Sentir o no sentir. Esa es la cuestión
Elsa
Acaba de noquearme con esa pregunta. ¿Sentí algo? Tengo que pensarlo un buen rato para poder responderle, en este momento mi cabeza está hecha un lío, no sé ni quién o qué se está apoderando de mi mente y de mi cuerpo, hace mucho que no era tan amable con alguien.
Mi mente me susurra una y otra vez: prometiste matarle, pero mi corazón dice: es buena persona, no se lo merece. Entonces es ahí cuando siento que estoy a la deriva, sin saber qué pensar o qué sentir, hasta me comenzó a doler la cabeza.
No puedo negar que hay algo en ese policía que me atrae, puede ser el hecho de que sea como mi enemigo natural. Los asesinos como yo no podemos relacionarnos con la ley, habría un desequilibrio en la sociedad, pero, la verdad desde hace mucho dejó de importarme lo que piense la sociedad.
Por otro lado, tampoco estoy segura de qué sienta él. Cuando se lo pregunté me evadió, cosa que deja al descubierto que no es capaz de negar lo que siente y eso me hace feliz porque lo estoy confundiendo, y a la vez yo también. Sin embargo, me atreví a curarlo y casi me muero cuando él no respiró ¿aquello incide en lo que debo sentir? Le salve la vida, yo, una asesina, esto no debería ser así. Le odio, pero me he comportado como una niña necesitada de amor a su lado, puede que él signifique para mí un simple capricho.
Regresé a la vida real cuando escuché que algo vibraba sobre la mesa, era su celular. Vaya, me ha salvado la campana.
—Diga —respondió sin perder de vista mi rostro —¿madre?
Desvié mi mirada hacia la pared para no parecer una entrometida.
Decidí levantarme y terminar de vestirme. Ya que él me dio la oportunidad de escaparme no lo voy a desaprovechar, tengo el dinero suficiente para marcharme del país y lo haré hoy mismo. Lastima que no pueda volver a verlo, pero ni modo.
—¿Cómo que enfermó? Le dije que no podía comer tantos dulces —alcancé a escucharlo hablar algo enojado —Bien, iré por ella a la escuela y voy a matar a la tonta de Astrid por darle tanto azúcar.
No sé de quién habla, pero me da gracia escucharlo tan enojado. Me atreví a mirarlo y noté que estaba tomando con los dedos el puente de su nariz.
—¿Sucede algo? —pregunté.
Hizo un aspaviento con su mano, restándole importancia.
—Nada en especial, solo que tengo que ir por mi hermana a su escuela porque se siente mal y ya —contestó con el ceño fruncido.
Observé como, con algo de dificultad, se levantó de la cama y se colocó los zapatos. Esta vez dejé que lo hiciera solo, aunque noté que le costó bastante.
Una idea boba pasó por mi mente. No entiendo qué sucede conmigo, me estoy volviendo loca.
—¿Puedo ir contigo? —la pregunta se escapó de mis labios.
Coloqué las manos sobre mi boca, pero las palabras ya habían salido de allí y no podía hacer nada para borrarlas de su mente.
—¿A la escuela de mi hermana? ¿Por qué? —respondió con una mueca de confusión.
Qué tonta soy, no medí mis palabras, parezco una adolescente imprudente. Creo que desde el beso de ayer se ha ido todo el racionamiento de mi ser, estoy cayendo de nuevo en el juego de un hombre, eso no suena para nada bien.
Agité la cabeza al percibir en mi mente la imagen de ese maldito y controlador pelinegro. Necesito salir a respirar.
—Olvídalo —dije y caminé hacia la puerta para salir, pero él me detuvo con su respuesta.
—No sé qué pretendes, Elsa, pero... Acepto que vengas conmigo, pero bajo tu responsabilidad. Ya si te capturan no es problema mío, tú fuiste la de la idea.
Volteo a verlo, estupefacta. ¿Este si será el oficial que estuvo a punto de matarme? Creo que en la noche un hombre amable y cautivador lo reemplazó.
Disimulé como pude la sonrisa que se quería dibujar en mi rostro. Asentí con la cabeza y caminé hacia el armario de Hiccup para buscar entre sus cosas una gorra para ocultar mi identidad y del cajón de su escritorio saqué las llaves del auto.
—Tendrás la fortuna de viajar en auto particular y no en taxi. Genial ¿no? —enarqué una ceja.
