La verdadera cara del primer amor

Ha pasado un buen tiempo después de que uniera mi vida a la de Tadashi Hamada. Haciendo un pequeño recuento, después de la boda viajamos a Francia para pasar nuestra luna de miel, la cual fue excepcional, en un hotel cerca a la playa.

Disfruté cada minuto a su lado. Fue tan delicado conmigo, me invitó a cenar, nadamos en el mar, danzamos en la playa y tuve mi primera vez con él. Al principio me sentí nerviosa, pero él fue a paso lento para no parecer ansioso, le agradecí por ello. Después la noche mejoró y descubrí los placeres de la vida con él.

Los días trascurrieron con lentitud. Cada día visitábamos un lugar diferente de Francia y reíamos juntos cada vez que se me ocurría alguna locura. Tadashi estuvo conmigo satisfaciendo mis raros caprichos. De verdad era un príncipe encantador y todo un caballero.

Pero nuestra estancia en ese bello país terminó y tuvimos que regresar con muchos regalos para nuestras familias. Quise que nuestras vacaciones se alargaran pero Tadashi tenía que trabajar en su empresa y yo en la mía.

En un par de horas llegamos a Estados Unidos. Visitamos a mi familia porque seguro la de Tadashi no quería ni verme después de haberles robado a su niño querido. En fin, mis padres nos recibieron con un gran banquete de celebración. Mi padre estrechó la mano de Tad como símbolo de respeto porque seguía sin caerle bien.

—Entonces ¿qué les pareció Francia? —preguntó mamá.

En la mesa nos habíamos ubicado: papá a la cabeza, a su lado derecho mamá y a su izquierdo Anna que había invitado a su novio Kristoff a la cena, él era un buen chico, solo que no era de nuestro mismo nivel social pero a papá le agradó, me dio algo de envidia.

Yo desde el otro extremo de la mesa, al lado de Tadashi, sonreí como solía hacerlo desde que conocí a mi reciente marido. Él degustaba del plato que mis padres habían preparado, sin ganas de querer responder. Tuve que hablar en su lugar, aunque me sorprendió su actitud.

—Francia es fascinante, los paisajes increíbles y la comida... Deliciosa ¿verdad, amor? —lo insté a hablar. Levantó la mirada para verme.

—Oh, claro que sí. Fue un viaje estupendo —comentó con poca emoción.

Desvié la mirada a mi comida, un  tanto incomoda con la situación.

—No te ves muy emocionado, cuñadito —habló Anna con socarronería.

La fulminé con mi mirada para que no comenzara a soltar sus odiosos comentarios. La amo, pero a veces suele ser muy grosera con Tadashi, pensé que ya había superado ese comportamiento, pero no puedo esperar más de una adolescente inmadura.

Mi esposo se quedó viendo a mi hermana con una sonrisa de lado como si no le importara su comentario.

—Estoy más feliz de lo que crees, niña —rebatió —Quizás no tenga que demostrarlo como tú quieres. Soy algo reservado con mis emociones.

—En eso tiene razón —aporté con gracia —Tad es así, y lo amo por ser diferente.

—Muy bien, no arruinemos nuestra cena con una discusión. Mas bien, cuéntanos cómo es la mansión que compraste para mi hija, Tadashi —interfirió mi madre en el momento indicado.

Agradecí por lo bajo su intervención porque no quería que el día se amargara con una discusión entre Tadashi y Anna. No vale la pena.

—Es espaciosa, con un jardín grande y una piscina. Pretendo que mi Elsa tenga las mejores cosas —volteó a verme y sujetó mi mano por encima de la mesa.

Sonreí y le envié un beso.

—Habrá espacio suficiente para que mis nietos corran y se diviertan. Porque tendrán hijos ¿verdad? —quiso saber.

Distingui en su mirada azul un destello de felicidad, anhelo. Me hizo pensar en los hijos, yo si quería una hermosa familia y estoy segura que Tadashi piensa lo mismo.

—En efecto, serán dos o tres —afirmó mi pareja con felicidad.

Lo sabía. Él quería lo mismo que yo. Pronto tendré una grandiosa familia y la felicidad ya no será inalcanzable.

—Wow, ansío verlos —agregó mamá.

Tadashi limpió sus labios con la servilleta y se levantó de la mesa. Se acercó a mí y depositó un casto beso en mis labios.

