34. Raizel | Bajo la piel.
Capítulo 34:
Bajo la piel.
Apenas podía recordar dónde había estado antes.
En mis pesadillas seguía en el laboratorio, todavía podía ver a Eliseo Karravarath mirándome detrás del vidrio, anotando.
Sentía el movimiento del tren, el ruido de los rieles, ¿estábamos yendo de vuelta a mi gex? Mis ojos se llenaron de lágrimas de alivio ante la idea.
──Raizel, despierta.
De repente volvía a estar en la habitación de esa mansión oscura, Cas me miraba desde los pies de la cama victoriana, luego el dolor de sus colmillos me cegaba hasta la inconsciencia.
Me alejé hasta chocar contra la pared de lo que parecía un vagón de tren, el lugar permanecía a oscuras, iluminado de forma leve por las ocasionales luces de un túnel subterráneo.
¿Dónde estaba?
──Ven, mírame, no tengas miedo.
Él sostuvo mi mentón hacia su rostro, con cuidado, sus manos fueron gentiles al tocarme. Apenas podía ver su cara en penumbras, pero lo reconocía, a él o a una ilusión. Tragué con fuerza.
──¿Te lastimó?, ¿te hizo daño?
Pensé, dudé, ¿debía contestar?, ¿todavía estaba en el laboratorio?, ¿en la habitación oscura?
──Astarte, por favor, habla.
Lo observé a él, a sus ojos dispares, me concentré solo en su rostro, el que conocía, el que había extrañado tantos meses, el que evité tantos años.
──Cavale ──musité.
Él pareció aliviado al escucharme hablar, pasamos un túnel y el vagón volvió a quedar a oscuras.
Podía sentirlo, aun así, sentado a los pies del camastro.
Contemplé su figura recortando la oscuridad.
Su presencia era el peso que necesitaba para anclarme a la realidad.
──¿Dónde estamos? ¿Es el tren forte?
──No, no, es… otra cosa, estamos yendo a Val Trael.
No me importó demasiado en ese momento, solo era consciente de la distancia entre ambos, del bálsamo que significaba tenerlo cerca.
Sabía que no era mío para abrazarlo o besarlo, no para volver a susurrar su nombre en la oscuridad, pero me conformaba con que al menos me estimara lo suficiente como para no abandonarme en el laboratorio.
──Gracias.
──¿Estás bien?
──Creo que sí.
Sonrió de una forma cálida que se derritió en mi pecho, pensé que él cedería, podría ceder, querría que lo hiciera, pero Cavale se puso de pie, alargando la distancia entre ambos y me esforcé en recordarme mis prioridades.
──¿Por qué Val Trael? ¿Esen te lo pidió?
Intenté ver mejor su rostro en la penumbra.
──¿A qué te refieres?
──¿Ella te dijo que me saques de ahí?, ¿dónde está Esen?
──Los Karravarath no dejarán que le suceda nada, su obsesión con ella durará un tiempo más, hasta que busquemos qué hacer.
Un instinto me decía que si me ponía de pie mis piernas faltarían y caería al suelo, pero me obligué a ponerme de pie.
Cavale se acercó como si hubiera leído mi poca estabilidad, me sostuvo antes de que mi predicción se cumpliera.
Hasta entonces noté que usaba el uniforme de los centinelas.
Cargos, chaqueta y borcegos de cuero, por completo vestido de negro.
Cavale se pasó la lengua entre los labios, me observó como si quisiera besarme o atacarme y se estuviera decantando más por esta última.
──¿Tú estás bien? ──indagué.
En lugar de responderme, Cavale estampó su boca contra la mía, gemí ante la sorpresa y él aprovechó esto para deslizar su lengua dentro de mi boca, me empujó contra la pared del vagón, el constante ruido del tren ahogaba mis latidos acelerados y el ruido de nuestros labios.
Sus manos se deslizaron debajo de mi bata medio abierta, mi piel cosquilleó ante el leve roce de sus dedos, su mano ahuecó uno de mis senos y cerré los ojos, Rival sostuvo mis manos sobre mi cabeza, mis muñecas en alto mientras mi pecho bajaba y subía en busca de cada bocanada.
Intenté volver a besarlo, pero él no me permitió, su lengua delineó mi labio inferior en una tortura, bajó a mi cuello.
