Capítulo único
El preludio no es más que el inicio, ¿El inicio de qué? De una vida, de una muerte, todos tienen un final, la muerte es aterradora, pero siempre llegará.
Quizás eso hizo que naciera Sun Wukong.
El miedo a morir.
...
De una roca finalmente nace una leyenda, iniciando con gran emoción, conociendo el mundo y a otros monos, aunque menos avanzados que él, eran diferentes, no tenía a otros con quien hablar.
Entonces, llega el inicio: El inicio de su vida con Macaque.
Fue tan simple, tan sencillo, dos almas destinadas a conocerse, dos seres que se encontraron en el otro.
Lastimosamente, no terminaron teniendo la misma visión.
...
El mono de pelaje naranjo estaba en su reino, se había ganado el puesto de rey por el simple hecho de cruzar una cascada, todos le respetaban, pero el solo era joven e inexperto, se sentía solo.
Su sombra era su única compañía.
Curiosamente, pudo notar un día que se movía fuera de él, y se sintió feliz, mucho más. Pronto se aventuró a reírse y ponerse feliz por eso, su sombra era su mejor amigo, hablaba con él, era tan divertido porque hacia figuras que le hacían reír.
Y un día, esa sombra sale del pasto, un pelaje oscuro obsidiana, unos ojos dorados, un mono como él. Se veía tímido, inseguro de mostrarse, pero no había nada que temer.
El rey le abraza con emoción, sintiéndose tan feliz, conociendo a su amigo que parece se escondió en su sombra porque era muy miedoso, parece que no tuvo buenas experiencias conociendo a otros.
Pero ahora sería diferente.
...
Desde aquel día, nadie podía tocar a la sombra del rey. Su nombre era Macaque, y nadie tenía permitido verlo, solo el rey mono, nadie más tendría aquel privilegio, después de todo, su sombra era algo tímida, ocultado sus seis orejas y sus ojos morados, pero fue algo confiado solo a él, eso significaba que era especial.
El inicio de Macaque es incierto, el mismo menciona que viene de lejos, viajando entre las sombras, buscando su nuevo hogar, un sitio donde sentirse cómodo y no como un ser diferente.
Entonces conoce a Wukong.
Tan pronto como lo ve de lejos, se pega a su sombra, sintiéndose feliz, cómodo.
Porque estar en su sombra era extrañamente cálido, y el rey mono era muy agradable, siempre le tomó en cuenta, confiando en el cómo su mano derecha.
No necesitaban nada más.
...
–Shihou. –Una voz que conocía tan bien.
O quizás esa fue su segunda opción de nombre, porque solo había una persona que le llamaba así mientras todos le llamaron rey.
El macaco de seis orejas.
Ambos jóvenes monos, el mono de ojos dorados abrazó al de menor altura que tenía un pelaje oscuro, hicieron sonidos que solo ellos entendían, riendo y acicalándose divertidamente, aunque Macaque buscaba liberarse pronto, quizás porque nunca fue muy fanático del cariño extremo.
Pero con Shihou era diferente, él era su rey, su sol, y alguien a quien consideraba especial, después de todo, siendo unos de los cuatro primates celestiales, lo sabían y lo presentían, algunos los comparaban y hacían que Macaque se sintiera mal, pero claro que el rey no iba a permitir eso, cuidando a su pequeña luna.
Él tenía pelaje negro, ojos morados y seis orejas que podían oírlo todo, era temido y nunca amado.
No, de hecho, si era amado, por Shihou, su sol, alguien que lo protegía y caminaba a su lado.
Se lo debía, quizás por eso Macaque nunca se apartó de él, y esta vida era suficiente.
...
Hasta que la primera vez que alguien muere frente a Shihou, hace que se dé cuenta de lo tenebroso que es la muerte.
El preludio de su miedo.
—¿Por qué todos están tristes? —Preguntó Wukong, aun lo recuerda, viendo al mono que no abría los ojos. —Hace poco estaba bien, estábamos celebrando...—
—Murió. —Dijo Macaque en voz baja, poniendo una mano en el hombro del rey. —Es lo que pasa a todos, el final de la vida. —
—¿El final?... ¿No volverá? —Preguntaba el rey, su sombra lo sabía siempre todo.
—No, no volverá... Cuando uno muere, nunca vuelves, es... Como dormir para siempre. Desapareces. —
Entonces Wukong supo que no le gustaba la muerte.
