03. Raizel | Mil demonios.


Capítulo 03:

Mil demonios.

Cas todavía no había llegado del trabajo, y la vieja casona estaba vacía.

Fui hasta el estudio de Constantino y elegí la botella de whisky más vieja que encontré, una que calmara mi dolor de cabeza.

Las pastillas se habían acabado y no teníamos cómo conseguir hasta que llegara el camión con los suministros, que sería en más de una semana.

Decidí que el alcohol podía funcionar igual para calmar mi jaqueca, y si no eso el recuerdo que la causaba.

Cavale besando a alguien más.

Sabía que en algún momento me lo encontraría, Constantino me había advertido, pero no sabía que dolería de esa manera.

Escondí mi rostro entre ambas manos para calmar mis sollozos, era consciente de que estaba siendo egoísta porque él tenía el derecho de seguir su vida, ¿pero por qué tenía que hacerlo con alguien y no continuar soltero? Incluso podría soportar que saliera con diferentes personas, pero no la idea de verlo en una relación.

Jamás la idea de verlo enamorado de alguien más.

En todos los años que lo conocía, Cavale siempre había sido reservado en las relaciones que tuvo, lo único que podía decir es que ninguna de ellas pareció casual.

Quería reclamarle, ir y gritarle por estar con otra persona, por haberse olvidado de todo lo que pasó entre nosotros, no se suponía que pudiera borrarnos tan fácil.

Con el primer vaso lo extrañaba, al tercero deduje las opciones que tenía de llamarlo, para el tiempo en que mi dolor de cabeza comenzaba a ser tan fuerte como para ahogarlo todo, en el filo de un acantilado en el cual mis pensamientos me ahogarían, ahí noté que lo amaba y que ojalá se lo hubiera dicho antes, y ojalá no me hubiera dado cuenta cuando estaba sola, miserable y tenía que hacerme a la idea de perderlo.

Cavale podría seguir adelante, continuar con estudios e investigaciones en la Academia, vivir una vida normal, se le perdonarían el supuesto asesinato de Venicio Lessar... pero tenía que mantenerme lejos de él.

Constantino fue claro en eso.

Para eso borraron parte de su memoria, justo antes del incidente con Caín que lo detonó todo.

Justo antes de lo nuestro.

Decidí que con un par de tragos más podría olvidarlo totalmente, pensé en lo bueno y fácil que sería estar como él, olvidar todo entre nosotros como si nunca hubiera pasado.

Y me asustó más la manera en que eso me horrorizó, porque todavía quería ver a Cavale, recordarlo sonriéndome en la oscuridad, trazando líneas en mi espalda y mirándome como si nunca fuera a encontrar a nadie igual.

Quería aferrarme a esas memorias, sin importar cuánto dolieran.

Por un momento creí verlo, sus pasos hicieron eco en mi cabeza y lo vi acercarse como un espectro.

Cerré los ojos con fuerza, pero él tiró de mí hasta ponerme de pie.

──¿Cuánto bebiste?

──Shh, no me hables.

──A ver, mírame.

Los ojos lilas parecían centellear de rabia, sonreí.

──¿Enojado?

──Estás ebria.

──¿Y a ti qué más te da? ──Me safé para terminar sostenida a la pared.

Mi cabeza latía a un ritmo constante.

──Tienes un trabajo de investigación que dirigir ──me cortó──. ¿Qué seriedad transmito si mi doctora llega con una resaca de mil demonios?

Tardó un momento en que las arcadas subieron, dos veces antes de que los ojos me picaran.

Para suerte para Constantino, no vomité.

Él me cargó como un saco de papas y cerré los ojos con fuerza, olvidando qué relación tenían el espacio y el tiempo con el lugar en donde estaba.

Abrí los ojos cuando me volvió a dejar en el piso, noté los azulejos blancos de mi baño, el olor a jabón y el vapor de la ducha envolvían el ambiente.

La frialdad de las cerámicas me produjo escalofríos.

Luego las arcadas vinieron y me arrodillé junto al inodoro, tardé un momento en notar que alguien sostenía mi cabello, otro más en devolver el contenido de mi estómago.

──Ahora métete a la ducha.

──Me duele la cabeza ──Me quejé haciendo que soltara mi pelo.

Limpié el rastro de vómito en mis labios con la manga de mi polera.

Toda elegancia perdida.

Constantino realizó una mueca de disgusto al verme.

──Una ducha te hará bien ──gruñó.

──Que te caigas del acantilado me hará bien también.

Karravarath me observó con su soberbia característica, se había quitado el saco y tenía las mangas de la camisa blanca arremangadas.
Me pregunté si había perdido la consciencia en algún momento.

──Lo viste ──sentenció.

──¿Qué más te da?

──No puedes acercarte a él, ya quedamos en eso, Rival está tranquilo, es miembro de la Academia, tiene una nueva vida, será mejor que no lo metas en problemas.

──¿Dónde está Esen?

──Ya te dije ──Contempló caer el agua de la ducha con una concentración reflexiva.

