Trabajo

Regresé a mi habitación luego de haberlas dormido a las dos. No esperaba que ella ya estuviera fuera del baño y esperándome sin ninguna prenda. Esa seguridad que transmite su mirada, la manera que acaricia su cuerpo desnudo y sonríe, envuelve a cualquiera. Su cabello estaba húmedo, las gotas recorrían sus pechos. 

—¿Así que me estabas esperando?

Se acostó en medio de la cama, abriendo sus piernas e invitándome. Por supuesto que no iba a desaprovechar semejante invitación. 

La llave que me hizo estando en su entrepierna, casi me saca de circulación. Sus muslos presionaron mi cabeza tan firme que me tumbaron a un lado en la cama y ella quedó sobre mí. 

Quedé petrificado por unos cortos instantes, pues su agresividad fue tan repentina que no había podido procesarlo aún, cuando frotó su intimidad sobre mis labios. 

—Has mordido el cebo muy rápido. Quiero creer que fue por las ganas que me tienes. Ahora, haz tu trabajo— me dejó solo un espacio para que pudiera verla mientras sonreía—. Compláceme del mismo modo que te he complacido en la tarde— agarró mi pelo, para someterme a esa única manera de frotarse sobre mí. 

No puedo creer que le esté viendo el lado divertido y estimulante a esta situación. Esta mujer, no solo es agresiva, espontánea y atrevida, sino que guarda semejante río entre sus piernas. Me estaba dando a probar de mi propia medicina. He sometido a muchas mujeres, les he arrebatado el aire y les he obligado a responderme de la forma que espero y me gusta. Esta vez era a mí a quien estaban dejando sin respirar cada cierto tiempo, y ¡joder, qué bien se sentía! Ahora entiendo el porqué lo disfruto tanto. Ella no se perdía ni un mínimo detalle. Me observaba de manera lasciva, gozosa de su cruel forma de torturarme.

—Espero que tengas preservativos, porque sin gorrito no hay cumpleaños. 

—En la gaveta— respondí agitado.  

Ella fue por la caja de preservativos y la dejó a un lado nuestro. Me despojó de mi pantalón y todo lo que estorbaba entre los dos y se posicionó entre mis piernas. Es la primera vez que me ponen un preservativo con la boca. Fue un acto que me dejó embobado. Ahí fue donde recordé la verdadera razón por la cual me encantan las mujeres con experiencia. 

Anhelaba tomarla, enseñarle quién realmente manda, pero ese mujerón se subió a este barco haciendo que me hundiera en ella de golpe. Sus manos descansaban sobre mis pectorales mientras sus pechos y curvas saltaban a la par. No tomaba receso, su resistencia y pulsaciones me tenían loco.

Ella es el demonio disfrazado de mujer. Esos movimientos de cadera no eran de este planeta. Captaba el proceso, todo era visible para mí; absolutamente todo. Esos círculos y la manera en que se dejaba caer, me tenía gruñendo como jamás en la vida lo había hecho. 

—Grábate esto — la succión que percibí en la base, me aflojó un gemido mucho más intenso que el anterior.

—¿Dónde demonios estuviste? ¿Por qué no te había conocido antes?

En sus labios se dibujó una sonrisa maliciosa. 

—Todavía estás a tiempo de rendirte.   

—¿Rendirme? — puse mi mano en su cuello y pude sentir su pulso acelerado—. No sabes lo que dices. Tú solo síguete moviendo así, ese es tu trabajo ahora, hacerme sentirme bien y recibirme. No te contengas. Muéstrame todo lo que sabes hacer con esa boca interna. Incluso si termino, la noche aún es larga y tengo mucho para ofrecerte. 

Nuestros cuerpos se compenetran tan bien. Esta mujer no se va escapar de mí jamás. 

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