Capítulo 21
1
Jonathan permanecía recostado contra la puerta. No podía creer lo que estaba sucediendo. Su querido hermano estaba allí encerrado convertido en un monstruo. Le había fallado nuevamente. Las lágrimas caían por su rostro impregnado en desolación. La certeza de haber condenado a su familia a la muerte y el sufrimiento se apoderó de él. Todo era su culpa. Quizás se hubiera muerto nada de esto hubiera ocurrido.
La tenue luz de una vela a medio consumirse, era lo único que iluminaba el desolado departamento. El sonido de la criatura encerrada en el pequeño sanitario, caminando de un lado a otro como un león enjaulado, no hacía más que incrementar su pena. En su mente buscaba las respuestas. Intentaba comprender como podía ayudar a su hermano. Algo debía hacerse. No podía permitir que todo terminara así.
Mientras estaba sentado con su mirada perdida en la nada, el viento trajo un lejano y familiar sonido. El sonido de tambores golpeando a lo lejos, en la oscuridad de la selva, llamándolo. Quizás esa era la respuesta. Todo conducía a aquella cueva. Quizás si Dios no podía ayudarlo, el diablo lo haría. Estaba dispuesto a todo por su hermano, incluso entregar su alma. No volvería a fallarle.
Se levantó lentamente y se acercó a la ventana. El sonido continuaba rítmico e hipnótico. Lo llamaba, podía sentirlo en cada fibra de su cuerpo. Finalmente había llegado el momento. La luna había desaparecido tras oscuras nubes que ensombrecieron el cielo nocturno.
–Hermano. –Escuchó la casi inaudible voz de su hermano.
Desesperado corrió hacia la puerta. –Franco ¿Te encuentras bien? –Preguntó.
–¿Qué sucede conmigo? No me siento bien.
–Todo estará bien hermano. Voy a ayudarte.
–Por favor déjame salir. No quiero estar aquí. –Suplicó.
Se apresuró hasta la puerta del baño. Comienza a correr los pesados muebles que había colocado para retener a aquella criatura en la que se había convertido su hermano.
–Resiste un poco. Ya mismo voy a sacarte de allí.
–¿Por qué me has encerrado aquí?
–Lo siento. Lo siento mucho. Resiste un poco más.
Unos insistentes golpes en la puerta lo interrumpieron cuando ya había quitado del medio el refrigerador. Los ignoró y continuó arrastrando el armario. Los golpes continuaron. Se podía sentir la desesperación del visitante implorando que lo dejaran entrar.
–¡Largo de aquí! –Gritó Jonathan enfurecido. –¡Quien quiera que seas lárgate!
Pero los golpes continuaron. –¡Por favor ábranme! –Se oyó la voz de su amigo Fernando clamando exasperadamente. –Esa cosa va a matarme. ¡Por favor déjenme entrar! –Volvió a suplicar.
Jonathan corrió hasta la puerta principal y la abrió. El rostro de su amigo estaba increíblemente pálido, como el rostro de un muerto. Fernando entró y cayó exhausto en el suelo. Intentó hablar, pero estaba demasiado agitado, demasiado asustado.
–¿Qué sucede? –Preguntó Jonathan mientras cerraba la puerta.
–Esa cosa. Esa cosa viene detrás de mí. –Respondió Fernando mientras se esforzaba por respirar.
Jonathan corrió lentamente las cortinas y observó hacia la oscuridad del exterior. No podía ver nada. Solo la negrura infinita que se extendía por todo el pueblo.
–No te preocupes. Ya estas a salvo. No hay nada allí afuera. –Intentó calmarlo.
La pequeña vela se consumió por completo. Todo quedó en una completa oscuridad. Entonces, la penumbra del departamento fue interrumpida por una tenue luz blanquecina que se colaba por entre el pequeño espacio entre las cortinas. Jonathan miró nuevamente. La luna comenzaba a salir por momentos de entre las oscuras nubes que la ocultaban.
