Lágrimas de sangre

Los días pasan allí afuera, pero aquí dentro un minuto es como una hora. Llevo, creo, que tres días encerrada en mi habitación. Pensé que era una pesadilla, pero me equivoqué, el dolor de mi corazón es tan real como el de mi cuerpo.

Tadashi justifica su barbarie con que lo hace porque me ama y quiere lo mejor para mí, pero yo no creo que la mejor forma de hacérmelo saber sea a través de golpes físicos cada vez que le subo el tono de voz. Mi amado príncipe azul no entiende que soy un ser que siente y que tiene derecho a hablar.

El primer día de encierro le grité que no tenía por qué hacerme esto, pero supongo que ya conocen su delicada respuesta. Me rompió el labio con su puño y tuve que saborear mi propia sangre porque no permitió que nadie me sanara. Él me mantenía recluida en esta bella cárcel, apartada de todos y de todo, dice que me protege, pero no es así.

En el segundo día de encierro intenté comunicarme con mi padre para que me salvara de este mortal encierro, pero Tadashi cortó toda la posible comunicación que tenía con el mundo. Me exalté ante su respuesta, pero él me silenció con otro de sus malditos golpes, esta vez en el ojo derecho que terminó hinchado y de un aspecto desagradable.

Tercer día de encierro. Escribo con una pluma cada minuto que paso en mi habitación. Redacto en pocas palabras cómo es que él convierte mi vida en una mierda. Y... Tengo que conformarme con que solo mi diario sabe por lo que estoy pasando y quisiera que me hablara y me dijera qué hacer, pero solo es un objeto.

Las líneas que he escrito sobre el papel se han manchado cada día y cada hora con las lágrimas saladas que caen de mis ojos como gotas de lluvia, pero no tengo ni mamá ni a papá para que me abracen y me digan que todo va a estar bien. Sola la perra soledad me hace compañía.

Un ruido me trae de nuevo a mi realidad. Levanto la mirada para ver que es el plato de comida que todos los días dejan bajo mi puerta, del cual consumo menos de la mitad, el resto se pierde porque no tengo ni un perro para dárselo.

Recojo el plato y como lo que mi estómago me permite, que es muy poco. Luego lo dejo en la mesa y me dirijo a mi tocador.

—¿Qué está pasando contigo, princesa? —le pregunté a la otra yo que estaba al otro lado del espejo.

Rocé con mis dedos el espejo como si pudiera tocar el rostro maltratado de la otra Elsa.

Pasé por mi rostro un poco de maquillaje para cubrir los moretones que el amor de mi vida me dejó como muestra del cariño que siente por mí. Tad dice que a pesar de que esté encerrada en mi habitación tengo que estar presentable para él, lucir como una bella reina.

Ensayo una y otra vez, frente al espejo, la mejor sonrisa para mostrarle cuando llegue con un ramo de rosas rojas que siempre trae para mí, sin embargo, esa fingida felicidad no toca mis ojos porque se han tornado opacos y sin vida, lastima porque cuando estaba soltera siembre brillaban al igual que mi sonrisa porque eran genuinas y no forzadas como ahora.

Aplico perfume en mi cuello y me colocó un collar de oro puro que él me regaló en nuestra luna de miel cuando nuestra relación parecía ser un cuento de hadas, antes del infierno.

Imagino que regresará con ganas de pasar una agradable noche. Imagino que vendrá con unas insaciables ganas de hacerme el amor, como... Todos los días. Vendrá hambriento y como soy buena esposa le daré lo que pide porque de lo contrario no quedará nada de la bella Elsa Arendelle.

Hoy tengo que estar apetecible para él o buscará en otras lo que no encuentra conmigo. En el segundo día de encierro me confesó que el día que no llegó a casa fue porque estaba revolcándose con cualquier puta. No pude soportarlo y me eché a llorar como una bebé, rompió mi corazón en pedazos y lo peor es que me abrazó y me susurró que de todos modos yo siempre tendría el suyo en mis manos.

