El par de traidores
Jack
Espero a Elsa cerca del auto. Ella estaba teniendo una emotiva despedida con sus padres, llena de lágrimas y abrazos, bastante cautivador.
Miré el reloj de mi muñeca, faltaba poco para que llegara la hora de llevarla al departamento, y si no llegaba a mi tiempo Norte me iba a matar. Hace un par de horas dejó muy en claro que si no cumplía sus órdenes definitivamente me echaría de la policía, no quiero perder mi trabajo, es de lo que vivo. Entonces haré lo que sé hacer y no volveré a fallarle.
Muerdo mi labio, algo enojado. No quiero incomodar a los señores Arendelle, pero Elsa se está tardando más de la cuenta. Suelto un suspiro y me resigno a esperarla recostado sobre la patrulla.
Espero con ansias el momento en que la encarcelen por criminal y por mentirosa, lo que me hizo hace un momento nunca se lo voy a perdonar, ocultó la identidad del asesino de mi novia, lo encubrió porque como es una de ellos tiene que protegerlo. Maldita.
Me da gusto saber que voy a ser el encargado de llevarla ante la justicia y pagará por todo lo que hizo.
La vi acercarse a mí, pero volteó para ver a su familia.
—Lo siento —gritó como despedida. Ellos se despidieron agitando la mano, vi a la segura Iduna llorar en el hombro de su esposo, de verdad la querían mucho, pero les salió asesina la niña, qué triste.
Esto me lleva a una pregunta ¿por qué se convirtió en lo que es ahora? Pude notar en estas cuatro horas que su familia era muy unida y que la amaban demasiado, ¿qué motivo la llevó a ser una asesina? No entiendo, pero no debe importarme lo que le pase, no significa nada para mí.
Dio media vuelta y se me quedó viendo, sus ojos estaban cristalizados, estaba a punto de echarse a llorar, pobre. Extendió sus manos frente a mí y le coloqué las esposas que la mantendrían atada. Nuestras miradas volvieron a cruzarse. Enarqué una ceja y sonreí.
—Es hora de irnos, Reina, le espera una larga condena —me burlé. Elsa rodó los ojos.
Le ayudé a subir a la patrulla para luego tomar el volante, encendí el auto y nos marchamos de la mansión. Otra patrulla nos siguió por si a esta loca se le ocurre escaparse de nuevo.
—Será divertido ir a prisión, tendrás muchas amigas con quién hablar —seguí hablando mientras que conducía. A través del retrovisor vi que me fulminaba con la mirada —¿Vas a aplicarme la ley del hielo, mi reina?
—No hay nada interesante que tenga que hablar contigo —escupió su veneno —Has de estar muy feliz de verme aquí ¿verdad?
—Claro que sí —respondí, sonriente.
Elsa soltó un bufido y se acomodó cerca de la ventana para no verme a los ojos. Dejé escapar un suspiro y continué manejando. Decidí que hablar con ella sería un desperdicio de tiempo, terminaríamos discutiendo y no quiero amargarme el rato de regocijo por verla tan vulnerable.
Encendí algo de música para amenizar el viaje. Seguí el ritmo de la canción con mis dedos sobre el volante y contemplé mi panorama. Ya era de día y el sol apenas si estaba saliendo. Me parece que este día será excelente.
Un fuerte estruendo tras de nosotros me trajo a la realidad. Miré en los espejos del auto la patrulla que nos seguía, pero noté que ya no estaba, en su lugar una camioneta negra estaba tras nosotros. Esto se está poniendo feo.
Aceleré a fondo, llamando la atención de Elsa. Tenía que saber si me estaban siguiendo, cambié de vía y ellos también lo hicieron, entonces vienen por nosotros, o precisamente por ella.
—¡Oye, ¿qué te pasa idiota? ¿Por qué vas tan rápido?! —chilló tras de mí.
—Sujétate fuerte, este será un viaje bastante largo —aseguré.
—¿Qué?
Dejé de ponerle atención cuando la camioneta negra nos empujó hacia adelante, cambié de carril, en contra vía y pasé varios autos frente a mí, sin embargo, ellos seguían tras nosotros.
Por un momento perdí el control del auto y comenzamos a movernos violentamente. Atrás Elsa gritaba que era un idiota y se golpeaba con la ventana cada vez que giraba rápido.
—¡Mierda! —musité, enojado.
