35. Esen | Cautivos.
Capítulo 35:
Cautivos.
Observé a Constantino dormir de forma plácida, tan relajado como si no hubiera un buen puñado de personas pensando en matarlo y como si yo no hubiera sido una de esas en un momento.
Intenté ser lo más sigilosa posible, me levanté con precaución de no despertarlo, me deslicé fuera de la cama recogiendo mi ropa en mi camino a la salida.
──¿Te vas, Esen?
En la oscuridad podía verlo, sentado con los ojos somnolientos a la espera de mi respuesta.
──Voy a ver a Raizel ──mentí a medias──, quiero ver cómo está, no tardaré.
Él no pareció creerme, no por la forma en la que sus párpados encapotaron sus ojos lilas.
──Buenas noches, Esen.
Una suave sonrisa tiró de mis labios.
──Buenas noches.
Me dirigía a la habitación de Raizel, para buscar algo con lo que seguir su rastro, cuando me encontré con una dicotomía de murmullos en los pasillos, reconocí la cadencia suave de las dos voces, desde una habitación al final del corredor se podía observar la luz cálida que escapaba de una habitación.
──No sé si Liria acepte… es una mujer testaruda ──reconocí la voz musical y elegante de Isaac Llanten.
──Busca algo para hacer, ocúpate.
──¿Crees que no he puesto suficiente de mí en esto?
──Seguro habrás puesto mucho esfuerzo en meterte con Rival ──se mofó Caín.
──Qué puedo decir soy un soldado del deber.
──Debías espiarlo ──lo corrigió Caín──, ese anillo de compromiso estuvo completamente fuera de tus funciones.
──Soldado y romántico.
No podía entender el alcance de lo que estaban hablando, ¿Constantino sabría de la alianza entre ambos? Claro que lo hacía, él y Caín eran aliados antes de ser hermanos.
¿Entonces por qué se tomarían tanto trabajo en mantener a rajatabla a Cavale? ¿Qué parte tan crucial le había revelado Lessar?
Supuse que su sangre híbrida valía más de lo que pensé.
Dudé en dónde sería mejor esperar a Isaac para seguirlo cuando un nuevo retazo de conversación me llamó la atención.
──Ayer fue su cumpleaños ──señaló Llanten.
──Es como si la casa tuviera olor a rosas… ──soltó Caín, como si indicara alguna curiosidad y no un hecho que parecía atormentarlo.
──Quizás sea Esen.
──Tal vez.
El silencio encumbró el enorme espacio que nos dividía.
Escuché los pasos de Caín alejarse, retumbando en los corredores de la mansión.
──Yo la superé, hace tiempo, Llanten, no vivo del pasado, deberías hacer lo mismo, sobre todo cuando tienes 500 años de historia, puede ser aburrido.
El cambio socarrón en su voz me hizo entender que esa conversación había terminado.
Hice lo posible para ocultarme en las sombras, observé a Isaac y Caín caminar a los lejos por los desolados pasillos del Centinela.
¿Qué tenían que hablar con Liria Salem? Claro que los Karravarath eran un clan cerrado que ya había definido sus miembros, pensar que me aceptarían como aliada era pecar de ingenuidad.
La única por la que podía velar ahí era Raizel.
Caín y Constantino solo me veían como algún juego más, otro secreto que enterrar de la familia.
Otro nombre que alguna vez quedaría olvidado y ninguno de los dos se atrevería a pronunciar.
Es como si la casa tuviera olor a rosas…
Creí que Zetra se encontraría dormido en su habitación, creí que tendría que obligarlo a guiarme hasta su guarida, pero nuestro honorable amigo se estaba escabullendo como un pequeño ratón blanco en la noche.
Lo encontré en el patio y supuse que atravesaría todo el jardín para salir por el río, ningún guardia estaría contando con tanta imprudencia que lo arriesgara a salir de la mansión ahora que furias acechaban la ciudad y una tormenta azotaba trayendo caos, pero ninguno de ellos contaba con la temeridad del buen soldado.
El clima había amainado desde sus últimas ventiscas, la calma antes de la tormenta.
Él aprovechó esto para salir y yo para ir tras sus pasos.
Seguirlo no era un problema, su rastro era tan fácil de seguir como el almíbar. Me sorprendió con la facilidad con la que pudo desenvolverse en la ciudad, supo dónde estaba la estación de trenes y dónde bajarse, luego caminó las calles que seguían a un objetivo que le parecía bien conocido.
Como si alguien lo estuviera guiando.
Me sorprendí al verlo entrar a la vieja edificación junto al río, antigua e imponente con tantas ventanas como recovecos y secretos hundidos.