—Tengo que atender asuntos de la empresa. Gracias suegros por esta comida tan deliciosa —mencionó acercándose a ellos.

Besó la mejilla de mi madre y la abrazó, después estrechó la mano de papá y susurró un simple adiós a Anna y a su novio. Lo vi marcharse del comedor. Antes de salir me prometió que nos veríamos en la mansión por la noche.

—Uff, por fin se fue —dijeron al unísono Anna y papá.

Rodé los ojos y solté un suspiro.

—Jamás lo querrán ¿verdad? —mencioné, abatida.

—Jamás, es un hombre pedante y desagradable —aseguró mi hermana.

Me levanté de mi puesto algo enojada.

—De acuerdo, como van a seguir hablando mal de él será mejor que me marche, tengo cosas qué hacer en la empresa antes de ser presidenta —anuncié.

Me giré en mis talones y caminé hacia la salida, decidida a no seguir con esa bochornosa situación. Sin embargo, sentí que alguien me detenía por el brazo.

Era Anna.

—Els, lo siento. No te vayas —suplicó —Tenemos muchas cosas qué charlar y si te vas me quedaré con las ganas de saber cómo fue su luna de miel. Vamos, quédate.

Enarqué una ceja frente a ella, no muy convencida con sus intenciones.

—¿Hablarás mal de mi marido? —pregunté, entre cerrando los ojos.

Anna negó varias veces.

Liberé la presión que tenía encima y la abracé por los hombros.

—De acuerdo, niña traviesa. Vamos —revolví su cabello zanahoria como solía hacer cuando éramos niñas.

Nos despedimos de mis padres y dejamos a Kristoff para que hablara con ellos. El pobre tragó saliva de solo saberlo. Papá es algo intimidante cuando se lo propone.

Nosotras avanzamos por las escaleras riendo y cotilleando como cuando estaba soltera. No paramos de reír hasta que llegamos a mi antigua habitación. Esta permanecía impecable, tal y como la dejé el día que me casé con Tadashi. Nada había cambiado, solo que yo ya no dormiría en esa gigantesca cama matrimonial sino con mi marido en otra casa, lejos de aquí.

Llegamos a mi cama y nos tiramos en ella para mirar el techo.

—Extrañaré este lugar y a ti, niña traviesa —dije acariciando el rostro de Anna.

Ella tomó mi mano y la apretó.

—Yo siempre estaré contigo, Elsa. Y si algo sale mal siempre estaré yo para ayudarte —prometió mirándome a los ojos.

—Oh, gracias. Pero todo saldrá bien. Espero tú también seas feliz al lado de Kristoff, me parece un chico agradable —Sonreí —Deseo lo mejor para ti, hermana.

—Gracias. Ahora comienza a hablar, mujer. ¿Paris resultó ser la ciudad del amor para ustedes dos?

Tomé una bocanada de oxígeno y empecé a relatarle todo lo que pasamos Tadashi y yo. Ella escuchó con atención sin opinar sobre algo, parecía interesada con mi historia, a pesar de que mi esposo no le cayera bien, ella de todos modos me escuchó. Me gustó que me oyera. Siempre, cuando éramos chicas, nos contábamos todo como las mejores amigas que siempre hemos sido. Espero nunca separarme de su lado, sé que estoy casada y que tengo obligaciones como esposa pero prentendo siempre estar comunicada con ella.

Anna es la cosa más hermosa que el destino me ha regalado y confío en que ella nunca me fallará, nunca.

(...)

Regreso a mi nuevo hogar con una gran sonrisa pintada en mis labios. Observo a través de los grandes ventanales de la mansión que el anochecer pronto caerá y Tadashi aún no está en casa, pero sé que su trabajo le exige mucho, como su tiempo. Yo por mi parte pienso trabajar desde mañana.

Decido descansar en mi habitación después de un largo viaje en avión. Allí dentro encuentro mis maletas con muchas cosas que he comprado. Resuelvo acomodarlas en mi closet y dejar todo organizado antes de que llegue Tadashi.

Sin embargo, veo en mi reloj que las horas pasan y que él no aparece. Incluso, cancelé la cena que le tenía preparada porque no pretendía comer sola, no sin él. Me decepcioné un poco, pero no siempre tiene que ser como yo diga, él es libre de hacer lo que más le guste. Quizás haya salido con algunos amigos o con su familia, no lo sé.