Entonces un fuerte golpe retumbó dentro del pequeño cuarto de baño, y luego otro.
–¿Qué es eso? –Preguntó Fernando alarmado.
Otro fuerte golpe se oyó. La puerta de madera comenzó a crujir. El siguiente golpe fue tan potente que el armario apoyado contra la puerta retrocedió. Luego el escalofriante sonido metálico de la bisagra cayendo y golpeando contra el suelo.
La puerta cayó en un espantoso estruendo. La oscuridad dentro del departamento era total. No podía verse absolutamente nada, solo un profundo negro. El sonido de una poderosa y jadeante respiración los dejó helados.
En la completa penumbra dos enromes ojos amarillentos resplandecieron mirándolos desde lo alto.
Fernando quedó estupefacto. Sus piernas prácticamente se convirtieron en gelatina. No podía siquiera pararse para intentar correr.
La enorme bestia se erguía frente a ellos. Se acercaba paso a paso. Jonathan se colocó frente a su amigo.
–Detente por favor. –Le dijo en tono de súplica a aquella aterradora criatura y esta se detuvo. Sus ojos amarillentos se concentraron en la luz de la luna que se colaba por la ventana. Parecía como si algo la estuviera llamando.
La criatura corrió hacia la ventana. Los cristales estallaron en mil pedazos. La bestia estaba afuera.
Desesperado, Jonathan va tras ella a pesar de que su amigo trata de detenerlo.
–¡Franco! –Lo llama.
La criatura voltea. Por solo un instante pareció percibir una profunda tristeza en sus ojos. Luego la bestia miró a la inmensa luna que se emergía por completo de entre las nubes. Luego de emitir un poderoso aullido, carente de todo vestigio de humanidad, se alejó perdiéndose en la oscuridad de la noche, mientras Jonathan la observaba devastado.
2
4 de diciembre de 1999
06:00 Hs
Luego de una larga noche recorriendo infructuosamente las calles del desolado pueblo, Tom, Javier y el agente Ramírez, finalmente regresan a la comisaria. Sus rostros cansados llenos de frustración reflejaban su fracaso. No habían podido localizar a la criatura.
–Jefe. Acaban de llamar del Departamento Forense. Una unidad vendrá a media mañana a retirar los cuerpos de la escena. –Lo recibe el Sargento Vega con la noticia.
–De acuerdo. Ve con un par de los agentes y acordona el área. Que parezca que estuvimos trabajando toda la noche allí. –Le ordenó Tom mientras se servía una taza de café de la cafetera. Su amargo sabor pareció devolverle algo de energía a su cansado cuerpo.
Al ver que el sargento continuaba allí se enfurece. –¿Acaso esperas una invitación? ¡Vayan ahora mismo!
Tom jamás le había hablado así a alguno de sus hombres. La situación lo estaba desbordando. Al darse cuenta de la expresión en la cara de Vega se apena. –Lo siento Vega. Esta situación me ha puesto nervioso. Realmente quiero que esto se termine.
–Lo sé Jefe. Usted está haciendo todo lo posible. Todo el pueblo confía en usted.
–Vega. ¿Querías decirme algo?
–Si. La cosa es que los muchachos están algo asustados. Y anoche, cuando la luz se había ido y los aullidos sonaron... pues... los agentes se acercaron al sacerdote para orar. Tengo miedo de que pueda convencer a alguno como lo ha hecho con otros para que lo ayuden.
–Lo tendré presente Vega. Vigilaré a este malnacido.
El sargento se retiró. Tom se acercó hasta la celda sosteniendo su taza humeante. El sacerdote permanecía arrodillado mirando hacia la pared. Había dibujado una cruz en ella. Con sus manos entrelazadas oraba de manera inentendible en su idioma natal.
–Por más que trate de aparentar, se lo que realmente es. Un asesino de niños. ¿Me escucha? Es un asesino. Por más que rece día y noche eso no cambiará. Usted y el anciano no son más que monstruos. Nadie va a ayudarlo ahora. –Dijo Tom con la frialdad impregnada en su voz.
