados, su padre, en medio de la rabieta, había destruido la pecera con todo y los seis peces que en ella vivían…

…Los restos del espejo del cuarto, cristales rotos de la pecera y los adornos, aún se encontraban en el suelo cuando se acostaron, no habían alcanzado a recoger todo, cuando el sueño les ganó a las cuatro de la madrugada, la bestia de su padre había tardado toda la noche en encerrarse en la habitación…

…Y cuando por fin dormían, Francy despertó a Isaac preocupada, porque escuchaba a su madre quejarse como si la maltrataran en el interior del cuarto, Isaac estaba perturbado por aquello que se escuchaba, al día siguiente no pudieron soportar el sueño en el colegio.

Pero esa noche después de varios minutos, los niños guardaron todas las cosas en silencio, abrieron espacio en la pequeña sala, donde con las cobijas y almohadas estaban preparándose para dormir.

─ ¿Isaac? ─ susurró Francy abrigada sobre el suelo, junto a su hermano mayor.

─ ¿aja? ─ respondió mirándola con un ojo abierto.

─ ¿crees que mamá esté bien? ─ inquirió la niña en voz baja.

─ Sí, Francy... duerme tranquila─ respondió Isaac sin creerlo, girándose, dándole la espalda a su hermana.
Algunas horas después, Isaac siente unos pasos en la sala que lo hacen despertar, parpadea apenas pero le parece distinguir que era su padre que salía desnudo del cuarto hacia la cocina, recuesta la cabeza sobre la almohada de nuevo, pero una extraña sensación lo hace sentir inseguro.
Intentando hacerse el dormido sigue acostado pero la sensación de alerta comienza a estar acompañada por la sensación de sentirse observado, Fue entonces cuando Isaac cae en cuenta de que no ha sentido a su padre volver al cuarto, ni hacer nada… abre los ojos ligeramente pudiendo mirar solo la pared bajo el comedor, pero intenta mirar al corredor por el rabito del ojo.
Escucha una respiración pesada y el quejido de una voz ronca que le hizo sentir escalofríos, levanta la mirada inclinándose…
Y allí estaba parado su padre sin nada de ropa  agachado a cuatro patas en el suelo con el rostro hacia ellos, tenía los ojos puestos en blanco y la boca abierta haciendo como pez fuera del agua.
Isaac se quedó estático sosteniendo el aliento, pero su padre no se movía ni hacía nada… le daba la impresión de estar poseído o algo así.
Con el pecho retumbándole como tambor intenta hacer algo pero el miedo lo tenía petrificado.— p—¿papá?— tartamudeó con un hilo de voz y este contorsionó la cabeza aun lado mientras le crujía. 
—¡Madre María!— exhaló Isaac pidiendo auxilio al cielo y aquel hombre brincó como con un espasmo. Isaac se arrastró hacia atrás asustado y de pronto el hombre se puso de pie en un brinco haciendo un extraño gruñido y luego, hizo una mirada perdida y volvió a la habitación.
Isaac perturbado volvió a tardar en conseguir el sueño, acobijado mirando a la entrada al cuarto.
 

La mañana siguiente, la señora Ana llevaba a sus hijos al colegio con media hora de retraso, usaba unas gafas negras y grandes, como si aquello cubriera el enorme moretón en su mejilla, redondo y morado.

Caminaba con prisa, casqueando aquellos tacones de las sandalias negras que por fin decidió ponerse, iba casi arrastrando a los niños al colegio, llevaba el corazón roto y acelerado... después de doce años con el señor Misael, esperaba que las cosas cambiaran con el paso del tiempo, cuando se casó, Jamás se le pasó por la cabeza que llevaría una vida de angustias, golpes y maltratos.

En su imaginación, no había conceptuado alguna realidad, dónde tendría que esperar a su marido ebrio, todos los días, angustiada de que recordara traer algo para la casa, lo peor es que no solo la agarraba como saco de boxeo por tan solo mirarlo feo, también a veces, agredía a sus hijos, hasta a puño cerrado... una noche, cuando estaban en pleno conflicto, su hijo el mayor se entrometió entre ambos: el señor Misael, se había quitado la correa de cuero de sus pantalones, y como si fuese un látigo, había comenzado a reprender a la mujer por alzarle la voz, cuando el niño vio que las marcas en los brazos de su madre comenzaban a sangrar, no pudo contenerse y le pidió a su padre que se detuviera…

…¡Válgame Dios! De solo recordarlo a la mujer se le arruga el corazón, la bestia, haló al niño con la correa por el cuello, cuando el pequeño intentó defenderse del violento hombre, este lo golpeó en la cien, a puño cerrado, lanzándolo contra la pared, donde el niño cayó inconsciente... la mujer tuvo que llevarse a la bestia al cuarto, y con aquella actitud, complacer a aquel hombre hasta tantas horas de la madrugada... lo que más pesaba en aquel recuerdo fue, aquella mañana, pasaban de las once, era casi medio día, despertó agotada, sus brazos le quemaban con el más mínimo frote o movimiento, con ganas de ir al baño, sale de la habitación, cuando finalmente va de regreso al cuarto, vislumbra a su hija la menor, cargando sobre sus piernas la cabeza de su hermano, lloraba en silencio, agitándolo, parecía querer intentar despertarlo, aquella imagen la hizo perder el aliento, caminando hacia su hijo con prisa imaginando lo peor, se agacha desnuda frente a su pequeña hija, y acaricia el rostro de su hijo revisándolo, cuando por fin nota los movimientos de su respiración, y colocando una mano en el pecho del niño siente sus pequeños latidos…fue que sintió alivio.

Pero su reacción final fue volver al cuarto, y cerrar la puerta, hoy en día, se cuestiona aquella decisión, quizás no debió dejar que el miedo por su marido, la cohibiera de hacer lo correcto y llevar a su hijo al hospital…

…Pero no lo hizo, no pudo salir sin avisarle a su esposo, y mucho menos llevar al niño al médico, por un golpe que le había dado su padre, el temor no se lo permitió.

Después de dejar a sus hijos en la escuela, caminó de regreso a la avenida principal, estaba dispuesta a aceptar la oferta de su padre, quizás así, el día de mañana, si algo llegase a pasar, tendría dinero que dejarles a sus hijos.

Hoy en día…Ana, lanza la mirada al cielo, a través de sus grandes gafas oscuras, preguntándose: ¿Qué había hecho para merecer esto? Aunque no era la mujer perfecta había intentado ser una buena hija, buena hermana, buena madre y buena esposa... aunque quizás hubiese fallado como hija… bien sus padres le habían advertido que no se casara con aquel hombre ¡Cuanta sabiduría, padres!(Pensó) mientras cruzaba la primera parada de bus en la bajada.