Mi piel se erizó ante el recuerdo violento de los dientes de Cas clavándose en mi piel.
Cavale se alejó para mirarme.
──Te mordió.
──No recuerdo cómo.
Él me bajó la bata otra vez, dejándome aturdida contra la pared, con el hormigueo en mis labios y en mi piel desnuda.
──Cuando recuperé mis recuerdos, no fue de lo único de lo que me acordé, parece que esta no fue la única vez que alguien quiso bloquear recuerdos de mi cabeza.
Me coloqué la ropa que me tendió, pantalones cargos y unas camisetas térmicas contra el frío, uniforme de los centinelas.
Cavale se volteó para no ver cómo me cambiaba.
──¿Qué quieres decir? ──indagué──. Ya estoy lista.
──Si te lo digo pensarás que soy imprudente y cabeza dura.
──Esos son halagos en comparación a lo que pienso a veces de ti, cariño, dime.
Él se volteó, sonrió con ironía antes de bajar su rostro al mío.
──Repítelo.
──Que esos son halagos…
──Mmm no juegues conmigo, Astarte, repítelo.
Sabía lo que quería que le dijera, obviamente él no lo iba a dejar pasar, pero era mucho más fácil decirlo con el tono irónico detrás.
──Dilo ──exigió.
──¿Te gustan los motes cariñosos? ──Torcí.
Cavale deslizó su pulgar por mis labios.
──Eres tan mía, Raizel.
Tragué con fuerza.
──Y si lo soy por qué actúas como si tocarme fuera una tortura.
Todo el humor desapareció de su rostro.
──Porque lo es.
No supe qué responder, no era eso lo que esperaba, aplané los labios intentando no mostrarme afectada y él me sostuvo antes de que pudiera poner distancia.
──Raizel ──me detuvo──. Mira esa marca en tu cuello, no quiero lastimarte, ¿entiendes? No sabes lo difícil que es intentar controlarme, tenerte cerca, escuchar tu corazón, ver la forma en la que me miras, olerte, es… doloroso.
──No me harás daño ──apunté──. No eres un extraño para mí, Cavale, te conozco.
──Raizel…
El tren pasó por un túnel que nos sumió a ambos en la oscuridad, podía sentir a Cavale deslizarse lejos de mi agarre.
──Duerme un rato hasta que lleguemos, Astarte, lo necesitarás.
Al parecer, Cavale estaba seguro de que tenía un hermano mayor, y no solo eso, sino que Venicio Lessar le reveló la identidad de este antes de fallecer.
Él tenía mucha más fe que yo en este nuevo hermano, pero por otro lado, yo no tenía más opciones que ofrecerle así que acordamos seguir su plan.
Nunca había visto Val Trael, se había convertido casi en un mito urbano para mí, pero cuando la vi no pude ocultar su realidad.
La cara más cínica y baja de Senylia, una ciudad industrial que había quedado en ruinas, plagada de conventillos, edificios chuecos que se apoyaban unos con otros, calles de tierra con charcos del agua que se filtraba de los techos.
Aquí y allá había retazos de lo que había intentado ser un sector industrial, gigantes de concreto con ventanas rotas y puertas roídas por el óxido.
Los centros de donación instalados por Senylia eran el único vestigio de modernidad que asomaba en la ciudad, de limpieza impecable con paredes grises y fachadas frías dispuestas a recibir las últimas gotas de sangre a cambio de unos peniques.
Cavale sostuvo mi muñeca con fuerza.
──Mira al frente, Astarte.
Hasta entonces noté lo boquiabierta que había estado ante el escenario que se me presentaba. Me obligué a ser discreta.
Era la misma forma en la que reconocíamos a los forasteros en las Gex, cuando pasaban para mirarnos como si fuéramos cucarachas acostumbradas a su mediocridad.
No teníamos más que lo que conocíamos, nos culpaban por acostumbrarnos a la vida que ellos nos dieron.
──¿Dónde se supone que lo vamos a encontrar? ──indagué.
──En las películas cuando intentan encontrar al capo ellos…
Quizás mi cara fue demasiado como para que la tomara como una invitación a continuar.
──Vamos a algún antro, quizás ahí haya alguien que tenga una pista ──ofrecí en cambio.
Cavale me miró con la misma cara que supuse que había hecho yo hace unos momentos.
