Trato
—Hagamos una cosa. Si luego de esta noche descubrimos cuán compatibles podemos llegar a ser, aceptaré tu propuesta.
—Suena factible.
—Suenas tan seguro de ti mismo.
—Confío en mis habilidades.
—Ve con las niñas mientras hago la comida, ¿sí?
Fui con las niñas y esperé a que ella terminara de cocinar. No podía dejar de mirar hacia ella. ¿Así que esto es lo que sintieron mis padres cuando me tuvieron? Esta tranquilidad me gusta.
—¿Dónde aprendiste a cocinar?
—Mi madre me enseñó cuando era pequeña. Cuando ella partió de este mundo, no me quedó de otra que poner en práctica todo lo que me enseñó o moriría de hambre.
—¿No tienes papá?
—No. Abandonó a mi madre tan pronto supo que estaba embarazada. Nunca lo conocí, tampoco me hizo falta.
—¿No tienes más familiares?
—No sé nada de ellos, tampoco los llegué a conocer.
—¿Por qué decidiste entrar al servicio militar?
—Desde muy pequeña veía soldados en la televisión y me llamaban mucho la atención. De adolescente solía coleccionar cuchillos y armas de aire comprimido. Mientras otras niñas de mi edad recibían de cumpleaños celulares, autos, yo era feliz con recibir un cuchillo nuevo y estrenarlo con un saco relleno de guata.
—Eres de las mías entonces. Me gustan los cuchillos. Sobre todo el daño que puedes infligir con ellos. En tus años de servicio, ¿mataste a alguien alguna vez? Asumo que sí.
—Por supuesto. Cuando matas a alguien por primera vez, que experimentas lo que eres capaz de hacer con tus manos, luego se vuelve un hábito.
Un hábito, ¿eh?
—Hace un rato me contaste muchas cosas de ti, creo que es tiempo de que sea honesto contigo.
—Pareciera que vas a lanzar una bomba.
—No soy tan distinto a esos hombres que mencionaste.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Yo también he hecho muchas cosas, de las cuales no me arrepiento en lo absoluto, pero considero que debo traerlo a nuestra conversación.
—Cuando dices “cosas”, ¿te refieres a matar a alguien? Si es así, puedo intuirlo con solo mirar el plato y darle una ojeada al refrigerador.
—A todas las cosas que te puedas imaginar.
—Entiendo.
—Ahí entra la progenitora de Valery.
—¿Puedo saber la razón?
—Era una maldita traidora, una mentirosa, oportunista, manipuladora, una perra mal nacida y golosa, que no solo estaba buscándome la vuelta a mí, sino que también quería llevarse a la cama a mi papá.
—Vaya, vaya, eso suena fatal.
—En su momento lo fue.
—¿Cómo obtienes esa carne? ¿Vas por la calle y encuentras un objetivo?
—No. Mis padres se encargan de eso.
—Entonces, ¿quiénes han sido tus víctimas y por qué?
—No llevo un conteo. En muchas ocasiones, simplemente ocurre. Al comienzo pensé que eran accidentes, pero fue algo que, a medida que pasaba, comencé a cogerle el gusto.
—¿El gusto? O sea, ¿matas por gusto?
—Por placer— corregí.
—¿Obtienes placer matando personas?
—Verlas agonizando, desangrándose, llorando, suplicando y batallando, sí. ¿Vas a cambiar de parecer y no te acostarás conmigo?
—Es una confesión bastante inesperada. Tienes una cara de niño bueno, a la cual le sacas provecho. Pero no te juzgo, cada quien tiene sus formas de satisfacerse así mismo.
—No me has respondido la pregunta.
—¿Te confieso un secreto?
—Soy todo oídos.
—Puede sonar descabellado, pero todo lo que has dicho me genera más curiosidad e interés. Es la primera vez que me topo con alguien como tú. Algo como esto no se le confiesa a cualquiera y has depositado tu confianza en mí. Eso significa mucho para mí.
—A veces me pareces un espejismo; suenas demasiado perfecta para ser verdad.
—Si algo he aprendido en el transcurso de mi vida, es que todos somos diferentes y es algo que se debe respetar, más no juzgar. Todos guardamos cierto grado de maldad en nuestro interior, aunque no le mostremos esa parte a todo el mundo. El ser humano es así; malvado y despiadado por naturaleza.
—Y tú, ¿cuánto grado de maldad hay en ti?
—Pues, no llego a tu nivel, pero tengo un grado, véngase a decir, ¿moderado?
—Eres tremenda mentirosilla, pero fingiré que te creo—sonreí.
En sus labios se dibujó una sonrisa.
Fue cayendo la noche, cada uno se fue a bañar, ella quiso quedarse para lo último mientras me encargaba de dormir a las niñas. Ahora que no está cerca podré hacer la llamada que tanto había querido hacer.
—Papá, necesito pedirte un favor.
—Te escucho.
—Quiero que mandes a investigar a alguien. Tienes muchos contactos, conexiones e influencias.
—¿De quién hablamos?
—Marjorie Sousa.
—¿Tu amiguita?
—De hoy en adelante mi mujer. Y sí, quiero que investiguen algo para mí. Quiero la ubicación de la base militar donde se encontraba, quién estaba a cargo de esa base y todo lo que puedan investigar sobre ella.
—¿En qué lío te estás metiendo?
—Quiero encontrar a esos malditos que se atrevieron a tocarla. No me pienso quedar con esto por dentro. Por lo que me contó, fue un grupo de paramilitares quienes la lastimaron hace varios meses atrás, ya casi un año de eso.
—Y ahí vas con otro capricho de los tuyos. Cada vez uno más peligroso que otro y todo por un coño. Veamos, ¿y qué harás cuando los encuentres?
—La verdadera pregunta debería ser: «¿qué no haré?». Ambas partes saldrán beneficiadas. Yo me quito esta puta rabia que traigo atorada y ustedes no tendrán que llevar más comida a la casa por un buen tiempo. Me parece un trato justo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top