43. Raizel | El cuerno del juicio final


Capítulo 43:
El cuerno del juicio final.

Cuando desperté el dolor de cabeza era terrible, apenas podía recordar estelas de la noche anterior, Constantino ofreciéndome su mano, pidiendo la mía, luego el dolor profundo de una daga.

Los ojos dispares de Cavale brillaban en la oscuridad, una bestia me perseguía en su forma, corría por bosques oscuros e infinitos, el pulso latía en mis oídos.
Unas veces era él, otras reconocía la risa de Esen entre los árboles.

Desperté sobresaltada.

──Tranquila, solo fue un mal sueño.

Una joven de apariencia cálida me sonreía desde el pie de la cama, ella se acercó para terminar de vendar mi muñeca, hasta entonces noté la mesa con utensilios que tenía a su lado.

──Es una herida bastante desagradable, hubiera preferido que Constantino me llamara anoche para esto.

──¿Eres doctora?

Sus grandes ojos dorados brillaron hipnóticos.

──Digamos que soy una persona con mucho tiempo libre por delante.

──Un vampiro.

Sonrió para mostrar unos pequeños colmillos blancos.

Alguien golpeó la puerta de la habitación y ella se apresuró a guardar todo nuevamente en su viejo maletín.

──Adelante ──indicó cuando vio que yo no lo haría.

Me arrepentí al instante de permitirle hacerlo.

Constantino entró en la habitación como dueño y señor, la joven no-doctora le realizó una reverencia antes de abandonar la habitación.

──¿Cómo te sientes? ──indagó.

──No en mi mejor momento… ¿Cuándo estarán los análisis?

──Pronto ──señaló──. Muy pronto.

Me cubrí mejor con el edredón, sin saber muy bien qué hacer. Preferiría que todo fuera más rápido, sin darme tiempo a pensarlo… Era difícil.

──¿Se contactó contigo?

──Evité su llamada ──respondió Constantino, luego ocupó el asiento al lado de la cama ──. Todavía puedes retractarte.

──¿Conoces otra forma de contrarrestar el virus en Esen?

Su rostro serio fue una obvia respuesta.

──Entonces no puedo ──zanjé.

──Esen me odiará.

──Eso no podría importarme menos.

De hecho, si Esen reunía el suficiente rencor como para no acercarse a él en quinientos años sería una recompensa.
Sus ojos lilas me analizaron con severidad.

──¿Es todo por lo que haces esto?

──Quiero que Esen y Cavale encuentren la forma de seguir adelante, también mi familia… Pero no voy a mentir, siento que es la forma que tengo de completar mi investigación, retribuir mis intentos.

Él entonces se puso de pie.

──Supongo que no puedo hacer mucho para detenerte.

──Podrías hacer el proceso más rápido.

Él se negó, dubitativo.

──Todo a su tiempo.

Me quité el pelo de la cara mientras intentaba unir las piezas en mi cabeza.

──El ataque…

──Será esta noche, más tarde o más temprano.

No había forma de detenerlo, pero al menos podríamos sacar algo de ello, quizás era tan cruel como el propósito de Eliseo, pero nada ganamos jugando a ser mártires.

──El Irlandés está vigilando la puerta, trata de no salir de aquí hasta que todo pase, el Centinela es un lugar de alta seguridad y Eliseo es demasiado reacio a la tecnología como para hackear los códigos, pero no está mal tomar precauciones.

Asentí, sin más que agregar.

Cuando Constantino se fue decidí ir por una ducha, agradecí que Erin me hubiera elegido ropa, una falda escocesa y una blusa negra de cuello alto, era claro que me las había prestado ella.

Estaba cepillando mi pelo cuando escuché las alarmas sonar en la ciudad, la alerta de amenaza.

Era el cuerno del juicio final.

Dejé el peine en el tocador para observar otra vez la carta que había escrito para Cavale y Esen, ambas selladas, se las entregaría a Constantino cuando llegara el momento…

Ambos con el sello de los Karravarath ─el único disponible para sellar las cartas─ si cabía más ironía.

«Se ordena a todos los ciudadanos permanecer en sus hogares, se activará el protocolo X378, todo individuo que sea visto en las calles será señalado como amenaza.

Los traspasos están cerrados, queda prohibido el pase de un círculo a otro.

La evacuación comenzará luego de la primera fase. Se ordena a todos permanecer en sus casas, en caso de estar fuera, se ruega permanecer al resguardo más cercano…»

Luego el mensaje volvía a repetirse.

Hice ahínco de todo el temple que tenía para dirigirme hacia la ventana, corrí las enormes cortinas de terciopelo para encontrarme con un paisaje desolador, la ciudad de Senylia ardía en luces rojas de advertencia, podía ver los aparatosos carros militares cruzar la avenida de forma imponente.

Esa era la ciudad en la que siempre había querido vivir, era como observar el retrato perfecto de un sueño reflejado en un espejo que ahora se agrietaba antes de quebrarse.

Sabía que no podía, sabía que era tonto, inútil y arriesgado, pero corrí hasta el teléfono para contactar con Rival Cavale.

El teléfono sonó, dos, tres, cuatro veces, sin respuesta.

Se suponía que Nathaniel sacaría a Cavale y Esen de la ciudad antes del ataque, ese era el plan, él debía sacarlos para ponerlos a salvo.

El presentimiento despertó mi inquietud.

