En busca de respuestas

—Te crees muy fuerte encima de mí, pero ya verás con quien te estás enfrentando —continuó amenazando.

Seguíamos en la misma posición, yo encima de ella. Pero, las cosas cambiaron cuando a ella se le ocurrió levantar su pelvis para tirarme hacia adelante, estuvo cerca de que mi mentón se golpeara contra el suelo pero alcancé a colocar los brazos a tiempo.

Sentí sus manos tras mi espalda. En poco tiempo me topé con su rostro cerca del mío y sus brazos abrazando mi espalda con fuerza, me tenía inmovilizado.

—No te han dicho que tienes unos ojos muy lindos —susurró cerca de mis labios, pude sentir su aliento en mi boca.

Sonreí, envolviéndome en su juego seductor.

—Pues gracias —respondí.

Vi como mordía su labio inferior y como me apretaba más hacia ella. Nuestros rostros estaban más cerca que nunca, nuestras respiraciones agitadas se entremezclaron y bastaba un solo movimiento para que nuestros labios se unieran. Se me presentó una oportunidad bastante clara.

Dibujé otra sonrisa en mis labios y sin que ella lo esperara atrapé sus labios en un beso ardiente, ella se sorprendió pero me aceptó el contacto. Sentí que su agarre en mi espalda se debilitó, justo lo que necesitaba, tenerla a mi merced. Mi mano derecha comenzó a juguetear con sus cabellos y después descendió por su cuerpo hasta detenerse en su cintura. Ella gimió en mi boca.

Me atreví a meter una mano por su camisa y acaricié su espalda para hallar allí mismo un arma en su pantalón. Sin embargo, algo pasó por mi mente: ¿por qué no la usó antes conmigo?

Elsa se dio cuenta de donde estaba mi mano y la atrapó con la suya. Nuestros labios se separaron y lo siguiente que sentí fue un empujón de su parte. Me alejé de ella, jadeante y le sonreí para hacerla enojar aún más. Me fulminó con la mirada y limpió sus labios con las yemas de los dedos.

—¿Qué? ¿No te gustó? —me burlé.

—¡Eres un cabrón, abusivo y manipulador! —espetó.

Solté una risa.

—Pero bien que sí dejaste que te besara, pudiste apartarme y no lo hiciste. Acéptalo, Elsa, te encantó —continué insistiendo.

Rodó los ojos y acomodó la blusa blanca que tenía puesta. Su traje era bastante llamativo: la blusa junto con un chaleco negro que cubre su pecho, unos pantalones de color gris y un cinturón negro que rodeaba su cintura, en sus manos tenía un par de guantes negros que cubrían sus dedos, si no supiera su verdadera identidad la confundiría con una de nosotros a pesar de que no tenga placa.

—Te crees muy gracioso ¿eh? Borraré esa sonrisa estúpida de tu boca —cerró los puños.

Me coloqué en posición de batalla, ahora si estaba bien cabreada seguro me golpeará con toda su fuerza. Furibunda me atacó con sus puñetazos y patadas, la mayoría las esquivé, pero algunos golpes me dejaron adolorido. Al principio solo me defendí, pero después la ira me movió a mí también así que terminé devolviéndole los golpes, sin embargo, ella volvía y me atacaba como si su energía fuera ilimitada.

Nos separamos con la respiración acelerada, con mi mano limpié el sudor de mi frente y la miré con odio, ella me contestó con una sonrisa.

—¿Seguimos? —inquirió con una ceja en lo alto.

—Hasta el final.

Inicié lanzándole un puñetazo a la garganta, ella sujetó mi brazo antes de que rozara su piel justo en el lugar donde el pedazo de madera me cortó, después de ello me propinó un codazo en el brazo. El dolor se sintió en todo mi brazo, retrocedí y solté un gemido de dolor, acaricié la zona afectada.

—¡Perra! —se escapó de mis labios.

Regresé ante ella sin ningún ápice de miedo y con mi mano buena atrapé su cabello y comencé a tirar de él. Elsa volvió a sujetar mi mano pero esta vez no dejé que me hiciera daño de inmediato coloqué mi puño en su ojo. Eso si debió dolerle.

