La tentación de la sangre
Elsa
Despierto sobresaltada, otra pesadilla, otra en la que sigue apareciendo Tadashi Hamada con la clara intensión de vengarse de mí. He tenido esas mismas pesadillas desde hace seis años, no logro que mi mente supere lo sucedido, desearía algún día no tener mas sueños como estos, quiero dormir tranquila.
Paso una mano por mi cabello que está hecho un desastre. Me duele un montón la cabeza y no recuerdo mucho de lo que hice el día de ayer, recuerdos vagos chocan contra mi mente, un nombre se dibuja en mis pensamientos: Jack.
Me levanto de un salto al recordar todo lo que se me ocurrió decirle, seguro se llevó una mala imagen de mí, pero... No me siento arrepentida, es mas, hasta me da risa su cara confundida cuando me atreví a besarlo, jamás había hecho algo tan loco como eso.
Miro mi reflejo en el espejo de mano, y en efecto, estoy hecha un desastre, mi maquillaje se ha corrido y unas grandes bolsas oscuras se han formado en mis ojos. Mi belleza se ha esfumado tras unos cuantos tragos.
Dejo caer el espejo al suelo cuando escucho un grito femenino que se emitió desde afuera. Volteo hacia el sofá de mi cuarto, en busca de Mérida, pero no la encuentro allí.
—Mierda.
Salgo corriendo de la casa a toda velocidad. Pienso que algo malo pudo haberle pasado, pero dejo escapar un suspiro de alivio al verla detenida frente a su auto.
—Mer... —pronuncié a su espalda y me acerqué con lentud a su lado.
—Mi padre me va a matar ¿qué carajos hicimos ahoche? —volteó con los ojos bien abiertos —¿Matamos a alguien?
Solté una risita y sacudí su cabello rojo.
—Relájate, no pasó nada malo, solo salimos, bebimos un poquito y ya —respondí como si nada.
—Entonces, me explicas ¡¿por qué mierdas mi auto tiene esos rayones?! —atrapó mis hombros y los sacudió con fuerza.
Al parecer no recuerda nada de lo que hizo, de cuando tomó sin parar, o que estuvo golpeando a muchas chicas y de que atropellamos a un muchacho.
Me solté de su agarre y le sonreí, ella me miró con confusión.
—Bueno, quizás arrollamos a un animal y por eso los rayones, en realidad no recuerdo mucho de lo que sucedió ayer —fue lo único que se me ocurrió decir.
—¿Y por qué me duele el rostro? —insistió.
Le di un vistazo a su cara y noté que tenía algunos golpes en sus mejillas y una pequeña abertura en su labio, estragos de la lucha de ayer en la noche. Por mi parte, no dejé que nadie me tocara por lo que estoy bien.
—No tengo ni idea —mentí y me encogí de hombros para ser más convincente.
Mérida soltó un suspiro y acarició su cuello, por fin logro calmarse, pero seguro en su cabeza quedaron muchos baches sobre lo sucedido ayer. Sin embargo, para mí fue una de las noches más entretenidas de mi vida, jamás me había sentido tan plena, espero repetirlo otra vez.
La envolví en mis brazos para darle fuerza ahora que tiene que volver a casa y enfrentar a Fergus después de haber arruinado su auto último modelo, pero seguro la perdonará, Mer es la niña consentida de papá.
—¿Quieres una pastilla para la resaca? —le pregunté.
—Oh, claro que sí, estoy que me muero. No vuelvo a tomar contigo —me empujó con suavidad.
No pude evitar reír ante su comentario.
—Lo sé. Pero cuando recuerdes lo que vivimos te echarás a reír, te lo aseguro —enarqué una ceja.
—Eres una puta loca, pero amo a esta nueva Elsa.
Yo también la amo.
(...)
Han pasado unas cuantas horas, Mérida se ha marchado dejándome en completa soledad, y ya no me está gustando mucho estarlo, me hace falta hablar con alguien y contarle mi historia, pero no fui capaz de decírselo a mi amiga porque tuve miedo de que me juzgara. Odio esa parte insegura de mí que aún no ha muerto, pero tengo que aprender a controlarla o me veré débil ante los demás.