—¿Él también te presta su auto? ¿Qué clase de amigos son ustedes?
—Los mejores —Sonreí.
Acomodé la gorra sobre mi cabeza y oculté mi cabello bajo ella. También me coloqué una de sus sudaderas favoritas y unos lentes oscuros. Jack me miró con una mueca.
—Pareces hombre —se burló.
—No voy a dejar que me descubran —contesté —Bien, vamos.
Él negó con la cabeza y me sonrió. Me encanta esa sonrisa perfecta que tiene... Ay, mierda, creo que sí siento algo por él.
(...)
—¿Es por aquí? —pregunté al volante. Él estaba en el asiento del copiloto.
Recordé aquella noche, hace seis meses, cuando volvíamos por su moto en mi auto, cuando peleamos porque conducía borracha y lo enojado que se puso cuando se me ocurrió acelerar. Ahora está tranquilo mirando hacia adelante y yo estoy mas que sobria.
—Restan unos metros —comentó.
—Oh, genial.
Después de ello no se me ocurrió decir algo más, así que un molesto silencio se instaló entre nosotros. Seguí manejando con normalidad, hasta que una motocicleta de color rojo me llamó la atención, estaba aparcada cerca del portón de la escuela.
Tuve que bajar la velocidad por seguridad.
—¿Sucede algo? —quiso saber mi acompañante.
—¿Ves esa moto de allí? —señalé con mi dedo, él asintió —No sé si conoces a Mavis Drácula, pero esa es su moto y ella trabaja para Pitch.
—Sí, lamentablemente sé quién es esa zorra y sé muy bien a qué se dedica —frunció el ceño —Viene por mi hermana. Voy a matarla. Deten el auto.
Hice lo que dijo, pero antes que saliera corriendo tras Mavis lo atrapé por la muñeca.
—Espera —me fulminó con la mirada —Recuerda que estás herido, déjame a mí ese asunto, Mavis me debe una y voy a cobrárselas ahora. Tú ve por la niña.
—Estás demente, es mi deber acabar con esa estúpida, tú no tienes nada que ver —mencionó con sequedad y se soltó de mi agarre.
—Te vas a hacer matar, Jack, herido te va a hacer pedazos —insistí.
—No me importa, lo voy ahacer por mi hermana —abrió la puerta de auto.
De inmediato salí, y me crucé en su camino antes que llegara ante Mavis, que estaba detenida cerca del portón.
—Elsa, muévete —me ordenó.
—Hey, espera —lo detuve por el pecho —Hablo en serio, Mavis te va a hacer daño y después matará a tu hermana, pero si confías en mí no sucederá eso.
—¡No te entrometas! —gritó y apartó mis manos.
Volteé mi rostro unos segundos para ver que Mavis se nos quedó viendo, tuve que lanzarme a sus labios para que ella no se diera cuenta de nuestras intensiones.
Jack me empujó lejos de él.
—¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó.
—¡Idiota, ella por poco y nos descubre! —respondí en su mismo tono de voz.
—¡¿Y eso qué? Deja de robarme besos, me molesta! —exigió.
Rodé los ojos.
—¡Bien, pero acepta mi ayuda!
—¡De acuerdo y ¿como qué se te ocurre?! —preguntó.
Respiré profundo para no estrellarle la mano en la cara por hablarme de esa forma, pero esa no era buena idea.
—Mi plan es fácil, yo entretengo a Mavis y tú vas tras la chiquilla ¿sí? —vi duda en sus ojos —Yo estoy perfectamente, puedo noquearla.
—No tienes armas, ella sí —objetó.
—¡A la mierda eso ¿vas por la niña sí o no?! —reiteré.
—¡Sí, haré lo que digas! —aceptó.
—Ok, primero quédate aquí, no dejes que te vea, yo voy a acercarme a ella y la voy a distraer, en ese momento atrapas a tu hermana y la traes al auto. Si no llego rápido, piérdete de aquí ¿entendido?
Asintió. Le entregué las llaves del auto en la mano y le deseé buena suerte. Giré en mis talones y caminé hacia Mavis, ella estaba hablando con una profesora y al lado estaba una niña castaña y de piel bronceada, muy distinta a Jack ¿será la hermana? Voy a averiguarlo.
Me acerqué con lentitud hasta que mis oídos pudieron captar la conversación claramente.
