Dosis de amor y celos
Elsa
—Somos novios —respondí sin dudar.
Rapunzel hizo un gesto de sorpresa al igual que Jack.
—¿Lo somos? —susurró a mi lado.
—Claro que sí, no lo dudes, bobo —le dije en su mismo tono de voz.
El rodó los ojos y desvió su mirada hacia mi amiga, que resultó ser la chica con la que estaba hablando por teléfono esta mañana y por la que sentí tantos celos. Suena irónico que Rapunzel sea linda
—Vaya, de verdad no me lo esperaba —murmuró y después esbozó una sonrisa cargada de felicidad —Me da gusto por ustedes y que por fin pudiste liberarte de Hamada.
Rapunzel caminó hasta mí y me envolvió en sus brazos. Hace años que no la veía, ha cambiado su aspecto; cortó su cabello rubio hasta su nuca y luce más estilizada. Además, no ha dejado de contar conmigo y continúa teniendo estima por mí. Sin embargo, no sé si ella sepa sobre qué le sucedió a mi ex marido.
Recibí su abrazo con amabilidad y se lo concedí. Amigas como ella son las que quiero tener toda la vida, fieles a un vínculo de amistad inquebrantable.
—Te extrañé un montón, Punzie —comenté en voz baja.
—Yo también. Tenemos mucho qué hablar, Elsa —susurró en mi oído con un tono preocupante.
Se movió a un lado y rompió nuestro contacto, cuando lo hizo sonrió de oreja a oreja fingiendo ante Jack su preocupación. Luego, se acercó a él y lo acogió en sus brazos.
—Mi querido muñeco de nieve —desordenó su cabello —Has crecido, niño.
—Flor dorada, siempre tan efusiva —comentó con una sonrisa —Feliz cumpleaños —besó su mejilla.
—Gracias —asintió y se separó de él para tomarlo de la mano —Els, me permites hablar cinco minutos con él.
—Mmm, sí —vacilé.
No entiendo por qué me pide permiso, no soy una persona tan controladora como para no dejarlo hablar con su amiga. Es libre de hacerlo si quiere, siempre y cuando... Se porte bien.
Mi amiga asintió y se llevó a Jack junto a ella tomándolo de la mano. Algo dentro de mí se encendió y provocó que frunciera el ceño. No era necesario que lo agarrara de esa forma.
Ay no. Elsa, no te pongas celosa.
De verdad no puedo evitarlo. Rapunzel es una mujer muy atractiva, inteligente, adinerada, el tipo de mujer que quiere cualquier hombre. Sin embargo, es solo su amiga. El problema soy yo que no puedo ver a alguien tocándolo porque me vuelvo una loca.
Respiro profundo y atrapo una copa de vino en mi mano. Quizás esto me distraiga y deje de pensar en cosas que no son. Observo el líquido oscuro del mismo tono del vestido de mi amiga y no puedo evitar recordar que está con él, hablando de yo no sé qué cosas y alejándonos el uno del otro.
No puedo controlar ese impulso de saber qué están hablando y decido caminar en la misma dirección que ellos tomaron. Los busco con la mirada y los encuentro hablando en la esquina del salón, pero noto que Jack tiene el ceño fruncido. Me acerqué otro poco, sin embargo, para que no me vieran me escondí tras una columna y presté atención a su conversación.
Malditos celos, me hacen actuar como una tonta.
—No entiendo ¿qué haces tú con ella? —le reclamó Punzie a mi peliblanco.
Mi ceño se frunció por lo que dijo. No entiendo por qué le habla en ese tono tan grosero. No tiene nada de malo que estemos juntos —exceptuando el hecho de ser contrincantes —pero, de todos modos, es nuestro problema si las cosas salen bien o no.
—Me gusta ¿cuál es el problema? —respondió con los brazos cruzados.
Sonreí al notar que esa sí era la forma de defender lo nuestro.
—El problema es que tú le fallaste hace años cuando no hiciste nada por ayudarla —espetó Punzie.
Esta discusión se estaba tornando extraña. ¿A qué se refería ella?
—Vas a comenzar con eso —rodó los ojos y soltó un suspiro cansado —Te voy a repetir lo que te dije hace seis años: no puedo hacer nada.
—No pudiste y por eso ella cometió una locura.