No quería morir, no quería llorar, no quería ver morir a nadie.
No quería perder a su sombra.
—No quiero que mueras. —Dice el rey con preocupación, sintiéndose preocupado, tomando las manos de Macaque. —Promete que no morirás. —
—No puedo hacer eso... Es algo que debe pasar. —
—Yo te cuidaré, no morirás nunca, lo prometo. —Dijo con decisión.
La soledad era un gran miedo para el apuesto rey mono, el mundo podía caerse a pedazos, las ciudades entrar en guerra, pero la idea de perder a su igual, a su luna, a su sombra, le hacía temer, no quería sentir otra vez ese vacío, no quería ver a un lado y que su gente llorara.
Iba a desafiar a la muerte, no quería lidiar con esa realidad.
Porque Wukong siempre prefirió la ignorancia al conocimiento que venía en conjunto con el dolor.
...
Borrar su nombre del libro de la vida y la muerte era algo atrevido, pero haría lo que sea por no llegar a conocer a la muerte.
Su sombra era amable, callada y solitaria, pero nunca fue alguien malo, era su todo, su mejor amigo.
Hasta que conoció a la hermandad. Uno a uno se unió, y finalmente les presentó a Macaque, su mano derecha.
Wukong quiso creer que algún día se llevarían bien, pero Macaque era sincero y le hacía saber que solo estaba allí por él. Cuando estuvo con aquellos, el mono de sombras escondía sus seis orejas, presentando únicamente dos a la vista, pero a escondidas, era un secreto y privilegio que solo el rey tenía posibilidad de conocer.
Era entendible, nunca fue tan sociable, pero eso no importaba, solo debía tenerlo a su lado.
Ellos eran divertidos, al menos la mayoría del tiempo, ¡Se reían junto a él! Eran geniales y fuertes, no había razón para sentirse mal con ellos, esos fueron sus mejores años.
Miles de aventuras solo y en conjunto con ellos, eran sus hermanos.
Tuvo muchas otras aventuras solo y en conjunto con Macaque, enfrentando seres de cualquier plano existencial, desde la tierra hasta el reino celestial, eran imparables, no había algo mejor para Wukong que sentir esa adrenalina, ese poder de ser invencible, como si no hubiera límites, olvidando incluso su temor a la muerte.
Ese fue el preludio de su idiotez.
Nunca hacía falta el hecho de reunirse con sus hermanos y beber entre risas e historias de cosas que han hecho, o en el caso de Wukong, en deseos a futuro, como poder reírse en la cara del emperador de jade, aunque esa idea no era muy agradable a oídos de su sombra, quien se mostraba incomodo con esa idea. Aquella noche estaban reunidos como cualquier otra, sin embargo, esta vez era diferente, una charla que quedaría en recuerdos dolorosos clavados como cristal en la piel.
Oír a Wukong tan seguro de sus palabras mientras todos reían le pesaba a Macaque, quien sentía la necesidad de decirle algo a su rey, algo que, como su mano derecha, le recomendaría, aun cuando sabe que todos le mirarían mal.
—Bien, escucha, Wukong...—Habló la luna, desviando la mirada. —Sé que estás animado por ello, pero... ¿Sabes lo que pasará si provocas al emperador de jade?... —
Tan pronto como levantó la mirada, se dio cuenta como se burlaba el rey mientras los otros también reían, claro, solo una broma para ellos.
—¿Qué haces? —Pregunta Macaque con irritación, no podía creer lo irritante que podían ser incluso en esta situación.
Todos comenzaron a desprestigiar las palabras del mono de sombras, tomándolo como un cobarde, que se preocupaba demasiado, el reino celestial lo merecía, el emperador de jade era un idiota, debían de buscar un nuevo emperador, alguien como Azure.
Si, quizás Azure era una buena idea, Macaque debía darle el crédito al león, pero sabía perfectamente que no era tan fácil como asignar a un nuevo emperador y ya, el actual no lo permitiría, una gran catástrofe llegará y nadie le está escuchando. Quizás él tampoco los estaba escuchando, pero en su defensa, estaba demasiado ocupado preocupándose por el futuro que no podía estar en el presente, sus orejas le susurraban la ansiedad del porvenir.
Wukong siempre estaba pendiente de su sombra, conocía esa mirada, pudo percibir los pensamientos y palabras que decidió guardarse, así que se aseguraría de calmarlo.