──Ustedes, ¿qué hacen aquí?, ¿por qué no están en su área asignada?
Me envaré ante el oficial de complexión atlética y soberbia que se acercó a nosotros, su uniforme se veía sucio y desgastado del mismo modo que ocurre cuando tienes cierta calle y rango.
Cavale aprovechó su nada despreciable altura para mostrarse firme, imité su pose estoica.
──¿Cuál es tu sector?
──Este ──El hombre lo miró con recelo──. ¿Y ustedes qué…?
──Bien, supongo que entonces estás bien familiarizado con este lugar, podrás llevarnos con Nathaniel Cavale.
──¿Quién los manda?
──Soy Taberio Veltra del sector 5Z, élite del escuadrón Águilas de Asedio, primer general en su división, ¿quién es su superior, centinela? Beretti, búscalo.
Entendí que me hablaba a mí, fingí rebuscar el aparato invisible entre los bolsillos de mi uniforme.
──No, bueno, el señor… ──dudó antes de enderezarse con un carraspeo──. Los llevaré hasta allá, general, no es mi incumbencia interferir en asuntos de Senylia. Lo siento.
Cavale respondió apenas con un asentimiento para invitarlo a continuar la marcha.
El hombre lo hizo, pero notaba su espalda más rígida y sus pasos más cortos.
El camino pareció eterno y en todo momento me pregunté si Cavale no estaba dilucidando la opción de que fuera una trampa.
Él no me miró ni una sola vez, puesto en su papel.
Llegamos hasta una enorme fábrica de luces iluminadas y una gran puerta roja.
Nos recibió un hombre robusto de expresión severa.
──Quieren hablar con el Vigilante.
El hombre fornido de la entrada nos midió con extrema cautela, como si decidiera por dónde empezaría a hacernos pedazos.
El hecho de que Esen hubiera sobrevivido tantos años en este lugar era prueba de su completa entereza o su desencajada locura.
El tipo apenas hizo una seña para que lo siguiéramos, el oficial respondió con un asentimiento antes de que Cavale lo despidiera con un golpecito en los hombros en aprobación a su gran labor.
El lugar estaba abarrotado de gente fumando y bebiendo; gritos y algarabía saltaban sobre la música, una vieja canción de tango que volaba sobre el ambiente en notas melancólicas y tonadas alegres.
Cavale apretó mi brazo y noté que otra vez había estado contemplando todo como una forastera.
El tipo silencioso nos llevó por una escalera oculta tras un pasillo, el lugar era tan angosto que Cavale tuvo que ir detrás de mí y al llegar los pasillos se abrieron en paredes de rojo escarlata.
No confirmó ni una vez si lo seguíamos mientras serpenteaba entre los recovecos y hasta que el al fin llegamos a una gran puerta victoriana de madera caoba.
Golpeó tres veces.
Solo entonces nos señaló a ambos, y parecía dar a entender que solo uno de los dos podía entrar.
──Somos los dos o nada, no voy a perderla de vista.
El tipo silencioso no parecía muy conforme con la respuesta, la puerta se abrió en apenas una rendija y una voz se asomó a través de ella.
──Déjalos pasar, Hache, puedes volver a tu puesto.
El hombre se fue, no sin antes darnos una mirada más de advertencia.
La habitación era pulcra, en armoniosos tonos de rojo y negro, quizás demasiado en orden para el hombre que tenía amenazada a toda una ciudad.
──Supongo que esto no será una agradable reunión familiar.
──¿Sabes quién soy? ──comenzó Cavale.
──No un general de los Centinelas, eso seguro.
Estaba segura que ninguno de los dos contaba con que él cayera ante el teatro.
Era un hombre que no podía tener un par de años más que Cavale, su cabello de un tono azabache, sus ojos en un azul eléctrico que parecía artificial y me hizo preguntarme si no eran pedazos de vidrio.
Las líneas de su boca se extendían en cortes que terminaban a mitad de su mejilla, me dio escalofríos el pensar que eso tuviera que ver con los experimentos de Eliseo Karravarath.
Me heló aun más el pensar en que Cavale podría haber terminado así, o yo… o Esen.
──Supongo que tú eres la chica. ──Me recorrió el cuerpo con sus ojos de vidrio.
No había lascivia en su mirada, era algo más retorcido y sórdido detrás. Di un paso detrás de Rival.
