Capítulo 12
1
El fuerte sonido del aullido despertó a Jonathan. Mirando hacia su ventana vio la inmensa luna brillando y la espesa niebla que cubría los caminos. –¿Que ha sido eso? –Se preguntó.
Tambaleante se levantó y fue hasta la habitación de su hermano, allí se encontraba Franco durmiendo plácidamente; junto a él, estaba Pablo, que se había quedado a dormir. Para alegría de Jonathan, Franco y Pablo se habían vuelto los mejores amigos, al punto de prácticamente ser inseparables. Ver a su hermano teniendo un amigo en quien confiar lo reconfortaba. A pesar de que su enfermedad no había mostrado signos de empeorar, él sabía que solo era una cuestión de tiempo. Los dolores contantes en su cabeza le hacían recordar que el tumor seguía allí, esperando, listo para estrujar su cerebro y terminar con su vida.
Jonathan fue hasta la cocina, abrió la nevera y se sirvió un gran vaso de leche. Mientras la bebía observaba por la ventana. Eran casi la una de la mañana. El aullido no volvió a oírse. Entre la espesa niebla podía verse la oscura silueta de los cultivos mecerse de un lado a otro, de no saber que eran plantas, uno fácilmente podría pensar que eran personas paradas en la oscuridad observando. El cielo completamente estrellado resaltaba aún más el brillo de la luna llena, que comenzaba a esconderse tras una gran nube oscura, convirtiéndose en una escena digna de admirar.
Al no poder ver lo que había producido aquel extraño aullido, Jonathan volvió a acostarse. El viento comenzó a soplar repentinamente provocando que las ramas del viejo lapacho golpearan la ventana de la habitación, produciendo un tenebroso sonido, como si una persona golpeara insistente para que la dejasen entrar.
Nuevamente el frío sudor comenzó a correr por su frente. el dolor agudo y punzante en su cabeza había regresado. Intentó incorporarse, pero no pudo, sus piernas no le respondían. Su respiración se dificultaba. Jonathan sintió que su cuerpo hervía en una fiebre terrible.
De pronto sintió nuevamente aquel extraño frio en su habitación, su aliento se convertía otra vez en un vapor gris al salir de su boca. La horrible sensación de que algo lo observaba fijamente vino a su mente. Miró hacía la puerta de la habitación esperando ver a aquella figura que lo atormentaba. –Aparece de una vez maldita sea! –Gritó con una mezcla de enojo y miedo.
Allí en la puerta entre abierta había una silueta, pero para sorpresa de Jonathan no era aquel ser que él llamaba "la muerte", aquella figura era la de un hombre.
–¿Quién eres? –Preguntó intentando descifrar el rostro de aquel hombre, pero la oscuridad de la habitación se lo impedía. La luz del pasillo comenzó a parpadear hasta que finalmente se apagó ocultando por completo aquella figura. Jonathan no podía ver nada. Estaba inmóvil en la oscuridad, incapaz de moverse. Su miedo crecía al darse cuenta de que estaba a merced de aquel intruso.
–¿Quién eres? –Volvió a preguntar ansioso. Sus ojos luchaban para adaptarse a aquella oscuridad. El espeluznante sonido de pasos acercándose a su cama lo asustaban todavía más. El dolor de la puñalada en su mano todavía lo estremecía. –¿Quién eres? ¿Por qué intentas matarme?
–No he venido a matarte. –Le respondió una voz familiar.
Jonathan forzó aún más su vista. Frente a su cama pudo dilucidar la figura de un hombre. La luna emergió detrás de la nube que la ocultaba y su luz blanquecina entrando por la ventana iluminó la habitación permitiendo ver a aquel hombre.
–¿Papá? –Preguntó Jonathan sorprendido al ver que el hombre frente a él era su padre. Pero algo definitivamente no estaba bien en él. Su rostro era terriblemente pálido, con profundas y oscuras ojeras. La piel de su rostro estaba manchada con oscuros moretones. Desde su cabeza emergía un gran chorro de sangre que recorría desde su ojo derecho llegando hasta su camisa completamente manchada en sangre. Su expresión carente de vida convenció a Jonathan que aquel hombre no era su padre, si no solamente su espectro.