Di un paso hacia atrás. Observé como sostenía su rostro con la mano cubriendo su ojo derecho, cuando decidió quitar la mano vi que en toda esa zona un color morado reemplazó el blanco de su piel. Su rostro ya no se veía tan bello como antes.

Gritó enfurecida y me mostró sus dientes como lo haría una fiera salvaje.

Corrió hasta mí y en un movimiento casi imperceptible me pegó una patada en la cara y de inmediato remató con otra en mi costado. La muy desgraciada me desestabilizó muchísimo, no me imagino como debe estar de maltratado mi rostro todo por obra de una maldita demente.

Me acorraló contra la pared y colocó sus manos sobre mi garganta y comenzó a apretar con fuerza, tratando de ahogarme. Atrapé sus muñecas, pero no pude soltarme, ella ejercía más presión de la que creí. Me estaba quedando sin oxígeno y casi sin visión, lo único que podía contemplar era su mirada oscurecida por la rabia y su ceño fruncido.

Sin embargo, en el último instante me soltó, pero para darme un puñetazo en el estómago, con eso sí que me quedé sin aire y caí al suelo debilitado. Abrí y cerré la boca en búsqueda del preciado oxígeno que escaceaba en mi interior. Incluso traté de hablar sin poder conseguirlo. Parpadeo una y otra vez para recuperar mi visión, pero por ahora seguía borrosa.

El aire poco a poco volvió a mis pulmones, solo que mi fuerza seguía menguada. Desvié mi mirada hacia la mujer que tanto dolor me había hecho sentir, ella se alejó de mí y la vi levantar una silla de madera en sus brazos. Abrí los ojos como platos cuando la dejó caer sobre mi cuerpo, el dolor en mi ser se incrementó. Grité de dolor.

Pasó una mano por su cabello y me miró directamente a los ojos.

—Ningún hombre volverá a hacerme daño y menos un puto policía como tú —escupió.

Como pude me reincorporé, quedando sentado en el suelo. Abracé mi abdomen y volví a parpadear para verla mejor.

—Eso es lo que se merece una asesina como tú —le devolví el insulto.

Pisó el suelo con sus botas haciendo un sonido sordo que me estremeció. Sus puños se abrieron y se cerraron continuamente, se estaba controlando. Pero no resistió lo suficiente porque regresó a mi lado y cerró mi boca con un puñetazo, mi cabeza se golpeó contra la pared. Elsa se acomodó frente a mí y agarró mi camisa entre sus manos.

—Escúchame, imbécil. No conoces nada de mí así que es mejor que guardes silencio porque he decido perdonar tu vida, no lo arruines —murmuró a pocos centímetros de mi rostro.

—¿Qué pretendes que diga? ¿Gracias? —me incliné hacia su cara —Jódete.

Con las pocas fuerzas que me quedaban sostuve un trozo que quedaba de la silla y con ello le corté el brazo, gritó enojada, pero aún no había concluido; con mis manos abiertas le pegué en los oídos, eso seguro la dejaría fuera de juego.

Se arrastró hacia atrás, aturdida. No fui benevolente y en seguida me tiré encima suyo, intentó pegarme, pero antes de ello le di una bofetada en el rostro, volvió a gritar y más cuando enterré mis dedos entre la herida de su brazo, asi como ella hizo conmigo, ahora estábamos en igual de condiciones.

Le robé el arma de la cintura y se la puse en el pecho. Su mirada se perdió en la mía y su pecho subía y bajaba continuamente. Levantó las manos a sus costados, símbolo de rendición.

—¿Debería perdonarte la vida? —jugueteo con el arma pasándola por su cuello hasta su pecho. Elsa se quedó callada —Comienzo a dudarlo, te comportaste como una niña mal criada conmigo.

Dejé caer el cañón de la pistola sobre sus labios rojos, tanto como la sangre que emanaba de su brazo. Pensé en darle su estocada final, pero ella tenía mucho qué decirme.

—¿Tú qué dices? —le insté y retiré el arma de su boca.

Soltó un suspiró y cerró los ojos.

—Soy muy joven para morir y tampoco creo que tú seas capaz de apretar el gatillo —me retó.

—Tú tampoco me conoces lo suficiente.