Mis ojos se abrieron como platos cuando comenzaron a dispararnos, no tenía refuerzos así que estaba jodido, tampoco podía dispararles también porque estaba al volante y si lo soltaba nos matábamos. La única manera era tomar otro camino y tratar de perderlos.
—Vienen a matarme —oí que dijo Elsa.
Me di cuenta que estaba mirando hacia atrás con una mueca de miedo, no sabía que ella sentía eso.
—No lo harán —le prometí.
Sonó otro disparo, esta vez más cerca. La bala impactó en el vidrio de atrás y por poco le da a la rubia, pero ella alcanzó a moverse a un lado.
—¡Carajo! ¡Debemos perderlos, Jack! —me gritó.
—¡Ya lo sé, pero me está costando! —respondí, frustrado.
—¡Eres un imbécil, déjame conducir a mí, lo haré mejor! —ordenó.
—¡Estás loca, claro que no te dejaré al volante! —negué con la cabeza.
Elsa gritó enojada y como pudo se soltó del cinturón para ubicarse en el asiento de copiloto, a mi lado.
—¡Dirígite al sur, debemos dejarlos atrás o nos van a matar a los dos! —señaló con su dedo —¡Y quítame estas cosas! —sacudió las esposas.
Desvié mi mirada hacia ella.
—¡Jódete! —regresé mi mirada hacia el frente.
Giré hacia la izquierda, asustado. No sé en qué momento volví a cambiar de carril y por poco nos estrellamos con un camión, eso estuvo muy cerca. Mis sentidos estaban fallando y la ansiedad me estaba haciendo sentir mal, mi corazón galopaba en mi interior, esta persecución parecía de película.
De pronto noté que Elsa se acercó a mi lado y sin que pudiera evitarlo sacó mi arma de dotación de mi pantalón.
—¡¿Qué haces?! —exclamé.
—¡Si tú no puedes dispararles yo sí! —afirmó y volvió a su lugar.
Sacó parte de su cuerpo por la ventana y comenzó a dispararles a quienes nos seguían. Esa mujer estaba bastante loca y era una arriesgada, el tipo de mujeres que me fascinan, pero sigue siendo una asesina.
Por quedarme viendo su trasero me distraje y de nuevo un auto se atravesó en nuestro camino. Moví el auto a un lado y en el último segundo alcancé atrapar el cinturón de ella y tirarla hacia mí antes que se saliera por la ventana. Terminó sentada sobre su silla y yo maniobré para volver a tener el control.
—Me salvaste —murmuró, sorprendida —Gracias.
—Olvidalo, asegura el cinturón a tu cuerpo, quiero llevarte viva al departamento de policía.
Llegamos a la autopista, allí avancé con velocidad, más de la establecida.
—¡Mierda, mira a tu izquierda! —me indicó.
Hice lo que dije y me di cuenta que otro vehículo estaba a nuestro lado y cuando miré hacia la derecha vi otra camioneta. Ahora si nos tenían acorralados. Ambos autos se pegaron al nuestro y comenzaron a hacerme perder el control del volante y sacarnos del carril.
El copiloto del auto de la izquierda me disparó, pero me agache a tiempo. Elsa le disparó en la cabeza y lo noqueó, luego observé que le dio al conductor del auto de la derecha, ellos se salieron de la carretera y dejaron de perseguirnos. Uno menos, quedan dos.
Giré el volante hacia la derecha tomando el lugar del vehículo anterior, la presión a la que nos tenían fue menguada y me pude sentir más libre para manejar por la autopista.
—¡Ay no, me quedé sin balas! —anunció la rubia —¡¿No tienes una mejor arma? Nos van a matar!
—En la maleta que tienes a tus pies hay un rifle, junto con municiones y la llave de las esposas —le indiqué —Ten cuidado, no te voy a salvar de nuevo.
Me fulminó con la mirada para después sacar la llave y soltarse de las esposas, luego sacó el rifle.
—¡Esto sí que es una belleza! —chilló de emoción y después le apuntó al auto de la izquierda —No te muevas.
Dejó escapar la bala que pasó muy cerca de mi rostro para después incrustarse en la parte delantera del auto, este empezó a incendiarse, seguro le dio en el motor. Está demente, pero funcionó su estrategia.
—¡Loca! —le dije con una sonrisa en mis labios. Ella se echó a reír.
—Queda uno ¿verdad? —preguntó con emoción.
—Sí.
—Dejamelo a mí —sonrió.
Pero su sonrisa se borró cuando un auto se nos vino de frente y se estrelló contra nosotros. Lo ultimó que vi fueron los ojos de Elsa llenos de terror.
