Linda

La noche fue fascinante. Volvimos a entregarnos el uno al otro sin medir el tiempo o la intensidad. Ella quería que le hiciera olvidar al ex marido y seguro con lo que hicimos él se quedó en un triste recuerdo.

Al despertar, lo primero que hice fue sonreír por tenerla a mi lado, pegada a mi cuerpo y sintiendo mi calor. Ella también sonrió al verme y no dudó en besarme. Me alegró mucho verla feliz y no llorando por un mal hombre que la hizo sufrir. Por otro lado, creo que con eso que me confesó nos hemos quitado una carga de encima y dimos un paso hacia la confianza absoluta.

—Dime que te quedarás conmigo todo el día —comentó acariciando mi pecho con sus dedos.

—¿Todo el día? —repetí. Ella asintió con una sonrisa traviesa.

—Todo. ¿Es mucho pedir? —enarcó una ceja —No te va a costar nada quedarte conmigo, es mas, te va a encantar. No puedes negarte.

—Mmm, olvidas que tenemos un trabajo al cual tenemos que ir por ser lunes y comienzo de semana —pellizqué su mejilla.

Ella me respondió con un puchero y acercó su rostro al mío. Su aliento chocó de frente con mis labios.

—No dirán nada porque no estemos allí un día —pegó sus labios a los míos y me besó con pasión tratando de manipularme como solía hacerlo —Di que sí —susurró sobre mi boca.

La verdad es que no podía negarme a tenerla más tiempo junto a mí. Todo el día desnudos bajo las sábanas y disfrutando de nuestra mutua compañía. Sonaba tan tentador. ¿Quién se puede negar a estar con la mujer más ardiente del mundo?

Nos separamos después de unos minutos.

—¿Y qué me das si me quedo? —Sonreí y acaricié su cintura.

—Muchos besos. ¿Te gusta la idea? —me guiñó un ojo.

—Mmm, solo esta vez te voy a hacer caso porque me encanta estar contigo —besé de nuevo su boca y me coloqué encima de ella.

Empecé a besarla por el cuello y el pecho, mientras escuchaba sus risas en mi oído y sentía sus manos tras mi espalda. Si sigue tocándome así más ganas me van a dar de quedarme.

Volví a su boca y jugueteé con sus cabellos rubios. Ella subió sus manos hasta mi nuca y acarició mi cabello.  Sin embargo, toda la magia se esfumó cuando sonó el teléfono, me alejé de sus labios y la miré a los ojos.

—¿Es el tuyo o el mío? —pregunté.

Ella rodó los ojos, molesta por la abrupta interrupción.

—El tuyo —respondió, desanimada.

Me quité de su lado y busqué con mi mirada el maldito celular, encontrándolo sobre la mesa de noche. Lo tomé y contesté la llamada.

—¿Qué quieres? —respondí con sequedad.

Saber si voy a ser tía. ¿Se lo preguntaste? —inquirió obsesionada con el tema.

Gogo me estaba sacando de quicio con su insistencia por saber algo que jamás ocurrirá. Le contesté porque creí que era algo de trabajo, pero al parecer solo quiere molestarme.

Solté un suspiro y me tragué los insultos que tenía solo porque era mi mejor amiga, por nada más.

Sentí unos brazos rodear mi cintura, volteo para ver a Elsa abrazándome por la espalda y dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Le sonreí y terminé de hablar con la fastidiosa de Gogo.

—¿Eso era todo? —hablé de prisa.

Mmm, creo que sí. Pero, no me has contestado ¿vas a ser papá o no? —continuó con el tema en cuestión.

De pronto, sentí un escalofrío bajar por mi espalda cuando a Elsa se le ocurrió morder mi oreja.

—No hagas eso —la reprendí, pero ella se encogió de hombros como una niña malcriada.

Sigues con ella ¿verdad? —dijo Gogo todavía en línea. Olvidé alejar el teléfono cuando hablé con Elsa —No valió de nada enterarte de su pasado, de todos modos decidiste quedarte con ella. Qué idiota eres.

No comiences con eso. Yo sé lo que estoy haciendo —rodé los ojos.

Bien, no hay problema. Síguete revolcando con ella todo lo que desees, disfruta su tóxico amor con ella hasta que Norte se entere.