Ahora mismo trato de distraerme viendo un tonto programa de televisión. Antes de eso me di un buen baño con agua caliente y me vestí lo más cómodo posible, igual iba a estar todo el tiempo en casa. De ahora en adelante no sé qué haré con mi vida, al salir de prisión reiniciaba todo, pero no sé cómo comenzar ¿trabajar? ¿Terminar de estudiar? ¿Volver con mis padres? No resultan buenas opciones, quiero algo que me genere más adrenalina que eso.
El sonido del timbre de la casa me saca de mis pensamientos, no sé a quién se le ocurre visitarme a esta hora. Bueno, en realidad tan solo son los tres de la tarde, pero tampoco quiero ver a nadie.
Decido dejar que sigan tocando y la persona que esté allí afuera piense que no hay nadie en casa, pero aquella persona resultó más insistente de lo que pensé. Así que, contra mi voluntad, me levanté de mi cómodo sofá y atendí al llamado de esa persona.
Me acerqué a la puerta y la abrí, Encontrándome de frente con un par de ojos azules, parecidos a los míos, estos mostraban tristeza y decepción.
—Señora Iduna, qué gusto verla de nuevo —hablé sarcástica —¿Qué la trae por aquí?
—No soy Iduna, soy mamá —reprochó.
Giré los ojos y le permití pasar solo porque es mi madre y echarla estaría mal visto. No soy la misma de antes, pero tampoco me quedé sin sentimientos, yo a mi madre la adoro a pesar de todo.
Entró a la casa y dejó su cartera en la mesa, luego se sentó en el sofá y me observó fijamente, evaluando cada parte de mí.
—¿Cómo has estado, cariño? —preguntó, dulce.
Pensé que después de que los rechacé estaría enojada conmigo, pero me equivoqué. Iduna no puede sentir enojo, ella fue criada como una niña amable y servicial, a veces eso no sirve para defenderte en la vida, pero ella jamás lo entenderá. Mamá vive en su propio cuento de hadas, aunque ella sí consiguió a un verdadero príncipe, rico y que la ama como a nadie.
¿Entonces qué pasó conmigo? La vida seguro no me tenía preparado lo mismo, pero ahora es mi turno de salir adelante como pueda.
—Mmm, bastante bien. Lejos de la prisión todo es diferente, aquí se respiran mejores aires —respondí.
—Me da gusto que seas feliz —sonrió.
—En realidad aún no he encontrado mi felicidad, pero digamos que estoy relativamente bien. Al menos tengo salud —me encogí de hombros.
Mamá rió por lo bajo. Fue ahí cuando me di cuenta que algo no iba bien con ella, su rostro se veía deteriorado, no por su edad porque suele utilizar muchas cremas, sino que se ve muy pálida y su mirada es cansada.
¿Será verdad lo que dijo Anna?
"Enfermó por tu culpa"
Espero no sea verdad porque no me lo perdonaría, Iduna no tiene que pasar por eso, es mi vida y mis problemas, ella no puede sufrir por ellos.
Camino hacia ella y me ubico a su lado, luego le doy un beso en la mejilla como solía hacer cuando era una chiquilla. Ella atrapó mi mano entre la suya, sentí algo de frialdad por su piel, esto era extraño, no solía estar tan fría antes.
—Todo va bien contigo ¿verdad? —dije, esperando una afirmación.
—¿Por qué no debería de estarlo? —evadió mi pregunta, esa es su forma de mentir.
—Por nada —desvié la mirada —Y ¿a qué has venido, mami?
Acaricié su cabello castaño y noté que algunos de sus cabellos se estaban tornando blancos, puede ser por la edad o por lo que dicen por ahí, que es estrés.
—A cuidar de ti, de mi princesa.
—No me llames princesa —respondí con seriedad.
Él siempre me llamó así justo cuando me golpeaba con crueldad. Además las princesas son débiles y manipulables, yo soy más que eso soy una reina, o también podría catalogarme como una guerrera, porque sobrevivir al infierno no es para cualquier idiota.
—De acuerdo —contestó, sutil —¿Tienes hambre? —desvió la conversación.