Mi pulso se aceleró ante la revelación: ella supo lo que hice, pero ¿por qué lo culpa a él? Jack y yo nos conocimos este año, él no sabía nada de mí, a menos que... Me haya mentido.
—Rapunzel, entiende, tan solo tenía diecinueve años y a penas estaba terminando mi curso en la escuela de policía. No podía hacer nada por la chica que me nombraste —mencionó, algo fastidiado.
—Esa chica era ella —contestó muy molesta.
Mi corazón se detuvo en seco. Esa chica de la que hablan soy yo. Jack ya sabía de mi existencia antes de conocerme.
—Claro, pero en su momento no me dijiste su nombre. Solo llegaste como loca a la comisaría y comenzaste a gritar que alguien estaba en peligro, pero nunca dijiste su nombre.
—¡Por que tenía miedo! —gritó.
—¡¿Y qué querías que yo hiciera?! —dijo en su mismo tono.
—¡Que le ayudaras, que la liberaras de ese demonio!
Jack pasó una mano por su rostro y suspiró, después colocó las manos sobre los hombros de Rapunzel.
—Sin su nombre, sin una denuncia y sin que yo tuviera un cargo en el departamento no podía hacer nada —habló, relajado.
No sé en qué momento las lágrimas se habían escapado de mis ojos. Esto me estaba hiriendo más de lo que pensé. Respiré profundo y me forcé a escuchar otro poco.
—Tienes algo de razón. Quizás actué deliberadamente, si te hubiera dicho que era Elsa Arendelle y que su marido la golpeaba, solo tú me hubieras creído. Ese maldito tenía poder y ella tampoco había denunciado —aceptó.
—No tenía el poder para ayudarle, y hoy siento que hubiera hecho algo, investigar al sujeto, vigilarlo o algo parecido, para evitarle tanto dolor, pero era muy joven.
—Lastima que terminó...
—Seis años en la cárcel —me atreví a hablar.
Salí de mi escondite y los enfrenté. Limpié mis lágrimas y fulminé al peliblanco con mi mirada, él me devolvió un gesto de completa sorpresa. Rapunzel apretó los labios y bajó la mirada.
—Elsa... —murmuró Jack.
Levanté una mano y lo silencié.
—No quiero escucharte —dije, dolida —Me cuesta aceptar que tú sabías por lo que viví y no hiciste nada.
—Porque no sabía que eras tú —alegó.
—¡Dije que no quiero que te atrevas a hablarme! —espeté subiendo el tono de mi voz.
—Elsa, es verdad —interfirió Rapunzel —Yo no fui capaz de revelar tu identidad, él no sabía.
—¿Saben? No quiero escuchar a ninguno de los dos.
Di media vuelta y caminé de prisa por el pasillo aguantando las ganas de echarme a llorar, pero necesitaba alejarme de todo esto, de ellos, de la música, del baile, de la felicidad. Necesito estar sola.
Lo primero que se me ocurre es buscar un lugar de la casa en donde poder respirar profundo y digerir tanta información. Conozco esta mansión desde que era joven, Rapunzel y yo recorríamos sus pasillos mientras charlabamos sobre la universidad, ella me hacía sentir como en mi propia casa. Nuestras familias eran muy unidas, por sus negocios y por el afecto que tenían mamá y la de Punzie. Todavía existe una relación entre las familias pero ya no es tan fuerte.
Mis pasos me llevan hasta el balcón que tiene vista al inmenso jardín de la familia Corona. Desde allí observé el cielo y recibí el frío del exterior. Cuando logre calmarme me voy, a estar sola en mi casa.
Coloqué mis codos sobre la barandilla y dejé caer mi cabeza sobre mis manos, luego permití que el llanto inundara mi ser. Estaba completamente sola, así que la única que iba a ser testigo de mi dolor era la luna, nadie más.
Odio llorar, refleja mis sentimientos y me hace sentir débil. Hace mucho me prometí nunca volver a llorar, pero he fallado, últimamente lloro por todo y todo me afecta.
Siento una mano sobre mi hombro, el toque de esa persona me hace respingar y voltear a verle.
—Elsa, hablemos ¿sí? —suplicó.
—N... no quiero —tartamudeo.
—Pero es necesario que aclaremos las cosas —dio un paso hacia mí.
Retrocedí hasta quedar contra la barandilla. No quiero que me toque o que me hable, todo lo que me dice o hace me lastima cada vez más.