Quise enfrentarla, pero ella no tuvo la consideración de siquiera despedirse, solo dejó en el aire aquella frase, que se escuchó como una amenaza. Bajé el móvil de mi oído y pasé una mano por mi rostro, creí que guardaría su palabra de no contarle nada a mi tío, pero confié de mas en la que suponía ser mi mejor amiga.

Elsa notó mi descontento y me abrazó con fuerza.

—¿Quién se atrevió a molestarte? —susurró.

—Nadie en especial —evité molestarla con el tema de Gogo, la estábamos pasando muy bien para arruinar esto tan rápido con nimiedades.

Me giré y acaricié su rostro marcado con pequeñas cicatrices. Todavía no le había preguntado sobre eso, pero cuando traté de hablarle fui interrumpido por otra llamada al teléfono. Frunci el ceño y contesté de inmediato.

—¿Y ahora qué quieres? —dije a las patadas.

Vaya, ¿qué te han hecho para estar tan enojado, muñeco de nieve? —respondió otra voz diferente a la de Gogo.

Me dijo muñeco de nieve y solo una persona en el mundo me llamaba así. Hace años que no escuchaba su chillona voz.

—¿Eres tú, flor dorada? —pregunté usando el apodo que yo le tenía.

La misma, cariño. Qué bueno es escucharte y saber que tu desastroso trabajo no te ha matado —se burló.

Solté una carcajada carente de humor y a pesar de ello sonreí porque me agradaba escuchar de nuevo la voz de Rapunzel en mi oído. Nos dejamos de ver hace dos años cuando decidió irse a vivir a Madrid.

—Es un trabajo agradable, aunque no lo creas —me defendí —Pero, en fin. ¿A qué se debe tu llamada, linda?

Elsa me fulminó con la mirada al escuchar como había llamado a mi amiga. Le envié un beso y le sonreí. Era la primera vez que la veía ponerse celosa y eso me pareció genial.

Pues, decidí volver a Estados Unidos para festejar mi cumpleaños y quiero que tú estés presente en el festejo. Me agradas y quiero volverte a ver, para fijarme si estos dos años te sentaron bien o no —pude imaginarmela sonriendo descaradamente —Será en mi antigua casa, a las nueve de la noche, no me vayas a fallar.

—Con gusto estaré allá —afirmé.

Elsa se cruzó de brazos, todavía enojada conmigo.

Puedes llevar acompañante si quieres —añadió —A tu novia o a tu esposa.

Aun no me he casado.

Oh, entiendo. Entonces te veo en la noche. Bye —colgó.

Dejé caer mi teléfono sobre la mesa y encaré a la rubia que tenía frente a mí fulminándome con su mirada azul. Traté de abrazarla, pero no se dejó, estaba más enojada de lo que pensé.

—¿A quién le llamaste linda? —quiso saber. Negué con la cabeza y no pude evitar reír —No te atrevas a burlarte, esto es en serio. No deberías decirle linda a ella cuando me tienes a mí a tu lado.

—No te enojes conmigo, linda —bromeé —Sabes que tú eres la única que me gusta.

—Demuéstramelo —habló con una media sonrisa.

No lo pensé dos veces y me tiré hacia su cuerpo, luego la abracé y le di un beso en los labios.

—Me encantas, niña celosa —Murmuré.

Retomamos lo que había quedado en pausa cuando me hablaron por celular. Ella, encantada, se dejó llevar y su enojo se disipó con un par de besos y caricias de mi parte.

Pero, de nuevo, fuimos interrumpidos por la melodía del teléfono.

—Ese fue el mío —mencionó ella.

Fruncí el ceño. Ya me estaba cansando tanta interrupción. Así no vamos a estar juntos nunca.

—Te juro que estoy por lanzar ese par de celulares por la ventana —aseguré, enfadado.

Ella besó mi mejilla y se movió de mi lado para contestar el maldito aparato.

—Hola —Mencionó, efusiva.

Me acerqué a ella y la abracé por la espalda, justo como ella lo hizo conmigo y comencé a jugar con ella de la misma forma que hizo conmigo. Repartí besos por su espalda y hombros mientras hablaba con alguien.

En un instante se dio la vuelta, apartó el móvil y me regañó por estar molestándola, me defendí con el hecho de que ella había hecho lo mismo conmigo. Me fulminó con la mirada y volvió a hablarle a la persona de la otra línea.