Cambio mi ropa por una cómoda pijama de color rosa pálido. Luego, me acuesto en mi cama, que resultó ser más grande de lo yo creía, y más aún porque no tenía con quién compartirla.

Traté de dormir, pero no lo conseguí. Estaba tan preocupada por Tad, ya han pasado muchas horas y él no aparece. ¿Y si le pasó algo malo? Espero que no porque de lo contrario moriré.

No pude más contra el sueño y me quedé dormida con un mal sabor de boca. Al otro día desperté bien temprano, pero sola. Tadashi no apareció en toda la noche, o al menos no durmió a mi lado. Me levanté de un salto, mi corazón golpeaba con fiereza mi pecho. Seguro sí le sucedió algo malo.

Me coloqué una bata y caminé hasta la puerta con la clara intensión de buscar a mi marido a como diera lugar. Pero no tuve que hacerlo, porque él abrió la puerta antes que yo y se quedó viéndome de arriba a abajo. Traía un traje negro junto con una corbata roja. El olor de su perfume inundó mi nariz, él estaba muy bien arreglado, como para irse a trabajar.

Solté un suspiro de alivio y me crucé de brazos ante su mirada.

—Me podrías decir ¿dónde demonios estabas? Me preocupé mucho por ti —dije, enojada.

Él me ignoró y avanzó hasta el escritorio de nuestra habitación. Recogió unos papeles y volvió ante mí.

—Me quedé trabajando hasta tarde en la empresa ¿tienes algún problema con eso? —habló. Pude notar su tono irritado y eso no me gustó para nada.

—Claro que no lo hay, pero pudiste haberme llamado para avisarme que tardarías en llegar —le reclamé sin dejar de mirarlo con enojo —Así me hubieras evitado un gran dolor de cabeza.

—¿Y por qué lo haría? —espetó —Soy un hombre libre.

—Pero yo soy tu esposa —contraataqué —Quiero lo mejor para nosotros.

—Pero, empezarás a controlarme ¿no es así? —rebatió —Eso no resulta nada agradable, es mas, me hace enojar muchísimo.

Quedé sin habla. ¿De verdad creía eso de mí? Que poco me conocía después de todo. Se siente horrible pelear con él, pero está haciendo unos méritos para hacerme enojar.

Encuentro como solución dejar a un lado la discusión y continuar con mis actividades diarias, siendo consciente que él está bien y ya lo peor pasó. Quizás no tuvo tiempo para llamarme, imagino que fue eso y no que yo no le interesara. Puede que sea yo que me ahogo en un vaso de agua.

Busqué entre mis ropas un traje adecuado para ir a trabajar. Una falda negra, una camisa violeta fueron mis primeras opciones. Las tendí sobre la cama y busqué unos zapatos con qué combinar aquellas prendas.

—¿Vas a salir? —me sobresalto al escuchar la voz de Tadashi a mi lado, pensé que ya se había marchado de la habitación.

Recuperé el aliento y respondí.

—Sí, tengo que trabajar en la empresa de mi padre.

Me saqué la bata de encima mientras que él me observaba a detalle.

—No lo harás —mencionó con autoridad.

Parpadeo varias veces. Creo que le escuché mal.

—¿Qué has dicho? —pregunté.

—Que no saldrás a trabajar porque no lo necesitas yo tengo lo suficiente para mantenerte. No necesitas el maldito dinero de tu odioso padre. Yo tengo más que él —afirmó.

Mi boca se abrió de par en par. No puedo creer lo que sucede ¿acaso es 28 de diciembre? Porque esto parece una mala broma, sin embargo, recuerdo que hoy es 12 de marzo, no es día de los inocentes, no lo es. Quisiera saber ahora qué inventa mi querido esposo.

Suelto una carcajada creyendo que solo es una broma suya y continuó alistando mi ropa.

—¿Qué te causó gracia? —frunció el ceño.

Llegué hasta él y pasé mis brazos por su cuello y luego lo atraje hacia mi cuerpo.

—Mi amor, no sabía que eras tan bromista. No conocía esa faceta tuya, pero me encanta —traté de besarlo, pero se alejó de mí.

Frunci el ceño, desconcertada. ¿Qué mosco le pudo haber picado anoche? Lo veo muy enojado, puede ser falta de amor.