–Si hijo. Soy tu padre. –Le contestó aquel hombre sin acercarse.
–Padre siento mucho lo que les pasó. De verdad lo siento. Siento mucho no haberlos podido salvar.
–No es tu culpa hijo. Fue lo que debió ser. Nada puede cambiarse. La muerte nos llega a todos por igual. Ni siquiera tu puedes cambiarlo. –Le respondió su padre mientras Jonathan intentaba levantarse sin éxito.
–Pero yo supe que algo les pasaría y aún así no los advertí.
–Oh hijo. –Dijo el señor Jakov con una profunda tristeza en su voz. –No sabes cuan profundamente me duele tu sufrimiento. No he sido un buen padre para ti... para ninguno de ustedes. He hecho cosas terribles y ahora las estoy pagando viéndote sufrir. Quiero que sepas que a pesar de lo frío que he sido contigo, de lo severo, de lo malo, siempre te he querido.
–Lo se padre. Yo también. Lo único que siempre quise es que estés orgulloso de mi.
–Lo estoy hijo. Lo estoy.
Jonathan comienza a llorar. El movimiento vuelve a su cuerpo. Con dificultad levanta su mano intentando alcanzar a su padre, pero este hace el gesto de no con la cabeza y se aleja unos pasos.
–Siento mucho que debas verme en este estado. –Le dice su padre apenado. –Tú tienes un gran don.
–No es un don. Es una maldición. Solo me ha traído desgracias. Ni siquiera pude usarlo para salvarlos. No soy más que un monstruo.
–Lo es hijo, es un gran don y ese don puede salvarlos a ti y a tu hermano de las cosas que están por ocurrir.
–¿A qué te refieres? –Pregunta Jonathan sorprendido.
–¿Acaso no lo ves? Tú tienes el poder de ver a la muerte. Ahora puedes ver a los muertos. Tus poderes van creciendo. Muy pronto oirás el llamado.
–¿A que llamado de refieres?
–Aquel llamado que has oído desde pequeño. Aquel llamado que te guiará a tu destino. Hay mucho más en ti de lo que piensas mi querido Jonathan.
El viento comenzó a soplar con mayor intensidad. Con el golpe de una fuerte y repentina ráfaga, la ventana se abre de par en par. El viento trajo un lejano sonido. Parecía ser el retumbar de tambores a lo lejos junto con un leve sonido parecido a un lamento.
–Lo escuchas ahora hijo? Te está llamando ahora mismo. Asómate y escucha. –Le indicó su padre señalando hacia la ventana.
Jonathan siente que su cuerpo puede moverse con total libertad. El punzante dolor en su cabeza se había ido. Se levanta de su cama y se dirige hacia su ventana. Lo primero que ve es la inmensa luna brillando en lo alto con su forma casi hipnótica.
–¿Qué quieres que vea? –Pregunta, pero nadie le contesta. Al mirar hacia atrás se da cuenta que su padre ya no estaba.
Permaneció de pie junto a la ventana mirando hacia lo lejos intentando escuchar aquel sonido, pero ya no pudo oír nada. El viento había cesado y solo el sonido de los grillos interrumpía el silencio sepulcral de aquella noche. Cuando se disponía a volver a su cama convenciéndose que todo había sido solo una alucinación, vuelve a dar un último vistazo hacia la oscuridad del exterior. Al mirar nuevamente través de su ventana observa a aquella horripilante figura oscura. La muerte estaba allí, observándolo fijamente desde su patio. Su cadavérico rostro aparecía difuminado entre el oscuro vapor, pero, aun así, podían verse aquellos ojos penetrantes que parecían sondear en lo más profundo de su alma. Jonathan enseguida comprendió que esa cosa lo estaba llamando.
–No puede ser. –Dijo en voz baja Jonathan con su garganta atravesada por un nudo.