—¡No te preocupes! Espera a que termine mi gran trabajo, y tú y yo volveremos a este lugar, comiendo duraznos para siempre, como lo deseamos. —
Aquella imagen mental y el intento de su querido rey por calmarlo le hizo reír.
—Como digas, Wukong. —
Solo por esa vez bajaría la guardia, seguro no pasaría nada malo, confiaba en Wukong, el nunca haría nada mal, claro que sabía que era fuerte, además de que no estaría solo, y como su sombra, allí estaría, listo para pelear junto a él.
...
Comer fruta, estar bajo el sol o viendo la luna, siendo felices tanto como quieran, esa era la promesa que le hicieron a Macaque, la promesa que Wukong creía más que nadie, ese era su sueño también.
Y quizás lo logra...
Pero oh, ¿A qué precio?
Nunca, nunca fue suficiente para escapar de la muerte, nunca fue suficientemente fuerte, al menos siempre pensó en eso Sun Wukong.
Olvidó los límites.
...
Claro que, tras aquella gran pelea, termina bajo una montaña. El mono con pelaje como el atardecer recuerda ese tiempo, el preludio de su castigo, las cadenas doradas, el peso sobre él, la pena a pagar por sus acciones imprudentes que comenzaron por su terror a la muerte.
Por años encerrado, pero, aun así, su luna nunca abandonó su lado, visitándole.
—Hey, amigo. —Saludó Macaque, sonriendo leve mirándole. —Mira lo que te traje. —Le muestra el durazno en su mano.
—¿Qué? ¿Es para mí? No estás hablando enserio, ¿Cierto? ¿Me darás el melocotón entero? Oh, no tenías que hacerlo. —Dice con irritación y sarcasmo, luego de tanto tiempo, aquel día no estaba con buen humor, en absoluto.
La sonrisa de Macaque se desvanece, suspirando y sentándose en el suelo a su lado.
—Vamos, no hace falta que te pongas así...—
—¡No, no! Honestamente, es exactamente lo que necesito. Es solo que estoy atrapado bajo la montaña de los cinco elementos, ¡Pero el macaco de seis orejas me trajo un melocotón como regalo! Genial. —Dice con aquel tono aun lleno de sarcasmo y veneno.
—Sabes que te ayudaría si pudiera...—Es interrumpido.
—¡Oh, si! Porque normalmente tu... CORRES a mi rescate. —Gruñe con rabia.
—De acuerdo, Okay. —El mono de pelaje oscuro se levanta, dolían esas palabras, dolía la manera en que Wukong le hablaba, tan cortante, tan molesto, como si fuese toda su culpa, como si hubiese hecho todo mal.
Necesitaba irse antes de que fuese aún peor.
—Me alegró mucho verte, amigo. —Dice con sarcasmo, frunciendo el ceño. —Solo huye como siempre lo haces. —
Esa fue la gota que derramó el vaso.
—¡No, ese eres tú! —Finalmente se gira a verlo, con rabia en sus ojos, pero dolor en su interior, no quería romperse y llorar, no allí, no ahora. —¡TU ERES el único que siempre huye! Buscando más poder, más cosas para ser inmortal. TÚ eres el que no quiso dejarlo mientras íbamos ganando, no el gran sabio, ¡Que jala a todos los demás a su desastre! —
—¡Tú no estás en este desastre! ¡Sigues libre! ¡Todo lo que hice fue por nosotros! —
Este era el preludio de su pelea, de su dolor. Esta sería la última vez que alguna vez se regalarían palabras que de verdad sienten en lo más profundo de su ser.
El dolor que nunca fue dicho antes.
La verdad.
—¡Lo hiciste por ti! Te convertiste en este... ¡Demonio obsesivo! —Levanta la mirada, apretando sus puños, su voz temblando. —Te dije que ir contra el emperador de jade era mala idea, pero no, ¡Wukong no escucha a NADIE! El solo hace LO QUE QUIERA... Tu fuiste el que te pusiste a ti mismo allí, no yo. —
El melocotón que antes vino como una ofrenda de paz, un pequeño símbolo de cariño, un regalo, terminó en el suelo hecho trizas.
Quizás no solamente fue el melocotón lo único que terminó destrozado.
Ese no el final, apenas era el preludio de la tragedia, solo que ninguno de los dos lo sabía.
...
Macaque nunca regresó a su encuentro, pero tal parece que se quedó en la montaña por un tiempo, el último que quedó allí antes de...
