Verdades que duelen

Vamos, Jack, solo toca y ya.

Me susurraba mi subconsciente una y otra vez mientras que veía la puerta de su casa. Estaba a pocos centímetros de encontrarla y aclarar un par de cosas con ella. No pude esperar hasta la noche para enfrentarla, me debe explicaciones.

Tomo una gran cantidad de oxígeno y lo mantengo dentro de mí hasta que por fin me atrevo a rozar mis nudillos sobre la puerta. Cierro los ojos y pienso: qué no se encuentre,  la verdad es que no estoy seguro de discutir con ella, pero algo me impulsa a buscarla y aclarar las cosas. Quizás todo termine el día de hoy.

Un fuerte sonido me saca de mi ensimismamiento. Levanto la mirada hacia el cielo y observo nubes grises ocultando al sol. Lo que escuché solo fue un trueno, que indica una inminente lluvia.

Regreso mi vista hacia la casa cuando escucho el sonido de la puerta al abrirse. Mis ojos se perdieron en unos de tonalidad tan clara como la del cielo, sin embargo, me coloqué la máscara de enojo para que supiera que nada anda bien.

—Jack, ¿qué haces aquí tan temprano? —preguntó con una sonrisa burlona, que se borró al ver que en mí no había causado gracia —¿Pasa algo?

Le eché un vistazo a su vestimenta: un vestido negro ajustado y un par de tacones oscuros, además estaba bien arreglada y maquillada.

—¿Vas a salir? —pregunté con sequedad.

—No. En realidad acabo de llegar —se encogió de hombros —Pero, bueno, quiero saber ¿qué pasa contigo?

—Tenemos que hablar algo muy importante —anuncié.

—No me agrada ese tono, pero bueno —frunció los labios —Adelante, pasa.

Asentí y me abrí paso frente a ella, luego me acomodé en el pequeño sofá que había en sala de estar.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó desde la cocina.

—Agua, pero sirve dos vasos uno para ti y otro para mí, tienes que refrescar tu garganta antes de contarme todo —hablé de forma altanera.

Desvié mi mirada hacia donde estaba parada y noté que servía el agua en dos vasos, cuando terminó, caminó hacia donde yo estaba llevando en sus manos la bebida.

—¿Contarte qué cosa? —fingió demencia.

Preparé mi estocada, en contados segundos disparé mi dardo venenoso.

—Todo lo relacionado con Tadashi Hamada.

Abrió la boca de pronto. Su rostro palideció aún más y sus manos temblorosas sostenían los vasos hasta que los dejó caer sobre la alfombra. Su mirada se perdió en la pared y su pecho empezó a subir y a bajar con rapidez. Tenía una expresión temerosa en su rostro.

—¡No! —reaccionó segundos después —¡No! —repitió.

Sin embargo, fue lo último que dijo antes de caer desmayada sobre el suelo. Llegué hasta ella y traté de hacerla reaccionar, pero no funcionó, y eso me preocupó bastante.

La tomé en brazos y la llevé hasta el sofá, allí le di palmaditas en la cara para despertarla y susurré su nombre una y otra vez, sin embargo no abría los ojos. Me alejé de ella y respiré profundo para no dejarme llevar por la ansiedad de verla inconsciente frente a mí. Despeine mi cabello y busqué opciones en mi cabeza para hacerla volver, pero nada se me ocurría.

No tuve más opción que llamar a la única persona que me saca de situaciones como estas. Marqué su número y esperé pacientemente que contestara mientras mantenía mi mirada en Elsa.

¿Qué hiciste ahora? —respondió algo irreverente. Seguro continúa enojada conmigo por meterme con Elsa.

—Solo le nombré a Hamada y se desmayó —dije, preocupado.

¿Tan rápido se presentaron los síntomas? —preguntó, sorprendida.

—¿Síntomas de qué? —fruncí el ceño. Estaba bastante confundido.

Gogo guardó silencio por unos segundos hasta que por fin decidió hablar y explicarme su comentario.

Bobo, pues del embarazo.

