Capítulo 15

3 de diciembre de 1999

Jonathan se levantó temprano esa mañana. La noche había sido difícil, los contantes aullidos de la criatura no le permitieron dormir. El creciente temor de que su visión se hiciera realidad y su hermano terminara devorado en vida lo aterraba. Entonces, mientras miraba por su ventana como los cultivos se mecían por el viento, como en tantas ocasiones Jonathan se pierde en sus pensamientos. Pensamientos que siempre fueron su escape de la realidad, pero esta vez sus pensamientos le llevaron a remover sus recuerdos más terribles.

Los recuerdos de aquel terrible día, hace ya hace más de diez años. Al igual que ese día, aquella tarde en los inicios de la década de los 90 era muy calurosa, Jonathan quien en ese momento solo era un niño de 14 años, se encontraba sentado sobre el tronco caído que reposaba en su patio delantero, su mirada estaba perdida hacia el camino de tierra colorada que comunicaba su casa con el resto del pueblo.

Luego de cumplir con las responsabilidades de la escuela, lejos de poder descansar, Jonathan debía ayudar a su padre. Era una tarea extenuante, debía regar y poner abono en las lechugas de los grandes invernaderos que tenían detrás de la casa, juntar los huevos puestos por las gallinas en los gallineros con el siempre presente peligro de recibir algún picotazo de un ave enfurecida.

Esa tarde, luego de un arduo día de trabajo, Jonathan descansaba en el árbol caído. Sus manos doloridas estaban llenas de ampollas y raspones. En su cabeza se agolpaban toda clase de pensamientos, él no quería pasar el resto de su vida en San Antonio, quería alejarse lo más posible de aquel pueblo. Estaba tan sumido en sus pensamientos, que no escuchó cuando su madre se sentó a su lado.

–¿Que sucede hijo? – le preguntó su madre poniendo su mano en su hombro suavemente.

Jonathan se sobresalta – ¡Madre, me has asustado!

–Todos los días observo como quedas en el mismo árbol, con esa expresión perdida en tu rostro. A veces quisiera saber que está pasando por tu cabeza.

–No es nada madre, es solo cansancio, ya sabes, papá me exige mucho.

Su madre lo mira con ternura y sonriendo le dice –Tu padre puede ser muy exigente y severo, pero él te quiere, y la razón de exigirte tanto es que quiere que todo esto un día sea tuyo. Por lo quiere que aprendas a manejar la tierra.

–Pero madre, yo no quiero quedarme en San Antonio el resto de mi vida. Quiero irme. No quiero ser un agricultor para siempre. –Le contesta Jonathan ante la sorpresa de Elisabeth.

En ese momento observan a lo lejos dos niños que vienen caminando en el abrazador sol. –Mira son tus amigos. –Le dice la madre.

Los niños llegan cansados, con sus remeras completamente empapadas de sudor. Eran Javier y Fernando.

–Hola señora Jakov. ¿Cómo está? – saluda Javier.

–Hola chicos. ¿Qué hacen caminando con este calor? ¿Y Javier que haces con medias hasta las rodillas? – dice la mujer sorprendida al ver al pequeño vestido con una musculosa blanca, un pantalón corto, unas zapatillas de cuero negro, y unas, en apariencia calurosas medias negras subidas hasta la rodilla.

–Ah esto. ¡Esto es culpa de su hijo! –le dice Javier algo enojado, y comenzó a relatar una anécdota. –Resulta que Jonathan, aquí presente, me pidió que lo acompañara al supermercado del centro a hacer unas compras. Íbamos tranquilamente caminando por la avenida, cuando observamos un perro acostado plácidamente del lado de la calle por el que iba Jonathan y como al parecer, tiene un miedo irracional hacia los perros se corrió hacia el otro lado, dejándome del lado del perro.

–No me digas que el perro te mordió. – interrumpe Elisabeth.

–Pues sí. Al parecer el valiente cambio de lugar de su Jonathan provocó que el perro se alterase. Cuando me di cuenta, sentí un fuerte mordisco en mis pantorrillas, agacho mi mirada y veo al perro sujetando mi pierna, subo la mirada nuevamente y digo ayúdame Jonathan, y veo como se aleja corriendo valientemente.

–Es que pensé que tú también estabas corriendo, no me di cuenta que te había mordido el perro. –dijo Jonathan intentando justificarse.