Aunque todos sus instintos le decían que se quedara, el necesitaba respuestas. Se arma de valor. Toma una chaqueta de su armario, se coloca unas simples alpargatas y se dispone a salir. Abre la puerta trasera con lentitud. Allí estaba aquel ser que él conocía como la muerte misma. Su espectral figura imponía un terror profundo. Al mirarla se sintió arrastrado hacia ella. Jonathan sale al patio.
–¿Qué quieres de mí? –Pregunta temeroso.
La figura comienza a alejarse lentamente internándose por un pequeño sendero en el maizal. A Jonathan le cuesta mucho trabajo caminar, pero intenta seguirla de todos modos. Cuando estuvo suficientemente cerca vio como la figura parecía estar suspendida en el aire desplazándose lentamente para que lo siguiera, pero lo suficientemente rápido para que no pudiera alcanzarlo.
Luego la plantación se termina y comienza la selva. Aunque no estaba seguro de lo que estaba haciendo, sobre todo por dejar a su hermano, su deseo de saber lo que estaba ocurriendo, hizo que Jonathan, a pesar de todo siguiera a aquel ser que tanto sufrimiento le había provocado.
Camina a través de la densa selva, la muerte parecía desaparecer y aparecer, haciendo que por momentos Jonathan la perdiera de vista. Camina durante un largo trecho hasta que finalmente, la selva cede paso y, para sorpresa del joven Jokov, el sendero que siguió lo llevó hasta el cementerio del pueblo. La luz de la luna ilumina las blancas paredes de los nichos y se reflejaba en alguna de las cruces de metal colocadas sobre las tumbas. Podían verse algunas velas encendidas cuyas llamas estaban a punto de apagarse.
La entidad se desplazaba entre las lapidas seguida por el cada vez más asustado muchacho. –¿Que estoy haciendo Dios mío? – pensó.
De pronto se detuvo junto a una de las ultimas tumbas. Era la tumba de la madre de Jonathan. La misteriosa entidad, levanta su negro brazo, y su largo dedo índice señala hacia un pequeño camino apenas visible que se internaba en la selva.
–Nunca había visto ese camino. – dijo Jonathan
Al darse vuelta para mirar a su fantasmal guía, este había desaparecido. Jonathan quedó perplejo, no entiende lo que ha sucedido. Se encontraba solo en medio del cementerio, el lugar más tenebroso del pueblo, con una enorme luna llena.
–Soy un idiota. – se dijo así mismo invadido por el miedo.
De repente una suave brisa trae desde lo profundo del sendero que la figura le había señalado, un tenue ruido de tambores que tocaban un ritmo pausado e hipnótico.
Jonathan no puede evitar seguir el golpeteo de los tambores que parecían estarlo llamando. Se interna en la selva, siguiendo el sendero. Los golpes se escuchaban cada vez con mayor intensidad, y su ritmo parecía acelerarse cada vez más, como los latidos de su corazón, que entre una mezcla de miedo e intriga parecía que en cualquier momento se le saldría del pecho.
Camino y caminó siguiendo el sonido, utilizando solamente la luz de la luna para evitar tropezar con las raíces de los árboles que crecían a los lados del precario camino. Luego de caminar un largo rato, el sendero se interrumpe abruptamente. Una espesa maleza le cortaba el paso, pero los golpes continuaban sonando justo detrás de ella.
Se abre paso con dificultad entre la maleza. Las espinas y ramas le hacen varios cortes que comienzan a sangrar inmediatamente, hasta que finalmente logra atravesar. Quedó atónito al descubrir la enorme caverna que se hallaba en la ladera de un alto cerro. Jamás había oído hablar de ella. Su oscura entrada parecía la boca de un animal hambriento. No había dudas, el sonido de los tambores provenía de su interior. Una tenue luz de color naranja se observaba en el interior de la cueva. Parecía provenir de una fogata en su interior.
Jonathan recordó de pronto las historias que de niño una vez le había contado su abuelo sobre la Zalamanca. Un terrible escozor recorrió su cuerpo. Según la leyenda, existían cuevas donde las hechiceras se reunían a celebrar sus ritos satánicos. Se decía que el demonio en persona se aparecía en esas reuniones. El que se atreviera a ingresar podría pedirle cualquier deseo que quisiera, pero a cambio debía entregar su alma.