—Me encantaría saber todo de ti, pero las circunstancias no me permiten entablar una conversación amable contigo. Qué lástima —regresó la mujer seductora dejando atrás a la salvaje y agresiva.

—Quizás en prisión puedas conseguir amigas —Sonreí.

Ella negó con la cabeza.

—Yo allá no vuelvo, cariño.

Tiró su mano derecha hacia el cañón de mi arma y desvío la trayectoria de la bala que se escapó de la pistola. No se quedó quieta sino que situó su pie en mi cadera y me empujó, la otra pierna la pasó por detrás de mi cabeza y tiró de mi brazo al levantar la pelvis. Mi codo quedó estirado y los tendones de mi brazo comenzaron a tensarse causándome dolor.

Me giró con su cuerpo hacia un lado, y robó mi arma. Se reincorporó y desde arriba me apuntó con el revólver. Ahora ella tenía las riendas de la pelea, yo solo me quedé sentado en el suelo acariciando mi brazo lastimado.

—¿Vas a matarme? —pregunté, adolorido.

—Me daría mucha satisfacción —respondió.

Sin embargo, noté en su mirada la duda. Su mano sostenía con fuerza el arma con ganas de asesinarme, pero sus ojos me mostraban lo contrario. Con gusto me quedaría debatiendo en si me va a matar o no, pero ya he perdido mucho tiempo. Lo más rápido que pude saqué mi arma de electro choque de mi pantalón y sin pensarlo mucho le disparé en el pecho.

—H... Hijo de puta —espetó antes de caer al suelo.

Me levanté del suelo y vi como era sometida por la electricidad hasta que por fin quedó inconsciente.

—Siempre funciona —guardé el arma y recogí mi gorra para luego colocarla de nuevo en mi cabeza —Vaya, si que me causaste problemas —observé su rostro maltratado —Vámonos, linda.

La levanté y la coloqué sobre mi hombro derecho, teníamos mucho que hablar en el departamento de policía.

(...)

—Esa mujer te hizo pedazos —rió Gogo a mi lado.

Giré los ojos.

Ella estaba curando mis heridas mientras que yo le observaba. Hace una hora llegamos al departamento, lo primero que hice fue buscarla para contarle mi hazaña, ella se burló de mi estado, e hizo énfasis en que solo era una chica quien me golpeó, pero no era cualquiera.

Por otro lado, cuando logré llevarme a Elsa en brazos me encontré a mi tío con los ojos bien abiertos, primero me reprendió por inmiscuirme en la misión, pero después aceptó que había hecho un buen trabajo al capturarla. Ahora mismo están esperando que despierte para interrogarla, eso no me lo puedo perder.

Norte me dejará estar presente cuando comiencen a hacerle preguntas, sin embargo, no puedo hablarle, pero tendré otra oportunidad para sacarle las respuestas que busco, en completa soledad.

—Resultó ser bastante fuerte, ágil, rápida e inteligente —le respondí.

Gogo pasó un paño con agua fría por mi pecho; tenía varios moretones por todo el cuerpo, ella trató de limpiar los estragos de la encarnizada lucha. Mi amiga siempre hacía lo mismo cada que yo llegaba herido de cada misión por eso le guardo mucho estima.

—Fue algo violenta ¿no lo crees? —sonrió de lado y colocó una cura en mi mejilla.

—Solo un poco —desvié la mirada hacia mi brazo herido, Gogo ya cambió la venda empapada en sangre.

No pude evitar pensar en Elsa, ella también terminó llena de heridas, pero se merecía todas ellas por ser una criminal.

—Cabe recalcar que tu tío se ve satisfecho con tu trabajo, sin importar que desobedeciste sus órdenes —afirmó algo que yo ya sabía.

Solté un suspiro y me levanté de la silla en la que estaba, Gogo se hizo a un lado y me miró con extrañeza. Busqué mi camisa y me la coloqué encima mientras que ella me observaba.

—Ya debió haber despertado —dije al mismo tiempo en que abotonaba mi camisa —Norte no tendrá piedad con ella, ya conoces como trata a los delincuentes que guardan una información muy importante.

—Pobre chica —negó con la cabeza y recogió todos los implementos médicos para guardarlos en un maletín.