Su final.
...
Había comenzado a estar cuidando al monje, fue un viaje que lo ayudaría a comportarse, meditar y ser menos impulsivo, todo lo que antes no aprendió con su sombra, ahora lo estaba entendiendo, o al menos lo intentaba. Quizás fue venganza, pero Macaque vino solo a atormentarlo en su viaje, claro que iba a proteger al monje, era su trabajo.
...
Al menos eso se repitió mil veces en la cabeza mientras veía el cuerpo de su luna en el suelo, no se movía, las montañas habían caído, uno de sus ojos sangrando.
La respiración del rey era agitada mientras veía aquello, su agarre en su bastón dorado era débil, tembloroso, el dorado de su reliquia fue teñido por la sangre de su mano derecha, de la persona por la cual estaba haciendo este viaje en primer lugar, su razón para ser mejor, para ser fuerte.
"Era su trabajo", se repitió mentalmente mientras se daba la vuelta y las lágrimas caían de sus ojos.
Esto era lo correcto.
Macaque no moriría, se lo prometió, estará bien. Cuando todo sea mejor volverá como una persona nueva, se perdonarán y serán felices, comiendo duraznos bajo la luna, para siempre, juntos.
No lo mató.
¿Entonces por qué lo perdió?
¿Por qué sintió todo el peso en su conciencia, en su vida?
¿Por qué de repente un día sintió que se desvaneció aquel vinculo, aquello que los unía?
Aquello que los hacia uno.
El pasado fue solo un preludio de tantos, pues no fue la última vez que vio a su luna, sino también cuando tuvo a su fiel estudiante, MK sería un gran sucesor, era joven, lleno de energía y con el interés de proteger a sus amigos, a las personas especiales en su vida.
Justo como lo fue alguna vez Wukong.
Lastimosamente, fue tan tarde que lo recordó, la razón real por lo que se convirtió en el gran rey mono.
Fue por amor.
Entonces ve aquella fuerza, aquella rabia, aquellos rasgos que solía tener Macaque impregnados en MK, pudo verlo, sentirlo, pero no quería que su creencia fuese errónea, lastimosamente no lo fue, porque su sombra regresó por venganza, utilizando a su sucesor para ello, le dijo tantas mentiras, le lavó el cerebro, o al menos así sonaba más creíble para Wukong.
Esa no era su luna.
Macaque se enfrentó, riéndose y burlándose, los dos monos, la luna y el sol chocándose, tirándose veneno mutuamente buscando el enfermar al otro con aquello que los asfixiaba.
El no era su compañero.
La pelea acaba, y casi siente alivio al ver que se perdió de su vista aquel mono de pelaje obsidiana, alegrándose de haber logrado ayudar a su sucesor, además de sentir como casi perdía lo actualmente único importante de su vida.
...
Oh.
Nunca se detuvo a pensarlo, porque si pensaba, dolía, era mejor que tras su retiro de ser una leyenda no hiciera nada más que perder el tiempo, olvidar todo lo que hizo, la culpa y la soledad.
Pero al final, no importa cuánto huyas.
Todos tus pecados te van a perseguir.
...
Aquel reencuentro con Macaque fue el preludio de su historia juntos, otra vez.
Después de todo, no fue la única vez que estuvo con él. A veces aparecía, los molestaba y luego se iba. Quizás eran enemigos, o era complicado, pues aun más problemas pasaron, como LBD, el casi fin del mundo por culpa de esa bruja que, por alguna razón, Macaque le debía algo lo suficientemente valioso en su vida como para que, como una rata, se arrastrara e hiciera que Mei ardiera con el fuego de Samadhi.
Tal vez no mejoró demasiado, porque volvió a intentar matarlo.
Siempre fue impulsivo.
No cambió.
Karma.
Todo vuelve a ti.
Quizás Wukong debió saber que todo lo que hizo no fue bueno y no podría escapar nunca de lo que le esperaba. Primero Macaque regresando a su vida, cazándolo como un fantasma vengativo, luego DBK liberándose de la montaña, su bastón dorado que volvía a su montaña de la mano a un niño, o quizás al sucesor que estuvo esperando por mucho.
El niño no debía de abrir ese pergamino, mucho menos aquella cosa vieja debería de haber estado en ese lugar.
No es culpa de MK, nunca lo sería. Uno cosecha lo que siembra y el joven mono apenas estaba iniciando en la vida, y aun así nunca hizo nada tan horrible como lo que en sus tiempos hizo el gran sabio igual al cielo.