──¿Qué pasó contigo aquella vez? Te fuiste y nunca más te encontraron. Pude recordarlo. ──Cavale devolvió su atención a donde lo necesitaba.
──Varias cosas desde que nos separamos, podrás notar. ──Señaló los cortes que yo había estado contemplando sin mucho decoro.
Evité mirarlo.
──¿Por qué viniste, Caiden? ──Fue su turno de indagar.
Esa vez su voz perdió todo el tono juguetón, fue severo, una reprimenda, casi melancólico.
──No te recordaba, antes, pero ni bien lo hice… en verdad lo siento, Nathaniel.
──Yo no lo siento ──zanjó en reproche.
──¿De repente soy el culpable de todo?
──Me costó encontrarte, años, cuando lo hice te observé, mandé a vigilarte, mucho tiempo, entendí que no podía traerte acá, ese fue mi plan siempre, Cai, pero…
»Siempre fuiste como nuestra madre, rebelde y soñador, cabeza dura e incauto, combinaciones terribles.
Negó como si así pudiera alejar las imágenes que se le venían a la mente.
──Cada vez que pensaba traerte aquí, solo me venían a la cabeza tres problemas en los que podrías meterte ──rebuscó hasta encontrar un cigarrillo en su chaleco──. No, pasaría el día salvándote el culo.
──Suenas exactamente como Venicio Lessar.
──Y viendo que con el cerebro lavado volviste a meterte en una organización en contra de la familia con más poder en la ciudad, entiendo que el hombre tenía razón.
Cavale arrastró la silla de Nathaniel, obligándolo a ponerse derecho, como una necesidad de que se pusiera serio.
──Creo que todavía sigues creyendo que tengo ocho años ──gruñó.
──Y que tú todavía crees que voy a cuidarte como si tuvieras esa edad.
──Si no quieres volver con los Karravarath tal vez sea así.
──Cavale ──intervine──. Eliseo Karravarath es el único enemigo aquí, una vez que él no esté podremos volver a los dramas familiares ──inhalé con fuerza──. Dejó que Venicio Lessar y sus hijos se peleen, revocó la orden que le impedía a Renagás volver, sabiendo que vendrían por su familia y eso los mantendría ocupados, ahora que Lessar no está y que Constantino se mantuvo fuera por Renagás, quien fue solo su peón, tiene todo listo para volver y lograr lo que siempre quiso.
──¿Y yo por qué debería intervenir cuando tal parece que todos se están destruyendo perfectamente? ──indagó Nathaniel.
Cavale lo miró con indiferencia, pero no se me escapó que quizás era una pregunta que él mismo se hacía, ¿por qué?
Fue mi turno de hacerlos entrar en razón.
──Constantino es nuestra ficha, su padre lo odia… pero también le teme o no se hubiera dedicado años a hacerle la vida imposible.
──¿Y qué nos garantiza no tener otro Eliseo dentro de unos años? ──Nathaniel apuntó en el mismo tono sabiondo y cínico que solía usar Rival.
──Le quitaremos el poder, esta es la oportunidad, ahora que Eliseo se le volvió en contra… ──indiqué.
──Debemos atacar ──señaló Nathaniel, pero alzó una ceja antes de prenderse un cigarrillo, en esa forma teatral que indicaba que solo nos tomaba el pelo.
──Buscan eso ──lo cortó Cavale──. Por eso te dejaron tantos años aquí, Nathaniel, por eso permiten que la organización siga, quieren que reaccionen y una vez así comprueben que somos violentos y tengan su excusa para meter a la Vieja Alianza aquí, sus reglas.
──Bastardos ──suspiró Nathaniel──. Es lo único que me detiene de no cargarme esa puta ciudad.
Luego se levantó para ir hasta la puerta, abrió y comenzó a gritar a quien sea que se cruzó en el patio.
──¿Te parece esto un motel? Atrévete a revolcarte una vez más aquí y te saco de patadas en el culo.
Cavale aprovechó el pequeño arrebato de su hermano para rebuscar en el escritorio lo que creí que sería información crucial y después entendí que eran cigarrillos.
Nathaniel le tendió el mechero antes de volver a sentarse.
──En la organización no piensan lo mismo ──retomó Cavale, antes de una larga calada.
Alejé el humo que viciaba el ambiente.
