Un mal comienzo

En la actualidad

Han transcurrido los seis años de mi condena aunque pudo haber sido más tiempo por mi mal comportamiento en la prisión, pero mis padres movieron sus influencias y su dinero para que hoy pudiera estar lejos del infierno.

Me llevo algunas marcas, de los puñetazos de Sharon, los golpes del bolillo de Berta en mi espalda, entre otras cosas. Fue al principio monótona mi estadía allí, algunas veces se volvía emocionante cuando intentaba escaparme, fueron casi cinco veces en las que Berta lograba devolverme a mi celda, pero ya me despedí de ella como se lo merecía.

—Mis padres están ansiosos por verte, Elsa —dijo Anna mientras que conducía su lujoso auto.

Mi hermana ha crecido mucho, ya no se ve como una niña sino como una mujer. La veo feliz, al menos ella sí puede serlo.

Desvié la mirada hacia la ventana de su coche.

—No quiero verlos —respondí con sequedad.

Anna frenó en seco aturdiéndome.

—¿Qué has dicho? ¿Pero cómo se te ocurre pensar eso? Ellos te han extrañado todo este tiempo al igual que yo.

—Pero los he defraudado, no quiero que sientan vergüenza frente a sus amigos porque tienen una hija que estuvo en prisión —negué con la cabeza —Arruino su buen nombre.

Mi hermana golpeó el volante de su coche con su mano, algo desesperada.

—Claro que no. Nuestra familia estará completa cuando vuelvas a casa y todo vuelva a ser como antes, Elsa —regresó su mirada a mi rostro.

Tenía un poco de razón, pero yo no estaba conforme con volver a ser la mujer adinerada, con poder y unos padres sobre protectores, yo deseo libertad de tomar mis propias decisiones y buscar mi lugar en el mundo.

Reemplazar a la niña inocente por una mujer empoderada y libre.

—Ann... —sostuve su hombro con mi mano —Necesito estar sola y pensar bien las cosas —acaricié su mejilla —Tú puedes hacerte cargo de las empresas de papá mientras que yo emprendo vuelo.

Vi que sus ojos se llenaban de lágrimas. Me sentí muy mal por ella, pero así tenían que ser las cosas, por el bien de todos.

Retiró mi mano de su hombro con cuidado, luego limpió sus ojos y tomó un respiro.

—Entonces ¿qué harás, hermana? ¿A dónde irás? ¿De qué vas a vivir? Estarás muy sola —preguntó más preocupada que nunca.

Le sonreí y me recoste sobre la silla.

—Tranquila. Quiero que me lleves a la casa que está a las afueras de la ciudad, aquella que compró nuestro padre para liberarse de tanta presión —pasé mis manos tras mi nuca —viviré de lo que sea.

—¿Y nunca irás a visitarnos?

—Dame mi tiempo, cuando sea el momento indicado correré a sus brazos, solo déjame estar sola —le pedí.

Ella soltó un bufido y puso en marcha el auto.

—-Eres tan terca —dijo mirando hacia la calle.

Me encogí de hombros, a pesar de que ella no podía verme. Sé que está enojada, pero debe aceptar lo que yo deseo, y ahora mismo prefiero vivir sola, sin nadie a mi lado diciéndome al oído qué debo hacer y qué no. Ahora soy un espíritu libre.

El viaje continuó con normalidad, sin embargo, Anna no se atrevió a hablar otra vez, creando un ambiente incómodo dentro del auto. Tuve que colocar algo de música para amenizar el recorrido, pero no funcionó, además, teníamos que viajar por casi dos horas enteras y en completo silencio es horrible.

Toqué con mis dedos la ventana siguiendo el ritmo de la música, estaba demasiado aburrida. Se me ocurrió ver a Anna y tratar de hacerla hablar de nuevo.

—Y... —comencé con duda —¿Te casarás con Kristoff? —lancé mi pregunta sin pensar.

—Es posible —contestó lo más seca que pudo sin voltearme a ver.

—Espero tomes una decisión correcta, casarte con la persona adecuada y no vivir en un infierno.

—Tranquila, Kristoff no es como Tadashi, él sí me ama de verdad —sentí que lo dijo con intención de lastimarme.

Consiguió hacerme sentir un poco mal al recordar a ese demonio que debe estar consumiéndose en las llamas del infierno. Anna me acaba de echar en cara que ella sí escogió bien al amor de su vida; comienza a dolerme.

Regresé mi mirada a la ventada y evadí el tema para no comenzar una discusión con mi hermana, eso es lo último que deseo.