Haría lo que sea por ese niño, no solo por lo inocente que es.
Es porque él merece salvarse.
Vivir.
La inmortalidad tendría sentido para MK, después de todo, era joven y bueno, un buen chico que haría un cambio positivo en el mundo, ¿Qué hay de aquel mono viejo? No saldría nada bueno.
Nunca hizo nada bien.
Confiaba en que el niño podría solo.
Confiaba, a pesar de su miedo a la muerte, en que todo estaría bien si lo protegía con su vida.
No sería un desperdicio.
El preludio de su castigo.
Al principio vivió su vida una y otra vez sin saberlo, eso fue hasta que pronto reacciona, dándose cuenta que estaba encerrado en el pergamino, ahora solo podía seguir estas memorias, no podría ser tan difícil.
Si alguna vez creyó que su peor miedo era la muerte, aquel mono estaba tan equivocado, porque estaría apunto de pasar por lo que en verdad era su mayor miedo.
Una y otra vez.
–Shihou. –Aquella voz que reconocía tan bien.
Un mono de pelaje obsidiana va a su encuentro, saltando a sus brazos mientras caían juntos en las flores, aquel de seis orejas parecía tan lleno de vida y luz, tan maravillado por la simple existencia de Wukong.
–Macaque...–Con su mano acaricia su mejilla, pero pronto el recuerdo se desvanece.
No era real.
–Wu-Wukong...–La voz que parecía tan desgastada del macaco llamó su atención nuevamente, viendo como todo el escenario cambiaba y le mostraba el cuerpo tan herido y ensangrentado de quien fue su pequeña luna, la herida en su ojo, como extendía su mano hacia él.
¡No era real!
Solo le da la espalda, justo como en aquel entonces. Ya lo había superado, no dolía, ya no otra vez. Estos solo eran recuerdos del pasado, ya nada de esto importaba, todo es el pasado y si no lo pensaba no dolería, si permanecía en la ignorancia todo estaría bien.
Al menos eso es lo que quería creer.
–¡Mono malo! – Aquel grito que llega a sus orejas le hace temblar y caer de rodillas, sujetando su cabeza mientras su pelaje se eriza. No hay dolor, pero el reflejo estaba allí.
Tripitaka, regañándolo como era habitual tras hacer algo malo, no siempre fue fácil ese viaje al oeste, pero no se arrepentía, lo merecía, fue su periodo de penitencia para llegar a ser mejor, le gustaba pensarlo de esa manera.
Ellos fueron sus amigos.
Y entonces...
...
Allí estaba ahora, en su montaña con la luna menguante como única compañía, mirando un altar que tenía figuritas de papel recién hechas. Las lagrimas que sentía que se formaban en sus ojos era suficiente señal para saber en que momento de su historia estaba.
Su primer año nuevo solo.
El primero de muchos que vendrán.
Cuando el último de ellos murió se sintió devastado, la única compañía que tenía era ellos, aunque luego los pequeños monitos de la montaña deseaban llenar aquel vacío, pero fue imposible.
—Estarás bien. —Susurra quizás al pasado que veía, al Wukong que tendría que vivir eso.
A él mismo.
Pero era solo una sucia mentira, nunca estuvo bien.
Simplemente ignoraba sus heridas.
...
Todo lo que vive ahora son recuerdos, múltiples recuerdos de sus errores, de sus mejores momentos incluso, su vida entera, con su luna.
En aquel momento estaba en la montaña, acostado viendo el cielo, pero con Macaque acostado a su lado, girado para poder ver bien a su rey, admirando esos dorados ojos de su sol.
—¿Por qué me miras tanto?—Pregunta, devolviéndole la mirada, aun recuerda bien este momento. El sonrojo de las orejas de Macaque, como desviaba la mirada.
—Solo miraba tus ojos, es todo.—
—¿Tienen algo?—
—Tienen... Un lindo color.—
—Me alegra eso... ¿Por qué no los miras más de cerca?—
—Tonto.—Dice avergonzado Macaque mientras se aparta levemente sonrojado.
De verdad lo amaba tanto.
...
–¿De verdad te gustan mis orejas? –Ahora Macaque estaba frente a él, sus enigmáticos ojos morados mirando los del rey, un leve rojo en sus mejillas, claro que recordaba eso, como todo.