—¿Qué pretendes, madre? —continué con aquel tono seco —Anna te dijo todo ¿verdad? Has venido a cermonearme como lo hace ella y papá —me levanté de la silla —Atrevete a negarlo.
Mamá se colocó a mi altura y acarició mi rostro, accedí a su toque y esperé sus excusas.
—Linda, mami quiere consentirte —apretó mis mejillas —Solo eso. Yo entiendo que quieras estar sola, pero no vas a rechazar a quien te dio la vida ¿verdad?
Se cayó de mi cara la máscara de dureza que tenía puesta gracias a sus palabras, solo esta mujer sacaba lo mejor de mí y la amo por eso.
Le sonreí y la abracé de nuevo, es verdad, contra sus caricias no puedo. Sé que la defraudé, pero su amor es tan grande que puede perdonar sin pensarlo, quisiera ser como ella, pero yo soy algo diferente, hay una parte de mi vida que está mal.
(...)
—Taraá —canturreó mi mamá con un gran pastel entre sus manos.
Desde la mesa reí y recordé como hace muchos años hacía eso para mí, en mi cumpleaños o porque solo quería complacer mis caprichos.
Ella dejó caer un plato frente a mí con un gran trozo de pastel de chocolate, mi sabor preferido. Luego, se sentó a mi lado.
—¿No crees que esta casa es muy grande para ti sola? —preguntó mirando el cielo oscuro por la ventana.
—No, es agradable, además el vecindario es tranquilo. Pocos tenemos el privilegio de vivir fuera del bullicio de la ciudad —probé el pastel.
—Si tú lo dices —vaciló.
—Ay ya, no te preocupes —Sonreí y le esparcí algo de pastel en las mejillas.
—¡Oye! —se quejó —Niña traviesa —me atacó con una dosis de crema de pastel.
Jugamos entre nosotras como un par de niñas hasta que un grito de auxilio me llamó la atención. Pensé que el vecindario era tranquilo.
—¿Escuchaste eso? —le pregunté.
—Sí, viene de la casa del lado.
Me levanté de la mesa y sin siquiera avisarle salí de la casa. Algo dentro de mi cuerpo se activó, como un sexto sentido, los gritos de auxilio de una mujer resonaron en mi mente. Un fuerte dolor de cabeza me azotó al recordar las cientas de veces en las que yo grité y nadie pudo ayudarme.
Corrí hacia la casa que estaba en seguida de la mía, pude escuchar con más claridad los gritos. Mi pulso se aceleró de pronto. Como una criminal –y es que lo fui- traté de abrir la puerta para salvar a la pobre mujer, pero tenía seguro. Sin embargo, recordé que en las casas de los ricos guardan una llave en las macetas.
Di en la diana cuando encontré una linda planta al lado de la puerta, atrapé la llave de cobre y abrí la puerta, a pesar de que mis manos temblaban sin cesar.
—¡Déjame! —escuché de nuevo.
Imaginé a la Elsa del pasado suplicándole por su vida a una maldita bestia sin sentimientos.
Me abrí paso entre los pasillos, sin interesarme que estoy en una propiedad privida y que entré como una vil ladrona, pero un repentino impulso me hacía continuar sin temer.
Detuve mi caminar cuando encontré a una pareja de esposos discutiendo, sin embargo, él estaba sobre ella y la estaba... Golpeando. Como Tadashi hacía conmigo, así de cruel. Ella me miró por encima del hombro de su esposo y me envió una implícita súplica, en realidad fue su mirada la que me hizo actuar, ella estaba atemorizada.
Busqué con mi mirada algún arma con qué golpear al opresor, él aún no notaba mi presencia, un punto a mi favor. Me hallaba en la sala de la casa, tenía muchas armas a mi alcance, pero un antiguo adorno me llamó la atención. Me moví en silencio y con cuidado hacia un lado de la sala.
Atrapé entre mis manos una barra que simulaba, o que era, como los cetros que usaban los reyes en la antigüedad.
No me tembló la mano cuando atravesé el cuerpo del esposo con la punta del cetro, una visión perturbadora, pude notarlo al ver como la esposa abría los ojos como platos y se levantaba con rapidez.