(...)
Desperté en medio de una habitación que no tenía mucha luz. Vaya, creo que estoy vivo, ¡mierda, estoy vivo! ¡Qué locura!
Miro a mi alrededor y noto que estoy atado en una silla, esto no me da buena espina. Un fuerte dolor de cabeza me hace quejar de dolor. Volteo y veo a Elsa amarrada igual que yo a un metro de mí, ella continuaba inconsciente y con un golpe en la cabeza.
¿Será que murió?
—Elsa, Elsa —le llamé.
Poco a poco abrió los ojos y parpadeó para después mirarme con los ojos bien abiertos.
—¿Seguimos vivos? —preguntó, asombrada.
Solté una risa nerviosa.
—Creo que sí, pero nos han capturado y... No sé qué harán con nosotros —susurré entre risas —Eso fue divertido y a la vez arriesgado, me refiero a nuestro viaje.
—Si que lo fue ¿no te duele la cabeza?
—Un montón, pero me da gusto no haber muerto en manos de ellos. Ahora tenemos que encontrar una salida —le eché un vistazo en busca de opciones.
—¿Tenemos? Ese golpe en la cabeza te dejó mal ¿eh? —sonrió.
Creo que tiene razón, me estoy dejando llevar por la conmoción.
—Un poco —se me ocurrió decir —¿Cuánto tiempo llevaremos aquí? Ya no siento las manos.
Traté de mover mis muñecas, pero estaban inmovilizadas al igual que mis pies, siempre he odiado estar así. Por otro lado, mi mirada viajó por las paredes de la habitación hasta situarse en un reloj antiguo. Me costó, pero logré descifrar la hora.
—No es cierto, son las nueve, pero ¿del día o de la noche? Aquí ni siquiera entra la luz del sol —comenté mas para mí que para ella.
—Estamos en la casa de Pitch, en su sótano, es obvio que no entre la luz, mas que la de la bombilla —respondió Elsa.
Ahora lo recuerdo, cuando trabajaba para él, aquí torturaba a sus víctimas frente a mis ojos. ¿Qué podrá tener preparado para nosotros?
El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mi ensimismamiento. Un par de ojos marrones se toparon en mi campo de visión, junto con una cabellera castaña y una mirada fría. Pero si es mi querido amigo...
—Eugene —habló Elsa interrumpiendo mis pensamientos.
El castaño cerró la puerta y corrió hacia ella para tomar su rostro entre las manos y besar su frente. Parece que estos dos lograron llevarse bien, bueno en realidad están hechos a la medida, un par de malditos criminales.
—Elsa, ¿por qué estás aquí? ¿Qué pasó? —le preguntó, preocupado.
—Tuve un altercado y nos atraparon. Eugene, ayúdame a salir de aquí, Pitch me va a matar —suplicó.
Yo me mantuve en un discreto segundo lugar hasta que Eugene me nombró.
—¿Y qué hacía él contigo? —me señaló.
—Me llevaba a la comisaria, pero antes nos atacaron y aquí estamos.
Eugene me escudriñó con su mirada, para volver a verla a ella.
—Personas como él no son confiables —se atrevió a decir.
—Vaya, qué manera de tratar a tus antiguos amigos, Eugene Fitzherber —me defendí —Pensé que me saludarías al menos.
—Frost, tú y yo no somos amigos, tú nos traicionaste, cabrón —espetó en mi contra.
—¿Frost? —interrumpió Elsa —¿Ustedes dos se conocen?
—Desde hace un año. Él es el traidor que tanto odia mi padre
—¿Qué? —reaccionó con asombro —¿Él? ¿Un simple policía?
—¿Disculpa? —aporté indignado —Jack Frost fue mejor asesino que tú, reina de las nieves. Por lo menos yo nunca me dejé atrapar.
Elsa me fulminó con la mirada junto con Eugene, esos dos si que se parecían. Me imagino que han de llevarse muy bien.
—Te sacaré de aquí, tú te escapas por los pasillos y yo burlo la seguridad de mi padre —le prometió.
Se movió tras ella y comenzó a soltar la cinta adhesiva que cubría sus muñecas, pero se detuvo al ver entrar por la puerta al desgraciado Pitch Black con su séquito de idiotas. Él lo primero que hizo fue mirarme y sonreír.
—Pero si es Jack Frost, qué agradable sorpresa —ironizó —Volviste, traidor.
