Mi sacrificio de amor

Jack

Lo mejor será escapar por el jardín. Conozco un camino secreto que tenía Rapunzel para irse con sus novios. Espero continué ahí —planteó Elsa.

Me dejé caer sobre la cama y solté un suspiro y acaricié mi cabeza. Tanta presión estaba teniendo repercusiones en mi cuerpo, saber que han secuestrado a Rapunzel y que esos mismos hombres nos buscan para matarnos, retulta difícil de digerir.

—¿Por dónde saldremos sin que nos vean? —quise saber.

—Pues... —dudó. Ahora sí estamos perdidos —Tendremos que salir por la ventana, tienen custodiados los pasillos así que no hay posibilidad de escapar por allí.

Desvié mi mirada no tan seguro con su idea, sin embargo, asentí porque yo no tenía cabeza para pensar algo mejor. Me coloqué de pie y llegué hasta las ventanas, moví las cortinas y le eché un vistazo al exterior. Pude notar que por aquel lado no había nadie que pudiera detenernos. Le indiqué a ella que caminara hacia mí, luego, abrí la ventana y salí en primer lugar.

Le di mi mano para ayudarle a salir. Su vestido y tacones no le estaban ayudando para moverse con facilidad, sin embargo, logramos avanzar por la parte externa de la mansión, cruzando por las habitaciones y teniendo sumo cuidado de no caer. La altura no era predominante, pero si llegaba a caer uno de los dos seguro llamaríamos la atención de alguien.

Continuamos caminando lentamente hasta que alcanzamos a ver el jardín, solo que por allí caminaba uno de ellos. Aguanté la respiración mientras que él avanzaba sin levantar su mirada hacia nosotros.

—Eso estuvo cerca —susurró Elsa a mi lado.

—Sí. ¿Ves a alguien más rondando por aquí?

—Creo que no. Bajemos ahora que tenemos la oportunidad —propuso.

—¿Te lanzas tú o me lanzo yo? —pregunté.

—Tú.

Asentí y sin pensarlo me tiré al suelo, tratando de hacer el mínimo ruido posible. Al caer rodé en mi espalda y no me hice daño en las rodillas, de inmediato apunté hacia la casa por si había alguien, pero para mi buena suerte no vi a ninguna persona cerca. Me puse de pie y le dije a Elsa que podía tirarse.

Me lanzó la bolsa con su arma y se preparó para tirarse, aunque alcancé a ver algo de susto en su rostro.

Mi sangre se congeló al escuchar murmullos a pocos metros de nosotros. Le indiqué con mi mano que se lanzara rápido, pero me fulminó con la mirada por presionarla.

Vi que respiró profundo y sin mas se lanzó al suelo, pero cayó mal y noté que se lastimó el tobillo.

—¡Malditos tacones! —exclamó, enojada.

Corrí hasta ella y observé su situación. Ella mantenía la mano rodeando aquella zona y un gesto de dolor en su rostro. Los murmullos aumentaron su volumen asegurándonos que estaban cerca, mi pulso se aceleró y las ganas de salir corriendo me azotaron.

Ella se sacó los zapatos de encima y me miró a los ojos.

—¿Puedes andar por ti misma?

—Voy a tratar —me aseguró.

Le ayudé a levantar, pero cuando trató de mantenerse en pie mostró una horrible mueca de dolor y alejó el pie del suelo. La sostuve con fuerza para no dejarla caer.

Sin embargo, las cosas empeoraron porque de una puerta salieron dos hombres y nos descubrieron. Sin pensarlo dos veces levanté mi arma y les disparé a los dos lo más rápido que pude. Los disparos no se escucharon porque mi arma tenía silenciador. Sus cuerpos cayeron muertos contra el suelo.

—Trépate a mi espalda —le indiqué.

Ella asintió y me obedeció. Cargué todo su peso sobre mi cuerpo y guié mis pasos hacia el jardín dejando atrás el par de cadáveres.

Nos sumergimos en la espesura de los árboles que habían por todo el lugar. Tan solo era un jardín de millonarios, pero ya parecía un bosque con tanto verde por aquí y por allá. Quizás esos sean los lujos que se dan los que tienen tanto poder en el mundo.

Por donde íbamos estaba lo suficientemente oscuro para que no nos pudieran ver a simple vista, sin embargo, la luz de la luna me permitía distinguir por dónde estaba pisando. Un paso en falso y juntos terminaríamos en el suelo. Ahora era mi responsabilidad llevarla conmigo y evitarle un molesto dolor. A mi espalda ella permanecía en silencio, pero alcancé a sentir el frenético latido de su corazón.