—Bien, nos vemos esta noche —concluyó la llamada con esa frase.

—¿Tú también vas a salir? —enarqué una ceja.

—¿Y por qué no? Tú te vas a ver con linda y yo no te digo nada, entonces saldré a divertirme junto a una amiga —contraatacó. Dejé morir el tema y no dije nada al respecto —Pero, todavía queda mucho tiempo para nosotros antes de salir.

Acepté que tenía razón y que ya era muy tarde para negarme a sus peticiones, me tenía controlado como a un títere, quizás Gogo tenga razón, pero no me importa.

Elsa se ubicó sobre mis piernas y empezó a darme cortos besos.

—¿Qué tal si nos daños una ducha caliente? —insinuó con valentía.

—Eres increíble.

—Lo sé. No quiero parecer creía, pero seguro soy mejor que es chica linda —esbozó una sonrisa.

De verdad nunca va a superar lo que le dije a Rapunzel. Seguro me molestará por un buen tiempo.

(...)

Ajusto el nudo de mi corbata roja y peino mi cabello blanco para hacerlo ver estilizado. Falta poco para que llegue la hora de la fiesta de Rapunzel tengo que verme bien para nuestro reencuentro.

Elsa casi no me deja ir de su casa, faltó poco para que decidiera amarrarme a su cama, pero al final, tuvo que aceptar que debía salir y cumplir mi palabra, además, ella tenía que cambiarse para encontrarse con su supuesta amiga.

No puedo negar que la pasamos muy bien todo ese tiempo que estuvimos juntos; no solo besándonos todo el tiempo, sino charlando y conociéndonos el uno al otro. Me va a costar mucho separarme de ella cuando vuelva a la cárcel.

—¿A dónde vas tan elegante? —hablaron desde la puerta de mi habitación.

—A una fiesta de cumpleaños —le contesté a mi madre.

Desvié mi mirada hacia ella y la encontré sentada sobre mi cama con los brazos cruzados, seguro va a regañarme por algo.

—Jack, mi hermano me hizo saber que no fuiste a trabajar hoy. ¿Dónde estuviste? Y ¿Dondé te has estado quedando estas noches? A casa vuelves hasta la mañana.

Okey, esto se puso feo. Tengo que activar mi botón de modo mentiroso abusivo.

—Hoy no pude ir porque estaba tratando unos asuntos y lo de no dormir aquí es porque estoy tras un objetivo verdaderamente importante —le expliqué —No dudes de mí, mamá.

Se levantó de la cama y me abrazó, luego su alejó y alisó el saco de mi traje.

—Solo me preocupo por ti —respondió.

Le di un beso en la mejilla y la envolví en mis brazos nuevamente.

—Y te amo por eso —Sonreí y bajé mi mirada hacia mi reloj —Ya es tarde, tengo que irme. Se cuidan ¿sí?

Mamá asintió y salí de inmediato de mi cuarto. Al llegar a la primera planta de la casa me despedí de mi hermana Emma, que estaba jugando con sus muñecas, y le prometí que volvería temprano, aunque no era verdad. De las fiestas nunca llegas temprano y menos de las de Rapunzel.

(...)

Llegué a la mansión de esa excéntrica rubia y me topé con que tenía todo arreglado. Me abrí paso hacia el salón que había adecuado para su celebración y me encontré con muchas personas, charlando, bebiendo o bailando, pero no me encontré a la anfitriona por ningún lado.

Caminé hacia las mesas donde tenían la bebida y comida para los invitados. Me serví una copa de ponche y me prometí a mí mismo no beber demasiado para no terminar caminando borracho hacia la avenida. Hoy no tenía a Elsa a mi lado para que evitara que pasara eso; ella seguro se debe estar divirtiendo con su amiga.

Bebí de mi copa y me pareció que la bebida tenía un sabor exquisito, pero decidí no tomar tan rápido para evitarme problemas. Desvié mi mirada hacia la pista de baile donde varias parejas se divertían danzando al son de la música, sin embargo, no tenía a mi pareja a mi lado como para sacarla a bailar. Así lo hubiera deseado, en un evento de estos donde varios me conocen no nos deberían ver juntos por nada del mundo y menos Rapunzel.

—¿Jack? —me llamó una voz femenina.