—Mmm, al parecer —le seguí el juego —¿Cómo has estado, Black? ¿Si se está vendiendo la droga que produces en la fábrica? Ah, lo siento, olvidé que la policía incautó ese lugar, qué lastima, te debió generar muchas perdidas de dinero.
Gracias a la información que conseguí trabajando para él, la policía ha dado un fuerte golpe a su cártel de narcotráfico y él ya no es el más poderoso de los de esta ciudad. Seguro me odia como a nadie.
—¿Te crees muy gracioso? Mala idea, deberías recordar lo que te dije sobre los traidores. Oh, por cierto, lo siento por lo de la señorita Fairy.
Mi sangre se calentó de solo escuchar como se atrevió a hacer mención de ella.
—¡Hijo de puta, la mandaste matar, pero ¿cuál de estos infelices fue? Deseo saberlo! —estallé.
—Qué pena, Jack. Pero resulta que el auto de tu chica no tenía frenos, no fue mi culpa.
—¡Mentiroso, fuiste tú! —reiteró.
—Mmm, conoces a mi hijo Eugene ¿cierto? Él es muy obediente.
Apreté las mandíbulas dentro de mi boca, por fin tenía el nombre que necesitaba. Ese maldito castaño, mi amigo, él lo hizo para joderme la vida, lo sé porque odió tanto saber que yo era policía infiltrado que hasta se le ocurrió perseguirme y tratar de matarme, hasta que me topé con Elsa.
Unas infinitas ganas de soltarme y de estrangularlo movieron mi ser y un furibundo sentimiento de traición me acoge.
—Mucho hijo de puta —susurré.
—¿Saben qué es lo divertido de esta situación? —siguió el pelinegro —Tener a los dos traidores frente a mí, Jack y Elsa, qué gusto me da.
—¡Eres un desgraciado. Te atreviste a mandarme para matar a mi padre. Eso no se vale! —alegó Elsa —¡Yo juré por mi vida que no le dije nada a la policía y era verdad!
—¡Sí, claro! —objetó él —¡¿Y entonces a dónde te dirigias con el traidor? Pues a confesar todo ¿no es así?!
—¡No, yo no tenía pensado hacerlo!
—¡Mentirosa, pero claro que iba a confesar todo, hasta dónde vives! —aporté en su contra.
Ella me volteó a mirar para fuliminarme con sus ojos claros. Luego leí de sus labios que me escupió puto.
—De todos modos a los dos les espera el mismo castigo —anunció —¿Saben? En la antigüedad los traidores era castigados con la horca, yo tengo algo parecido para ustedes.
Un escalofrío sacudió mi cuerpo, eso que dijo no sonó para nada bien. Miré a Elsa y ella tenía el mismo gesto temeroso que yo, incluso su rostro empalideció aún más.
Esta vez no voy a poder escapar como la última vez, Pitch no nos va a perdonar la vida y yo la verdad todavía no quiero morir.
—Padre, con gusto te ayudo a buscar las cuerdas para matarles —sugirió el maldito de Eugene.
—¡Así se habla! —exclamó orgulloso Pitch y le indicó que lo siguiera —Oh, ustedes dos pueden charlan mientras que adecuamos todo para su muerte.
Es un jodido sicópata, pero alguna día estará en la cárcel, así no viva para verlo.
Todos salieron por la puerta, de últimas el castaño, quien miró a Elsa y asintió con la cabeza. Estos dos traman algo.
La puerta se cerró y quedamos en completo silencio hasta que Elsa se echó a reír.
—Vamos a morir y tú te ríes, estás demente —le dije.
—No, cariño, tú vas a morir solito —sonrió.
De un momento a otro vi que en sus manos tenía una pequeña cuchilla y con eso rompió la cinta que rodeaba sus manos. Después pasó a la de sus pies y se liberó para mirarme victoriosa.
Caminó hacia mí, meneando sus caderas y acarició mi rostro.
—Qué lastima que un rostro tan bonito se vaya al infierno, bueno, creo que allá podrás encontrarte con tu noviecita —habló cerca de mi rostro y depositó un casto beso en mis labios —Adiós, Jack, me saludas a Tadashi.
—¿Quién es ese sujeto? —pregunté, pero me dio la espalda y comenzó a caminar —¡Hey, Elsa, no me abandones aquí!
Se detuvo y giró para verme.
—¿Y qué me das a cambio? —enarcó una ceja.
Ay no, seguro voy a perder la dignidad frente a ella...
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