–Eso no fue lo peor. - continuó relatando Javier – El sonido del perro mordiéndome, atrajo a otro perro más pequeño, pero no con menos dientes, que también empezó a morderme la otra pierna. Así que me encontraba en el suelo revolcándome con dos perros que me mordían.

–Bueno, pero cuando me di cuenta volví y le arrojé piedras a los perros. – Dijo Jonathan sonriendo y encogiéndose de hombros.

–Ah claro. Todo un héroe. Gracias por eso. –Dijo Javier en tono irónico. –Así que, en resumen, señora, tengo que andar con estas poco estéticas y calurosas medias para tapar las heridas.

–Yo creo que te quedan bien. - Dijo la señora Jakov y todos echaron a reírse a carcajadas.

–¿Y que los trae por aquí? –Preguntó Elisabeth.

–Vinimos a buscar a su hijo. –contestó Fernando. - Estamos haciendo un proyecto de video. Mi hermano nos ha prestado su cámara VHS, y estuvimos ahorrando y compramos unos cassettes vírgenes y queremos hacer un documental sobre el pueblo.

–Que interesante. ¿Y dónde quieren ir a filmar? – pregunta Elisabeth.

–Y pensamos en grabar, ya sabe, un poco la naturaleza, los campos, lo normal. –Responde Fernando.

–Chicos los conozco, sé que algo se traman, así que les diré. No vayan a las ruinas, son peligrosas, la selva está llena de animales y sobre todo serpientes. No quiero tener que salir corriendo hasta el hospital por llevar a alguno de ustedes.

–Mamá no te preocupes. Solo filmaremos un par de arroyos cercanos y esas cosas. Volveremos antes que te des cuenta. –Le responde Jonathan algo avergonzado de que su madre los retase.

–Está bien chicos, solo no estén mucho tiempo bajo el sol, les puede dar un golpe de calor –Les vuelve a advertir la señora Jakov provocando que Jonathan se avergonzara aún más.

–¡Si mamá! – Le responde Jonathan mientras los tres muchachos se alejan por el polvoriento camino.

La mujer los queda observando hasta que finalmente los pierde de vista. –Gracias a Dios Jonathan cuenta con sus amigos, sería un niño muy solitario sin ellos. –Pensaba la mujer mientras entraba nuevamente a su casa.

Los muchachos continuaron caminando hasta que estuvieron seguros de haber escapado de la vista de la señora Jakov.

–Bueno muchachos. Creo que ya podemos comenzar. - Dijo Javier.

–Están seguros de esto? –Preguntó Jonathan preocupado.

–Claro, solo tenemos que llegar a las Ruinas y hacer el mejor documental. "Los Exploradores, en busca de las Ruinas perdidas", que gran título. - Dijo Fernando mientras sacaba la filmadora de su hermano de la mochila.

–Pero las ruinas no están perdidas, todos saben dónde están. Solo están cubiertas por la selva. –Explicó Jonathan a sus amigos.

–Es lo mismo, por más que no sean ruinas perdidas, son ruinas y podemos hacer un gran documental con ellas. "Los misterios de las Ruinas de San Antonio", me parece un mejor título para el documental. – Dijo Javier – Vamos muchachos, ya falta poco para llegar al cementerio.

En efecto, las Ruinas de San Antonio se encontraban tras el antiguo cementerio del pueblo, recorriendo un pequeño sendero casi imperceptible rodeado de la espesa selva. Antiguamente las Ruinas fueron saqueadas por los pobladores, por lo que en el pueblo pueden verse los antiguos caserones, la iglesia, el colegio y hasta en las calles empedradas antiguos bloques de piedra que formaban parte de las construcciones.

Los pequeños caminaron en el intenso calor de la tarde, los casi cinco kilómetros que separaban el pueblo del cementerio. Al llegar observan dos grandes pilares hechos con grandes bloques de piedra que pertenecían a las Reducciones, formando un tenebroso portal de entrada. A sus lados se encontraba la espesura de la selva.

–Bien muchachos. Yo creo que esta será la primera toma del documental. Debemos filmar la entrada del cementerio. –Quien será el presentador? –Pregunto Fernando mientras alistaba la cámara y realizaba pruebas de enfoque.

–Creo que ese debe ser Javier. Él es el que tiene la boca más grande de los tres. – Dijo Jonathan riéndose.