Eso no puede ser posible, ella está equivocada, Elsa no pudo embarazarse con solo una noche que estuvimos juntos ¿o sí? Espero que yo tenga la razón y ella no esté esperando un hijo mío porque de lo contrario no sabré qué voy a hacer, sinceramente no sirvo para ser padre, por suerte sé cuidarme yo mismo, pero a otra persona tan indefensa como un bebé dudo que no.

Demonios. Debí haberlo pensado mejor antes de acostarme con ella sin condón, soy un imbécil como dice Gogo.

—Estoy seguro que no es eso —comenté convencido con mi deducción.

Escuché una risa burlona proveniente de mi mejor amiga. Se la estaba gozando con mi angustia y arrepentimiento.

¿Eso crees? ¿Por qué no se lo preguntas y salimos de dudas? Así puedo ir eligiendo la ropita para mi sobrino de una vez —usó el tono irónico de siempre.

Dejé caer mi mano por mi rostro y le pregunté a la vida: ¿por qué tengo una mejor amiga tan molesta? Solté un bufido y le contesté.

—No puedo preguntárselo porque está desmayada ¿recuerdas, tontita? —escupí, grosero.

Ah, entonces trata de despertarla, me muero de la curiosidad —insistió. Rodé los ojos al cielo.

—¿Qué crees que he estado haciendo, tonta? —le reclamé —la he llamado, pero...

Me detuve al ver que Elsa se removía en la silla y balbuceaba incoherencias. Caminé hasta ella y traté de tocarla, pero me aturdió lo que me dijo:

—¡Déjame! —Gritó con lágrimas bajando por su rostro. Pensé que me hablaba a mí, pero tenía los ojos cerrados —¡No me hagas daño!

Quedé pasmado ante tan tensión de la situación. Ella estaba sufriendo en su sueño y a mí nada que se me ocurría algo para ayudarle, lo mejor que pude hacer fue atrapar sus brazos que estaba agitando.

¿Que pasa? —habló Gogo.

—Te llamo después —respondí y colgué la llamada. Guarde mi móvil en la chaqueta y me detuve en Elsa.

Su agitada respiración se había calmado, pero las lágrimas seguían cayendo. Acaricié su cabello y le susurré que todo iba a estar bien, eso pareció calmarla porque dejó de llorar. De pronto contemplé como sus ojos se abrían lentamente y al verme no me imaginé que seguiría llorando.

No tuve tiempo de hablar porque ella se lanzó a mi cuerpo y me abrazó con fuerza, rodeé su cintura con mis brazos y me dejé llevar por el momento. Nos abrazamos por un largo rato hasta que ella se movió y limpió las lágrimas de su rostro, me miró con un gesto triste. En el tiempo que llevo de conocerla, jamás la había visto tan destrozada como hoy, increíble pero real.

Sin embargo, aunque sus lágrimas me quiebren por dentro no puedo olvidar a qué he venido. Tenemos una charla pendiente.

—Elsa, tienes algo que contarme ¿verdad? —dejé que ella tomara la iniciativa.

Desvió la mirada y mordió su labio inferior. Se está conteniendo, lo sé.

—N... No quiero hablar de eso —mencionó tartamuda.

—¿Por qué no? Merezco saberlo ahora que somos pareja —frunzo el entrecejo.

—No quiero —reiteró bastante molesta.

Apretó los puños. Seguía sin poder hablarme mirándome a los ojos, eso solo me provoca unas ganas de tomar su rostro y obligarla a que me mire y confiese su verdad, así le duela. Claro que si no lo hace será una perdida de tiempo que yo esté aquí y que tengamos una relación.

—Te estoy dando la oportunidad de que hables. No me voy a enojar —aseguré un poco calmado.

Me crucé de brazos y esperé que comenzará a contarme su pasado, pero no dijo nada al respecto, es mas se atrevió a fulminarme con la mirada.

—Tú no lo entenderías.

—¿Y tú qué sabes? —enarqué una ceja.

—No has vivido lo que yo entonces no me apoyarías sino que me juzgarás como todos lo hicieron —espetó.