¿Por qué se estaba repitiendo todo? ¿Volvía otra vez al inicio entonces?
—Siempre fueron lindas. —Responde su duda.
—Suenas como tonto. —Macaque dice, riendo bajo, dándole la espalda para seguir con su labor e ir a acicalar algunos monitos de la montaña.
Lo escuchó.
Aun cuando no era una línea normal del pasado, podía cambiarlo, pero no todo, claro.
Esto no era real.
—¿Me oíste? —Preguntó sin creerlo, emocionado de poder interactuar a pesar de todo.
—¿Cómo no hacerlo? Eres tan ruidoso, majestad. —Dice con diversión aquel apodo.
Entonces intenta abrazarlo y el recuerdo se deshace.
Oh.
Siempre que desee interactuar iba a deshacerse, viviría sin poder tocarlo, mirándolo como un viejo recuerdo que añoraría tanto estrechar en sus brazos otra vez...
Quería acariciarlo, susurrarle palabras de amor, decirle la verdad, lo mucho que le hace falta, quiero quedarse en los buenos recuerdos, antes de ese viaje, antes de ser encerrado por sus acciones, de verdad lo extrañaba tanto, su luna.
Perderse en sus ojos enigmáticos de un profundo morado, orejas que aletean como mariposas, un pelaje que amaba acicalar... Quería volver a eso.
No, esto era el pasado, no importaba, era tarde.
...
Al menos eso es lo que deseó creer.
...
Una y otra vez.
Inicia su vida, inicia su amor, inicia su dolor, inicia la soledad.
Una y otra vez.
Conoce a Macaque, se enamora de él, lo deja herido, sus amigos mueren o los encierra, ahora sufre solo.
Una y otra vez revive sus acciones.
Una y otra vez revive sus errores.
—Shihou. —Basta.
—Como digas, Wukong. —No otra vez.
—¡Lo hiciste por ti! Te convertiste en este... ¡Demonio obsesivo! —Cállate, por favor. —Te dije que ir contra el emperador de jade era mala idea, pero no, ¡Wukong no escucha a NADIE! El solo hace LO QUE QUIERA... Tu fuiste el que te pusiste a ti mismo allí, no yo. —
Nunca lo escuchó.
Se atrevió a decirle que no estaba en ese desastre, ¿Por qué? El sí estaba en esto.
Allí estaba, a su lado aun cuando todo salió mal por su culpa.
Lo acicalaba, le acompañaba y le daba regalos.
Nunca lo dejó solo hasta que le gritó aquellas palabras nada gratas.
Macaque tenía razón.
—Wu-Wukong...—Una mano que no tomó, su pequeña luna moribunda a la cual le dio la espalda.
"Era su trabajo" se repitió mil veces, pero eran solo excusas.
Había otra forma.
Duele.
—¡Mono malo! —Una y otra vez.
—No, no volverá... Cuando uno muere, nunca vuelves, es... Como dormir para siempre. Desapareces. —
Le pidió que no muriera, una petición tan estúpida, imposible de cumplir.
Lo peor es que fue él quien lo mató.
Al menos se sintió así.
¿Por qué permitió que todo pasara? ¿Por qué hizo todo eso?
...
Ahora parpadea y esta en aquella cena, una de tantas noches con sus hermanos, todos ríen menos Macaque, el siempre fue reservado, fue el que siempre supo demasiado, su mano derecha.
¿Siempre le miró así? Con esos ojos mientras le hablaba sobre la promesa de un futuro feliz.
Si, siempre.
Esos ojos brillantes de su luna siempre le vieron de esa manera, siempre se iluminaban solo con él, solo parecía lleno de vida a su lado, siempre tuvieron algo que nadie más tiene o alguna vez tendrá.
Eran la luna y el sol, unos amantes que nunca podrían estar juntos.
El sol podría quemar a la luna.
Pero, aun así, decidieron amar, cosa que termina mal.
Ese es el precio.
...
Una y otra vez.
Corriendo por el mundo buscando recursos para volverse inmortal, dejando tanto tiempo Flower Fruit Mountain, olvidando volver con el pensamiento erróneo de que todo estaría bien en su ausencia, con la idea de que nada saldría mal en su vida y esto que hacía eran solo travesuras sin consecuencias.
Oh, este era el precio a pagar por sus actos.
Huyó tanto de la inmortalidad sin saber que no solo alarga su vida, sino su dolor.
Su temor.