—Falta poco para llegar ¿verdad? —inquiri.

—Sí.

Dejé morir la conversación y continué contemplando el paisaje a través de la ventana. Se siente bien volver a ver la ciudad después de seis años de encierro. La luz del sol roza mi rostro como una dulce caricia, me provoca una radiante sonrisa de pura felicidad.

Entramos al vecindario, uno muy lujoso, las personas allí afuera se veían tranquilos y felices. Sus casas eran grandes y de colores llamativos, gritando a los cuatro vientos cuánto dinero poseían.

Nos detuvimos frente a la casa de mis padres, una de dos plantas con garaje incluido. Sin pensarlo, salí del auto y corrí, como una niña pequeña hacia la puerta de la casa, ansiaba entrar y ver cómo estaba todo.

—Toma —dijo Anna a mi espalda y me lanzó las llaves a las manos.

Abrí la puerta topándome con la calidez de un hogar acogedor y que guarda muchos recuerdos de cuando era una chiquilla. Avancé por el pasillo hasta llegar al living y tirarme al gran sofá en forma de L que se encuentra en el medio de la sala.

Todo sigue estando en su lugar, los cuadros, los muebles, los recuerdos. Es fascinante estar de vuelta.

Vi como Anna se detenía frente a mí, cruzada de brazos y con un gesto enojado pintado en su bello rostro.

—¿Qué te sucede? —me atreví a preguntarle.

—Odio esta nueva faceta tuya, eres rebelde, y nada te importa, ni siquiera tu familia, quienes te sacaron de la cárcel —me reprochó —Podrías pagar todo lo que hicimos por ti con algo de cariño.

Me puse de pie de un salto.

—Acepto que ustedes me sacaron de allí, pero hicieron algo muy mal conmigo, me protegieron tanto que cuando tuve que enfrentarme a la vida me dio miedo y me hice débil —dije con el ceño fruncido —Criaron a una niña tonta que se dejó manipular por un monstruo.

Anna dio un paso hacia mí.

—Ah, ya entiendo ¿culpas a mis padres de que hayas terminado en la cárcel? —rebatió con enojo.

Apreté los puños y las mandíbulas reteniendo las venenosas palabras que amenazaban por salir de mi boca.

—Pero tú fuiste quién se equivocó —me señaló —¡Pudiste haberlo denunciado y evitar todo el dolor por el que tuvo que pasar mamá! ¡Ahora está enferma por tú culpa! —escupió entre lágrimas.

Respiré profundo e intenté dominar a mi fiera interior. Mi hermana aún no había terminado y yo ya estaba que explotaba.

—¡Lo peor, es que ahora no te importa ella, cuando mamá siempre quiso lo mejor para ti!

—¡Me hizo débil! —solté.

—¡Tú no nos hiciste caso ni a mí ni a papá! ¡Tú escogiste tu destino!

No pude soportarlo más y desaté toda mi furia contra la mesa del centro que nos separaba. La tiré a un lado y esta se quebró contra el suelo.

—¡Lárgate! —grité, furibunda —¡No quiero verte!

Anna retrocedió, asustada. Me temía, pero fue culpa suya despertar mi demonio interior.

—¡Vete! —insistí al ver que no se movía.

Sin embargo, vi sus lágrimas caer y como sujetó su cartera con fuerza y salió corriendo por el pasillo. Me quedé detenida en la mitad de la sala con el corazón latiendo al cien por ciento.

Pateé los restos de la mesa con desesperación y solté un grito tan fuerte que sentí que me desgarraba la garganta. Luego, me dejé caer contra el suelo y permití que el llanto llegara a mí, pero esta sí es la última vez que volveré a llorar.

Necesito una distracción pronto o me voy a consumir en mi dolor.

(...)

Paso el resto de día recostada contra el sofá de la sala pensando en mi vida, en lo que hice y voy hacer. Mis padres se presentaron en mi memoria pero yo ya había decidido no verlos por ahora, tengo bastantes problemas conmigo misma.

Cuando llegó la noche, ni siquiera se me ocurrió encender las luces de la casa, ya estaba acostumbrada a la oscuridad desde hace mucho tiempo. Tadashi me encerró en un cuarto desolado, y en la prisión estuve unas 50 veces en la celda de castigo, ya hasta hablaba con las ratas, a una la llamé Bob, era mi única acompañante, mi mejor amiga.