Volví a tratar de acercarme hacia su cuerpo, pero se volvió a alejar rompiéndome el corazón en pedacitos ¿por qué hacía eso? No es nada agradable.

—Oye, ¿qué te pasa, amor? —inquiri haciendo un puchero y traté de tocar su rostro, pero él atrapó mi mano antes de que lo tocara.

—Pasa que eres demasiado estúpida para entender que desde ahora yo traeré el dinero a casa y tú cuidarás de los hijos que tengamos —apretó mi muñeca con fuerza —Ese será tu lugar.

Me zafe de su agarre y retrocedí un par de pasos hasta chocar con mi cama. Estaba tan sorprendida que me dejé caer sentada sobre el colchón mientras que miraba a Tadashi con los ojos bien abiertos. Él se atrevió a sujetarme de esa forma tan salvaje, después de que me había demostrado su amor todos estos meses. Eso no era lo que yo quería.

—Perdona, pero yo quiero trabajar y tú no puedes impedirlo. Entiende, amor, que me encanta hacerlo —intenté hacerlo entrar en razón.

Pero él negó con la cabeza.

—No lo harás y punto. Tu lugar es aquí en casa —insistió.

Comencé a perder la cordura cada vez que me respondía con una negativa. Si no estoy mal soy una mujer independiente que puede hacer lo que quiera estando casada o no.

Me levanté de la cama y me acerqué a su lado. Luego lo encaré con valentía.

—Voy a trabajar porque quiero y porque que puedo.

—¡Yo soy tu esposo! ¡Tú eres mía! —gritó, sorprendiéndome aún más porque jamás lo había hecho antes.

Yo no soportaba los gritos, ni siquiera mi padre había sido capaz de hablarme en un tono tan grosero como lo hacía él. De verdad está loco si cree que hará conmigo lo que se le dé la gana, no señor.

—¡Serás muy mi marido, pero yo soy libre de decidir qué hacer con mi vida, Tadashi Hamada! —mencioné imitando su tono de voz.

Pero mi mundo se vino abajo cuando sentí su pesada mano estrellándose contra mi mejilla. El impacto de su golpe me hizo caer contra el suelo, todo sucedió en cámara lenta. Repetí en mi mente una y otra vez que esto era una pesadilla mientras acariciaba la zona afectada.

Él no podía hacerme esto, yo lo amo y él a mí, solo se dejó llevar por un impulso, es eso. Sé que él jamás lo haría adrede.

Se inclinó ante mí y acarició mi rostro con su dedo. Yo aún no salía de mi estupor. Lo miré con los ojos cristalizados.

—Elsa, hazme caso y serás muy feliz a mi lado —susurró como si fuera una niña indefensa.

—M... me pegaste —tartamudeo gracias al nudo que se había formado en mi garganta.

Tadashi desvió su mirada y se reincorporó. Ajustó su corbata roja y pasó una mano por su cabello negro. Luego, me dedicó una sonrisa y se inclinó una vez más para besar mis labios, pero yo no le devolví el contacto.

Volvió a su lugar y giró en sus talones. Tomó el pomo de la puerta para girarlo, pero antes de salir me advirtió.

—Sé que eres muy testaruda y que saldrás a trabajar en esa empresa de mierda, así que te quedarás encerrada aquí dentro hasta que entiendas que lo hago por tu bienestar. Te traerán comida, tranquila. Nos veremos en la noche.

Cerró la puerta y como dijo me encerró. Yo grité que me sacaran pero nadie me atendió. Todos los sirvientes obedecían a Tadashi y no a mí, por lo que no me sacarían por más que gritara. Me dejé caer envuelta en un dolor infernal que emergía de mi corazón. Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro sin poder evitarlo.

Golpeé una y otra vez la puerta, desesperada mientras gritaba una y otra vez que quería ser libre.

¿Yo con quién me casé?...

***

Hola, hola.

¿Qué tal les ha parecido la historia?

Me imagino que les sorprendió que Tadashi fuera el antagonista, pensé en Hans pero ya lo han usado mucho como el malo, asi que busqué otro personaje.

¿Qué creen? ¿Cómo se ve Tad cómo el villano?

Dejen conocer su opinión en los comentarios.

Sigan teniendo una buena lectura.

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