—V... vete —sigo sin poder recobrar mi voz.
Frente a él se encuentra una chica insegura, triste, frágil, no la mujer que semanas atrás se enfrentó a él con valentía. Los sentimientos me están confundiendo y debilitando, pero es que ante él soy tan vulnerable.
Jack avanzó hasta quedar a centímetros de mi cuerpo. No pude siquiera moverme, simplemente me quedé viendo sus ojos azules.
—Déjame explicarte —acarició mi mejilla.
—¿Para qué? —sorbí por la nariz.
—Para que entiendas que yo no sabía que eras tú a quien estaban hiriendo. Si lo hubiera sabido hubiera hecho lo posible para salvarte.
—No hiciste nada y ya no importa —desvié la mirada.
—Sí importa. Quiero que sepas que yo no tenía los medios para ayudarte y tampoco Rapunzel fue muy clara con tu caso. Tenías que haber denunciado para proceder con una demanda y que ese imbécil hubiera pagado en la cárcel —atrapó mi mano entre la suya y la apretó —¿Por qué no lo hiciste?
—¿En qué momento? Vivía encerrada, desconectada del mundo.
Mis ojos se volvieron a cristalizar cuando recordé las horas y días que pasaba aislada del exterior. Fue un infierno, del que me pude liberar con un disparo en el pecho de mi verdugo.
Jack pegó su frente con la mía y cerró los ojos.
—Lo siento. No puedo ni imaginarme lo que debiste haber vivido. De verdad, me hubiera gustado ayudarte, pero...
—No se pudo —terminé su frase. Luego, pasé una mano por su rostro. Abrió los ojos y me miró —Perdóname por malinterpretar las cosas, busqué un culpable cuando quien se condenó fui yo sola. Tadashi fue una mala elección.
—No tienes que disculparte —dejó un casto beso sobre mis labios —Mejor dejemos pasar este mal momento y disfrutemos de la noche ¿sí?
Asentí con una sonrisa. Luego, uní sus labios con los míos y lo abracé a mí. Debo aceptar que él no tiene que ver con lo que me pasó y que ahora lo único que él quiere es que yo esté bien, o al menos eso me da a entender con sus atenciones.
Nos separamos por culpa de la falta de oxígeno y nos sonreímos el uno al otro.
—¿Quieres bailar conmigo, preciosa? —propuso.
Nuestros rostros continuaban muy cerca al igual que nuestros cuerpos. Mis brazos rodeaban su cuello y sus manos mi cintura.
—Y si... Vamos a hacer otras cosas —enarqué una ceja y mordí mi labio inferior.
Jack esbozó una sonrisa burlona.
—Qué traviesa eres ¿eh? —susurró —Me encanta la idea, pero no estamos en tu casa.
—En realidad... —objeté —Esta siempre se ha considerado como mi segunda casa.
—Pero no está bien que nosotros estemos en esas mientras que Rapunzel continúa preocupada en el salón.
—Solo serán unos minutos. Nos damos algo de cariño y volvemos con ella —insistí.
Él puso los ojos en blanco y asintió.
—Solo serán unos minutos.
(...)
Nos escondimos en uno de los cuartos de la mansión, el de huéspedes. Allí nos dimos una buena dosis de cariño sin importarnos nada ni nadie.
Obligué a Jack a sentarse sobre la cama y yo me le acomodé en las piernas. Lo primero que hice fue desatarle la corbata roja y juguetear con ella un rato, después le saqué el saco de encima y lo lancé al suelo. Mientras que yo hacía todo eso él me observaba con una sonrisa.
Me lancé a sus labios y acaricié su pecho por encima de la tela de su camisa blanca. No sé cómo me encanta verlo más; con traje elegante o con su uniforme de policía, sin embargo, con cualquiera se ve muy atractivo, aunque, no tan como sin camisa. Pensando en eso, comencé a quitar los botones de la prenda hasta que se la pude quitar de encima.
Pasé una mano por su piel blanca y me grabé cada parte de su cuerpo en mi memoria.
Él permaneció quieto por un rato, dejándome hacer con él lo que quisiera, hasta que se cansó y también comenzó a tocarme. No se pudo aguantar las ganas.