—Vengo por ti, nenita —dijo la pelinegra.
—No te conozco y mami siempre me ha dicho que no me vaya con extraños —contestó la niña.
—Señorita, si Emma dice no conocerla no puedo dejar que se la lleve —esta vez fue la profesora quien habló.
—Tranquila, Emma no me conoce pero su hermano sí. Él no pudo venir y me pidió el favor que la llevara a casa. Somos muy buenos amigos.
Mucha mentirosa.
—¿De verdad lo son? —dijo Emma.
Esta niña si sabe cómo responder, no se va a dejar llevar por una estúpida. La han educado bien.
—Sí, Emm vamos, mamá te espera.
La castaña bajó la mirada y asintió.
—Adiós, maestra —se despidió Emma.
Mavis tomó de la mano a la niña y se la llevó consigo, caminaron unos centímetros hasta que se toparon conmigo. Me quité los lentes y fulminé a la pelinegra con mi mirada.
—Elsa Arendelle, la maldita traidora ¿qué haces aquí? —espetó.
—La pregunta es ¿qué haces tú aquí, Mavis? Pensé que estabas entre las sábanas de Pitch, tan rápido se aburrió de ti ¿eh? —escupí mis venenosas palabras.
Ella soltó una carcajada carente de humor.
—Tan simpática como siempre —ironizó.
—¿Quién es ella? —interrumpió la hermana de Jack.
—Hola, linda —la saludé con una sonrisa —Yo soy la verdadera amiga de tu hermano.
Jack
Espero el momento indicado para salir de este maldito auto e ir por Emma, pero Elsa quiere que confíe en ella, y la verdad no sé si hacerlo. Ambas, Mavis y Elsa, son peligrosas y muy fuertes, van a acabar la una con la otra en minutos.
Desde que me infiltré en las filas de Pitch Black he visto a Mavis pocas veces, pero los chismes sobre ella son picantes, se le considera como la concubina del jefe y tiene un puesto privilegiado en su equipo. Que Pitch la haya enviado quiere decir que es una misión muy importante, y claro que lo es, robarse a mi hermana para hacerme daño, casi nada.
Inhalo y exhalo una y otra vez para mantenerme tranquilo, pero casi me da un infarto cuando vi que la pelinegra tomaba a Emma de la mano, estuve a punto de salir corriendo y romperle la cara, pero me quedé quieto cuando vi que Elsa las detuvo. Es mi oportunidad de ir por ella.
Salgo del auto y observo como Elsa y Mavis comienzan a golpearse frente a mi hermana, ella estaba asustada. Elsa le gritó algo que no alcancé a escuchar. No lo pensé más y corrí tras ella, cuando la tuve cerca la atrapé entre mis brazos.
—¡Jack! —exclamó —¿Qué sucede?
Coloqué su cabeza en mi hombro y le susurré que todo iba a estar bien, mientras acariciaba su cabello castaño. La llevé conmigo hacia el auto.
La dejé caer sobre la silla del copiloto y aseguré el cinturón a su cuerpo.
—Jack... Ella me dijo que era tu amiga —mencionó, asustada. Acaricié su rostro infantil.
—¿Cuál de las dos? —hablé, calmado, para no alterarla aún más.
—Ambas —respondió.
—Ninguna lo es.
Bueno, era la verdad. Seguro a Elsa se le ocurrió decirle que éramos amigos para no asustarla, pero con lo demente que es no me sorprende para nada.
—Entonces ¿por qué me mintieron? —frunció el ceño.
—Una de ellas quería hacerte daño y la otra trató de evitarlo, ahora están... Discutiendo algunas cosas.
Era muy pequeña para entender que esas dos mujeres lo que querían era matarse, pero no le voy a dañar la infancia.
—¿Y quién es la buena? —se le ocurrió preguntar.
Quedé en blanco, una buena pregunta, pero difícil de contestar.
—Creo que ninguna —susurré.
—¿Qué? —abrió los ojos —¿Ninguna quería salvarme?
—Pues sí, una de ellas quería hacerlo, pero no sé si considerarla buena persona es... Complicado, no puedes comprenderlo aún. Mejor vámonos a casa, donde estarás segura.
—Pero ¿no vas a ayudar a la chica que no es buena, pero que me salvó de la chica mala? —me reprochó —Eso está mal ¿y si la mala le hace daño?