–Muy pronto lo entenderá. Muy pronto deberá hacer cosas horribles por un bien mayor y en ese momento, yo estaré junto a usted.
–Tú nunca saldrás. Podrás continuar orando en la cárcel.
Tom bebió el resto del café y se alejó. El sacerdote continuó orando con la mirada fija en la cruz.
–Oiga Jefe. Se lo ve muy tranquilo. ¿Cree que esté tramando algo? –Le preguntó Javier luego de verlo hablando con el sacerdote.
–No lo sé. Aun debemos arrestar al anciano. Este condenado pueblo se ha vuelto loco.
–¿Usted cree que tiene razón?
–¿De qué hablas Javier?
–De las cosas que dice que sucederán. De lo que dijo el anciano.
–No lo sé. Pero es nuestro trabajo evitarlo. Ahora vete a descansar un poco. Nos espera otro largo día. Y que Ramírez también se vaya por un par de horas.
–De acuerdo jefe. Resolveremos esto. No se preocupe.
La mirada en el rostro de Tom no era la misma de siempre. Su mente estaba llena de dudas e ideas perturbadoras. Se imaginaba a si mismo disparando a la cabeza del joven Jakov. Hasta se imaginaba con una sonrisa en el rostro mientras lo hacía. Se negaba a admitirlo, pero poco a poco las palabras de los sacerdotes le parecían más y más elocuentes.
3
–Gracias por traerme. Estoy demasiado exhausto como para caminar siquiera unos metros, y mucho menos hasta mi casa. –Le agradecía un sonriente Ramírez a Javier mientras conducía su viejo auto por las desoladas calles de San Antonio.
–No tienes que agradecerme. Solo vives a unas cuadras pasando mi departamento. No es nada.
–Sabes, aunque parezca terrible, me siento aliviado de que no hayamos encontrado a aquella bestia. No me siento preparado para enfrentar algo como eso.
–Ninguno de nosotros lo está Alan, pero es nuestro trabajo. Tarde o temprano tendremos que hacer lo que debamos hacer. Y si eso implica matar a un ser sobrenatural, entonces así tendrá que ser.
–Cuando era pequeño, mi padre me contaba todo tipo de historias. Historias de nuestro pueblo que el tiempo olvidó o que la gente quiso olvidar. Corría el rumor que hace algunos años el cuidador del cementerio, asesinó a un niño y a su propia hija. Él había dicho que se habían convertido en monstruos. Nadie le creyó. Lo trataron de loco y lo culparon de las misteriosas muertes que habían sucedido. Ahora viendo lo que está pasando, creo que el cuidador tenía razón. Mató a su propia hija para que no se convirtiera en monstruo. Viendo eso, quizás fue eso lo que intentó hacer el sacerdote.
–El sacerdote es un lunático. A veces las personas son los verdaderos monstruos. En este pueblo se ha visto muchas personas malas. No te olvides de Darío Aguirre.
–¿Qué hay con él?
–No recuerdas que él era un policía. Recuerdo de niño verlo pasar. Era como cualquier otro sujeto. Amable, siempre sonriendo a todos. Pero tras esa máscara de vecino ejemplar se escondía un monstruo dedicado a lastimar niños. Aquel hombre hizo mucho daño y no aullaba a la luna, estaba simplemente lleno de maldad...
La conversación se detuvo abruptamente cuando Javier pisó el freno al observar su ventana hecha añicos y a sus dos amigos parados frente a la casa. Jonathan lucía completamente devastado, sentado en los escalones de la pequeña escalera que conducía hasta su puerta.
–¿Qué demonios sucedió aquí? –Se preguntó Javier mientras descendía del vehículo.
Ramírez también se bajó, pero permaneció allí observando como su compañero se acercaba a la casa.
–¿Qué sucedió aquí Jonathan? ¿Se encuentran bien?
–Es Franco. El... él se ha ido
–¿De qué hablas? ¿A dónde se fue?