Al final decidí llamar a una persona que sé que me va a ayudar a distraerme un poco. Marqué su número en el teléfono de la casa, no sé si tendrá el mismo número, pero me encantaría escucharla de nuevo.

—Vamos, contesta, tonta —Murmuré.

Iba a colgar, pero alguien me contestó.

¿Bueno? —respondió una voz femenina. Era ella.

—Hola, soy Elsa Arendelle ¿aún me recuerdas? —canturreo.

¡No es cierto! ¿Els? ¿Cuánto tiempo, amiga? No sabía nada de ti desde hace ocho años. Wow, casi ni reconozco tu voz, seguro has crecido mucho ¿eh? —bromeó

—Mérida, necesito verte. Quiero salir y beber algo cuanto antes o moriré.

Oye, recuerdo que cuando estudiábamos juntas no te gustaba tomar ¿qué ha cambiado en ti?

—Muchas cosas. Ven pronto y te cuento todo.

De acuerdo, voy en seguida. Dime tu dirección.

Le dicté lo que me pidió y después ella se despidió. Me quedé en la sala en espera de que apareciera. No sé dónde podrá estar viviendo, pero seguro tardará con lo impuntual que siempre ha sido.

Enciendo las luces y busco en la despensa secreta de papá una botella de vino, la destapo y sirvo un poco de su contenido en una copa. Bebí el vino y sentí algo explosivo desatarse dentro de mí.

Espero divertirme esta noche.

(...)

—Vaya, quedaste como una maldita diosa, Elsa Arendelle —mencionó Mérida.

Hace una hora llegó a mi casa, casi no la pude reconocer, había cambiado mucho, cuando estudiamos juntas se vestía como un chico y no tenía muchos atributos físicos, pero ahora, se viste como una mujer y tiene un cuerpo de modelo, además su cabello rojo está más desordenado que nunca.

Elegimos salir a un bar que ella conoce que queda algo cerca de mi casa para allí poder hablar, pero primero Mer me obligó a vestir algo más decente para salir. De mi guardarropa sacó un vestido rosado, súper corto, sin tiras y muy ajustado junto con unos tacones negros.

Ella lucía un vestido verde brillante, de mangas anchas junto con unos tacones plateados, se maquilló y perfumó, cosa que no solía hacer en el pasado.

—Pues, no me veo tan mal —respondí mirándome al espejo después de colocarme el vestido.

Pasé una mano por mi cabello, Mérida lo alisó y lo peinó hacia atrás, también me ayudó a maquillar mi rostro. Me veía muy bien, pero algo delicada, como una muñeca de porcelana.

—Mmm, ese colgante no te luce —señaló mi cuello.

Apreté la gema que hacia parte del collar que guardaba un gran valor sentimental.

—No me lo voy a quitar. Es un regalo de Aster ¿lo recuerdas? —ella asintió —Siempre lo llevo conmigo porque me hace sentir segura y me recuerda a él.

—Bien, como quieras. ¡Ya vámonos! —chilló emocionada.

Asentí y corrimos escaleras abajo como alma que lleva el diablo, luego nos trepamos a su auto. Ella lo encendió y nos pusimos en marcha hacia el bar, Mérida colocó música a todo volumen y cantaba a todo pulmón. Yo solo me reí de ella, no ha cambiado su forma de ser.

Cuando llegamos al lugar, ella aparcó el auto y salimos riendo de él para luego meternos en el bar, donde la música resonaba en el lugar y muchas parejas bailaban en la pista de baile. Por nuestra parte, nos ubicamos en una mesa y pedimos unos shots de tequila para empezar a entra en calor.

Hablamos de banalidades mientras bebíamos más shots hasta que comencé a marearme, hasta olvidé que le iba a contar todo sobre mi fracaso matrimonial y mi estadía en la cárcel. Ya estaba demasiado borracha para pensar. Solo reíamos y nos burlábamos de todas las chicas mal vestidas del bar.

—¿Y...y si vamos a... Bailar? —dijo mi amiga bastante borracha.

Yo respondí con una carcajada y bebí más tequila.

—Mmm, por qué no —respondí sonriente.

Nos levantamos de la silla y por poco terminamos en el suelo gracias a que ya casi ni podíamos caminar sin perder el equilibrio. Llegamos a la pista de baile y comenzamos a danzar al son de la música, parecíamos locas, pero éramos felices.

Hasta que sentí una mano posarse en mi trasero, por inercia volteé y sujeté esa mano y la doblé. Me di cuenta que el dueño de esa mano era un hombre de aspecto desagradable bastante ebrio.