Otro trueno resonó en el cielo, al instante se desató una fuerte tormenta. Claro que no estaba tan enfurecida como la mujer que tenía frente a mí.

—¿Entonces no vas a hablar? —retomé la conversación.

—Ya te dije que no quiero —enfatizó.

—Vaya, pensé que eras una mujer valiente que eras capaz de enfrentar tu pasado con coraje, pero no, tienes más miedo del que creí —dije sin medir mis palabras.

Hasta para mí sonó hiriente lo que le hice saber, pero era mi estrategia para hacerla confesar, tentarla y echarle en cara un par de cosas.

—Eres un infeliz —escupió —Yo no soy ninguna miedosa.

—Entonces, confiesa.

De un salto se levantó del sofá y me encaró todavía con su gesto embravecido.

—¡Ya te dije que no! —gritó en mi cara.

Me puse de pie y la encaré, aún con sus tacones puestos le sacaba unos centímetros, pero ella no se dejaba intimidar por la altura, me miraba fijamente y sus ojos me hacían saber ese sentimiento tan oscuro que rondaba en todo su ser, pero lo va a seguir conteniendo porque no se le dio la gana de desahogarse conmigo, perdió su oportunidad.

—¿Sabes una cosa? —Murmuré —Esto no va a funcionar con tanta mentira entre nosotros. Será mejor dejar las cosas aquí. Fue bueno mientras duró.

Con aquellas palabras me despedí y salí prácticamente corriendo por la puerta. Al estar fuera la lluvia me empapó de pies a cabeza y me acompañó mientras emprendía caminata hacia mi casa. No quería dejarla, pero ella se lo buscó al no confiar en mí, yo la pude haber ayudado, pero se negó.

Me duele un poco esta situación. Separarnos tan rápido antes de descubrir lo que sentíamos el uno por el otro, me deja noqueado. Lo peor de todo esto es que tendré que verla mañana en el trabajo como si nada, en la misma oficina y sin poder siquiera hablarle, y en la noche controlar las ganas de querer ir a verla y amarla como nunca. Me acostumbré muy rápido a estar junto a ella y de ahora en adelante volveré a sentirme vacío.

Ella me estaba envolviendo en su vida de una forma nociva, pero yo lo acepté porque quería intentarlo con ella, y no funcionó, debí fijarme en otra mujer, una más sana como lo era Tooth, de verdad la extraño.

Suelto un suspiro y guardo mis manos en las bolsas de mi chaqueta. Sería un camino largo, pero lo suficiente para recapitular todo lo que hemos vivido en tan poco tiempo.

—¡Jack! —escuché su voz a mi espalda.

Me detuve en seco sin poder creer que haya decido salir tras de mí. No me atreví a voltear porque no quería ver su mirada entristecida, puedo escucharla, pero no verla.

—¿Qué quieres? —respondí lo más frío que pude.

—Quiero que estés a mi lado. Te necesito junto a mí, no me dejes tan rápido —sonó como una súplica.

No quiero caer en su manipulación pero me lo estaba suplicando y yo quisiera girarme y atraparla entre mis brazos, acariciar su rostro y estampar mis labios sobre los suyos, pero tengo dignidad y debo parecer indiferente frente a ella, aunque duela en lo más profundo de mi corazón.

—Yo no quiero seguir con alguien que no confía en mí —afirmé —Lo más oportuno para ambos es no seguir engañándonos el uno al otro, tomemos nuestro lugar en el mundo y olvida todo lo que vivimos.

—No puedo olvidar tus besos, tus caricias. No es tan fácil como lo planteas, seguro tú piensas que lo es porque no le diste importancia a todo eso —respondió, dolida.

Me golpeó en el corazón. Lo que dijo es mentira, a mí claro que me importó lo que hicimos, pero hacérselo saber solo me hará doblegar ante su voluntad y no quiero que note el efecto que tiene sobre mí.

—No quiero verte.

—Voltea y dímelo en la cara, cobarde —espetó.

Pasé la lengua por mis labios y me volví a colocar la máscara de indiferencia para con ella luego me giré en los talones y la observé.

—No quiero volver a verte —repetí.