Continúo caminando hasta que nos topamos con una pequeña casa de madera.

—Esa es la casa del árbol en la que jugaba Rapunzel cuando niña. Llevanos hasta allá, en la parte de atrás hay un puente colgante que llega hasta la parte de arriba del muro que rodea la casa —susurró.

—Bien —asentí.

Seguí sus indicaciones y avancé hasta la escalera de la pequeña casa.

—¿A dónde creen que van? —escuché que dijeron tras nosotros.

Me giré y observé al hombre que me apuntaba con un revólver. Con cuidado dejé caer a Elsa sobre las escaleras y desafié a ese sujeto con la mirada. Con disimulo escondí mi arma en mi pantalón para que no se alertara y tratara de dispararnos.

—¿Cuál es tu problema? —lo reté. Di un paso hacia él.

Cuando me vio acercarme apretó el arma con su mano, eso me dio a entender que solo era un principiante, cualquier otro ya me hubiera disparado.

Aproveché su inexperiencia y con facilidad atrapé el cañón de su arma antes que nos atacara. Luego, lo golpeé en la cara y terminé por robarle el arma. El sujeto quedó tirado sobre el suelo acariciando la zona que le herí. Desde allí me miró enfurecido, sin embargo, le di una patada en el abdomen para que se concentrara en otra cosa que no sea en mí. Se quejó de dolor como una niña.

Di media vuelta y no atendí a los lloriqueos de ese imbécil. Pero, un gritó me puso en alerta.

—¡Cuídado! —fue Elsa quien me habló y señaló tras de mí.

Estaba a punto de girarme, pero un dolor insoportable me hizo caer al suelo. Toqué mi nuca y noté que había algo de sangre allí. Mi visión comenzó a tornarse borrosa, creí que iba a desmayar, pero todavía no. Alcancé a voltear para ver a Elsa enfrentándose al hombre que me atacó, pude verla de pie a pesar de su dolor y con mucha valentía golpeó al susodicho en la cabeza, pero con su mano vendada.

Su grito de dolor se escuchó lejano para mí. Continuaba aturdido por el golpe.

Lo siguiente que vi fue a ella cojeando hacia mí y con una de sus manos rodeando la que se había lastimado de nuevo. Se sentó a mi lado y me miró con preocupación.

—¿Estás bien? —seguía escuchando su voz lejana.

Pardeo una y otra vez para intentar recobrar la vista. Bastaron cinco minutos para que pudiera volver a verla completamente y otros cinco para escucharla.

—¿Tú te encuentras bien? —pregunté cuando sentí que volvía a ser el mismo, a pesar de sentir un fuerte dolor de cabeza.

—Lo golpeé con la mano equivocada —me mostró una media sonrisa.

—¿Y tu tobillo? No entiendo cómo pudiste enfrentarte a él estando herida.

—Soy bastante fuerte, además ese idiota se atrevió a golpearte con una piedra, tenía que recibir su merecido —acarició mi mejilla —Vámonos ahora, pueden venir y atraparnos.

Asentí con la cabeza. Me reincorporé con un molesto mareo que me azotó con violencia, tuve que sujetarme del tronco de un árbol para no caer. Elsa me observó con preocupación y preguntó si estaba bien. Respiré profundo y traté de relajarme. Aquel malestar se apartó de mí en cuestión de segundos.

Al estar relativamente bien, ayudé a Elsa para que pudiera subir por las escaleras de tabla, sin embargo, noté que le dolió mucho porque soltaba pequeños gemidos que llegaban a mis oídos. Al final logró llegar arriba y dejar de lastimarse. Llegué a su lado y le sonreí para que no notara que estaba muy preocupado por ella.

Alcanzamos el puente colgante, lo cruzamos y llegamos hasta el muro de piedra. Me coloqué encima de él y observé desde arriba algún obstáculo en nuestro camino, al no ver nada me lancé a la banqueta.

Elsa me esperó sentada sobre el muro, pero cuando vio que tenía que volver a saltar hizo un gesto de duda.

—Lánzate, yo te atrapo —le dije y estiré mis brazos frente a ella.

—Me dejas caer y te mato ¿entendiste, Jack? —me amenazó.

—Entiendo, tranquila —respondí con una espléndida sonrisa.

Ella se lanzó y de inmediato la recibí en mis brazos. Cuando nuestros rostros quedaron cerca volví a sonreirle y planteé un casto beso en sus labios rojos. Estando afuera pude estar más tranquilo, solo debíamos alejarnos de la mansión y buscar un lugar seguro, allí no es posible que nos atrapen.