—¡Ah! —gritó de dolor cuando ejercí más fuerza.

—¡Atrevido! —grité entre risas y le di un puñetazo en el rostro que lo mandó directo al suelo. Luego, le pateé la entrepierna —¡Eso... Eso no se hace! —negué con mi dedo.

Todos se me quedaron viendo con los ojos bien abiertos.

—¿Y qué querían que hiciera? —balbuceo —No...no me miren así.

Tomé a Mérida de la mano y la llevé conmigo hacia la mesa, el baile y la diversión se terminó, sin embargo, una chica de cabello castaño se interpuso en nuestro camino.

—¡Oye, zorra! ¡¿Por qué tocaste a MI hombre?! —gritó con enojo.

hombre —la empujé por el pecho con mi dedo —me agarró el trasero.

—¡Perra mentirosa!

—Oww, mira como me importa —Vertí sobre su vestido rojo el tequila que tenía en mi copa, ella abrió los ojos de par en par.

De inmediato trató de golpearme, pero atrapé su muñeca con mi mano y le di un certero puño en la mandíbula que la hizo retroceder.

Con solo ese movimiento empezó una guerra en el bar, el séquito de perras que seguían a la celosa mujer contra mí, pero todas recibieron su merecido, uno de sus novios trató de golpearme pero otro hombre se interpuso y me defendió. Muchos se unieron a la pelea lanzando golpes a diestra y siniestra.

Me subí a la mesa donde habíamos tomado para escapar del golpe que otro hombre quería darme con una silla, desde allí pude ver a Mérida acorralada contra la pared.

—¡¿Qué hago?! —gritó cuando me vio.

—¡Golpea a esas zorras! —respondí eufórica —¡Con lo que sea!

Ella me hizo caso y le propinó unos buenos puñetazos a las chicas que la rodeaban, no pude evitar reír y bailar al son de la música que sonaba en mi cabeza. Cuando alguien trataba de golpearme lo evadía o probaba la dureza de mis tacones. Conseguí atrapar una copa de vino y la bebí con lentitud mientras contemplaba aquella batalla que yo misma comencé. Fue algo maravilloso.

Pero todo acaba cuando un maldito cabrón me empuja de la mesa y termino en el suelo. Me levanto más enojada que nunca y le lanzo la copa de vino al implicado para rematar con una potente patada en su pecho que lo lanzó contra otra mesa. Grité de victoria y reí a carcajadas.

—¡Llamaré a la policía! —escuché que un atemorizado barman dijo.

Algo dentro de mí se activo al escuchar la palabra policia. De inmediato me moví con rapidez y sujeté a Mérida por el brazo, ella estaba sobre otra mujer golpeándola, tuve que usar mucha fuerza para separarla, pero lo logré y la arrastré conmigo hasta la salida.

—¡Oye, por poco y acabo con esa perra! ¡¿Por qué lo hiciste? —me reprochó.

—Tenemos problemas, vámonos ahora —la empujé hacia el auto.

A regañadientes me hizo caso y emprendimos camino. Al poco tiempo pasó a nuestro lado una patrulla de la policía, salimos a tiempo. Ahora puedo respirar aliviada, no volveré a la cárcel.

Vi como Mérida encendió el radio y colocó música a todo volumen, empezó a cantar y a mover los brazos junto con la cabeza, estaba más borracha de lo que pensé, pero al menos pudimos salir de ese bar a tiempo. Yo también empecé a cantar a todo pulmón mientras conducía, pensé que ya había olvidado hacerlo pero no.

—¡Más rápido! ¡Más velocidad! —chilló, emocionada.

Solté un grito de júbilo y le obedecí, pisé el acelerador a fondo y nos movimos con violencia, como en una película de acción. Ambas gozábamos de ese momento de adrenalina, hasta que me distraje y perdí el control del auto por unos minutos, cambié de carril y lo último que sentimos fue cuando algo se estrelló contra nosotras.

Detuve el automóvil en seco y salí corriendo a revisar lo sucedido. El auto se volvió una porquería y mis ojos se detuvieron en un cuerpo tendido sobre el suelo, era un motociclista.

—¡Mierda! ¡Esto no me puede estar pasando! —se me cortó la respiración al verlo.

Me acerqué a él y me arrodillé a su lado. Un par de ojos azules se me quedaron viendo pero después se cerraron.

Mi corazón se detuvo por unos segundos. Él no podía estar muerto, no podía. No quiero volver a prisión, no quiero...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top