──Sabía que meterse contigo solo le daría problemas, se lo advertí.

Creí que me rebatiría, su tono frío de siempre cuando me soltara algún comentario irónico.
No lo hizo.

──No sabes dónde está Esen ──afirmé esa vez.

Me dejé caer contra el inodoro, sosteniendo mi cabeza con la fría certeza de que de otra forma se me partiría al medio.

──Llamé a Cas para que viniera más temprano de la oficina, estará aquí en un momento.

Las lágrimas se juntaron en las comisuras de mis ojos, ardieron, pero algún resquicio de dignidad me impidió llorar frente a él.

No le respondí, después de un momento Constantino solo salió para dejarme a solas.
Como pude, me las apañé para cerrar la puerta detrás suyo.

El agua caliente no hizo nada para calmar mi dolor de cabeza.

Apagué el interruptor al ingresar nuevamente en la habitación, sospechando que la más mínima estela de luz me haría estallar la cabeza, escuché movimientos entre las sombras, deslicé mi mano hasta el objeto contundente más cercano que pudiera usar como arma, pero la voz de Cas me atrapó en la oscuridad.

──Constantino me avisó que llegaste del laboratorio con dolor de cabeza.

Y tuvo la brillante idea de probar mi umbral de dolor al hacerme lidiar con Cas.

Me apreté más la bata alrededor del cuerpo, sin importarme en que me viera como un perro mojado con el pelo húmedo, sin encontrar ningún sentido en mostrar una apariencia presentable para él.

──Te traje esto.

Observé el frasco de aspirinas en su mano como si fuera un objeto precioso, como los tesoros que buscaba la humanidad por años en esos libros de aventura.
Me tragué un par, Cas me sirvió un vaso de agua, esperó paciente hasta que terminé.

──Lo encontré a él arañando la puerta de la habitación ──señaló al gato gris que se enredaba en sus piernas.

Cortázar era una pequeña bola de pelos gris, lo había encontrado vagando en las instalaciones de la Academia y decidí traerlo porque no me gustaba la idea de que pasara sus noches ahí solo.

Lo acepté cuando me lo tendió y el felino mordió mi hombro como si estuviera resentido del tiempo que lo dejé afuera de mi habitación.

Lo bajé cuando se cansó, entonces solo salió de la habitación, igual que cada noche salía a recorrer las instalaciones de la vieja mansión.
No volvería hasta la madrugada para despertarme con otros zarpazos.

Una personalidad encantadora, sin duda.

Cas observó todo en silencio, se acercó cuando estuvimos solos otra vez.

──¿Mejor?

Apoyó su mano fría en mi frente y la mantuve ahí, los latidos en mi cabeza se apaciguaron un momento.

──El efecto no es inmediato, no funcionan así ──me recordó.

──Ya sé ──Luego decidí suavizar mi tono──Tengo que cambiarme.

──Bien, claro.

Se volteó, dándome algo de privacidad, pero no demasiado para que no empezara a tener la vara muy alta con él o podría acostumbrarme al buen trato.

Me coloqué el primer pijama que encontré en el ropero, una remera vieja y unos pantalones sueltos.
Ya me estaba cepillando el cabello cuando le avisé que podía voltearse.

──Puedes quedarte esta noche, si quieres ──sugerí.

No pude ver su expresión en la oscuridad, pero asintió antes de ayudarme a subir a la cama.

Cassio se fue quitando la ropa, en silencio, me recosté de mi lado, cerré los ojos solo para sentir el eco de los latidos rebotando en mi cabeza.

El susurro de las sábanas me recordó que él estaba ahí junto a mí, y por un momento volvía a estar en una habitación de hotel lo que parecía miles de años atrás.

Cavale estaba a mi lado, como lo estaría ahora junto a Isaac Llanten.

Giré solo para encontrarme a Cas mirando al techo, sumido en un profundo mutismo.

Cuando notó que lo miraba, se reincorporó de forma leve.

──Sí, lo siento.

Tiró de la almohada a los pies de la cama para colocarla entre nosotros, como le exigía cuando iba a dormir a su casa y teníamos una pelea por algo.

Me entristeció no recordar algún momento donde no discutieramos, fue bastante tonto tardar tantos años en darnos cuenta.

Con Cavale también discutía, así que no podía echarle la culpa por todo a Cas.

Me hice un ovillo entre el edredón, sentía el peso de su ausencia como un dolor físico.

Actué con desinterés cuando lo tenía, solo para compadecerme cuando lo perdí, igual que hice con Cas.
Estaba pagando el precio de ser arrogante.

──Buenas noches ──susurré.

No podía ver su rostro en la oscuridad, pero noté como volvió a recostarse de forma lenta, como si tuviera cuidado de espantar a un cervatillo.

──Buenas noches, Rai.

Dejé que la inconsciencia se llevara mis problemas.

¿Opiniones de este capítulo?

¿Qué les parece la situación donde se encuentra Raizel?

Cuéntenme qué quieren ir viendo en los demás capítulos.

Gracias por leer.
💛

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