La mansión de Venicio Lessar.
Zetra no entró por la puerta principal, sino que hizo toda la calle hasta el final antes de meterse en unos callejones y de ahí ir sorteando hasta alcanzar los patios que rodeaban la casa de Venicio Lessar.
Yo decidí acortar camino entrando por una de las ventanas superiores en la fachada principal.
Después de todo, el sistema de vigilancia era controlado por los Karravarath, no confiaba en ellos, pero sí en mi habilidad para torcerlos a mi favor.
Dentro de la casa el polvo se acumulaba en los rincones, sábanas blancas cubriendo muebles y ventanas desnudas, la oscuridad envolviendo pisos y salones.
Al parecer la casa se encontraba en un limbo antes de que se deshiciera qué familiar la heredaría.
Venicio Lessar la dejó a cargo de su pupilo Rival Cavale, pero la opinión pública no veía bien cederle propiedades a quien consideraban un salvaje, razón primordial quizás más allá de su condición de presunto asesino.
Escuché pasos en el lugar y me dirigí hacia el corazón de la casa, un jardín invernadero que estaba empañado por el frío de la noche y la lluvia que repiqueteaba en sus vidrios.
Subí al techo de cristal, aprovechando esto para deslizarme y entrar por las ventanas superiores de la biblioteca, en donde podía oler su rastro.
El techo aguantó mi peso con bastante facilidad, aunque decidí pisar el esqueleto metálico en lugar de los vidrios para no tentar demasiado mi suerte, cuando alcancé el alféizar de una de las ventanas de la biblioteca di mi misión por cumplida.
Salté los metros que me separaban sin mucha más dificultad, abrí la ventana que apenas susurró en respuesta, con rapidez me dejé caer entre estanterías y libros antigüos.
Fui prudente al entrar en la biblioteca, el fuego crepitaba dejando la habitación en un brillo bronce, cuando me acerqué descubrí la figura de un hombre encorvado y viejo a un lado de la chimenea.
Por unos momentos fue un anciano, milenario, años de sabiduría y la tortura que conlleva ganarlo desaparecieron en solo un momento como si volviera a ocupar, como una serpiente, esa falsa piel que le brindaba la inmortalidad.
──Parece que los fantasmas rondan este lugar…
Entendí que no tenía sentido esconderme, por lo que caminé hasta la calidez de la chimenea, mi pelo y ropa goteando a cada paso.
──Profesor Asier.
──Señorita Harseth, me alegra verla.
No sabía bien a quién esperaba encontrar como contacto de Zetra, quizás algún miembro de la organización, el mismo Isaac.
──¿Qué está haciendo aquí? ──indagué.
No sabía cómo encajaba esa pieza en el tablero, intenté recordar qué sabía de él, era uno de los miembros con más renombre en los laboratorios Karravarath, a cargo del programa de becas, Raizel le tenía gran admiración y él le había dado trabajo como donante cuando ella se quedó sin nada; luego él desapareció de todos los lugares tras el asesinato de Venicio Lessar y supongo que los Karravarath no quisieron levantar sospechas sobre su nombre para evitar ensuciar ─aun más─ su imagen.
──Es una historia larga, bastante aburrida, para la que no tenemos tiempo ──concluyó él──. Estoy segura que hay cosas más interesantes que podría preguntarme, Harseth.
──¿Cuál es su interés? ¿Vengarse de los Karravarath? Porque a este punto es sentarse y ver.
El hombre sonrió de una forma que me hizo recordar a alguien más, no supe a quién.
──Nathaniel tiene a mi hija, no sé cómo llegó a ella, sospecho que lo descubrió hace mucho, lo confirmó en aquel ataque, ¿te lo dijo? ──comentó──. Ella estaba muy alterada, la noche que Rival la encontró y la llevó de vuelta a casa, sé que Nathaniel lo supo desde entonces.
Guiándome por sus propias palabras, solo había alguien posible para ser esa misteriosa hija suya.
──Entonces usted supone que Raizel es su hija.
──No supongo nada.
Lo rotundo en sus palabras me dejó pasmada, mis dientes castañearon, pese a que no podía recordar la última vez que tuve frío.
Raizel nunca me había hablado de nada parecido, ¿cuánto tiempo llevábamos así de distanciadas?
El fuego crepitó débil, tenue.
──¿Raizel lo sabe?
El profesor me invitó a ocupar el asiento a la izquierda del suyo, se sirvió una taza de té de la mesa de patas dobladas de roble.