Comienza a pedir al cielo, a Dios, a los ángeles y arcángeles, que cambien las actitudes y hábitos de su esposo, ruega por la salud de sus hijos, y mientras pide que nunca ocurra ninguna desgracia en la familia, deja salir algunas lágrimas.

Ana se marea levemente, bailándose sobre un pie, inmediatamente se apoya de la pared cercana, tratando de evitar miradas, traga saliva con dificultad por el nudo que sentía en la garganta, mientras llegada la avenida se dirige a la calle hacia la casa de su padre.

Aquel anciano extranjero, soltó por completo su acento soltándole un sermón, la mujer no se había quitado ni el suéter, ni las gafas de sol, y aun así, el señor no se contuvo de hablar, recordándole que ella tenía familia al ver lo que su esposo le había hecho.

…Después de recalcar ciertas cosas, sobre la sociedad del negocio, entre el señor y sus hijos varones, le explicó que necesitaría de su confianza, ya que sería la secretaria y administradora del almacén, como siempre al principio el pago iba a ser de una secretaria común, pero con el tiempo se podría ir mejorando.

La mujer aceptó, la semana siguiente comenzaría a trabajar en aquel negocio, ajustó su vida, sus horarios, para poder estar allí desde las ocho de la mañana hasta las doce y media, y en la tarde desde las tres hasta la seis, o ese era el acuerdo, sus hijos tuvieron que acordar venirse con los grupos de niños que regresaban solos, los niños de la torre "H" utilizaron de pretexto aquella oportunidad para regresar juntos del colegio.

La semana había sido tan lluviosa, que parecía que el resto de las personas casi no existían, era como si hubiesen tomado un respiro de las demás personas, al principio era incluso divertido, pero luego era demasiado tiempo a oscuras, o al menos con la sombría ola de eventos que estaban sucediendo, el miércoles de aquella semana, se dice, que en las afueras de la ciudad, cerca del cementerio, un infante de tan solo cuatro años de nacido, fue arrastrado por una corriente que bajaba desde el barrio, hasta el paso de la canal del rio Calanche.

La tragedia, de aquel municipio no terminaba allí, una abuelita había terminado viuda, con el pie enyesado, y un collarín, después de que el piso de su casa se vino abajo con el derrumbe.

El dolor de aquella noticia fue palpable entre los ciudadanos, todos estaban agradecidos aquel jueves de que la lluvia cesara, guardaban cierto duelo por la muerte de aquel pequeño inocente, todos a la espera de que los cuerpos de bombero y defensa civil encontraran su cuerpo pronto para darle cristiana sepultura, todos con pesar, se ponían a imaginar en dolor de aquella joven madre, cuya foto aparecían en el periódico junto a la de aquel pequeño niño moreno, sujetando un barco de papel azul, mirando hacia la cámara.

(¡Y aquel pobre viejecito!) Se escuchaba decir a los victorianos, aunque jamás lo conocieron, así hubiese sido un buen hombre o no, todos compadecían los fallecidos.

…Ese día incluso, algunos padres parecían más afectivos; Charles jamás olvidaría que aquel jueves, su madre, lo llevó a comer helado después de recogerlo al colegio, ese día estaba extraña, incluso podría jurar que había llorado, hasta incluso le preguntó por su día, sin criticar o soltar algún regaño al respecto…

…Pero, Todavía más sorprendente, después de llegar al estacionamiento de la residencia en la pequeña moto color morado, lo abrazó desde planta baja hasta el apartamento, y estuvo callada casi todo el día.

La tensión se volvió alarmante la mañana del viernes, cuando se anunció que una mujer había entrado a mitad de la noche al hospital y había secuestrado un bebé recién nacido…

…La gente andaba por las calles de la ciudad mirando a todos lados, donde veían pasar a una mujer con un recién nacido en brazos, se alarmaban cuestionándose si era la raptora de las noticias. Los padres iban nerviosos, precavidos de no soltarle la mano a sus niños, de no descuidarlos por un momento, se ponían tensos en lo que alguien se les acercaba. Aquel viernes en la escuela, los profesores estaban muy nerviosos también, les recordaban a los niños que esperaran a que su padres los recogieran en la salida: permanecer alejados de la puerta, estar junto a sus profesores si es posible, y dejar libre el espacio para los niños que se iban a casa solos… Recomendaba a los niños que volvían solos a casa, que buscaran acompañantes que vivan en la misma zona, o comunidades cercanas, cuantos más fuese el grupo mejor, y así se hicieran compañía y se cuidaran entre sí, los niños… aunque por momentos se ponían tensos antes las actitudes y comentarios de sus profesores, a los pocos minutos, la mayoría ya había olvidado todo lo que le habían dicho.

Pero ese viernes, el recreo estuvo increíblemente custodiado; Los profesores se distribuyeron por sectores de todo el patio, en la cancha de deportes, el patio principal, los dos jardines, incluso en el portón principal, en lo alto de las escaleras, los niños estaban tan cohibidos con aquellas medidas de seguridad, que sintieron que no podían disfrutar del todo la hora libre, al volver a las aulas de clases, retumbaban los pasos de las filas marchantes de los niños, en orden, en un total silencio, en su inocencia quizás no comprendían.

La profesora Reina, marchaba con un semblante extraño mientras los guiaba a todos con su cara de malgeniada, pero sus ojos, delataban una tristeza, Luis lo podía apreciar, incluso se podía sentir que la profesora estaba rara.

…y Aquella mujer realmente estaba abrumada, el secuestro de aquel bebé la tenía perturbada, totalmente quebrada, la noticia la hizo recordar a su bebé, su difunto bebé, hace muchos años atrás...

...era el año 1985, la profesora Reina, (en aquel entonces), tenía cuatro años de graduada, había estado dando clases de primer nivel en una escuela en Maracay sin contrato, hasta que consiguió el puesto fijo en la escuela de la ciudad de La Victoria, como profesora de cuarto grado de primaria, en nómina, con todos los beneficios durante siete años, con seguridad de volver a recontratarla.

En realidad, también le quedaba perfecto, ahora que trabajaría en La Victoria, era la excusa perfecta para mudarse con su pareja sentimental: Álvaro, estaban juntos desde ya casi cuatro años, la relación había funcionado bien, él era abogado, recién graduado, y había conseguido un puesto en notaría, en el centro comercial "Cilento".