Giré mi cabeza hacia ella y casi se me cae la copa al ver de quién se trataba.

—¿Qué haces aquí? —dijimos al unísono.

Ella tenía puesto un elegante vestido rojo pasión, de tiras y con un escote de corazón; la falda le llegaba hasta las rodillas y de ahí hacia abajo caí una tela suelta de la misma tonalidad roja. Además, había peinado su cabello rubio en un moño y maquilló su rostro. No podía creer que estuviera aquí y la casualidad de que hasta escogimos el mismo color para lucir esta noche. Ella con su vestido rojo y yo con mi corbata del mismo tono.

—¿Sabes? Creí que tu escenita de celos no era nada, pero me equivoqué porque se te ocurrió seguirme para saber quién era linda —mencioné con el ceño fruncido —Has caído muy bajo, Elsa.

—¿Disculpa? Yo no te seguí, a mi también me invitaron a esta fiesta —respondió con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Pues, deberías irte —me acerqué a ella y la atrapé por el brazo —No nos pueden ver juntos —susurré esto último en su oído.

—Y ¿por qué no te vas tú? —me empujó por el pecho —No puedo quedarle mal a mi amiga.

—Pero, harás que nos descubran y que alguien se entere de lo nuestro —objeté.

—De acuerdo, entonces, tú —me señaló —Vas a estar por este lado del salón y yo al otro lado, para que nadie nos relacione ¿te parece?

Su enojo no se me pasó por alto y lo seca que está siendo conmigo tampoco.

—Eso no va a ser posible. Durante toda la velada la pasaremos muy mal ¿sabes por qué? —desvió la mirada —Porque los dos somos conscientes que tenemos al otro más cerca y el deseo de querer vernos es más fuerte y nos va a obligar a correr hacia el otro. Es ahí cuando algún soplón nos ve y le lleva esa información a mi tío. Por eso te pido que te marches.

—Eres un idiota —escupió —¿Ves algún policía por aquí?

La verdad, hasta el momento no había visto a nadie del trabajo, pero igual no nos deberíamos arriesgar.

—No.

Elsa dejó caer su gesto de enojo y eliminó la distancia que nos separaba, luego, pasó sus brazos tras mi nuca y me atrajo hacia su cuerpo. Nuestros rostros quedaron a centímetros.

—Entonces no hay problema en que nos vean charlando, o bailando o besándonos. Me parece genial que nos hayamos encontrado aquí porque podremos pasar más tiempo juntos ¿no te agrada eso? —rozó su nariz con la mía.

Solté un suspiro y pasé mis brazos por su cintura.

—Me fascina que estés aquí junto a mí, vestida como una diosa y tan bella. ¿A quién no le gustaría tener una compañera como tú? —sonreí.

—Tú también te ves tan sexy con ese traje puesto que cualquier perra puede venir tras de ti y robarme tu cariño. Pero aquí estoy yo para defender lo que es mío —rió.

—Ah, ¿soy tuyo? Yo no lo sabía —seguí su juego.

—Claro que sí, tú te entregaste a mí —rodé los ojos — y ahora eres solo mío y de nadie más. Y yo cuido muy bien mis cosas.

—¿Y tú también eres mía?

—Completamente. Por un mes y medio —canturreó

—Qué lastima que sea tan poco tiempo, yo quería quedarme contigo más tiempo. Es que me encantas un montón y nadie me había cautivado tanto como tú.

—Tú también me encantas, policía —mordió su labio.

No pude contener las ganas y uní sus labios con los míos, sin importar que muchas personas nos estuvieran observando, sin embargo, un carraspeo nos hizo separar y mirar a la persona que nos había molestado.

—¿Jack? ¿Elsa? —preguntó sorprendida.

Nosotros nos apartamos uno del otro para observar a la chica rubia de ojos verdes que nos devolvía la mirada con sorpresa.

—Rapunzel —hablamos al unísono.

Volteé a ver a Elsa con el gesto sorpresivo.

—¿La conoces? —le pregunté.

—¿Tú la conoces? —me contestó con otra pregunta.

—Yo les tengo una mejor ¿ustedes que vienen siendo? —interfirió Rapunzel.

Buena pregunta, pero no sé quién de los dos se la va a contestar porque todavía nosotros no hemos hablado sobre qué somos...

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