Mierda, odio cuando tiene razón, pero si me entrometo entre su pelea, él que va a salir lastimado soy yo. Además, no habría quién pueda proteger a Emma, la verdad si tuviera que elegir entre ir y darle una mano a Elsa o marcharme con Emma, la respuesta es obvia.
—Ella... Ella va a estar bien, sabe defenderse —Sonreí para verme más convincente ante sus ojos.
Sin embargo, Emma Overland es una niña difícil de convencer, es escéptica y cuando dice que no es que no. Tiene un carácter pesado y tan solo es una niña.
—Pero, hermano, la chica mala tenía un gran cuchillo en su mano y la chica buena no...
Ay no, le dije que estaba armada, pero no me hizo caso. Ahora está en peligro y no sé qué hacer.
—Demonios —Murmuré.
No sé qué hacer ¿le ayudo o no la ayudo? Quizás ella sepa qué hacer.
—¿La salvo? —le pregunté.
—¡Claro que sí, bobo! —gritó —¡Con eso! —señaló un bate de béisbol a sus pies.
Qué conveniente ¿no?
—Emma, tienes que dejar de ver tantas películas ¿eh? —la reprendí. Tomé entre mis dedos el bate —Acuéstate en la silla, te voy a dejar encerrada en el auto, no te muevas, vuelvo enseguida ¿sí? —besé su frente.
—De acuerdo, ten cuidado.
Asentí y cerré la puerta, tomé aire por la nariz y caminé hacia el par de mujeres. De un momento a otro vi que Mavis sometía a Elsa y la mantenía bajo su cuerpo, corrí hacia ella y con mucha fuerza le di en la nuca con el bate, ella cayó a un lado, inconsciente o muerta, no sé.
Elsa se alejó de ella. Su rostro estaba maltratado y su cabello despeinado, además estaba jadeante.
—¿Todo bien? —pregunté.
Una fuerte punzada en mi costado, me hizo doblarme de dolor, pero lo soporté como pude. Usé mucha fuerza para golpear a la pelinegra y eso mi cuerpo lo resintió.
Elsa caminó hacia mí, pero mis ojos se abrieron como platos cuando vi que sostenía su abdomen con las manos y bajo ellas una cantidad asombrosa de sangre manchaba su sudadera. Llegó hasta mí y me abrazó, luego sentí que perdía la fuerza de sus piernas y que se dejaba caer, sin embargo, alcancé a atrapar su cuerpo antes que cayera.
Al mantenerla de pie estaba gastando mi energía y no tenía suficiente, así que terminé cayendo al suelo junto con ella. La espalda empezó a dolerme bastante.
—Elsa, tranquila —Murmuré.
Ella dejó sus manos a un lado y yo coloqué una de las mías en su lugar para menguar la salida de tanta sangre, mientras que con la otra sostenía su espalda. Vi su rostro palidecer y sus ojos se me quedaron viendo, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—G...gracias —susurró.
—A ti —Sonreí sin poder evitarlo —Todo va a estar bien, quédate mirando mi rostro y no cierres los ojos.
—Justo lo que yo te decía ayer —rió con la poca energía que le quedaba.
Otra punzada en mi espalda me hizo gemir de dolor.
—Ah.
—Tú tampoco estás muy bien —colocó su mano sobre la mía —¿Será que nos vamos al infierno juntos?
—Cállate —le dije —Eso... Eso no va a pasar.
A pesar de que el dolor era imclemente conmigo, todavía podía permanecer consciente, no iba a morir ahí mismo a su lado, aún no.
—No me gustó estar encerrada en el auto —una voz a mi espalda me hizo respingar. Era Emma.
—¡¿Qué haces aquí?! —le reclamé sin verla a los ojos.
Emma se movió hasta quedar frente a mí, se agachó y miró a Elsa.
—Oh, no, se ve muy mal la chica que no es buena ni mala —tocó la frente de Elsa —No te vayas a morir.
—Claro que no lo hará, mejor toma mi teléfono y llama a la ambulancia y a mi tío —respondí entre gemidos agónicos.
—¿Qué te pasa, Jack? —preguntó preocupada.
—¡Nada! ¡Llama ahora!
Sentí que mis brazos se estaban durmiendo y que perdía por completo las fuerzas de mi cuerpo, incluso la visión. Lo último que vi fueron los ojos marrones llenos de lágrimas de mi hermana, después pura oscuridad...
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