27. Constantino | Cruel memoria, dulce olvido.

Capítulo 26:
Cruel memoria, dulce olvido.

Astarte había exigido ver a su familia como un prisionero que es condenado a la horca, y como un benevolente verdugo cumplí su petición.

Debía admitir que la visita a sus padres no fue desagradable y de hecho el calor y trato hogareño me hizo añorar tiempos mejores en mi familia, unos que claro para nosotros nunca existieron.

Raizel dejó de envarar la espalda y dedicarme miradas de rencor luego del almuerzo, quizás al notar que no estaba ahí para destruir a su estirpe.

Ya era muy tarde en la noche cuando su padre me compartió un vino añejo junto al fuego, era un hombre agradable pero de moral inflexible que explicaba el carácter de Raizel.

Su hermano, con una actitud que me recordaba a la de Caín, se había retirado junto a su familia luego de la cena, al igual que hizo la hermana mayor.

Los dos adolescentes parecían estar en sus habitaciones y hacía rato que la madre se llevó a la pequeña niña.

Solo estábamos Raizel y yo cuando ella se sentó junto a mí en la chimenea.

──Mi padre cree que es descortés que te dejemos solo en la sala.

──Un hombre elocuente.

──¿Por qué no te vas a una posada? Es la primera vez que veo a mi familia en meses y solo molestas revoloteando por aquí ──zanjó.

──No hables así que dentro de un tiempo quizás podríamos ser familia, tu padre me habló muy preocupado de tu noviazgo con Cas, cree que llevan mucho tiempo juntos para que él siga sin formalizar, obviamente le dije que ustedes tienen mi bendición en todo.

──¿Perdiste la cabeza?

──No quería romperle las ilusiones ──expliqué ante su mirada no del todo convencida de mi bondad──. Además tus padres me caen bien y tus hermanos son bastante simpáticos, parece que eres la oveja negra de la familia.

──No te acerques a mi familia.

──Muy tarde, ya me encariñé y hasta ofrecí este terreno como dote, ¿así era? Creo que funciona igual como regalo de bodas, en fin, podrían vivir aquí, estarías cerca de tu familia y a Cas le vendría bien alejarse de esos imbéciles que tiene por amigos.

Raizel rodó los ojos hacia su visita, en un gesto que seguramente su buen padre vería muy desaprobatorio.

──Estás desvariando, y Cas y yo ya no somos nada.

──Mmm sí, pequeñas fallas en mi plan ──indicó antes de volver a mi exquisita copa de vino.

La hospitalidad era un rasgo que Astarte no había heredado, intenté ponerme de pie cuando la sensación de vértigo me nubló la vista.
Cerré los ojos un momento, mientras volvía a tomar lugar en el sillón.

──No debiste pasar tanto tiempo al sol ──notó Raizel más como un hecho científico que por verdadero interés.

──¿Ya empiezas a tratarme como familia?

──Jamás ──Fue rotunda──. ¿Qué harás con Esen?

──Es descortés inmiscuirse en la vida ajena.

──Dijo el que hace unos momentos estuvo planeando los próximos veinte años de la mía ──ironizó la joven doctora.

Perdí parte de la conversación, mucho más preocupado por la forma en que el mundo se tambaleaba a mis pies.

──Entrarás en la fase de letargo, lo sabes ──acotó después de un rato de silencio.

No tenía sentido ocultarlo.

──Necesito arreglar todo antes de eso, con suerte podré hacerlo ──expuse.

Inspiré hondo antes de volver mi vista al frente, con cuidado, parecía que si era prudente en mis movimientos podría evitar otro mareo.

──Puede ser que nunca despiertes…──insistió Raizel.

Imaginé a Esen, una larga vida, solitaria, eterna, sin nadie a su lado.

──El lunes volveremos a Senylia ──le recordé──, y para entonces estaría bien que tuvieras tus ideas en claro.

Una vez de pie intenté volver a probar el alcance de mis movimientos, al parecer podría llegar a mi cama sin estamparme contra el piso.

──¿Eres feliz? ──Me sorprendió la voz de Raizel, calma y persuasiva──. Es decir, ¿lo fuiste?

Enarqué una ceja en su dirección.

──¿Ya me das por muerto?

──Tal vez no, pero debes haber aprendido algo en tantos años de experiencia.

Medité, las llamas del fuego no parecían evocar ningún recuerdo grato.

No tenía demasiados a través de los años, mis pocos momentos de satisfacción habían sido en contra de alguien, pasé todos mis años intentando no ser igual que Elíseo y para eso me convertí en su reflejo.

En mi juventud había soñado con formar una familia, demasiado tarde noté que nunca sería posible, estuve comprometido una vez y casado otra más antes de que el mundo alcanzara su segundo milenio.

Caín me dijo que nunca duraría con ninguna porque era incapaz de planear una vida a la par de alguien más.
Así fue.

Alina fue mi relación más larga y Esen la más visceral.

──Tal vez, seguramente podría darte consejos en muchas cosas, con respecto a la felicidad me temo que no supe apreciarla demasiado ──expuse bastante sorprendido de que pareciera prestar atención a mis palabras──. Supongo que seré bastante feliz cuando vea terminado mi proyecto.

──Eso es lo que buscas… tu legado, lo dijiste aquella vez en el hospital.

Quizás para alguien igual de pertinaz era fácil entenderlo.

──No para mí, sino para mi familia, los míos.

──¿Esen entra ahí? ──indagó.

──¿En verdad me crees tan malo?

Por lo que tardó en una respuesta, su pensamiento hacia mí era claro.

──Creo que eres necio, egoísta y pierdes de vista todo lo demás, a todos los demás.

Pareció verse reflejada en sus propias palabras y no pude evitar la mirada de entendimiento, esa que reservas a tu enemigo y solo muestras ante una buena jugada.

Su padre llegó entonces diciendo que la habitación de huéspedes ya estaba lista, él me acompañó hasta ella.

En el camino me agradeció por todo lo que estaba haciendo por su hija, por la oportunidad que le brindaba y la confianza que deposité en Raizel.

No muchas veces me he sentido culpable en mis quinientos años de vida.

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