Sus ojos se llenaron de lágrimas sin derramar. Eso me rompió en dos, pero no voy a ceder.

—M...mientes —sollozó.

—Mira quién lo dice —enarqué una ceja —La reina de los secretos y las mentiras.

—Yo...

—Adiós, Elsa Arendelle, fue un placer conocerte —di media vuelta y continué andando.

Pero cada metro que me alejaba de ella era como si miles de flechas me atravesaran el cuerpo, tenía que ser fuerte y seguir por mi bien y el suyo. Sin embargo, no pude soportar lo que me gritó después:

—¡¿Quieres saber la maldita verdad? Pues... Pues...! — su voz se fragmentaba —¡Él me... Me golpeaba! ¿Eso querías saber?

Regresé mi mirada hacia ella y la vi sentada sobre el suelo llorando a cántaros y abrazándose a sí misma, no pude contenerme ni un solo minuto más y corrí hasta ella, luego la abracé lo más fuerte que pude. Ella lloró en mi pecho y agarró mi camiseta entre sus puños con fuerza.

Acaricié su cabeza y besé su coronilla. La lluvia seguía cayendo al igual que sus lágrimas.

—Tienes mucho que contarme.

(...)

Llegamos a casa para guardarnos de la lluvia. Ella parecía perdida en su mundo, lo bueno era que había dejado de llorar y que estaba calmada, pero no sé si duré mucho su gesto relajado, porque no me voy de su casa hasta que me cuente todo y sé que le costará bastante.

Justo ahora le entrego una taza de café que he preparado en su cocina, ella trata de sonreír, pero termina mostrándome una mueca, no le doy importancia porque entiendo que no la está pasando para nada bien. Pude notar un leve temblor en sus manos al sostener la taza y beber de su contenido.

—Está delicioso —dijo al terminar —No sabía que cocinabas —intentó bromear.

—Es solo café... —musité —¿Te ha calentado?

—Sí, gracias, pero ¿y tú? Morirás de frío con esas prendas húmedas —señaló mis ropas.

Ella si pudo retirarse el vestido y usar una bata en su lugar, pero yo tenía que soportar mi ropa mojada el tiempo que lleve hablar con ella.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

—No te preocupes, puedo resistir el frío —sonreí, abiertamente.

—De acuerdo —susurró y dejó la taza sobre la mesa.

—Elsa —le llamé, ella me miró a los ojos. Decidí hablar sobre algo que rondaba en mi cabeza —Quería saber si... —empecé a dudar.

—¿Si...? —Preguntó, interesada.

Es ahora o nunca tiene que saber lo que me mantiene preocupado desde que Gogo se enteró de que estuvimos juntos.

—Si te has sentido bien hoy.

—Bien hasta que llegaste y me mencionaste a ese demonio —noté algo de acusación en su tono de voz, pero lo dejé pasar por alto para no empezar a discutir.

—Mmm, ya veo. Pero, yo la verdad... Te lo voy a preguntar sin rodeos —mencioné, seguro —¿Estás embarazada?

Para mi sorpresa Elsa soltó una carcajada cargada de algo que no supe descifrar, quizás burla. Por lo menos la hice reír.

—Es muy pronto para saberlo —contestó, sin embargo eso no me indicaba nada —Además... —bajó la mirada y borró su sonrisa —No puedo tener hijos.

Lo último que dijo congeló mi sangre. No podía, entonces no se arruinará mi vida, pero también es triste. Tengo entendido que dar vida es algo increíble, o al menos eso dijo mamá, pero ella no podía.

Me entró una curiosidad tremenda que me obligó a preguntar:

—¿Por qué?

—Por culpa de Tadashi Hamada —respondió sin verme a la cara.

Su mano viajó de inmediato a su vientre y lo acarició con un deje de tristeza en su pálido rostro.

—¿Qué te hizo? —pregunté.

Odié como a nadie al Tadashi ese, por lo que sea que le haya hecho para provocarle el dolor que reflejaba en su cara. Desearía poder golpearlo y casi matarlo por lo que le hizo, pero ella ya se encargó de hacerlo.