—Gracias, galán —susurró con una sonrisa.

—Pero qué lindos se ven los traidores juntos —una voz nos hizo despertar y mirar hacia nuestra derecha.

Seis personas nos rodearon como aves de rapiña. Protegí a Elsa con mi cuerpo y fulminé a cada uno de ellos con la mirada.

Quien estaba al mando era un pelirrojo, alto, fornido, temerario. No lo había visto antes, pero estoy seguro que trabaja para ese desgraciado de Pitch Black. Él es quien nos busca y ha dado con nosotros, justo cuando estábamos tan cerca de alejarnos de sus manos.

Observé que cada uno de ellos poseía una arma entre sus manos. De esa forma esos malditos lograrían intimidarnos. Yo no puedo con todos y Elsa no está en condiciones para pelear. Esto lo teníamos perdido, a menos que usara otra técnica para disuadirlos.

—Me parece algo abusivo que ustedes sean seis y nosotros tan solo dos —insinué con algo de burla.

—No juegues con nosotros, Frost —frunció el ceño —El jefe los quiere ver y no estamos para seguirle el juego a un mocoso.

—Oh, pero que obediente eres —mencionó ella ubicándose a mi lado —Pitch tiene un nuevo perro fiel. ¿Tan rápido nos encontró reemplazo?

Dio un paso hacia adelante. Tentando a nuestro rival. Dejé que lo hiciera porque capté la idea que tenía, resultó que tenía pensado lo mismo que yo, repicar algo de rabia y competitividad de su interior.

—Niña insolente —contestó el pelirrojo y trató de golpearla en la cara, pero ella colocó su brazo al frente y detuvo el golpe.

Luego, con su mano buena, le atestó un puñetazo en la nariz.

Esa es mi chica.

El sujeto quedó tendido sobre el suelo y de su nariz noté que salía sangre. Su mirada se posó en ella con enojo. Sus compañeros le apuntaron con sus armas, pero el pelirrojo negó con la cabeza.

Se reincorporó y dijo:

—Black los quiere vivos.

—Sabemos lo que quiere —interferí —Pero, no será tan fácil llevarnos. No nos dejaremos de ustedes, esbirros estúpidos.

La dirección de los revólveres se pasó de Elsa a mí. Levanté las manos y sonreí con descaro. Fingí rendirme solo para burlarme de ellos.

—La pelea debería ser justa —propuso mi compañera —Ustedes son seis y tienen armas.

—Lo más equitativo sería pelear a mano limpia o... ¿temen que dos traidores  les ganen en una batalla justa? —piqué en su interior.

Los sujetos se miraron entre ellos, debatiendo con sus miradas nuestra propuesta. Era bastante descabellada pero era lo único que nos quedaba, jugar con su mente y manipularlos como solo Elsa y yo sabemos.

—¿Atenderán a las estupideces que dicen este par? —alegó el molesto pelirrojo.

Elsa dejó escapar una sonora carcajada que se repitió varias veces hasta que sostuvo su abdomen con las manos. Claramente estaba fingiendo.

—Ya... Ya sabemos quién es el que más teme de ustedes —señaló entre risas.

El sujeto apretó los puños y frunció el ceño. Estaba cayendo en nuestro juego. El honor de un criminal es lo que más le dan importancia, lo entendí cuando estuve un año con ellos y cuando conocí a Elsa. Ella debe entenderlo perfectamente. La humillación duele más que una puñalada.

—Yo me encargo de esta zorra habladora —aseguró.

Mi sangre hirvió al escuchar el apelativo con que la había llamado.

—¡Más zorra tu madre! —escupí, furioso.

Ella me detuvo por el brazo cuando estuve tan cerca de darle su merecido a ese malnacido. No tenía por qué llamarla así, no tiene derecho y tampoco puedo dejar que insulte a chica. Ella me tiene a mí para que la defienda aunque no lo necesite.

—Ustedes son patéticos —enarcó una ceja con osadía y prepotencia —Escupo en su estúpida relación. Ah, y ¿qué son? ¿amantes? Tengo entendido que ella debe ir a la cárcel, entonces ¿que hace con un policía como Frost?

—¡Eso no te interesa! —exclamó ella.

Nuestro intento de manipulación se vio estropeado porque al final nosotros terminamos cediendo a sus provocaciones. Traté de tranquilizarla, pero ella estaba más enojada que yo. Le susurré en el oído el plan y dejó escapar un suspiro.

—Si pudiera los rellenaba de plomo a los dos, pero de eso se va a encargar el jefe —anunció sonriente.