—¿Qué haz hecho? —soltó, asustada.
Vi el cuerpo sangriento del señor y con descaro sonreí, una fuerza sobrenatural me acogió, ella no me dejaba sentir arrepentimiento, porque en realidad liberé a una desdichada alma de su demonio.
—Diría que lo hice por inercia, fue un impulso, pero veale el lado bueno no tendrá que sufrir mas sus maltratos. En el infierno no tendrá a quién golpear —respondí sin perder de vista al hombre desangrándose poco a poco.
—¡Pero él dijo que cambiaría! —gritó a mi lado.
—¡Yo pensé lo mismo y mira mi maldita cara! —señalé mis mejillas —¡Estas putas marcas son por sus golpes! ¡Ni las cicatrices, ni los recuerdos se borrarán nunca! —vi su cuerpo estremecer de miedo —¡No debió creer sus mentiras, ellos solo buscan destruirte, no te aman te odian!
—¡Él sí lo hacía, solo que no sabía cómo demostrarlo! —objetó.
—¡Mentira! ¡Su estupidez solo la hubiera llevado a una muerte segura! ¡Pero la he salvado! —celebré esto último.
—¡No! —sollozó y se tiró hacia el cadáver de su esposo y lo abrazó.
No aparecieron respuestas en mi mente de por qué lo hizo, después de que él la maltrataba, es una tonta.
—¡Imbécil!
—¡Asesina! —me gritó con mucho odio.
Ahi desperté del trance en el que estaba y comprendí que sí era una asesina y que me había dejado llevar por la venganza y los recuerdos, que caí en la tentación de la sangre, de ver a un demonio desangrarse ante mis ojos como pasó con Tadashi Hamada.
Abrí los ojos de par en par y me abracé a mí misma, sin embargo, no podía desviar la mirada de ese hombre y de su esposa manchándose de su sangre todo por abrazarlo y darle su último adiós.
La palabra asesina se repitió una y otra vez en mi cabeza. Cubrí mis oídos con mis manos tratando de no escuchar mas esa voz en mi interior y solté un grito agónico y desesperado. No tuve mas opción que salir corriendo de esa maldita casa.
Pero cuando las luces de la calle iluminaron mis manos pude notar que estaban manchadas de sangre a pesar de que no toqué a ese tipo. Sin esperarlo inicié a llorar sin consuelo y una silueta se atravesó en mi camino cuando traté de escapar, era él y me sonreía con descaro.
—¡Vete! —le dije a la imagen de Tadashi que se había escapado de mi cabeza.
—Asesina —susurró con maldad.
—¡No! —corrí en dirección contraria a la del espectro.
Unos brazos me atraparon cuando menos lo esperaba.
—¡Elsa, ¿qué haz hecho, mi niña?! —escuché la voz de mi madre muy lejana.
La miré a los ojos pero no pude soportar su mirada entristecida, no quiero verla así, no quiero.
—¡Déjame! —me solté de sus brazos y me alejé de ella —¡Quiero estar sola!
Di media vuelta y salí corriendo a toda velocidad. Eché mi mirada hacia atrás para ver a mi mamá caer de rodillas contra la acera, pero no me importó seguí corriendo sin pensar en nada ni en nadie.
Pasaron los minutos, el cuerpo me exigía descanso, ya me estaba ahogando con mi propio llanto pero no quería detenerme, quería correr hasta que cayera al suelo sin vida, sin suficiente aire para oxigenar mi cerebro. Acabaría con todo de una vez por todas.
Mi intento de suicidio se vio interrumpido por unas luces que me cegaron y me hicieron detener en seco. Era un auto que se detuvo a mitad de la calle y del que salieron varios hombres encapuchados y se tiraron contra mí. Corrí lejos de ellos, pero ya estaba muy cansada así que me atraparon en segundos.
—¡Aléjense de mí! —dije con dificultad y traté de soltarme.
—Tranquila, irás a un lugar mejor, mi reina —habló una voz varonil en mi oído.
Después lo último que sentí fue un potente golpe en mi nuca y como mi cuerpo perdía fuerza y mis ojos se cerraban lentamente. La oscuridad me envolvió...
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