—Shihou. —Ahí va otra vez.
—Eres... brillante como el sol. —Palabras dulces.
—¡Volviste! Me preocupaba tanto que algo te pasara... Por favor, no hagas eso de nuevo. —Llenas de preocupación.
—¿No crees que cada día es especial? Único. —Una verdad que tanto negaba ver.
—¿Inmortalidad? Suena... Triste. —Ahora comprendía aquellas palabras.
—¡Nos abandonaste! —No es cierto, pero ahora que lo pensaba, si lo era.
Eso hizo.
—¡Lo hiciste por ti! —Es cierto, nunca lo hizo por nadie más, eso parecía tras verlo tantas veces.
Una y otra vez.
—Wu-Wukong...—No pudo salvarlo.
—¡Mono malo! —Lo merecía.
Todos los recuerdos que antes le golpeaban como gotas de lluvia ácida se repetían, pasaban a sus ojos y dolían tanto como la primera vez, aun cuando antes se sentía inmune a su efecto, ahora se daba cuenta que solo retrasó el dolor.
—Te amo... Wukong. Así que vuelve pronto, ¿Sí? —Lo siento.
Lagrimas comenzaron a empañar su vista, un dolor agonizante en su pecho le asfixiaba.
—Sabes que soy tu guerrero, mi rey. —No era justo.
—Debes aprender a que las cosas se reparan, mono. —Tripitaka tenía razón.
Macaque tenía razón.
Él siempre fue quien huía, corría de la muerte... Y dejó a todos atrás.
—Shihou. —
No más, por favor.
—Te amo. —
Una y otra vez.
—Confiaré en tu palabra entonces. —No lo hagas. —Sé que no moriré si estoy a tu lado, Peaches. —
No otra vez.
...
¿Cómo puedes olvidar algo que estuvo en tu vida siempre?
—Moonshine... —
Tan pronto como volvía a cerrar los ojos, recordaba esa suave sensación, la mano de Macaque en su mejilla, el sonido de su risa, el aroma que le hacía saber que estaba en su hogar.
Macaque siempre fue su hogar.
¿Por qué alguna vez pensó siquiera que afuera habría algo mejor? ¿Qué mierda estaba buscando?
—Eres un idiota, Wukong. —Él recuerda la manera en que lo regañaba.
—Lo soy, pero para eso tengo a mi fiel guerrero, ¿No? Sé que siempre limpiarás mis desastres. —Palabras idiotas de un rey idiota.
Macaque no debía limpiar los desastres, no debía seguirle detrás, no debía aguantarle esos 500 años quejándose como si fuese su culpa.
Su luna siempre estuvo en ese desastre.
Su compañía, sus palabras de apoyo, sus intentos para hacerlo sentir mejor, los regalos que traía.
Incluso se dormía en el suelo, a su lado. Macaque se acomodaba entre las piedras solo para quedarse noches enteras a su lado.
¿Cómo es posible ser tan ciego?
...
—Macaque siempre estuvo en mi desastre... — Saber eso era doloroso, porque ahora podía verlo, cientos de años después. Susurró esas palaras mientras se sentía como la basura más grande en el mundo.
Su luna, él estaba atrapado también, porque quedó atascado en el tiempo, perdiendo su vida por cuidar a un idiota encadenado a una montaña.
Macaque estancó su propia vida
...
Y luego, como si no fuese suficiente, lo marcó de por vida.
Una cicatriz que fue más allá que a su ojo, fue a su alma.
—Yo siempre fui ese desastre... — Admitirlo dolía más.
¿Pero qué importaba? Esto era lo que se merecía, estar repitiendo mil veces sus errores, darse cuenta de cómo destruyó con el paso de los años a la persona que más amaba.
Y la cantidad de lágrimas que derrame no se van a comparar al daño que causó.
Una deuda que nunca podrá pagar.
...
Las lagrimas que por tantos cientos de décadas había guardado y jurado que se agotaron estaban volviendo a nacer, siendo liberadas de la prisión a la cual las condenó a pasar junto a sus sentimientos reales. Nunca lo había dejado ir, ahora todo eso buscaba asfixiarlo, y quizás lo merecía.
El cielo parecía fragmentarse, tal vez igual que su alma.
Siguió aquel camino que repentinamente se formó, y como si hubiese corrido por días, se deja caer en el suelo de lo que parecía una montaña de piedra, mirando al horizonte, admirando como todo se rompía, como el peso de sus errores lo aprisionaba.