Unos golpes me pusieron en alerta, escuché el tintineo y busqué su ubicación, venía desde la puerta del viejo armario, supuse que alguien intentaba ingresar, no me sorprendería que la mansión Karravarath tuviera túneles y conexiones secretas, por precaución me apresuré a girar la llave en la cerradura.

El tintineo volvió y entendí que eso solo me compraría unos segundos.

Corrí hasta la puerta, abrí tan rápido que fui golpeada por la imagen de los pasillos de mármol cubiertos de sangre.

Los guardias gorjeaban en el piso, en charcos de sangre y con ojos perdidos.

La luz se había cortado en la mansión, Senylia quedó hundida en la profunda oscuridad.

Intenté no pensar mientras mis zapatos pisaban la sangre caliente y fresca, el olor metálico inundaba los corredores apenas iluminados por el cobre de las velas.

Alguien había atacado y algo venía por mí, debía ser una persona que conociera los planes de la Orden y hubiera esperado el momento justo del apagón.

Tomé un candelabro de los que iluminaba el pasillo, fueron encendidos horas antes en precaución.
Lo sostuve en alto, no supe cuánto había caminado hasta que un halo de luz llegó desde lo que parecía ser un salón, mis zapatos hicieron eco mientras entraba, fui hasta una espada que descansaba en la pared.

Supuse que como vampiros les gustaba coleccionar objetos antiguos, solo esperaba que no fueran solo de adorno.

──Bonita.

Una figura caminó hacia mí, al resguardo de la oscuridad, aun así, su voz era inconfundible aunque estuviera impregnada en ese tono tétrico.

──Cas.

Cualquier alivio que hubiera sentido por un rostro conocido desapareció cuando noté su ropa manchada de sangre.

──No me temas, cariño.

Alcé la espada hacia él, fue difícil sostenerla por su propio peso, el notarlo solo despertó una sonrisa de colmillos blancos y ojos verde sádico en Cassio Karravarath.

──Raizel…

Giré mi cabeza apenas lo suficiente como para notar la figura de Cavale, él se detuvo al notar la escena.
Dejé caer la espada a mis pies.

──Acércate a ella y lo lamentarás, Rival.

Él alzó las manos, sus ojos dispares eran una mezcla de angustia, rabia e impotencia cuando se dirigió a mí.

──Deberías estar con Nathaniel ──le recriminé.

──No vale la pena el sacrificio, Astarte.

Rehuí de su mirada para encontrar la de Cas, no tenía sentido temer la pérdida de un destino que era imposible y, sin embargo…

──Déjala en paz, Karravarath.

──¿Vas a dejar que se mate? ──espetó Cassio──. No creo que hayas venido hasta acá para eso, creo que sabes muy bien lo que quieres y que solo yo tengo las agallas para hacerlo.

Corrí hasta donde estaba Rival, lo intenté, pero Cassio me alcanzó con mayor rapidez.

Me congelé al verme apresada.

Cavale intentó acercarse, pero Karravarath fue claro en su amenaza.

──Ya te dije qué te pasaría si te acercas.

──Suéltame, Cas.

La situación no me era desconocida, mediar con la ira de Cas, intentar manejar su humor inestable para que no enfureciera. Solo que esta vez lo que tenía que cederle costaría un precio demasiado alto.

──Vamos, Rival, pide que la suelte, ayúdame a llevarla otra vez con Constantino y veamos juntos cómo la asesina poco a poco.

──La estás lastimando, déjala ir.

Cavale se mantuvo estoico, sus ojos clavados en los míos, tragó con fuerza.

──No tienes las agallas para hacer lo que quieres hacer ──susurró a mi oído, alejó el cabello de mi cuello.

Los escalofríos treparon por mi piel.

──Los resultados no están, nada asegura que no me convierta en un furia ──intenté razonar.

Cavale aprovechó la distracción de Cas para acercarse.

──Si la salvas es porque te importa más la cura que ella ──lanzó Cassio.

──Cas… puedes llevarme contigo, no escaparé ──dije con voz apática, volteé para quedar de cara a él──. Si haces esto, nunca volverás a verme, sabes que es una posibilidad.

Cassio me sonrió de una forma aterradora.

──Ya no aceptaré una vida a medias contigo, bonita.

Cas me mordió y el dolor estalló de forma cegadora, perdí el sentido de orientación y mis piernas flaquearon, la sangre comenzó a correr sin control por mi cuello.

Vi a Cas arrancarse la espada del estómago, la herida sangró a través de su camisa blanca y corrió como un perro herido, aunque sabía que eso no sería suficiente para matarlo.

La sangre corrió por mis labios, escupí en el piso de mármol, intenté detenerlo y observé la sangre manchar mis dedos.

El charco de sangre era mío.

Unos brazos me levantaron para cargarme.

Intenté detener el flujo que escurría de mi cuello, pero sabía que cada vez era más débil.

──Tranquila, Astarte, te sacaré de aquí ──Cavale habló al filo de la desesperación.

──Esen…

Me recosté contra su hombro mientras las energías me fallaban, no sabía a dónde íbamos.

──Ella está bien, vino por ti, por eso tienes que quedarte, Raizel, quédate.

Cerré los ojos un momento.

──Tienes que quedarte, Raizel.

Cavale apoyó sus labios en mi frente y me sostuve al cuello de su camisa, me pregunté a dónde iríamos, porque esperaba que en ese lugar no hiciera tanto frío como ahora.

──Quédate, Raizel ──rogó.

Cuando desperté volvía a estar en mi casa, en la pequeña casa de la granja, escondía anotaciones debajo de mi almohada y soñaba con irme muy lejos.

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