–Está bien muchachos, yo seré la cara visible de este proyecto. –Dice en tono presumido Javier mientras se arregla su musculosa y se pasa su mano por su corto cabello negro intentando peinarse.

–Solo no enfoques a tus medias Fernando. Arruinaría la seriedad del documental. –Dijo Jonathan y se echó a reír.

–Está bien Javier, párate ahí frente a la entrada y aunque sé que te cuesta mucho, pon la cara con la mayor seriedad que pueda. –le indica Fernando mientras comienza a filmar.

Los muchachos realizan varias tomas, con mucho trabajo ya que a Javier le costaba mantenerse serio, cuando comenzaba a realizar las explicaciones del documental repentinamente comenzaba a reír y debían comenzar de nuevo, era inevitable para el comenzar a reírse, esto siempre le había traído problemas en la escuela, no podía mantener la seriedad, aunque su vida dependiera de ello.

Luego de más de veinte minutos de filmaciones y repeticiones ingresan al cementerio. Al entrar observan la inmensa cantidad de tumbas, algunas muy antiguas y sin placas de identificación. El alto pasto que cubría los pasillos internos le daban un aspecto de abandono y desolación. En el centro del camposanto una enorme cruz de madera. Algunos de los antiguos nichos familiares tenían los cristales de las puertas y las ventanas rotos dejando ver los viejos ataúdes cubiertos de telarañas.

Los muchachos caminaron filmando el tétrico paisaje. –Miren este nicho está abierto. Filmemos aquí dentro. -Dijo Javier señalando una gran construcción en el fondo del cementerio.

–Que estás loco? –Dijo Jonathan alarmado.

–No seas cobarde Jonathan, solo demos una mirada, y hagamos algunas tomas, luego si no quedan las cortamos del documental en el estudio de televisión del hermano de Fernando. Eso se llama edición. –Insiste Javier.

–No es un estudio de televisión, es una estación de radio, pero si tiene razón Javier, luego lo editamos y ya. Creo que le puede dar algo más de misterio de nuestro documental. –Le dice Fernando al nervioso Jonathan.

Los tres se dirigen hacia el antiguo nicho. Sus grandes puertas metálicas estaban repletas de óxido, sus cristales de colores estaban rotos a pedradas. El apellido de la familia había sido quitado.

Javier se acerca y comienza a abrir la puerta lentamente, –Fernando filma esto! –Le grita a Fernando quien estaba con expresión de susto junto con Jonathan.

Fernando comienza a filmar mientras Javier continúa abriendo la puerta que produce un chirriar espantoso. Los muchachos entran al nicho, el miedo se apodera de ellos cuando observan tres grande y antiguos cajones de madera. –Miren ese cajón se encuentra abierto. –Les señala Jonathan hacia el ultimo ataúd que tenía la tapa ligeramente corrida.

–Miren, todos los ataúdes están llenos de polvo y telarañas y ese tiene la tapa una parte que no tiene polvo, como al abrir el cajón lo limpiaron. O sea que fue abierto hace poco tiempo. –les dice Javier mientras los demás lo quedan mirando sorprendidos por su observación. –Es que quiero ser policía y miro muchos programas de detectives. – Les dice Javier provocando una pequeña risa en sus amigos.

Se acercan hasta el cajón. –Creo que es mejor irnos. –dice Jonathan quien ya no soporta el miedo.

–No espera, abramos esto. Hay que ver porque lo han abierto. –Dice Javier mientras lentamente corre la pesada tapa de madera. Al correrla su peso es tal que Javier no puede sostenerla y cae pesadamente provocando un terrible sonido y levantando una gran cantidad de polvo.

Jonathan comienza a toser luego de respirar la gran cantidad polvo. Luego de recuperarse observa a Javier parado junto a él y la cámara tirada en el piso. -Donde está Fernando? – pregunta el joven Jakov.

Ambos salen del nicho y lo ven a Fernando completamente asustado recostado contra la pared intentando recuperar el aliento.

–Y yo que pensé que Jonathan era el cobarde. –dijo entre risas Javier. –Ven que tienes que filmar esta parte.