…Los planes no habían tardado nada en materializarse, la mudanza fue un hecho, una victoria gloriosa que se convirtió en una bendición para ella, la convivencia era hermosa, tal como la había soñado, llegaban los fines de semanas donde hablaban sobre el trabajo mientras cenaban, salían los sábados a la marisquería "Soco", los niños eran tranquilos, y aunque algunos eran inquietos, todos aprendían, su profesión la llenaba, incluso amaba a los niños, sí, alguna vez la Profesora Reina, sonreía con algunas "Cosas de niños"; esas típicas cosas que hacen... como por ejemplo: preguntar cosas peculiares, o ese entusiasmo por las cosas nuevas, las caritas que hacían cuando hacían algo malo, incluso la alegría que trasmiten cuando juegan en el patio, cuando dibujan, Reina, anhelaba entonces tener su propio niño, una pequeña versión de ella, y su gran amor, el Señor Gómez, creciendo, corriendo, enseñándole, una pequeña personita que cambiaría para siempre su vida.

No tardó demasiado, cuando la pareja animada por la idea de un primogénito, descubren que sus intentos habían sido exitosos, cuando un ecosonograma reveló que llevaba tres semanas de embarazo… desde entonces todo fue color de rosa, las noches eran eternas, con Álvaro acurrucado al vientre de Reina… comenzaban a planear y armar sus vidas, con propósito a la llegada del nuevo miembro a la familia.

Y Con el paso de los meses, tenían una habitación pintada de un cielo azul, con nubes blancas… tenían una cuna de madera, que era alta, con un mosquitero transparente, un colgante de estrellas, lunas, y nubes, peluches, mesas, juguetes, pañales, biberones, andadero, no les importaba no saber el sexo, pero a partir del quinto mes, Álvaro estaba un poco más distante, salía con sus amigos y llegaba tarde a casa, casi siempre directo a dormir, Reina recuerda aquello, con cierto remordimiento, fueron peleas que pudieron haberse evitado, pero ya habían sucedido… el sexto mes por otro lado fue de total augurio, Reina había despertado una madrugada, con un dolor agudo en el vientre, alarmada por un pequeño derrame de sangre acude al médico, donde le descubren que su placenta era muy débil, y tendría riesgos en su embarazo, recomendados por su doctor, Reina pide reposo hasta el nacimiento de su hijo. Aquella mujer pasaba los días sentada leyendo, a veces, pintaba paisajes, o podaba las flores en la ventana, los últimos meses, ya eran solitarios, aquella casa se sentía triste y fría, los colores que antes percibía en el lugar se habían marchado, la casa permanecía a oscuras mientras la mujer esperaba a su marido hasta la noche, algunas veces pensó que se había vuelto loca; pues en ocasiones creía haber visto la sombra de alguien pasando de una habitación a otra, o asomarse a la puerta, incluso pasando tras ella. Una noche despertó alertada por las punzadas, los dolores eran agudos, por suerte su esposo la acompañaba aquella noche, la situación los había alarmado, su doctor aseguraba que todo estaba normal, que pronto empezaría a estar en labor de parto…

…Los futuros padres estaban emocionados, ¡Sí!, pero también nerviosos, tendrían que practicar lo que llamaban una "cesárea" y los padres primerizos, se aferraban de las manos en la habitación mientras esperaban la autorización para iniciar el proceso, esperaban todo saliera bien, pero la prioridad era que el bebé estuviese sano, así lo prometieron, poco después de aquella conversación emotiva, fueron separados, tras varias horas, aquel hombre permaneció en agonía, desesperado por su esposa y su primogénito, nadie le daba razón…

…pero, Reina recuerda, que le habían presentado aquel bebé, estaba todo rosado, y enorme, con la mirada borrosa pero recuerda sus manitas agitándose al tiempo que lloraba con bastante fuerza en los pulmones, lo siguiente que recuerda fue haber perdido la vista antes de ver al equipo médico montado encima de ella, un fuerte dolor en el pecho, y una oscuridad absoluta…

…Poco después, solo tenía sus pensamientos, podía escuchar sus latidos siendo seguidos por la máquina. Intentó abrir sus ojos en varias ocasiones, pero estaban muy pesados, pero de pronto, como una tonada celestial, escuchó el quejido de un pequeño infante, era un bebé, era a su hijo o hija a quien escuchaba, intentó incorporarse pero sus piernas, sus brazos, su torso, no reaccionaban, el bebé se escucha de nuevo balbucear, Reina sentía que la estaba llamando… tenía que ver a su bebé, con mucho esfuerzo logra apenas abrir los ojos, la bombilla del pasillo le lastimó la vista a primer instante, de igual modo veía borroso, y se sentía mareada… distingue la puerta abierta, y apenas, varios objetos dentro de la habitación, tratando de mantener los ojos abiertos.

…Vuelve a escuchar junto a ella, el voceo de aquel recién nacido, sus ojos se arrastran hasta el lugar impulsados por el deseo, cuando vislumbra con poca claridad, una silueta que miraba de cerca a su bebé, posada en su cuna de observación.

Al principio, pensaba que podría tratarse de alguna enfermera, intentó aclarar la mirada para ver a su bebé… pero la persona sacó al bebé de su cuna, al tiempo que este comienza a quejarse, Reina, intentaba hablar, preguntar que sucedía, pero no podía.

…Escuchaba la máquina marcar sus latidos rápidamente, su bebé se escuchaba angustiado, Reina intentó abrir sus ojos, pararse, pero apenas podía ver la silueta distorsionada alejándose, finalmente, despierta a la mañana siguiente, pensando que todo aquello fue un sueño extraño y perturbador…

…Cuando para su sorpresa, su doctor, y el director del hospital le dieron la noticia de que su bebé había fallecido, aquello la destruyó, jamás pudo despedirse de su amado bebé, durante un tiempo, estaba segura de que su bebé había sido secuestrado, pero los doctores aseguraban que ellos mismos habían tratado con el cuerpo sin vida del bebé.

La pareja fue herida por aquella tragedia, las discusiones fueron temporales, más rápidas de lo que Reina hubiese querido, ya que después de cinco meses de haber fallecido su bebé, Álvaro se fue de casa…

Tantos años han pasado, y aquella noticia en el periódico local, avivaban esos recuerdos…

Aquella tarde cayó sombría, no había colores mezclados pintando un crepúsculo al horizonte, las calles estaban frías y encharcadas, los transeúntes cabizbajos, deseando llegar a sus casas, era un viernes tranquilo en las calles y Eliel había estado toda la tarde haciendo la tarea, con prisa para poder disfrutar del fin de semana, se había preparado merengada dos veces, y se había complacido con cucharadas de azúcar extras.

Después de ponerse unos zapatos viejos para jugar, sale al pasillo guardando las llaves en su bolsillo, se detiene para buscar a Luis y a Judy, tan pronto hace un puño para tocar la puerta, recuerda que los vecinos estaban de luto, y no sabía si era buena idea invitarlos a jugar.