──Constantino se estará encargando de ellos ──indiqué.
──Ambos te necesitan ──intercedió Nathaniel mirándome otra vez con esa expresión tétrica──. Por distintas razones.
Me pregunté si él compartía o conocía las conjeturas de Elíseo Karravarath.
Si bien no eran reales, Constantino fue claro en compartir el paradero de ese bebé que llegó a ver como la posibilidad de una cura.
Era una mujer que tuvo a su hijo en algún criadero, no podía ser yo, mis padres nunca ocultaron nada acerca de mi orígen y prácticamente todo el pueblo me había visto crecer desde que era una pequeña en los brazos de mi madre.
Fuera de la ansiedad y angustia del cautiverio podía ver con más claridad el panorama, en todo caso, era mejor que Eliseo siguiera creyendo que la cura era yo y que se le había escapado.
──Entonces creo que tenemos algo para negociar con Liria Salem ──decidí.
Cavale me miró extrañado, pero evitó hacer más preguntas.
El hermano de Cavale nos dio una habitación compartida para pasar la noche, pero la verdad no estaba segura hasta cuándo se estaría extendiendo su hospitalidad, ya había dejado bastante claro que el futuro de Senylia no le quitaba el sueño.
Un supuesto acuerdo con Liria Salem era demasiado abstracto para aferrarse a él y duraría tanto como un espejismo cuando supiera que mi sangre no era cura para nada.
Pero nosotros fuimos objeto de experimento en los laboratorios de Eliseo, dejarlo hacer a su conveniencia tampoco era una opción.
Casi podía escuchar las garras del furia rasgando la puerta, lo que parecía una eternidad de noches atrás.
Mi padre pidiendo que no lo deje entrar, los gritos humanos pidiendo auxilio al otro lado de la puerta, quizás Nathaniel solo veía la opción práctica, como la vio mi padre esa noche ─como otras─, no podía culparlo por proteger a su gente, a su familia.
Cuando salí del baño pensé en meterme a la cama, pero no podía hacerlo, no tranquila, no mientras Cavale siguiera ahí afuera, evitandome o no.
Me coloqué la chaqueta que Cavale había dejado atrás de su uniforme de los centinelas y bajé al salón para buscarlo.
El aire en el club era pesado, el humo serpenteaba entre las luces de neón y lo lásers rojos recorrían la pista al ritmo de una canción desconocida de ritmos rápidos, violines y guitarras.
No podía encontrar a Cavale por ningún lado.
──¿Qué haces por aquí, angelito? ¿Nueva donante?
El tipo me sonrió con una hilera de dientes blancos, colmillos afilados y ojos negros de cazador.
──No soy donante ──Tiré de mi brazo para que me soltara.
Él se acercó para aspirar mi aroma como si fuera una flor de la que quisiera impregnarse, retrocedí.
──No vuelvas a tocarme.
El rubio alzó ambas manos, mostró el dorso y frente de las dos como si fuera prueba de su inocencia.
Lo ignoré antes de salir de ahí, Cavale podría estar en cualquier lado y ya estaba harta de sentirme como una presa.
Escuché unos pasos alcanzarme a mitad de pasillo, lo ignoré hasta entrar en la habitación. Cerré con llave, me deslicé fuera de la chaqueta y debajo de las sábanas con olor a lavanda.
Agradecí que, de todos los capos criminales, el hermano de Cavale fuera uno bastante adepto al orden.
Permanecí mirando al techo, las paredes rojas en contraste con muebles negros.
Cerré los ojos, respiré profundo intentando conciliar el sueño, solo podía oler a Cavale en la habitación, como si su chaqueta me hubiera impregnado, volteé hasta encontrar una mejor posición, sin éxito.
Había pasado meses extrañándolo y ahora que había vuelto era como si no tuviera más que el reflejo de un fantasma.
Por un momento podía imaginar que volvía a estar en esa cama de hotel, con los pensamientos abombados, la adrenalina señalando que me exponía a un peligro en todos los sentidos, pero su cercanía trayendome una paz que no encontraba en otro lugar.
Pero esa vez estuve sola y Cavale no apareció en toda la noche.
¿Qué les parece que El Vigilante sea el hermano de Cavale?
¿Cómo ven la relación de Cavale y Raizel? ¿Terminan juntos?🫣
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top