Me pidió perdón, y se lo concedí. Me prometió que no volvería a hacerlo si yo resultaba ser una buena esposa, traduje aquella frase como Elsa, tienes que obedecerme.

Terminé de arreglarme y me levanté de la silla donde estaba para esconder mi diario entre mis ropas, porque si a Tadashi se le ocurre ojearlo descubrirá que en él he escrito que es un hijo de puta, mejor no tengo problemas y lo escondo antes que llegue.

El sonido de la puerta siendo abierta me hace estremecer porque sé quién aparecerá por ella, mi verdugo disfrazado de príncipe azul.

Tomé aire por la nariz y alise la falda de mi vestido rojo pasión. Llegó la hora de enfrentar lo que me he ganado por confiar demasiado en una persona.

—Estás muy bella, Elsa —dijo al encontrarme parada a un lado de la cama.

Temblé, pero no de miedo sino de ira, pero tenía que fingir o esta noche será muy larga y tortuosa.

—Gracias —dije bajando la mirada a los tacones negros que tenía puestos.

—¿Por qué tan callada el día de hoy, mi amor? —se acercó a mí y tomó mi mentón entre sus dedos para levantar mi mirada.

—Es... La soledad, me tiene mal —me atreví a decir con sutileza.

Tadashi atrapó mis labios entre los suyos en un beso apasionado. Luego se separó y acarició mi cuello.

—Tranquila. Cuando tú aceptes que tu lugar es en casa podrás salir al jardín o a la cocina, donde tú quieras estar —besó mi cuello —esta casa es lo suficientemente grande para que puedas ser feliz.

Mi ceño se frunze. ¿Acaso cree que soy feliz estando encerrada?

Retrocedí, alejándome de su lado. Al parecer no le gustó porque me fulminó con la mirada.

—Yo creo que...

—¿Tú crees? —habló, enojado —Yo no te he dado permiso para hablar.

—Pero... Quiero hacerlo —respondí con valentía.

Vi como él abría y cerraba los puños, controlándose. Pero sé que estallará pronto.

—Adelante, di lo que quieras —soltó con lentitud.

—¿En serio? —pregunté más que sorprendida.

¿Será que quiere cambiar, Y por primera vez dejarme hablar sin discutir? Tengo que anotar esto en mi diario. Quizás sea el final de mi cuento de terror.

—Tad, entiendo que quieras tener el control del dinero, pero amor, yo quiero ser independiente y poder ayudarte con los gastos de la mansión —comenté con alegría de poder saber que por fin tendrá mi opinión en cuenta —Si me dejas salir te juro que olvidaré lo que sucedió en estos días y comenzaremos de nuevo. ¿Qué dices?

—Ven acá —pidió con una sonrisa.

Yo me acerqué a su lado y él me envolvió en sus fuertes brazos. Sentí que un peso de encima se quitaba de mis hombros, por fin las suplicas que le hice al cielo han sido correspondidas. Él cambió, mi sueño de ser feliz a su lado aún no se ha truncado. Me acomodé en su pecho y escuché su corazón palpitar.

Presiento que esto es solo una etapa matrimonial que debemos superar para que vivamos bien. Él cometió errores, pero puedo perdonarlo, porque a pesar de que dije que lo odio, fue en un momento en el que no pensaba con cabeza fría, porque en realidad lo sigo amando como nunca.

Levanté mi cabeza para besar sus labios. De esta forma tan pacífica sí podemos hacer el amor, sin gritos, ni golpes. Sin que tenga que obligarme, porque puedo dejarme amar si él me trata como siempre dijo que lo haría.

Sin embargo se separó de mí cuando menos los esperaba.

—Pensé que ya habías aceptado cuál era tu lugar, pero me decepcionaste —negó con la cabeza.

Me retiré de su lado con la boca abierta. Algo no está encajando con mi sueño de diez minutos.

—¿Qué? Creí que las cosas cambiarían... Pero.

—Eso es lo malo de ti, Elsa. Siempre piensas mal, eres todavía una niña ilusa, yo quiero una mujer a mi lado, no una niñita mimada.