Enseguida, sube las escaleras hasta el siguiente piso, donde cruza al pasillo derecho, llamando al apartamento de Francy e Isaac, lanza la mirada a las rejas negras del apartamento detrás de él.

Aquel apartamento ha estado vacío desde que se mudó hace dos años.

─ ¿aja? ─ sonríe la señora Ana cuando abre la puerta.

─ ¿y?... ¿Isaac? ─ preguntó Eliel sorprendido por la señora.

─ ¡No está! ─ bromea la mujer y después suelta una carcajada. ─ya lo llamo.

Cierra la puerta, y en breve surge Isaac.

─ ¡Hola, Isaac!... ¿vas a salir hoy? ─ le preguntó Eliel.

─ Sí, claro... déjame pedir permiso─ responde el amigo, Eliel le anuncia que iría a llamar a Charles.

Algunos segundos después, los tres estaban sentados en las escaleras del primer piso, en el pasillo hablaban de lo pesado del ambiente los últimos días en la escuela, como Charles asistía a otra institución también tenía cosas por contar.

─ en mi escuela es igual, hace tres días desapareció Laura Moreno, una niña de preescolar, camisa roja... ─ compartió Charles a las anécdotas de sus amigos. ─... ¡Ya no dejan a nadie acercarse a la entrada de la institución!... dicen: que se la debieron llevar en la entrada, frente a todos.

Sus amigos estaban intrigándose por aquel asunto, Isaac ahora entendía la preocupación de Luis por el asunto de Diana Carpio y Alfonso Lira, y para rematar, había otra niña desaparecida, era solo una pequeña bebé.

Escuchan las voces de unas personas llegando a la torre, los tres guardaron silencio para esperar ver a quienes llegaban, eran sus vecinos el señor y la señora Córdoba, con sus dos hijos; Judy y Luis. Parecían estar llegando de hacer compras, llevaban unas bolsas grandes en las manos.

Eliel se encoge de hombros, no sabía cómo tratar aquella situación de duelo con sus vecinos, mientras que a Luis se le reanima el rostro cuando ve a sus amigos en las escaleras.

─ ¡Luis! ¡Judy! ─ Saluda al instante Isaac.

─ ¡Hola! ─ saluda Judy con una sonrisa.

─ ¿Cómo están? ¿Van a quedarse en las escaleras un rato? ─ preguntó Luis.

─ Sí, claro... ¿ustedes pueden salir? ─ respondió Isaac al tiempo en que Eliel miraba a Charles, y luego a su otro amigo.

─Luis… primero llega y luego sales a jugar ─ dijo la madre, guiando a sus hijos frente a la puerta respondiendo por ellos, abre la puerta y cierran tras entrar.

─ pensé que Luis no saldría hoy─ comentó Eliel.

─ ¿Por qué? ─ preguntó Charles.

─ por lo de sus abuelos─ respondió Eliel.

─ solo fue su abuela la que falleció─ respondió Isaac.

─ ¡oh!... al menos su abuelo está vivo─ reaccionó Eliel.

─ no sé si su abuelo este vivo... ─ comentó Isaac.

─ ¿no dijiste que solo fue su abuela? ─ inquirió Eliel, parecía estar tomándole el pelo.

─ ¡No!... bueno, sí... su abuela... ¡Olvídalo, Eliel! ─ respondió Isaac dándose por vencido, algunos segundos después se les une Luis y Judy a las escaleras.

─ ¿Cómo están? ¿Qué hacían? ─ pregunta Judy sentándose en el primer escalón.

─ nada, hablábamos... sobre... la escuela─ responde Charles, con aquel asunto de luto en mente.

─ ¡yo pensé que contaban historias de terror! ─ respondió Judy, luego hizo una risita mientras se acomodaba su larga cabellera negra.

─ No es mala idea─ intervino Charles. ─ ¡Así cuento la continuación de la historia del extraterrestre! ─ agregó haciendo una voz ronca e interpretativa para hacer reír a sus amigos.

Isaac lanza una mirada a Charles, justo ahora que no quería contar historias de terror…Charles, que no era muy fan de las noches de cuentos de terror, ahora sí quería hacerlas.

─ ¡Yo también tengo una historia! ─ anunció Judy con emoción.

─ Pues...─ interrumpió Luis aquella creciente emoción entre los presentes. ─...Yo también tengo que oír una historia... pero de Francy... ¿Dónde está ella? ─

Isaac y Judy intercambiaron miradas, mientras que Luis esperaba aquella respuesta.

─ está en la casa— le respondió Isaac al fin.

─ ¿Por qué no salió? ─ inquirió Luis.

─ es que no preguntaron por ella─ respondió Isaac.

─ subamos a buscarla ─ dijo Luis poniendo un pie en el escalón.

─ Pero...─ lo detuvo Isaac, ganándose la mirada de los presentes. ─...que vaya Judy.

─ ¿Por qué? ─ volvió a preguntar Luis confundido.

─ es mejor que la vaya a buscar una niña, para que la dejen salir─ explicó Isaac con cierta pena.

─ está bien...─ musita Luis, lanzando la mirada a su hermana.

Judy, tiene en cuenta que su hermano se trama algo, ha estado raro. Asiente con la cabeza. ─ yo voy─ anuncia la niña y sube las escaleras al siguiente piso, donde un solo bombillo iluminaba el descanso de aquella planta, cruza hacia el pasillo derecho, y llama a la puerta.

─ ¿Quién es? ─ se escucha la voz de Francy desde el otro lado.

─ ¡Hola! Soy Judy─ responde al reconocerle. ─ ¿puedes salir? ─

Abre la puerta y asoma sus grandes ojos marrones.

─ ¡Hola, Judy! ─ saluda.

─ ¿Cómo estás, Francy? ─ inquiere la niña con nervios, sin entender el porqué.

─ Bien, ¿y tú? ─ responde con aquella formalidad como si fueran adultas.

─ muy bien, gracias... oye, vamos a estar en las escaleras... ¿quieres salir? ─ propuso Judy, cuando Pelusa, la gata, asoma la cabeza por el espacio entre la puerta y el marco, Judy se agacha a acariciarla, al tiempo en que la gata comenzaba a ronronear.

─ ¡Es muy curiosa! ─ comenta Francy por su gata, se agacha y también la acaricia.─ bueno... déjame ir a pedir permiso─ anunció después, se incorporó, imitada por Judy y entró dejando la puerta entreabierta.

Judy vuelve la mirada al pasillo sintiendo una extraña presencia, pero estaba sola. Intenta calmarse respirando hondo, cuando se abre la puerta frente a ella, esta vez estaba Francy acompañada por su padre.

─ ¡Hola señor! ─ saludó Judy un poco sorprendida.