Me ofreció, pero me negué, no tenía estómago ni veía el momento apropiado para una reunión de té, él no pareció coincidir porque se tomó el tiempo para endulzar su infusión antes de continuar.
──Cuando estaba trabajando como médico en una Gex del este llegó una pareja, bastante joven, la mujer estaba en contracciones y llegaron a mi casa de noche, de urgencia ──empezó a relatar──, fue un parto difícil, ella tuvo un niño nonato, mi idea al principio fue fingir simplemente que tuvieron gemelos, en lugar de eso les di a mi niña para que la criaran.
Antes de que pudiera preguntar, él aclaró:
──Mi… La madre de Raizel vivía conmigo en ese entonces, la había ayudado a escapar y fingimos ser una pareja de humanos, hasta que esa pareja llegó una noche, solo días después de que Raizel naciera… fue como una señal. Su madre me hizo prometer que nunca volvería por ella y la dejaría vivir una vida tranquila en la Gex, lejos de todo
──De los Karravarath ──acoté.
──Así es, lamentablemente ella quedó elegida en el programa del Internado y luchó aun más hasta conseguir una beca, se esmeró por el proyecto que la haría una ciudadana de Senylia y era tiempo hasta que los Karravarath lo supieran.
»Fue mi error el contactar con Nathaniel, fui ingenuo al creer que no me usaría contra sus enemigos. Aquella noche, un año atrás, envió a uno de los suyos a buscar a mi hija, se la hubiera llevado en el estacionamiento, pero Caín Karravarath llegó hasta él primero, acabando con su vida, eso creí.
──Pero él y Constantino se confundieron de objetivo, así que me usaron a mí en su lugar.
El profesor asintió antes de continuar.
──Creí que podría mantenerla a salvo, al menos lo estaba mientras Constantino no la descubriera, mientras Elíseo no lo supiera, pero Nathaniel lo sabía y ella quedó envuelta en el medio.
──¿Qué quiere este Nathaniel con Raizel? ──repetí.
El profesor torció una mueca que creía conocer muy bien, el perfil severo cuando desvió su mirada a la chimenea.
──Quizás tú podrías decirme.
──¿Cómo podría saberlo si no lo conozco?
El profesor Asier me miró con asombro, luego pareció meditar sus siguientes palabras antes de concluir:
──Bueno, es normal, no tiene sentido usar un seudónimo si piensas ir revelando tu nombre verdadero.
Entonces lo entendí.
──El Vigilante.
Asintió.
──Él te eligió una vez como informante, eres valiosa, Harseth ──concluyó el profesor──. Creo que podrías convencerlo para obtener su lealtad otra vez.
──Imposible, no ahora que me vio tan cerca de los Karravarath.
──Estoy segura que podrías inventarte un puñado de buenas razones para traicionarlos.
──No voy a decir que no tiene razón… Solo voy a decirle algo, usted se equivoca ──aclaré──, Raizel escapó con Rival, debe estar en algún lugar en el tercer círculo.
──Nathaniel me envió una foto, es por eso que llamé a Zetra tan rápido.
El mencionado había estado observando y escuchando en silencio, cruzado de brazos y con un hombro apoyado en el umbral de la puerta, estaba segura de que tenía un cuchillo afilado por ahí metido, por su gesto de pocos amigos quizás en el trasero.
──¿Y tú qué papel tienes aquí, cariño? ──le pregunté haciendo gala de toda mi coquetería.
Como siempre, él no se mostró impresionado.
──Por tu culpa me echaron de la logia.
──¿Por mi culpa? Seguro no tiene nada que ver con querer que tu hermana furia ande suelta por ahí.
Él se descruzó de brazos, tomé la amenaza como una dulce invitación, pero el profesor intervino.
──Creo que ya tenemos suficientes guerras sin sentido.
Zetra evitó volver a mirarme.
──Llanten, él sigue en la logia y es un espía de los Karravarath ──prosiguió el profesor Asier──. Ellos piensan atacar la ciudad, en conjunto con algunos centinelas, lo harán en unos días, debemos estar atentos.
──No van a dejarlos ──interrumpí.
El sistema de seguridad de los Karravarath era demasiado avanzado como para ser tirado por una logia que tenía sus sedes en pueblos sin luz ni conexión.
──Eliseo lo necesita, si demuestra que los humanos son una amenaza tendrá la excusa para reprimir y esclavizarnos ──intercedió Zetra, haciendo gala de todo su desprecio a los inmortales.
──Y traer aquí a la Vieja Alianza ──recordé lo que había dicho Constantino.
La nueva información no sirvió para esclarecerme, solo me hizo sentir más acorralada.
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