–Anoche. No nos percatamos. Pero aquel monstruo lo mordió.
–Entonces él... él se ha...
–Si mi hermano se ha trasformado en una bestia también. Intenté detenerlo, pero escapó. Ahora no sé dónde está.
Apoyado contra el vehículo, observando en completo silencio, Ramírez escuchaba atentamente cada una de las palabras.
–Debemos encontrarlo Javier... Debes ayudarme. –Suplicó Jonathan al borde del llanto.
–Por supuesto que te ayudaré Jonathan. Ambos lo haremos. –Le respondió Javier mirándolo a Fernando quien asintió con la cabeza.
Javier se acercó hasta donde se encontraba su compañero.
–Escucha Alan. Han pasado cosas. ¿Crees que puedas caminar desde aquí?
–Claro. Desde aquí son apenas unas cuadras.
–Y algo más. ¿Podrías no mencionar esto en la comisaria?
Ramírez asintió. –No te preocupes.
4
Pablo se despertó sintiéndose extraño aquella mañana. Luego de su aterrador encuentro no había podido dormir hasta que las primeras luces de la mañana despuntaron en el horizonte. Al mirar su reloj, se percató que apenas eran las siete. Apenas había dormido un par de horas. Pero la extrema ansiedad de contar lo que había visto lo sacó de la cama rápidamente. Caminó despacio intentando no hacer ruido. Su madre continuaba dormida. Quizás había tomado más pastillas de lo normal. La energía eléctrica todavía no había regresado.
Salió de la casa en silencio intentando no despertarla. Cierra con cuidado la puerta y se marcha.
El sol brillaba intensamente. Las oscuras nubes se habían marchado. El sofocante calor ya comenzaba a sentirse.
Pablo camina lo más rápido posible hasta la casa de su amigo Franco. Cuando se acerca observa a los policías colocando cintas con la leyenda "NO PASAR". Estupefacto observa los cuerpos arrojados en el césped, y la sangre. La sangre parecía formar un enorme charco. El miedo lo invadió al pensar que alguno de los cuerpos podía ser de Franco o de su hermano.
Continúa acercándose hasta que siente un vehículo detenerse junto a él.
–¿Qué estás haciendo aquí? –Siente a la enojada voz de su padre hablándole desde el patrullero.
–¿Qué ha sucedido aquí?
–Nada que te incumba hijo. Ahora regresa a la casa en este instante. No tienes nada que hacer aquí. ¿Dónde demonios está tu madre?
–Franco. ¿Él se encuentra bien?
–¿Qué tienes que ver tú con los hermanos Jakov?
–Somos amigos. Supongo que lo sabrías si te interesaras un poco en tu hijo. –Respondió furioso ante el desinterés de su padre.
–Sube a la camioneta ahora mismo. –Le exigió enojado Tom.
Pablo vuelve a mirar los cuerpos cubiertos de sangre. Ahora estaban colocando mantas blancas para cubrirlos. Dando un fuerte suspiro de fastidio sube al vehículo junto a su padre.
–Ahora escúchame bien hijo. No quiero que jamás vuelvas a acercarte a los Jakov. Jamás.
–Ellos son mis amigos y son atentos conmigo.
–No es momento para desobedecerme. No volverás a verlos nunca. Solo han traído desgracias y bajo ningún motivo quiero que tu estés involucrado.
Pablo permaneció en silencio. Por un momento pensaba en decirle a su padre lo que había visto aquella noche, pero en ese momento solo sintió un profundo odio hacia él. No podía entender como había pasado tanto tiempo queriendo impresionarlo para que esté orgulloso de su hijo, cuando no le interesaba en lo más mínimo.
Tom vuelve a llevar a su hijo hasta su casa. Detiene la camioneta.
–Escucha hijo...–Intentó decirle, pero Pablo se bajó enojado. Ni siquiera lo escuchó ni volteó para despedirse. Tom permaneció observando como perdía el cariño de su único hijo.
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