Mi corazón volvió a fragmentarse. ¿En qué estoy fallando para tener que pasar por esto? No puedo soportarlo, quiero ser libre.

—¡¿Qué te pasa por la cabeza, Tadashi Hamada?! —exploté —¡Soy tu maldita esposa, no tu juguete! ¡Estoy cansada de esta situación, quiero ser libre! ¡Y si tengo que divorciarme de ti para lograrlo lo haré! ¡No te soporto un insulto o un grito más! ¡Me voy ahora mismo a la casa de mis padres! ¡Quieras o no!

Tadashi se echó a reír a carcajadas, haciéndome enfurecer cada vez más. No podía creer que se estuviera burlando de mí, yo estaba hablando muy en serio y de verdad me iba a marchar de su lado porque descubrí que él no me conviene.

Lo dejé reírse solo y me dirigí hacia la puerta. Sin medirme salí por ella hacia el pasillo. Sentí que hace mucho no veía parte de mi casa, como que todo ha cambiado últimamente. Bajé por las escaleras con premura.

—¡Alto ahí, Elsa Arendelle! —gritó Tadashi tras de mí.

Un impulso me hizo comenzar a bajar las escaleras más rápido, alejándome de él cada vez más, añorando mi libertad. Giré para notar que me seguía, así que me quité los tacones y se los lancé a la cabeza para detenerlo y avanzar más rápido.

Logré salir por la puerta principal hasta el patio de la entrada donde estaba estacionado el auto que mis padres me habían regalado cuando cumplí mis dieciocho. Sin embargo, olvidé las llaves cosa que me hizo perder el control y empezar a llorar sin parar porque él dentro de poco me alcanzaría.

Golpeé la ventana del auto y a través de ella vi que tres hombres corrían hacia mí con intensión de atraparme. Decidí alejarme y comenzar a correr por el camino de piedra que conducía al portón por donde podía escaparme.

Pero, jamás he tenido un buen estado físico, asi que me atraparon los hombres de Tadashi y me tiraron contra el suelo con violencia, por orden suya. Mi cuerpo se estrelló contra el duro suelo, me dolió hasta el cabello por ese tremendo golpe.

Mi mirada se hizo borrosa, pero pude distinguir los zapatos negros de Tadashi Hamada frente a mí.

—Levántenla —ordenó.

Quedé arrodillada a su merced. Él me propinó una fuerte cachetada que provocó que mi rostro volteara a un lado. Un fuerte escozor se hizo presente en la zona afectada.

Tadashi se inclinó ante mí y sujetó mi cabello entre sus dedos. Yo gemí de dolor.

—Escúchame muy bien, tonta. Aquí se hace lo que a mí se me dé la maldita gana y si se me ocurre que beses el suelo se hará —escupió en mi cara.

—D... Déjame libre —sollocé.

—¡No! ¡Entiende de una maldita vez por todas que eres mía y punto!

—¡No quiero! —grité y le escupí en la cara —¡Te odio!

Él se limpió con su pañuelo y me miró con ira en sus ojos marrones.

—Y después de esta noche me odiarás aún más —sentenció y después se levantó.

Lo sabía, esta noche iba ser larga si no obedecía. No quedará nada de mí en la mañana, lo presiento.

(...)

Me quedo mirando como el agua de mi bañera se tiñe de un espantoso color rojo; el color de mi propia sangre.

He sido violentada por aquel hombre de cabello negro. Me hizo sentir el peor dolor que una mujer puede experimentar. Hizo conmigo lo que le vino en gana sin preguntarse ¿será que a ella le duele? Nunca lo pensó, no mas escuchaba mis gritos y veía como las lágrimas caían por mis mejillas mezclándose con la sangre que emanaban mis heridas.

Me hizo suya, pero de la manera más salvaje. Creo que no podré sentarme bien en mucho tiempo. Lo odié mucho más por eso, porque no tenía que ser así, yo merecía algo mejor, nunca fui mala persona para que la vida me pague con algo tan horrible como haberme casado con ese monstruo.