─ Hola...─ respondió el señor. ─ ¿Qué es lo que van a hacer? ─

─ vamos a estar en el pasillo jugando─ respondió Judy, estaba nerviosa de responder algo mal, le tenía miedo a ese hombre.

─ Bueno Francy, entra a las diez─ anunció el señor Misael.

La hija lanza una mirada al hombre, y luego a su amiga, quien asiente con la cabeza aceptando las condiciones del señor, luego su amiga se le incorpora, se despide del padre con un beso, y se van juntas por el pasillo hasta la esquina, bajando las escaleras.

─ ¡Tu papá me asustó! ─ confesó Judy burlándose de sí misma.

─ ¿Por qué? ─ preguntó Francy un poco seria.

─... es que... ¡Abrió la puerta de repente! Y con... esa cara... y esa voz...─ explicó Judy y vuelve a reírse de lo boba que fue, pero aun así, Francy parecía no encontrarle el chiste, cuando llegaron a la primera planta y descubrieron a sus amigos, Charles estaba contando su historia de extraterrestre.

Iba por una parte donde,(según su historia), de aquella muestra que había tomado la científica, habían reproducido una especie nueva del alienígena original, causando caos en las instalaciones dónde la mujer trabajaba con la muestra.

Luis apenas vio a Francy, hizo la mirada hacia ella, parecía ansioso por hablarle, Francy podía notarlo, y ahora sabía más que nunca que realmente le interesaba saber lo que había pasado con Alfonso Lira.

¿Qué mejor oportunidad de contar una buena historia en una noche de cuentos de terror, que contando la historia de Alfonso Lira?

Cuando Charles, había terminado su historia, Francy y Luis aún seguían mirándose, parecían estar tratando de leerse los pensamientos, Eliel no paraba de elogiar a Charles por su historia, quien entusiasmado por el éxito consecutivo, explicaba los hechos de la historia, contando posibilidades alternas, cuando Luis finalmente aclara la garganta.

─ Francy...─ dijo mirándola aún, Luis se pone de pie dispuesto a preguntarle finalmente lo que había averiguado sobre Alfonso Lira.

─...se lo que vas a preguntarme, Luis...─ responde Francy sentada, con aquella cara avispada, aquella que no le muestra a sus padres.

─ ¡Ven, quiero que me cuentes...!─ decía Luis, pero ella lo cortó. ─... ¡No!... quiero contarlo aquí... todos tienen que saberlo.

─ ¿saber qué cosa? ─ inquirió Charles ante aquella conversación.

─ Sí, ¿de qué están hablando? ─ participó Eliel tan confundido como los demás.

Luis dedica una mirada hacia la niña, pensando que quizás tenía razón, era mejor que todos sepan, sea bueno o malo, las respuestas que buscaba podría hacer que sus amigos abrieran los ojos a la realidad.

─ ¡está bien! ─ responde Luis, suspira, y toma lugar en las escaleras, su hermana Judy, estaba tan perdida como los otros, perpleja, lanza la mirada hacia su amiga preguntándose que se traían su hermano y ella juntos.

─ Luis hace unos días se acercó a mí en el colegio preguntándome sobre lo que habían dicho sobre... Alfonso Lira, todos sabíamos los rumores de que lo habían encontrado...─ comenzó a explicar Francy a los otros cinco, sentados en las escaleras.

─ ¿eso fuiste a preguntarle a Francy? ─ espetó Judy extrañada.

─ ¿Quién es Alfonso Lira? ─ inquirió enseguida Charles.

─ ¡es uno de los niños de la escuela, que desaparecieron! ─ explicó Eliel, aunque no comprendía de qué iba todo el asunto.

─ ¿uno de los niños? ─ volvió a preguntar Charles, sorprendido.

─ ¡Es que han desaparecido tres niños, el segundo fue Alfonso Lira, la tercera fue Diana... Diana Carpio! ─ respondió Luis.

─ ¿Quién fue el primero? ─ preguntó Charles.

─No lo sé─ dijo Luis, al tiempo en que negaba con la cabeza.

─ José Paredes─ se escuchó decir a Eliel, sus amigos lo miraron enseguida. ─...estudiaba conmigo, él es...─ recordaba.

─ ¡Él es el primo de Alfonso Lira! ─ completó Francy, era ella quien debía contarlo.

Los niños estaban nerviosos, impresionados de lo cercano a ellos que habían sido las desapariciones sin haberse dado cuenta.

─ ¿El primo de Alfonso fue el primer desaparecido? ─ repitió Luis cuestionándose muchas cosas.

─ Sí─ respondió la niña.

─ José ¡vaya!...había olvidado que estudiaba con José cuando empezamos el año...tiene mucho tiempo que desapareció. ─ agregó Eliel.

─ Quizás, quién está secuestrando niños tenía tiempo que no regresaba, y ahora volvió a merodear la escuela─ concluyó Luis.

─ también es posible, escuché en la escuela que están secuestrando niños para extirparle los órganos ─ apoyó Charles aquella teoría, mientras los otros niños estaban abrumados por aquella conversación.

─ te equivocas Charles─ dijo Francy para sorpresa de todos. ─...no fueron los que sacan los órganos los que secuestraron a Alfonso y José.

─ ¿a qué te refieres? ... ¡Cuéntanos de una vez! ¿Sabes qué fue lo que pasó con Alfonso y José? ─  se sobresaltó Luis ante aquello, ¿Qué más podía estar pasando entonces? (Se preguntó).

─ Bueno...─ comenzó a contar Francy. ─... mi amiga Shakira, es amiga de Flor Méndez, ella dice que es vecina cercana de la casa de Alfonso Lira... Flor le contó que: desde que el primo de Alfonso había desaparecido, su tía, la hermana de su mamá y la madre de José, estaba viviendo con ellos... dice que la señora la pasó muy mal, que en las tardes, casi siempre se escuchaba pegando gritos y llorando, pero que al mes de dar por muerto a José, la señora se mudó, y que todo parecía estar normal... pero que tiempo después se seguía escuchando los gritos, la gente les preguntaba que si pasaba algo, o si necesitaban ayuda con la mujer pero la mamá de Alfonso y Alfonso mismo se daban por desentendidos... ─

─ ¿pero y el papá de Alfonso? ─ preguntó Judy.

─... Dicen desde que empezó el año que el papá de Alfonso está en el cielo...─ respondió Francy.

─ ¿Q-Qué pasó después...Francy? ─ pidió Luis.

