16. Esen | No temas.
Capítulo 16:
No temas.
El laboratorio estaba sumido en una luz blanquecina que remarcaba la excesiva limpieza de sus suelos y paredes.
Tenía sentido que Constantino pasara horas en ese lugar.
Coloqué el código en el tablero iluminado por una luz azulada.
Ingresé los seis números que desbloqueaban un atajo para pasar a un acceso de emergencia, luego ingresé otro código de ocho dígitos que daba autorización en caso de alerta.
Encendería una alarma para avisar a Constantino que alguien ingresó, pero para cuando él estuviera aquí ya habría cumplido lo mío.
──Supongo que tu charla con Constantino no salió como pensaste.
──Hasta que al fin te dignas a aparecer ──exclamé──. Vete, Caín, ya no te necesito.
Ingresé siguiendo el mapa mental que había trazado con los planos viejos de construcción que encontré husmeando en la Academia.
Fui directo hacia la zona de los experimentos.
──¿Puedo saber cuál es tu plan, cariño?
Caín se recostó en un hombro, apoyándose contra la pared marfil.
──Puedes, puedes, en un momento.
Ingresé el tercer código que abría el bloque que venía buscando.
Todos los sujetos de pruebas estaban recluidos en cubículos acolchados con una pared de vidrio reforzado y cámaras de vigilancia las veinticuatro horas.
En el largo pasillo se veía, a cada lado, a los sujetos en sus jaulas de alta tecnología, muchos de ellos dormían, así que supuse que estarían sedados, lo que facilitaba aun más mi tarea.
──¿Escuchas eso? ──noté entonces.
Caín alzó ambas cejas con curiosidad, miró hacia arriba como si pudiera encontrar algo en el aire.
──¿Enloqueciste ya, cariño?
──No hay nada ──le remarqué──. Forcé los sistemas de seguridad y ninguna alarma saltó, las cámaras tampoco parecen seguir nuestros movimientos.
Caín no respondió, pero permaneció atento a mi accionar.
Me siguió hasta que llegué al bloque donde se encontraba mi pase para llegar a Zetra. Nada.
──«Mujer de veintidós años, un mes de abstinencia, cuarenta y tres días desde la incubación del virus, no se observan avances» ──leyó su panel en voz alta──. La hermana de Zetra… ¿Puedo preguntar a qué se debe tu interés en él? Sin celos.
Observé su bloque vacío, sin manchas de lucha o forcejeo, sacarla había sido tan fácil como guiar a una mansa ovejita.
Suspiré.
──Ellos llegaron acá primero ──notó Caín──. Uno de los miembros del laboratorio los debe estar ayudando.
──Zetra es una especie de híbrido ──No me quedó más que explicar──. El hambre no lo controla y está vivo, aunque no lo parezca, si hay una clave para una cura aquí, tiene que ser él.
──O Rival Cavale ──Torció una sonrisa ladina, tan peligrosa como un puñal.
──No puedo acercarme a él ──Pensé antes de corregirme──. Es decir, puedo, pero no tengo nada por lo que a él le interese mostrarse colaborativo.
Raizel era la única con la que podría torcerle el brazo, pero no estaba en discusión ponerla bajo ningún tipo de peligro.
──Y pensabas usar a la hermana de Zetra como extorsión, me gusta esa parte retorcida de ti, preciosa.
Caín se cirnió sobre mí, estiró un mechón de mi pelo para jugar con él, de cerca era más fácil dejarse hipnotizar por la palidez de su mirada esmeralda y sus facciones finas y cinceladas.
Lo alejé de un manotazo.
──Estoy como al principio.
──Calma ──sentenció con seriedad──. La impulsividad te está volviendo peligrosa, debes pensar con la cabeza fría.
──Tú nunca piensas con la cabeza fría.
Caín esbozó una sonrisa que remarcó sus incisivos blancos.
──Eso es porque me gusta la sorpresa, el no saber qué pasará a continuación le agrega condimento a quinientos años de existencia.
Rodé los ojos, dispuesta a irme, entonces él me sujetó la muñeca antes de hablar.
──¿Qué te dijo, Constantino?
──¿Celoso?
Movió la cabeza de un lado a otro, tanteando.
──Precavido.
──Si enloquezco y empiezo a comerme a mí misma, esta disputa entre tú y Constantino se resolverá muy fácil, ¿no crees?
Dejé que mi sonrisa lo atrapara, luego tiré de él hasta soltarme y salir del laboratorio.
La alarma no sonó en ningún momento.
El enorme salón tipo coliseo estaba repleto de alumnos ávidos de preguntas, de un lado una fila de ventanas rectangulares mostraban la penumbra cenicienta de Cumbre Aciaga, el viento revolvía las copas de los árboles en una manera especialmente embravecida ese día.
Un encantador ambiente de estudio, favorito para eruditos y almas melancólicas.
Los vampiros solían ser las dos.
Sobre el estrado, el joven maestro tenía escritas en la pizarra negra cuáles serían los ejes de la clase.
──Bien, entonces, díganme, siempre hablamos de ciencia pero, ¿qué es lo que la define? ──expuso Rival Cavale──. ¿Cuáles son las características que definen lo que es la ciencia?
Tres alumnos desperdigados en primera y tercera fila levantaron la mano pero su atención fue hacia mí, como había hecho desde que me captó sl final de la clase.
Sonreí.
──¿Debe ser ética? ──pregunté en mi papel de buena alumna.
Sus ojos tenían una heterocromía parecida a la de Zetra, uno de un pálido celeste y otro de un intenso marrón en su caso, ambos me miraron con disgusto.
──¿Cómo dice, señorita…?