Bajó las tiras de mi vestido y depositó besos calientes sobre la zona. Le di acceso a mi cuello y me dejé llevar por él. Cada que me besa o acaricia caigo en un sueño profundo donde lo único que siento es a él, su calor, su olor. Es sensacional, ni siquiera me permito pensar cuando estoy con él, ni con mi ex marido me había sentido tan plena. ¿Será que este sí es el indicado?
Jack pasó sus manos tras mi espalda y bajó el cierre de mi vestido, luego, me quitó de encima lo que le estorbaba, incluyendo mi sostén. De esa forma tenía acceso directo a mi piel. Incluso, sus manos traviesas acariciaron mi espalda, mi abdomen, mi pecho. Me estaba perdiendo en miles de sensaciones placenteras.
Pero, el maldito destino jugó en nuestra contra y nos hizo separar gracias a un disparo que resonó por toda la mansión.
—Algo anda mal —dije, jadeante.
—Rapunzel...
Me quité de encima suyo y comencé a colocarme las prendas que había perdido. Jack hizo lo mismo. Sin embargo, otro disparo se escuchó en la planta inferior. Apresuré mi paso y traté de regular mi respiración.
—Me ayudas con el cierre —le pedí señalando mi espalda.
Él hizo lo que dije. Cuando volteé ya tenía la camisa puesta y la corbata sin anudar.
—¿Qué puede estar sucediendo? —preguntó, preocupado.
—No lo sé. Pero, déjate así, no tenemos tiempo —dije al notar que ajustaba su corbata.
—¿Y qué pensarán al vernos así? —frunció el ceño.
—Me vale lo que piensen —aseguré.
Tomé su chaqueta y mi bolsa, luego, lo tomé de la mano y salimos por la puerta. En el pasillo no había nadie por lo que nos dio oportunidad para marcharnos antes de ser descubiertos por alguien del servicio.
Le lancé el saco a la mano y busqué entre mi bolsa el arma que siempre escondía allí. La cargué y la sostuve con fuerza entre mis dedos.
—¿Qué piensas hacer con eso? —preguntó a mi lado
—Pues tenemos que defendernos ¿no? —enarqué una ceja —¿Trajiste la tuya?
—Sí —sacó el arma de su pantalón —No quería usarla, pero algo malo está sucediendo allí abajo.
Nos abrimos paso por el pasillo y cada que nos acercábamos al salón gritos resonaban en nuestros oídos. Temí por la vida de mi amiga y de la todos los asistentes al evento. Cuando estuvimos a punto de entrar alcanzamos a ver un hombre detenido frente a los invitados con un rifle en sus manos, apuntándoles.
—Busquen al par de traidores. Ellos tienen que estar en alguna parte de la casa, los quiero vivos para el jefe —ordenó a sus compañeros.
Recordé al hombre. Era uno de los gemelos que trabajaban para Pitch, el que estaba al mando tenía el cabello rojo y una pronunciada marca en su rostro varonil.
Di un paso hacia atrás y volví a tomar a Jack de la mano.
—Tenemos que irnos rápido —susurré. Comencé a retroceder a su lado. Pero me detuvo en seco.
—¿Y Rapunzel?
—Mierda, es cierto. ¿Qué hacemos? —pregunté, preocupada —Nos superan en cantidad y tienen mejores armas que nosotros.
—Ya no pueden hacer nada —susurraron a mi espalda. Di media vuelta y observé a la mucama que tenía un gesto de miedo en su rostro —Se llevaron a la señorita Corona.
—¿Qué? No. Pero ¿quiénes?
—Los hombres con armas —respondió —Voy a esconderme, también deberían hacerlo.
Y sin más se marchó corriendo como alma que lleva el diablo. Rogué al cielo que no le hayan hecho daño a mi amiga, no se lo merece y tampoco entiendo qué quiere Pitch de ella.
—Llegamos tarde —murmuró Jack —Le harán daño.
Me acerqué a él y atrapé su rostro entre mis manos.
—No lo harán. Saldremos de aquí y la buscaremos juntos ¿sí? —traté de hacerlo sentir mejor, aunque yo estuviera igual o peor de preocupada.
Jack asintió y junto a mí empezó a correr para alejarnos del salón. De camino a un lugar seguro nos topamos con dos hombres armados y gracias a nuestra agilidad logramos escondernos en una habitación antes que nos vieran.
Nuestra respiración era acelerada y una capa de sudor cubría nuestro cuerpo.
—¿Cuál es el plan? —me preguntó.
—No morir...
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