El terror más profundo invadió al joven al escuchar sonidos de macabras risas que provenían del interior. Los tambores retumbaban cada vez con más fuerza, como una siniestra invitación para entrar a la cueva. La duda se convirtió en certeza, aquella era la entrada a una Zalamanca, aquel siniestro lugar era la guarida del demonio.
Los golpes se tornaron insoportables hasta que Jonathan decidió retirarse lo más rápido que pudo con su débil y cansado cuerpo. El miedo lo hizo correr a pesar de lo frágil de su salud tropezando repetidas veces intentando regresar por el sendero que parecía estrecharse cada vez más, como intentando atraparlo.
Finalmente, Jonathan consigue salir hasta el cementerio. Sus piernas tiemblan insistentemente, su respiración es cada vez más agitada, intenta seguir corriendo, pero ya no puede. Completamente exhausto, se apoya por un antiguo nicho. Intenta tranquilizarse y comienza a respirar profundamente. –Cálmate Jonathan. – se decía así mismo.
Cuando finalmente logra tranquilizarse, comienza a caminar lo más rápido que puede, intentando no caerse entre las lapidas, con dirección a su casa. No era el momento apropiado para encontrarse en el exterior.
2
Las luces de un vehículo iluminan las desiertas calles del pueblo. Era la vieja camioneta policial. Luego de dejar al bebé de los Tello al cuidado de la enfermera del Hospital, Tom y Javier, continuaban recorriendo el pueblo en busca de la bestia.
–No puedo creer que me haya convencido de hacer esto. Creo que debemos volver. Esa cosa es muy peligrosa solo para nosotros dos. – le dice el asustado agente a su jefe.
–No podemos proteger al pueblo escondidos como cobardes en la comisaria. Quédate tranquilo muchacho. Todo estará bien. – Intenta tranquilizarlo Tom.
–Al menos podemos poner algo de música, esta tensión me está matando.
–Así está mejor López? –Le dice el comisario luego de encender la radio en la cual sonaba un viejo tema de Johnny Cash.
–Si mejor Jefe. Pero sería mejor estar en la comisaría. ¿Porque demonios soy el único que esta con usted?
–Porque tú y yo somos los únicos que no tenemos a nadie.
–Oh. Muy noble de su parte Jefe. Aunque a mí de verdad me gustaría tener una familia algún día. Pero veo que usted realmente usted está casado con su trabajo Jefe. – le dijo el agente con una sonrisa.
En realidad, esto era cierto. Luego de la muerte de su hijo mayor, la obsesión de Tom con el trabajo lo había llevado a descuidar cada vez más a su esposa y su hijo, hasta que finalmente vino la separación. Eso fue hace varios años atrás. Su mujer se había vuelto a casar y ahora solo veía a su hijo los fines de semanas. Desde entonces pasaba la mayor parte del día trabajando, obsesionándose cada vez más con mantener la paz en el pueblo.
–Mire Jefe! – le dice López señalando a una persona que salía tambaleante del cementerio.
Era Jonathan que intentaba llegar a su casa. –Es el muchacho Jakov. Pero que hace en el cementerio a esta hora. – dice Tom bajando el volumen de la radio.
Cuando comenzaba a acercarse hacia el muchacho, vuelve a escucharse el feroz aullido de la criatura. Provenía del otro lado del pueblo. Tom mira por el espejo retrovisor intentando ver a la criatura. Al mirar nuevamente hacia adelante Jonathan ya no estaba.
–Pero, ¿Dónde se metió? – dijo Tom intentando ver hacia donde se había ido Jonathan. –No importa, debemos ir tras la criatura. Es lo único que importa ahora.
Tom giró el patrullero y partió de manera veloz en busca de la bestia. Mientras conducía no podía evitar pensar en todo lo que le había dicho el sacerdote. Algo muy extraño había alrededor del joven Jakov. ¿Qué clase de persona normal merodearía por el cementerio a estas horas? Si no hubiera oído el aullido en ese mismo instante, hubiera asegurado que aquel muchacho era la mismísima bestia. A su lado Javier no emitió ningún comentario.