Los muchachos vuelvan a entrar al nicho. Fernando recoge su cámara y comienza nuevamente a filmar mientras se acercan al cajón. Allí observan estupefactos el antiguo esqueleto de un poblador. Estaba vestido con ropas en apariencia colonial, con un antiguo traje carcomido y lleno de polvo. Pero lo que más les asustó fue que el cadáver no tenía su cabeza. Alguien le había quitado la carabera.

–Vámonos de aquí. Tapemos eso y larguémonos de aquí. –Les insiste Jonathan.

Ellos aceptan. Rápidamente vuelven a colocar la pesada tapa entre los tres y salen de allí.

–Creo que ya tenemos más que suficiente del cementerio. Vamos a filmar las malditas ruinas y volvamos, ya falta poco para el anochecer. –Dijo Fernando señalando hacia el sol que se encontraba cada vez más cerca del horizonte.

Continúan caminando y salen del panteón. Entonces llegan hasta el pequeño sendero que conduce a las Ruinas. Entran y con gran dificultad avanzan siendo raspados por las ramas y picados por la gran cantidad de insectos. El calor se vuelve más intenso por la gran humedad de la selva. Los tres se encuentran totalmente empapados de transpiración.

Así prosiguen su marcha durante un largo rato. Las antiguas Reducciones no estaban tan cerca como creían. La selva se vuelve cada vez más densa y las copas de los arboles impedían que ingresara la luz del sol o al menos el tan ansiado alivio de una brisa que mermara el intenso calor. El suelo estaba cubierto de hojas y ramas en descomposición, repleto de hormigas de enorme tamaño, grandes arañas y todo tipo de insectos que producían sonidos constantes.

Luego de casi una hora tropiezan con una gran pared construida con enormes bloques de piedra y rodeada por enredaderas. No había dudas, habían llegado hasta las ruinas.

Por un momento se quedan contemplando el enorme tamaño de la pared, hasta que Fernando reacciona y comienza a filmar. –Demonios Javier, párate ahí y terminemos con esto. –indica exhausto.

Javier se coloca cuidadosamente frente a la cámara y comienzan a filmar varias tomas en las que se ve la enorme pared y la espesa maleza que la rodea.

Jonathan por su parte comienza a caminar por los alrededores y descubre otras paredes de lo que parecía ser una antigua vivienda de los aborígenes. El tiempo y los saqueos habían hecho estragos en las antiguas ruinas. En el suelo se observan grandes trozos de tejas que anteriormente cubrían los techos de las construcciones.

–Vengan muchachos y traigan esa cámara para aquí. –llama a los otros que todavía continuaban filmando la primera pared.

Javier y Fernando se dirigen hacia donde estaba Jonathan y se maravillan al ver la gran cantidad de paredes que se alzan en la selva. –Esto es perfecto. –dice Fernando mientras comienza a hacer nuevas tomas.

Las Ruinas parecen extenderse por cientos de metros en la espesura, se ven trozos de paredes, pisos, restos de tejas y vigas de madera por doquier. Pero lo que más les llamo la atención fue una enorme construcción en forma de iglesia que se erguía por sobre las copas de los árboles. Era la única construcción que parecía estar casi completa.

–Ese debió ser el templo. Ya saben, era una Misión Jesuita, así que allí debió ser la iglesia. –Dijo Jonathan señalando la enorme entrada.

Ellos se dirigen hacia allí, están felices porque el documental les estaba quedando de maravilla. Se asoman a la entrada y ven el enorme tamaño del templo, logran ver el piso hecho totalmente de grandes bloques de piedra y los finos detalles en las paredes, los grandes ventanales y lo que más le llamo la atención fue el gran altar que se podía ver al fondo, parecía estar hecho de una sola enorme roca con una cruz grabada en su centro.

Entran lentamente grabando con la cámara cada paso que dan, se acercan con cuidado hacia el altar evitando tropezarse con las raíces que sobresalen entre los bloques del piso. Llegan hasta el altar.

Javier sin dudarlo se sube en el altar. –Fílmame aquí Fernando! – dice mientras posa mirando hacia el horizonte con la mano derecha en el pecho, como si se tratara de un explorador.

–¡Bájate de ahí, arruinas la toma! – le recrimina Fernando.