─... bueno, Flor le dijo que desde entonces, Alfonso estaba raro, cuando salía a jugar se quedaba sentado en algún lado, mirando a las esquinas... ya no jugaba con los demás niños de la cuadra, Flor dice que después, estábamos en clase haciendo dibujos, la profesora le pidió que los recogiera por los puestos, cuando recogió el de Alfonso, dijo que había dibujado dos niños acostados viendo televisión, y arriba decía "Mi Hermano y Yo" y ... que en el dibujo, había dibujado una mujer toda fea ... a Flor le extrañó porque, José no tenía ningún hermano...incluso le preguntó a su mamá por si ella sabía, pero la mamá también le dijo, que José era hijo único... ella dice que en su casa, a veces se escuchaba como si el discutiera con alguien o peleara, pero casi siempre estaba solo en casa, bueno... al tiempo, Alfonso empezó a actuar raro en clase, la verdad ni se sentía... ni yo recuerdo haber notado que después desapareció, Flor dice que la casa duró un tiempo en silencio, poco a poco volvieron a oírse ruidos, golpes, música a altas horas de la noche, cuando hace unas semanas atrás... se escuchó a la mujer hacer un fuerte escándalo, los vecinos estaban asustados, habían oído como que un hombre hubiese estado pegando gritos...llamaron a la policía, preocupados, pero cuando entraron... ¡No podían creer lo que veían!... ─ dijo Francy recordando claramente cuando su amiga Shakira se lo contaba junto a los bebederos, frente a la plaza central destechada dentro de la escuela.

─ ¿qué fue...?─ musitó Eliel.

─ ¡Estaban los dos muertos! ─ aseguró Isaac con un hilo de voz, su hermana lo mira significativamente.

─ ¡La mujer estaba enloquecida!... dicen que ni tres oficiales podían con ella... tenía a Alfonso tajado, dicen que lo tenía todo desfigurado, acostado al lado del cuerpo de su sobrino José... parece que el niño falleció ahogado, no sabían dónde lo había tenido todo ese tiempo, estaba podrido, la casa hecha un desastre, llena de gusanos y moscas por todos lados...Flor dice que la mamá de Alfonso estaba poseída... que por eso los mató─ terminó Francy de contar lo que su amiga había averiguado para ella.

─ ¿lo estás inventando? ¿Cierto? ─ inquirió Charles seguro de que se trataba de alguna broma.

─ Eso fue lo que me dijo Shakira─ contestó Francy.

─ Pero... Diana Carpio... ─ musitó Luis.

─ supuse que por eso preguntaste por Alfonso, así que le pedí a Shakira preguntarle a Flor por la madre de Alfonso Lira... resulta que fue detenida y ahora la casa está sola. ─ respondió Francy, llenando de más preguntas a Luis.

─ Entonces... Diana Carpio desapareció por otra razón─ concluyó Luis.

─ eso no descalifica la teoría de que tu amiga haya sido secuestrada por ladrones de órganos ─ comenta Charles para Luis.

Isaac escucha la brisa moviendo las hojas de la palmera detrás del edificio, comenzaba a sentirse nervioso, aunque sus amigos hablaban de secuestros, comenzaba a preocuparle que el monstruo tuviese algo que ver, o ¿será que lo había imaginado?... el miércoles de aquella semana, estando en la escuela había pedido permiso a la profesora Olga para ir al baño, ese día la escuela parecía estar bajo un filtro blanco, negro y azul, lucía totalmente fría y gris.

Isaac estudiaba en el último piso de la escuela, tenía que bajar un piso a la primera planta y recorrer todo el pasillo hasta la mitad, cerca de los bebederos. La escuela parecía estar vacía mientras bajaba las escaleras, una sensación extraña lo acompañaba aunque no tenía razones para eso, estaba en la seguridad de la escuela,(suponía).

Cuando llegó al primer piso, lanzó la mirada alrededor, estaban realmente oscuros los pasillos, y caminando lentamente se dirigió al corredor, pegado del muro que daba vista a la plazoleta central dentro de la escuela, estaba llena de agua, podría apreciarse el reflejo del cielo destellante y nublado en el agua empozada.

Isaac entró al baño para niños, estaba todavía más frío que el resto de la institución, pasó varios cubículos hasta el final, al que entró a orinar, miraba por debajo del separador del cubículo de al lado, por debajo de la puerta, vigilando que nadie se acercase, podía escuchar claramente el chorro de los orinales goteando sobre la tina de concreto.

Después de lavarse las manos, cierra la llave del agua secándose las manos en los pantalones, mirando hacia la salida.

Camina pasando la puerta y se detiene en la entrada, contempla por un instante el cielo, parecía que iba a llover, cuando una sensación extraña en su cuerpo, lo hace mirar al fondo del pasillo hacia las otras escaleras, entre un montón de pupitres apilados al fondo del corredor oscuro junto a la biblioteca, Isaac distingue la silueta de alguien muy pequeño, como encorvado en la parte inferior de la puerta de la biblioteca.

Un escalofrío recorrió su espalda, acompañado por una voz que le decía que corriera lejos del lugar.

Isaac, da dos pasos temerosos hacia eso, con intención de vislumbrar con claridad aquello que se ocultaba en la oscuridad. Se detiene, temblándoles los labios, cuando puede apreciar como aquello, se desenrolla incorporándose sobre sus pies, era sin duda la silueta del monstruo, tenía que encorvarse un poco incluso para no golpear su cabeza con el techo mientras crujía y rechinaba.

Isaac comenzó a respirar aceleradamente, intentó controlarse, convencerse de que todo aquello era producto de su imaginación, pero en cuanto vio abrirse ese par de ojos amarillos, sintió tanto terror que temió retorcerse en el suelo, tan pronto los dedos de sus manos parecían entumecerse, se dio media vuelta corriendo de regreso escaleras arriba, mientras las subía estaba seguro de que lo escuchaba burlarse con aquella voz espeluznante…

─ ¿Por qué no jugamos Al escondite? ─ soltó Isaac de pronto sintiendo mucha ansiedad, tenía un cosquilleo por su cuerpo recordándolo, se tronó los dedos de la mano, una con ayuda de su otra mano.

─ ¿no ven lo que está pasando? ─ se escuchó la voz de Luis por encima de la de Isaac, aquellos niños seguían conversando sobre el asunto de los niños desaparecidos. ─ debemos estar alertas, son muchos los niños que están desapareciendo, yo no quiero ser uno de ellos.

En aquel momento, se escuchó como si alguien hubiese dado un par de pasos por la parte de atrás del edificio, tan claro que todos guardaron silencio.

─...alguien nos está escuchando─ musitó Isaac. ─ ¿nos asomamos? ─

─ ¿qué? ¡Asómate tú! ─ replicó Charles.

Isaac intercambia miradas con Eliel, y le hace un gesto con la cabeza invitándolo a echar un vistazo en los respiraderos.