──Harseth ──completé──. Me preguntaba si es una de sus características, ser ética, ¿no aplica en la ciencia eso del bien mayor? ──desarrollé atenta a la vena que latía, nerviosa, en su cuello──. Muchos científicos fueron cuestionados por sus métodos, pero al final ellos fueron los que realizaron grandes descubrimientos, así que supongo que la ciencia no siempre es… moral o ética. ¿O sí?
──Verán ética más adelante con la profesora Verta ──respondió, haciendo girar nervioso la tiza en sus manos──. Quiero que nos centremos en estos puntos, por ahora…
──¿Entonces no lo es?
Rival Cavale me observó con total desdén, con una intensidad abrumadora, y entendí por qué Raizel discutía tanto con él.
Él poseía esa misma mirada terca y arrogante al discutir, una que advertía que no te soltaría el brazo hasta ganarte aunque sea por cansancio.
──Una de las características de la ciencia es… ──apuntó a un joven que levantó tímidamente la mano──. Su publicidad, la ciencia es siempre de conocimiento público, es información a la que puede, o debería tener, acceso todo el mundo, las investigaciones que no puedan ser publicadas por ir en contra de las leyes y la moral no son ciencia, ergo, no hay ninguna razón válida para respaldarlas. Por lo tanto, tiene razón, Harseth, la ciencia siempre debe ser ética.
──Gracias, profesor ──Sonreí con candidez.
Sonrió con altanería para dar por finalizada esa pregunta, avanzó un par de puntos más pero no parecía tener la cabeza en el lugar, por lo que declaró que tendrían antes el receso de quince minutos y luego volverían a la clase.
Los alumnos no tardaron en desconcentrarse del aula en una marea homogénea.
Bajé con pasos lentos hasta el estrado del profesor.
Él me esperaba sentado en su escritorio, los codos sobre la mesa y escondía la boca detrás del puño que formaba con sus manos pálidas.
Noté un anillo en su dedo nupcial, una cruz con los cuatro valores de la Instauración: paz, progreso, orden y sabiduría.
──Tengo una consulta sobre la clase, profesor.
──¿Qué es lo que quieres? ──demandó con frialdad.
──Supongo que ya te enteraste ──Fui al punto ante su actitud negativa.
──Atacaste a Zetra, en su habitación, podrías ser expulsada y…
──Pero no lo seré ──le corté──. Aquí estoy, así que debo suponer que estamos en condiciones de negociar.
──No tienes nada que me interese.
──Ya veo ──comenté dubitativa, caminando hasta llegar al pizarrón──. ¿Así es como imaginaste tu vida, Rival Cavale? Enseñando epistemología a alumnos de primer año en la Heik.
Tragó con fuerza.
──No veo cómo eso podría avergonzarme.
──Es una buena vida, una muy linda incluso ──añadí disfrazando la condescendencia──. Pero no es la vida del doctor Cavale. ──Recosté mi cadera en su pupitre y él corrió su silla hacia atrás──. El doctor destinado a grandes proyectos, a realizar importantes avances importantes en su campo de investigación, dando congresos en Alta Relisia y fuera, siendo un nombre consagrado en la bioquímica.
Él no respondió.
──Te gusta pretender que no eres igual, que eres mejor que ninguno de nosotros ──Sonreí con acierto──. Pero eres justamente igual, persigues la fama y quieres el prestigio, querías vivir en Senylia, solo que no querías deberle tu nombre a nadie, demasiado orgulloso…
──Si ya terminaste…──siseó entre dientes.
Deslicé un largo mechón de cabello entre mis dedos, lo dejé caer a mi espalda.
──Apuesto a que te lo preguntas, qué pasó, por qué de repente terminaste en este pueblo perdido dando clases a chicos que seguramente mueran en su primera misión fuera de los muros de Senylia ──Intenté que el recuerdo amargo no empavonara mis palabras──. Te encontraste aquí, solo, sin recuerdos, arrancado de raíz, y esta organización te contactó con promesas y más promesas de devolverte a ser quien eras…
──Sé quién soy, soy consciente, quizás tú estés buscando tus orígenes en el lugar equivocado ──deslizó con cinismo.
──Es la segunda vez que te borran los recuerdos, Cavale, ¿no tienes curiosidad? Por tus orígenes, tus padres, Raizel…
──¿Ahora meterás a tu amiga en esto?
──Haremos un trato, Rival ──lo ignoré──. Si cooperas conmigo, sabrás quién eres, qué eres, y estoy segura de que eso te ayudará a destapar el bloqueo sobre esa conveniente amnesia tuya.
──¿Qué sabes tú de la amnesia? ──exigió.
Sonreí al haber captado su curiosidad.
──Te daré opciones, pero no tienes mucho tiempo, Rival ──le advertí, me alejé de su escritorio para marcharme──. Nos vemos, profesor Cavale, ah y mantén a tus amigos lejos de Raizel o la próxima visita a Zetra no correrá con tanta suerte.
Él se puso de pie, caminó en mi dirección, pero fue prudente al detenerse.
Sonreí midiendo la distancia entre ambos y cuánto tardaría en reducirlo.
──Ellos no le harán daño ──pareció querer convencerse.
──No me interesa que me prometas nada, te estoy avisando, y tú también deberías mantenerte a raya, Rival, no confío en tus intenciones cerca de Raizel.
Él humedeció sus labios antes de mirar alguna mancha en el piso, se escondió las manos en los bolsillos para luego fregarse el rostro, desesperado.
Si toqué alguna fibra o no con Raizel no podía saberlo, me marché del aula, no sin antes escuchar el estruendo de cosas al chocar.
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