Mientras Fernando y Javier se encuentran filmando, Jonathan se encuentra mirando las inmensas paredes y no puede evitar pensar en lo duro que debe haber sido construir esto en medio de la selva hace ya cuatrocientos años. Estaba tan sumido en sus pensamientos que al ir detrás del altar no observa el atroz descubrimiento que les esperaba hasta que tropieza con él. Jonathan se horroriza al ver lo que parecía ser los restos de un ritual satánico.

Aterrado llama a sus amigos, ellos se acercan rápidamente y estupefactos observan un enorme círculo hecho con velas negras, en su interior se encontraba dibujada en color rojo una estrella pentagonal y en el centro de la estrella estaba una carabera con el cráneo cortado relleno de una sustancia roja.

–Creo que ya sabemos que pasó con la cabeza que faltaba! –Dijo Jonathan completamente aterrado. –Es mejor que nos vayamos de aquí.

–Dios mío! ¡¿Qué clase de lunático roba un cráneo del cementerio para hacer esto?! Fernando filma todo, esto vale oro! –Dice Javier mientras observa con detenimiento aquella tétrica imagen.

Jonathan se aleja lentamente completamente horrorizado. Su mente se llena de recuerdos que lo atormentan como si las cuencas vacías de aquel cráneo le hubieran hecho revivir todos los terribles sucesos de su pasado. Retrocede caminando hacia atrás tan perturbado que no se da cuenta del enorme foso que se encuentra en junto a la pared de rocas hasta que cae violentamente.

Jonathan solo recuerda el fuerte golpe cuando despierta en la impenetrable oscuridad del foso. –Javier! Fernando! –grita inútilmente sin obtener respuesta. Se incorpora sujetándose la cabeza por el terrible dolor que siente por el impacto.

Javier y Fernando se encuentran filmando su dantesco descubrimiento cuando se percatan que Jonathan no está. –Donde está Jonathan? –pregunta Fernando.

–No lo sé. ¿Crees que pudo haberse ido corriendo? ¡Es bastante cobarde nuestro amigo! –Dice Javier, mientras recorre el interior del templo buscándolo.

–Jonathan dónde estás? -comienzan a llamarlo.

–Maldición! El sol se está ocultando. No podemos irnos sin Jonathan, pero tampoco quiero quedar aquí cuando caiga la noche. –Dice Fernando ya completamente preocupado. –A lo mejor ya está en su casa, aquí no se encuentra.

–Si tal vez ya se fue el maldito. Vayamos hasta su casa y si allí no se encuentra creo que tendremos un gran problema. –Le contesta Javier tragando saliva nerviosamente.

Ambos se retiran rápidamente con la esperanza que su amigo se encuentre a salvo en su casa, ignorando que se encuentra solo en la oscuridad de aquel foso con el sol ocultándose.

El dolorido y asustado Jonathan continúa gritando intentando llamar a sus amigos. Su corazón palpita tan fuerte que sentía que iba a salirse por su garganta, el frio sudor le corría por su frente y un indescriptible escalofrío le recorría su espalda haciéndolo temblar. El joven se encontraba al borde de un ataque de pánico, estaba solo en medio de la selva en medio de la noche, era lo más aterrador que le había pasado en mucho tiempo.

El temblor de sus piernas es tan fuerte que le impiden caminar. Jonathan se encuentra paralizado del miedo, se sienta en el suelo y sujetándose las rodillas con las manos comienza a llorar. Así permanece por unos minutos que parecieron horas. Su mente se estaba yendo hacía ese atroz suceso que marcó su vida para siempre, aquel hecho que quería sepultar en lo más profundo de su memoria, pero nunca había podido, a pesar de lo mucho que luchara aquel recuerdo siempre regresaba para atormentarlo.

En ese momento Jonathan sintió una fuerte brisa de viento en su cuello que lo hizo erizarse por completo. El joven se seca las lágrimas y se incorpora intentando ver de dónde provenía aquel viento con la esperanza de que fuera la salida.

Camina lentamente con las manos en el frente intentando palpar cualquier obstáculo como si de un ciego se tratase. De pronto escuchó lo que nadie quiere escuchar en medio de la impenetrable oscuridad, una cavernosa voz que lo llamaba susurrando. –Jonathan. Jonathan! -repetía aquella voz mientras Jonathan miraba hacia todas partes queriendo ver su origen.

De pronto a lo lejos observa una tenue luz que parecía provenir de una fogata encendida en un pequeño pasillo que se habría dentro del foso, que por la oscuridad Jonathan no había podido ver.