Sentí un gran alivio cuando tuvo que marcharse a su maldito trabajo. Casi no pude levantarme de la cama para venirme a limpiar porque me sentía sucia y como un objeto, bueno... En realidad eso significaba para Tadashi Hamada, el supuesto buen hijo, buen hermano, buen ser humano. Aquello fue un espejismo ante los ojos de todos, él escondía un demonio en su interior.

Ayer, mientras me lastimaba, repetía que yo no significaba nada para él, que solo se había casado conmigo para obtener el control de las empresas de mi padre por ser yo su heredera y haber firmado un pacto con el diablo el día que nos casamos. Eso me dolió mucho, incluso más que los golpes físicos.

Cierro los ojos aguantando el dolor tan insoportable que sentía cada vez que pasaba la esponja por mi cuerpo. Apreté los labios, ahogando un grito, las heridas estaban abiertas y solo yo podía curarlas porque ya no contaba con nadie.

Me encantaría ver de nuevo a mi hermana Anna, la extraño muchísimo. Si tan solo le hubiera hecho caso a ella y a papá no estaría pasando por esto, pero mi terco corazón aceptó a Tadashi y pues ya no hay vuelta atrás esto es... Hasta que la muerte nos separe.

Paso una hora entera en la tina. No hice más que llorar y desear que todo acabara pronto, que mi sufrimiento cesará. Sin embargo, sé muy bien que de esta prisión no salgo nunca, salvo que Tadashi de un golpe algún día me mate cosa que no le conviene porque no sabría qué inventarse para justificar mi muerte. Al menos me liberaría del infierno.

Regreso a mi habitación envuelta en una toalla. Me dejó caer en la cama y comienzo a pensar en mi vida ¿en qué momento me dejé manipular con facilidad? ¿Por qué dije que sí? ¿Por qué le hice caso a mi corazón?

Presioné con la mano mi pecho regañando a mi corazón por ser tan idiota, le ordené que no volviera a sentir nunca más, que reemplazara ese ciego amor por Tadashi por el ardiente odio y la venganza. De eso viviría de ahora en adelante, de un sentimiento corrosivo pero que hará que tenga una misión, destruir aquello que me hace daño.

Alguien abre la puerta.

No podría ser Tadashi porque él siempre está trabajando a esta hora de la mañana.

Me sorprendí al ver una mucama que se metía en mi cuarto algo apresurada.

—Señorita, he traído algo que le ayudará —mencionó, nerviosa.

Me levanté de la cama y me ubiqué a su lado. Era una mujer adulta de cabello negro y ojos verdes, no recuerdo haberla visto antes, pero sé que es un ángel que me ayudará a ser libre.

—¿Qué has traído? —dije con ilusión.

Ella sacó del bolsillo de su falda un teléfono celular, de los antiguos claro, pero que sería de mucha ayuda. Me lo entregó en las manos, las suyas temblaban como nunca.

—¿P... Por qué lo hace? —pregunté entre lágrimas mientras apretaba el celular a mi pecho.

—Señorita, no soporto escuchar sus gritos de dolor. Yo tengo una hija de su edad y si viera que le están haciendo algo como esto también le ayudaría sin chistar.

—Es usted un ángel. Dios se lo pagará, lo sé —agarré su mano —Muchas gracias.

Ella se soltó de mi mano.

—Tengo que irme, mi niña. Tenga cuidado y espero pueda llamar a alguien para que la saque de aquí pronto —sonrió.

—D... De verdad se lo agradezco.

Ella se despidió con rapidez y salió como alma que lleva el diablo. No sé cómo logró entrar, pero lo único que me importa es que ahora podré pedir ayuda, pero no podría ser a mi familia porque yo sé que Tadashi los debe tener monitoreados, así que solo me queda una persona que sé que no dudará en ayudarme, me lo debe.

Marqué su número con la esperanza de que me contestara, pero la operadora me mandó a buzón de voz. Sin embargo, no dejaré de insisistir, de aquí salgo porque salgo...

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