─ ¡Si veo al hombre de la capucha tendremos serios problemas! ─ susurró Eliel nervioso, esa vez que sorprendieron a alguien escondido detrás del edificio con la descripción del hombre de la historia, fue realmente aterrador.

Isaac y Eliel se ponen de pie, y silenciosamente caminan a hurtadillas hasta las escaleras, luego hasta el  descanso de las escaleras que bajan, mirando a través de los respiraderos, no se veía nadie cerca.

Isaac se queda aun mirando, sentía que alguien los espiaba, Eliel sube hasta la planta superior un poco más tranquilo, anunciando que no había nadie, luego Isaac se les incorpora.

─ ¿podemos hacer algo diferente? ─ pregunta Isaac. ─ La verdad me duele la cabeza, y quisiera pensar en otra cosa... ─

─pero... Isaac... ─ replicó Luis.

─ vamos, solo por hoy─ pidió Isaac. ─ la semana entera se ha tratado de Diana Carpio, y niños muertos o desaparecidos... quisiera....jugar algo por un rato.

Luis, se queda algunos segundos en silencio, parecía que sus amigos, ni siquiera su amigo Isaac podía comprender la gravedad del asunto, aunque después de todo, era cierto.

La muerte había sido una permanente protagonista durante toda la semana, quizás ahora que tenía las respuestas, lo mejor es meditar un poco al respecto antes de sacar alguna conclusión, quizás, era buena idea tomar un respiro, un momento para distraerse.

─ tienes razón─ dijo Luis finalmente. ─ vayamos a jugar... somos niños. ─ sonrió con esfuerzo.

─Sí─ respondió Isaac aunque ahora estaban pasándole, tantas cosas por la cabeza.

─ ¿entonces al escondite? ─ espetó Eliel.

─ ¡Sí, Al escondite! ─ dijo Luis con un poco de ánimo.

Los niños sonrieron, justo lo que necesitaban, un poco de diversión, estaban cansados del silencio, del frío, de lo tenebroso y aburridor, querían divertirse.

Llegaron al estacionamiento corriendo, aunque estaba encharcado y un poco oscuro no era impedimento, todo lo contrario, lanzaban la mirada al estacionamiento y era el sitio perfecto para jugar al escondite; habían muchos autos, estaba la camioneta picó del señor Roberto, el camión volteo del señor Misael, también otro camión carga larga, mejor así, con muchos escondites… bajo el otro árbol de jobos, junto a la pared de la residencia de al lado, había una pequeña camioneta blanca estacionada, tenía tiempo allí, con los cauchos traseros espichados, el dueño según; se había mudado de la residencia.

Lo mejor de aquella camioneta blanca es que la puerta trasera estaba abierta, era un excelente escondite, también estaban los árboles y arbustos, para los que sabían trepar, escondidos en lo alto ¿quién los iba a pillar? Los arbustos más pequeños y las esquinas oscuras lo eran también, todas eran muy buenas ideas para esconderse, más si eras de los que les gustaba lucirse un poco en el juego, podías esconderte en la canal del rio Calanche, Isaac más de una vez se había escondido allí, pegado a la pared diagonal, esperando al momento oportuno para salir de las sombras y librarse.

Aunque aquella vez, no quería esconderse allí, tenía miedo de que se le apareciese aquel monstruo y lo arrastrara con la corriente de agua por el Calanche.

Con una piedra, se turnan para elegir al azar quien sería el primero en contar, con mala gana, Charles acepta ser el primero en contar diez segundos por cada persona que esté jugando.

Isaac corre al gran árbol de jobo, y con ayuda de unos huecos en la pared, trepa hasta la coyuntura del árbol donde el follaje lo escondía, Francy y Judy se esconden detrás del mismo árbol, Luis en cambio, corre hasta la esquina que daba hacia el cuarto de la bomba de agua, Eliel se oculta en la palmera de la entrada de la torre y al poco tiempo empieza el juego, Charles mascullaba quejándose de ser el primero en buscar, al tiempo que miraba a todos lados, calculando donde podrían estar escondidos los demás.

Casi juraba oírlos burlándose de él mientras buscaba, tan pronto, como se acercó a la entrada de la torre, Francy corrió al muro donde había contado Charles para librarse, Judy iba a imitarla haciendo lo mismo, a mitad de camino se da cuenta de que Charles estaba de regreso, tan pronto como lo vio, dio un brinco al jardín que estaba allí ocultándose detrás del matorral de toronjil.

Charles enojado, concentrado en Francy no se percató de que aquella niña se ocultaba cerca, quedándole cuatro niños por delante aquel no era un fracaso mayor, enseguida se plantea que Francy debió estar hacia este lado del estacionamiento, caminando mirando entre los carros y las esquinas a pasos lentos.

Llega hasta el gran árbol de jobo, mirando la otra entrada de la torre, era oscura, y conectaba con la parte de atrás del edificio y una grieta con la canal, luego vuelve la mirada al otro lado, se asoma detrás del árbol, y un poco más allá, de salida al estacionamiento… pues no quería tener que buscar en lo oscuro, aunque seguramente allí estarían escondidos, así que comenzó a adentrarse hacia el lado de la otra entrada del edificio, alejándose de Isaac montado sobre el árbol, y acercándose a Judy escondida detrás del arbusto.

Luis y Eliel toman la oportunidad, tenían mucho rato que no veían a Charles cerca, corriendo se unen a Francy quien les alentaba con señas desde la columna donde se libraban de contar, Charles los escuchó cuando celebraban al librarse, así que se regresó corriendo, esperando que no se hayan librado todos.

Cuando cruzaba la esquina de la torre, se tropieza con Judy, ambos se estabilizan mirándose.

─ ¡Un, dos, tres, por Judy! ─ exclama Charles, corriendo de vuelta hacia el muro.

Judy se lamenta de haber salido de su escondite, caminando se reúne con los demás, pues Charles ya la había contado, y tocado la columna.

Solo quedaba Isaac, Charles, buscaba por todos lados, duró tanto tiempo buscando cerca del lugar, que no le quedó de otra que arriesgarse a alejarse, Isaac llevaba demasiado tiempo sobre aquel árbol, y bajar requería de cierto cuidado, aunque él era rápido en ello, era bastante alto.

Una vez Charles había bajado hasta la esquina de la torre "F", Isaac, comenzó a bajarse del árbol, solo Francy recordaba donde se había escondido.

Cuando lo descubre apenas poniéndose firme sobre las raíces del árbol, Charles ya estaba de regreso, Isaac apenas tomaba impulso para correr cuando ya su amigo de anteojos lo había pillado, ambos corrieron con mucho esfuerzo, pero Isaac estaba más cerca y llegó primero.