El peso del pasado.
Las ruinas de aquel sitio eran solitarias, y finalmente su ruidosa cabeza hizo silencio tan pronto como escuchó pasos acercarse, una sensación familiar. Se giró y su mirada cansada se fijó en su sucesor, allí estaba... Y no estaba solo.
—Oh... Chico. —Dice ni siquiera sabiendo si se siente alegre de verlo o no, ha vivido su vida ahora tantas veces que se sentía tan desgastado. —Me encontraste. —Se quedó en silencio al ver a Macaque, allí estaba el, con esa mirada que parecía esconder sorpresa por su apariencia actual tan destruida. Pronto aparta la mirada, sintiendo como MK se sienta a su lado. —Yo no pude... Yo no...—Ninguna palabra era suficiente para excusar su apariencia, sus acciones.
—...Yo solo quería proteger a las personas que eran importantes para mi... Ser suficientemente fuerte... Perdí de vista la razón por la que lo hacía...—Aprieta sus puños, recordando cada momento vivido. —Sé que cometí errores que no se podrán deshacer... Pero ahora que estoy aquí, reviviendo esos recuerdos una y otra vez, yo...—
Es diferente, antes solo tenía que ignorarlos, pero ahora que estuvo atrapado en su vida, en sus errores...
Dolía tanto.
—Bueno, que bien que eres inmortal, ¿No? —
—... ¿Qué? —Wukong parecía desconcertado al oír eso de su sucesor.
—Tienes tiempo de volver a hacer las cosas bien. —
No, él no entendía.
—Niño, yo...—Pero fue interrumpido.
—Tu me dijiste alguna vez algo que, antes pensaba que era una cosa rara de rey mono. Pero tienes razón, no podemos resolver todo, pero quizás podemos hacerlo mejor. Y mientras creamos en eso, podremos enfrentar lo que sea. —Dice sonriéndole. —Sun Wukong, no estoy listo para no tener un mentor. —Dijo sujetándolo de los hombros. —Sé que no he terminado mi entrenamiento, pero voy a detener a Azure. Te necesito... Necesito que vuelvas a ser el invencible Rey Mono. —
El chico termina de decir eso, levantándose y mostrándole el bastón dorado.
Aquello es un golpe a su conciencia, una decisión difícil a tomar, no estaba listo para eso, no era digno, hizo tantas cosas mal, Macaque estaba allí para comprobarlo, sentía que no podía volver a empuñar esa cosa luego de ver como aquella reliquia fue teñida con la sangre de Macaque, merecía estacarse allí en el pasado, pagar por sus pecados.
Miró al mono de pelaje oscuro, buscando sus ojos dorados, el siempre le ayudaba a saber que hacer, él tenía siempre respuestas y ahora se sentía tan desamparado, tan equivocado y miserable. Estaba listo para oír un insulto o ser visto con desgana, estaba listo para el rechazo.
Pero entonces él sonrió.
Y sus ojos brillaron como en aquel pasado que se volvió vivido para él.
Una sonrisa que contagia al rey, sintiendo que todo estaría bien.
Tenía a su luna de su lado.
No estaba solo.
Fue una pelea muy larga y desgastante, aun así, lograron detener a Azure y fue gratificante para el rey poder mantener de alguna manera una tranquila vivencia con Macaque. Quizás no todo fue tan malo, y esta vez deseaba tanto poder no tener que ser "enemigos", no podía olvidar los recuerdos que experimento miles de veces.
Porque de algo estaba seguro.
Lo único que odió de los recuerdos con Macaque, es que nunca pudo tocarlo, pero ahora era diferente.
Sonrió mientras disfrutaba de la playa, si, algo peor podría venir, pero por ahora solo deseaba sentir que todo estaría bien. Le dio aquella paleta de melocotón a Macaque, un gesto especial que solo entendería el rey, y quizás eso era suficiente.
El melocotón de aquel momento, el preludio de su desgracia.
Pero ahora quería creer que este gesto, este pequeño regalo, era el epílogo de su pelea.
Quizás, solo quizás, este era el preludio de un nuevo Sun Wukong.
Uno que tiene un futuro con su luna.
...
Este es el precio de la inmortalidad.
Vivir para sanar viejas heridas, vivir y pagar por lo que hizo, aún cuando es tarde... Puede hacer algo.
Esto es apenas el preludio.
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