–¿Qué demonios estás haciendo Jonathan? –Pensó Javier para sus adentros mientras miraba por el espejo retrovisor intentando verlo.
3
Jonathan volvió a atravesar el sendero entre las plantaciones y consigue ver a lo lejos las luces del pórtico de su casa. El temible aullido se había vuelto a escuchar alarmantemente cerca.
–¿Qué es esa cosa? –Se preguntó y echó a correr nuevamente. Con desesperación escucha el aterrador sonido de las plantas quebrándose ante el paso de algo enorme. Sin voltear hacia atrás corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas. Luego de unos instantes que parecieron interminables finalmente llega hasta la puerta trasera. Entró rápidamente, trabó la puerta, se aseguró que las ventanas estuvieran bien cerradas y todavía temblando se sentó pesadamente en el sofá. Respiraba dificultosamente, el sudor volvía a caer por su frente. El miedo todavía no se iba.
Mientras intentaba calmarse, escucha el sonido de fuertes pisadas al costado de la casa. Horrorizado ve como una enorme sombra se dibuja en su ventana. Era la silueta de la enorme cabeza de un lobo que parecía olfatear hacia el interior de la casa. El sonido de una profunda respiración heló la sangre del aterrorizado joven. Algo siniestro estaba allí afuera. Aquella cosa siguió caminando alrededor de la casa. Los sonidos de sus pasos llegaron hasta la puerta trasera. Un fuerte golpe pudo irse. Esa cosa intentaba entrar.
–¡Vete de una vez! –Gritó desesperado.
La bestia se detuvo. En ese momento solo hubo un atroz silencio, hasta que finalmente los sonidos de las pisadas se alejaron. Jonathan fue hasta la ventana y miró hacia las plantaciones. Vio con horror como las plantas se movían mientras aquel ser se alejaba. La luna continuaba brillando en lo alto. Al mirarla, Jonathan no pudo evitar pensar en sus visiones. El recuerdo de aquella en que aquella cosa devoraba a su hermano sin piedad lo llenó de angustia.
Los ruidos provocados por Jonathan despiertan a Franco. El pequeño se dirige a ver dónde se encontraba su hermano. Al verlo sentado en sofá con la mirada perdida le pregunta: – Jonathan que pasó? ¿Te sientes bien hermano? – pero Jonathan no responde.
–Te encuentras bien? – insiste el pequeño con desesperación sacudiendo a Jonathan de los hombros.
Jonathan reacciona y al ver la desesperación de su hermano le responde – No te preocupes hermano. Me encuentro bien.
–Pero que susto me diste. Pensé que te sucedía algo. – le dijo Franco secándose las lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos. –¿Que fue ese aullido?
–Perdóname, no quise asustarte. – le dijo Jonathan dándole un fuerte abrazo. –Debió haber sido solo un perro hermano. No debes preocuparte.
Jonathan seguía desconcertado. No entendía lo que había sucedido. Habían pasado demasiadas cosas. De pronto al ver a su hermano, una idea se le vino a la mente y desde ese momento ya no pudo olvidarla, por más que intentara la idea estaba ahí. A Jonathan no le importaba morir, para él la muerte sería un descanso del dolor y sufrimiento que había sufrido por tanto tiempo. Pero no podía permitir que algo le pasara a su hermano. Quizá la muerte le había mostrado la solución, quizá en esa cueva pudiera alargar su vida y así poder cuidar de su hermano, pero el precio era demasiado alto, a cambio debía entregar su alma.
–En qué piensas hermano – le pregunta Franco al ver a Jonathan con la mirada perdida, sumido en sus pensamientos.
–En nada. Volvamos a descansar. – le contesta Jonathan.
Jonathan se acuesta, pero ya no puede dormir, los pensamientos continuaban incontrolables en su cabeza. La desesperación de una pronta muerte lo atormentaba, pero la idea de vender su alma era todavía más aterradora.
De pronto otro aullido resuena en el pueblo, Jonathan mira la inmensa luna brillando por su ventana. La bestia estaba al acecho.
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