─ ¡libre! ─ gritó Isaac con poco aliento, Fue entonces definitivo, Judy había perdido, a Isaac se le había olvidado librar por todos para salvar a Judy.

Fue emocionante aquella carrera, los niños comentaban entre ellos los momentos críticos y de tensión de la partida recién culminada, la brisa soplaba fuerte, los grillos había dejado de cantar evidentemente había mucha tranquilidad.

Pronto Judy comienza a contar hasta sesenta, siguiendo las mismas reglas; Charles se monta por la parte de atrás de la camioneta de su padre, acostado en la carga, se tapaba con la paja seca que forraba el suelo de la camioneta.

Eliel toquetea en los hombros a Luis e Isaac, y les hace una seña indicándoles que lo sigan, acto seguido Eliel los llevó detrás de la camioneta blanca, bajo el primer árbol de jobo, pisó el botón de la puertilla trasera, cuando se abrió la puerta, Luis e Isaac le dedicaron una mirada de impresionados para Eliel, quien sonriente los guiaba al interior de la amplia maleta trasera.

Se apoyan por la parte de atrás de los asientos, mirando por el estacionamiento a través del parabrisas empolvado, aquel era un gran escondite.

─ ¡Así que es cierto! ─ soltó Isaac con un poco de adrenalina. ─ ¡La camioneta está abierta! ─ rodeaba con la mirada el interior de la pequeña camioneta, mientras sus dos amigos, y la niña en el fondo tomaban un lugar.

─ está totalmente abierta─ contó Eliel con una sonrisa, también acelerado, se sacudía las rodillas, y se secaba el sudor de la frente.

─ ¡No sé porque nunca me escondí aquí! ─ reconoció Isaac aún sorprendido de la genialidad del lugar.


─ ¡Yo tampoco me había escondido aquí! ─ agregó Luis al lado de Isaac.

Isaac sonríe, contemplando todavía aún más lo genial de aquel escondite, tan solo en el maletero, cabían cuatro niños.

De pronto se abre la puerta del acompañante, Los tres jóvenes, que se hacían apoyados sobre el espaldar de los asientos, vuelven la mirada vislumbrando a Francy sentándose en el asiento del copiloto y cerrando la puerta con suavidad.

Los niños la miraban expectantes, la niña lanzaba la mirada por el parabrisas y de nuevo a su hermano y sus dos amigos.

─ ¿puedo esconderme aquí con ustedes? ─ preguntó.

Isaac, Luis y Eliel, sintieron un escalofrío recorrer su nuca al mismo tiempo, se dieron vuelta mirando a una niña detrás de ellos, se parecía a Francy sin duda pero no era ella, esta tenía el cabello más largo y enrulado y llevaba un vestido de pijama blanco

Vuelven a hacer la mirada hacia Francy, y sin decir nada más, saltan por encima de los asientos, pasándose a la cabina del conductor y sacando a Francy a empujones fuera de la camioneta, gritando como locos.

Rápidamente Judy surge por el estacionamiento. ─ ¡Los encontré! ─ grita cuando los ve.

─ ¡No, no! ─ grita Eliel corriendo hacia la entrada al camino de cemento. ─ ¡Canteo! ... ya no jugamos más.

─ ¿Qué? ─ replicó Judy en respuesta.

Detrás de ellos, en la parte de atrás de la picó, surge Charles asomándose. ─ ¿Qué pasó? ─ estaba enojado.

─Una... una niña─ balbuceó Luis.

─ ¿niña? ─ repitió Judy sin comprender.

─ ¿explíquense?... y cuidado si es una excusa para empezar de nuevo─ refunfuñó Charles mientras se bajaba de la camioneta de su padre.


─ ¡estábamos escondidos en la camioneta! ¿Verdad?... ─ comenzó a contar Eliel aceleradamente. ─... cuando estábamos hablando escondidos en la parte de atrás, pensábamos que Francy estaba con nosotros, cuando de repente ¡Púm! Entra Francy por delante preguntando si podía esconderse con nosotros. ─ contó Eliel aun temblando un poco.

─ ¿enserio? ─ se sorprendió Judy.

─ ¡No puede ser cierto! ─ refunfuñó Charles.

─ ¡Claro que sí! ─ replicó Eliel.

─ ¡vayamos y abramos la camioneta entonces! ─ sugirió Charles, sospechando que todo aquello era una treta para no jugar más o algo por el estilo.

─ ¡Vayamos pues! ─ acepta Isaac enojado. ─ vayamos y veamos en la camioneta─

Entonces lo seis niños, caminan a la camioneta blanca, donde se reúnen frente a la puerta trasera esperando por abrirla y revelar quién se escondía adentro o no.

─ ¿Listos? ─ preguntó Eliel antes de abrirlo, los niños estaban un poco asustados, pero de igual modo asintieron esperando el momento.

─ tres, dos, uno... ¡Ya! ─ contó Eliel y abrió la puerta alejándose rápidamente y agrupándose con sus amigos, pero aquel maletero parecía estar vacío, adelante igual.

A penas habían un par de embaces de aceite para auto, algunas cajas de cartón abiertas, papeles, tuercas… no había nadie allí aunque estaba un poco oscuro, la luz del estacionamiento reflejaba lo suficiente para ver dentro.

─ No hay nadie─ dijo Charles.

─ Nosotros la vimos─ aseguró Isaac.

Charles se volvió mirando incrédulamente a Isaac. ─ ¡Si claro! ─ respondió sarcásticamente.

─ ¡Es enserio! ─ aseguró Eliel, Charles parecía estarse burlando de lo que ellos habían visto, no entendían porque no les creían.

Él se negaba a aceptar que una niña había aparecido.

Mientras discutían los demás, Francy siente un cosquilleo extraño a lo largo de su pierna, se la observa buscando si tenía bachacos u hormigas subiéndose sobre ella, pero no lo estaban, estaba limpia.

Francy, siente por un segundo una sensación extraña, aún más que el cosquilleo, siente que la están observando, levanta lentamente la mirada al interior de la camioneta blanca, cuando vislumbra una niña sentada al fondo en la oscuridad, mirándolos.

─ M-muchachos...─ balbucea con tanto miedo que tenía ganas de llorar.

Los otros, lentamente vuelve la mirada a Francy, automáticamente siguiéndola hacia lo que veía su amiga...

─ ¡ES LA NIÑA! ─ gritó Eliel, con los pelos de todo el cuerpo erizados.

─ ¡CORRAN! ─ gritó Isaac más atrás, y todos salieron como disparados sin dudar, gritando, cerraron la puerta de vidrio de golpe tras entrar, corriendo escaleras arribas espavoridos por la presencia de aquella niña.



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