Todavía temeroso Jonathan duda por un instante, pero termina dirigiéndose hacia aquella luz. A media que se acerca siente una fuerte opresión en el pecho que casi le impide respirar. Su mirada perdida solo seguía aquella tenue y lejana luz, por lo que no se percató de las grandes raíces en el suelo y en las paredes que se extendían como grandes garras, que le producían arañazos y lo hacían tropezar.

Finalmente, completamente dolorido y aterrado, llega hasta el origen de aquella luz. Una enorme caverna se abría al final de aquel estrecho pasillo. Sus grandes paredes de rocas puntiagudas estaban cubiertas de gruesas ramas y raíces secas que le daban un aspecto tenebroso.

En el centro de aquella cueva había una enorme fogata que ardía incesante como si se tratara de las llamas del mismísimo infierno. –Hola! ¿Hay alguien aquí? – Gritó Jonathan mientras se acercaba hacia el calor abrazador de las llamas.

Comenzó a recorrer la cueva intentando encontrar una salida, pero fue inútil, lo único que halló fue aquel oscuro pasillo por el que había llegado. Al darse cuenta que no podría salir por allí, Jonathan se sentó nuevamente en el suelo y comenzó a llorar.

-Jonathan. ¿Porque lloras? – se oyó aquella cavernosa voz nuevamente.

Aterrado, el joven se levanta rápidamente. –Quien anda ahí? – pregunta intentando ver quien le estaba hablando.

–Acércate Jonathan. –Volvió a hablarle aquella voz.

Jonathan comienza a caminar alrededor del fogón, cuando este repentinamente se apaga y la oscuridad cubre la cueva. Con terribles escalofríos que recorrían su espalda, su vista comenzó lentamente a adaptarse a las penumbras. Es entonces que lo ve. En el centro mismo de donde hace instante ardían las llamas se encontraba un anciano. Su rostro completamente cubierto de arrugas con una larga cabellera gris y una gruesa barba inspiraban un profundo temor. Aquel anciano vestía una vieja y maltratada túnica negra. Largas y maltratadas uñas sobresalían de sus delgados dedos. Su mirada vacía y oscura parecían atravesarte el alma misma.

–Quien es usted? – preguntó el temeroso joven.

–He estado esperándote por mucho tiempo. – le respondió aquel extraño hombre. –Mi pobre Jonathan, se lo mucho que has sufrido.

–Que sabe usted de mí? –Pregunta Jonathan

–Yo sé todo sobre ti. Se lo que te hicieron y se todo lo que vas a sufrir. – repitió aquel anciano mientras sus oscuros ojos de repente se encendieron como dos esferas de metal calentadas al rojo vivo.

Jonathan se dio cuenta que no se trataba de un hombre común. Aquella siniestra mirada le congeló el alma del pavor que le generó. Intentó escapar, pero no pudo, sus piernas no le respondían, estaba completamente paralizado. El joven se desploma pesadamente en el suelo y trata de alejarse arrastrándose.

–¿Crees que puedes escapar de tu destino? No puedes huir de lo inevitable. –Le dice aquel siniestro hombre con una sonrisa dibujada en sus arrugados labios.

Entonces Jonathan observa aterrado una siniestra figura negra que emerge tras el anciano y se dirige hacia él. El horripilante ser, con largos y delgados brazos que se encontraban extendidos en su dirección, era indescriptible. Sus penetrantes ojos rojos resplandecían en la oscuridad, en un rostro con apariencia cadavérica. La criatura parecía expeler una estela negra, semejante a un espeso humo. La figura se acerca en silencio sin emitir un solo sonido. Jonathan intenta en vano alejarse, pero el ser lo alcanza. Su cadavérico rostro se encuentra tan cerca del rostro de Jonathan que puede sentir su gélido aliento. Las largas y negras manos del ser sujetan fuertemente el rostro de Jonathan. Entonces todo se volvió oscuro para Jonathan, el siniestro rostro de aquella criatura fue lo último que vio antes de desmayarse en la oscuridad de aquella tétrica cueva, en lo profundo de la espesa selva.

–¿Te encuentras bien? –Sus pensamientos son interrumpidos de repente por la pregunta de Franco.

–Si me encuentro bien. No te preocupes.

–¿En qué pensabas?

–No es nada. Solo recuerdos. 

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