—Todo que lo haga el jefe. Y nosotros somos patéticos —ironicé continuando con el juego de manipulación.

—Ya me están cansando —borró la sonrisa de su rostro —Creen que soy patético y que tengo que hacer todo lo que dice Black, pero haré algo que no me pidió. Enviarle sus cuerpos inconscientes a su palacio.

—Entonces, ¿aceptas el trato? —pregunté.

Rió y negó con la cabeza.

—Comiencen con la zorra —ordenó a sus hombres.

Elsa se puso rígida a mi lado y frunció el ceño. Los tres sujetos se acercaron a ella peligrosamente, un leve temblor sacudió todo mi ser al ver sus intensiones. Me atravesé en su camino y me coloqué frente a ella como escudo humano.

—No la tocaran, hijos de puta —espeté.

—Jack —reclamó a mi espalda —Yo puedo con ellos, no les tengo miedo.

—No lo harás, estás herida. Déjame a mí hacerlo por ti —murmuré.

—Tú sólo no puedes —alegó.

—¡Ya basta! ¡Apártenlo!  —gritó el líder.

Los otros dos hombres se movieron hasta mí y me sujetaron por los hombros, traté de resistirme, pero me agarraron con mucha fuerza y lograron doblegarme. Me separaron de ella hasta quedar a dos metros de su cuerpo. Grité una y otra vez que no la lastimaran, pero no atendieron a mi llamado. La impotencia carcomía mi ser y un fuerte dolor en el pecho me hizo querer correr hacia su lado y recibir los golpes por ella.

Elsa hizo todo lo que pudo por defenderse, pero algunos golpes lograron atravesar su defensa y chocarse contra su piel pálida. Cada roce salvaje sobre ella era una punzada dentro de mí, yo también sentía su dolor y además rabia por ver el gesto de victoria que tenía ese desgraciado pelirrojo.

—Ya... No sigan, por favor —les supliqué, pero no bastó.

Eran unos abusivos al meterse con ella estando herida. Hubiera entregado mi cuerpo para que me pegaran a mí y no a ella. Tuvo bastante con las agresiones de su ex marido como para que estos sujetos sin escrúpulos le hicieran taño. Sin embargo, ella no lloró, ni gritó, se mantuvo firme hasta el final. Hasta que unas sirenas acercándose alertaron a los matones.

—Mierda, es la policía. De prisa, llevenlos a la camioneta —mandó aquel hombre.

Se abrió camino comandando a sus hombres. Dos de ellos le siguieron a su espalda, mientras que uno tomaba en brazos a Elsa y los otros me empezaron a empujar hacia el líder. Sin embargo Elsa seguía consciente y golpeó con las pocas fuerzas que tenía a quien la llevaba en brazos. Logró librarse.

Las patrullas venían a toda velocidad por lo que el pelirrojo salió corriendo. Fue mi turno de soltarme de ese par y sin chistar sacar mi arma y dispararles en la cabeza. Sus cuerpos cayeron sobre el suelo, pero por si alguno de los dos continuaba con vida me quedé apuntándoles.

—Eso es lo que merecen ustedes los... —me silencié al escuchar un balazo a mi espalda.

Conmocionado, me giré y mi corazón se detuvo en seco al ver caer a Elsa de rodillas sobre el suelo y uno de los sujetos con el arma en lo alto.

Después de salir de mi estupor, me acerqué a ella y con asombro noté que la bala se había insertado en su pecho del que ahora salía sangre color carmesí. De inmediato volteé para dispararle al hijo de puta que la hirió pero él ya se había escapado. Tiré el arma al suelo y me fijé en ella. La atrapé entre mis brazos y acaricié su espalda.

—¿Qué hiciste? —susurré con un nudo en mi garganta.

—S.... Salvarte —dijo, entrecortado —Te disparó a traición.

Cerré los ojos y soporté como bien pude las ganas de llorar.

—Lo siento.

—No... No lo hagas, tú hiciste eso... Eso por mí antes. Sacrifiqué mi cuerpo por ti... Porque te amo —confesó entre lágrimas.

Besé su boca sin detenerme a pensar.

—Yo también te amo, Els —dije al separarnos.

Me respondió con una sonrisa y eso fue lo último que vi antes que sus ojos se cerraran y su respiración menguara.

—¡Elsa, despierta! —le llamé y palpé su rostro —Despierta... Despierta amor —supliqué.

Las patrullas se detuvieron frente a mí y a la primera que vi bajarse fue a Gogo. Ella me miró con sorpresa y después a Elsa, quien espero que siga convida o me muero...

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