Me despedí de ella y salí por la puerta, en el pasillo me encontré a mis compañeros, quienes me felicitaron por la captura de la reina de las nieves, yo solo pude sonreír, por fin estaban valorando mi trabajo después de tantos años.

Seguí caminando hasta detenerme frente a la habitación en donde estaba Elsa. Alcancé a escuchar gritos desde afuera, era mi tío, seguro ya había comenzado con el interrogatorio. Entré y, en efecto, Norte estaba frente a la rubia gritándole cosas en la cara.

Decidí quedarme en la esquina de la habitación, observando a detalle la situación. Elsa estaba atada a una silla y miraba a mi tío con una sonrisa socarrona, con eso pude darme cuenta que ella sólo va a jugar con él y que le costará sacarle información.

—¡Dinos ahora mismo dónde está Pitch Black! —mencionó mi tío.

Una mesa lo mantenía separado de la asesina, pero dejó caer sus grandes manos para llamar la atención de ella.

—No lo haré, policíaescupió.

Su mirada se desvió hacia mí, se quedó viéndome a los ojos por unos segundos, pero después me fulminó con la mirada para volver a ver a mi tío.

—Guardar silencio no te servirá, niña. Mejor danos la información que necesitamos y tu sentencia no será tan severa —negoció Nicolas más tranquilo que antes.

—Yo diría que no soy la persona indicada para darle lo que quiere —objetó.

—¡Claro que lo eres! —él golpeó la mesa con fuerza, volviendo a ser el hombre enojado y temerario —¡Eres su mano derecha, y no me sorprendería que fueras su puta preferida!

Elsa frunció el ceño.

—¡Se equivoca, cerdo, yo no soy la puta de nadie! —gritó.

Desde mi posición podía notar el enojo tan grande que sentía ella, sus puños estaban cerrados y algunas venas resaltaron en su piel. Me di cuenta de que su brazo sangraba gracias al corte que le hice, pero al parecer no le preocupaba mucho eso, sino mantenerle la mirada a mi tío.

—Llevamos veinte minutos charlando y nada que quieres colaborar ¿quieres que sea por otros métodos? —preguntó Norte.

—Inténtelo de la forma que quiera, no hablaré —contrapuso la chica.

—Bien, entonces así será —volteó a verme —Vigílala, sobrino. Si se escapa, lo pagarás —susurró esto último en mi oído.

Vi su cuerpo desaparecer por la puerta. Quedamos Elsa y yo solos en la habitación, claro que nos vigilan a través de las cámaras de seguridad.

—Cuanto daría para estar libre de estas esposas y poder romperte el cuello —me amenazó.

Sonreí y me senté en una silla frente a ella, luego coloqué mis manos sobre la mesa y entrecruce los dedos. Me quedé viendo su rostro contraído en una mueca de enojo.

—Lo siento, pero tu deseo no podrá ser cumplido —afirmé —Además, matarme solo te traería problemas, unos quince años más de cárcel. No te conviene.

—Tú no sabes lo que me conviene, no me conoces. Solo quiero que sepas una cosa, te odio como a nadie.

—Mmm, en realidad no me importa lo que sientas por mí —jugueteo con mis dedos —Yo estoy libre y tú no.

—No cantes victoria, cariño. Quizás lograste detenerme unos minutos, pero cuando me liberen esta vez no voy a titubear y te voy a incrustar una bala en el cráneo ¿Qué piensas de ello? —se inclinó hacia mí.

Solté una carcajada y me recoste sobre la silla. Me atreví a colocar mis manos tras mi nuca, dándole a entender que no podrá siquiera tocarme.

—Fantaseas demasiado, linda.

Me levanté y rodeé la mesa para quedar a su lado, luego se me ocurrió acariciar su cabello rubio despeinado. Ella se molestó, pero no pudo hacer nada para detenerme. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y respiré en su nuca, se incómodo bastante.

—No sabes lo que te espera, Elsa —susurré en su oído. Su cuerpo se estremeció.

—No le temo a nada —contestó.

Reí de nuevo.

—¿Ni a la muerte? —pasé una mano por su garganta, ella tragó saliva.

—Dije que a nadarepitió.

Pero que ilusa es, Norte le va a sacar la información de la manera más violenta posible, pobre de la reina, no sabe lo que le espera...

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