—Me hizo rodar por las escaleras de mi mansión —regresó su vista a mí —Mi ex esposo era un verdadero hijo de puta, por eso...

—Por eso lo asesinaste —completé su frase, ella asintió con algo de vergüenza —Se lo tenía bien merecido.

Sus ojos se abrieron como platos al escucharme.

—¿Qué? ¿De verdad crees eso? ¿No me vas a juzgar por eso? —habló, sorprendida.

—Por el único motivo que te juzgaría es por no habérmelo dicho antes —aseguré sin dudar.

Ella cubrió su boca con las manos, todavía asombrada. Creo que no es para tanto.

—Eres... Eres la única persona que no me ha dicho que eso estuvo mal y que debí haber denunciado. No... Lo puedo creer —pasó una mano por su cabello revuelto.

—Eso me hace especial ¿no? —enarqué una ceja. Ella asintió —Sin embargo, te condenaron a seis años de prisión, es demasiado tiempo. Ahora entiendo a lo que te referías con que no habías estado con nadie desde hace seis años, no era una broma, era cierto.

Desvió la mirada y un evidente rubor se instaló en sus mejillas. Apretó su labio inferior y cerró los ojos por unos segundos, luego los abrió y me volteo a ver.

—No era mentira. Estuve seis años sin sexo.

—Vaya, no sé qué decir —rasqué mi nuca.

—Tú, ya nada. Querías que te contara mi pasado y lo voy a hacer —anunció con seriedad —Jack, yo... Me enamoré de Tadashi a primera vista, al principio creí que era el príncipe azul, me faltó madurez para notar que me había precipitado, sin embargo mi terco corazón actuó por mí y, dos años después, lo acepté en el altar.

Me la imagino con su vestido blanco y el ramo de flores en sus manos, luciendo como una princesa.

—Pero, me mostró su verdadera cara cuando quise empezar a trabajar, me lo impidió y me dijo que mi lugar estaba en casa.

—Maldito machista —le interrumpí.

—Si que lo era y también un salvaje —musitó —Su primer golpe me rompió en dos y me golpeó también la realidad. Desde entonces no pude ser feliz, vivía encerrada y lejos de mi familia —bajó la mirada —incluso, me... Me violó —sollozó.

Mi sangre se calentó y mis puños se cerraron a mis costados, estaba tan enojado con ese maldito. Deseé haber estado a su lado para defenderla de ese hijo de puta, pero simplemente yo todavía no había entrado a su vida.

Escucharla llorar de nuevo, me hizo sentir peor, pero cuando traté de abrazarla, me lo evitó.

—Aún no he terminado —limpió sus lágrimas —Además de golpearme, violarme, gritarme, me traicionaba con putas y me echaba en cara que yo no lo complacía como ellas.

Que equivocado estaba. Ella es toda una fiera bajo las sábanas, pero no se lo voy a hacer saber porque se molesta.

—Qué imbécil —fue lo único que se me ocurrió decir.

—Sí, pero eso no me dolió tanto como que haya matado a mi hijo, nuestro hijo —se rompió en llanto otra vez.

Ahora si no pudo evitar que la abrazara, a pesar de estar mojado. La rodeé y le susurré que yo estaba para ella.

—Bastaron cuatro balazos para acabar con él —dije, al recordar lo que estaba escrito en su expediente —Ha de estar en el infierno pagando por lo que hizo. En fin, ahora me tienes a mí y yo jamás te lastimaré como lo hizo ese infeliz —prometí.

Elsa se separó de mí y me sonrió como nunca me han sonreído, luego plantó sus labios sobre los míos.

—Jack... —Susurró al terminar de besarme —Yo... Quiero que tú borres con tus caricias y besos todos los golpes que me dio él —acarició mis labios con las yemas de sus dedos —Quiero que me ames como nunca y sentir que a alguien le importo. Ámame esta noche.

—Yo... —titubeo algo nervioso —Acepto y te prometo que esta noche te haré sentir cosas que él no logro.

Fue lo último que dije antes de empezar a besarla y tocarla por todos lados. Esta noche conocerá el cielo conmigo...

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