Sentimiento
A nuestros pies y en el suelo de la habitación había lanzado los preservativos que habíamos usado. El propósito de esta mujer es dejarme seco, pero yo con mucho gusto. El calor, las ganas, la excitación era tanta, que no podíamos parar. Esta demonia no se rinde y por supuesto que yo tampoco pensaba hacerlo.
Por fortuna, las niñas no se han despertado, por lo que hemos aprovechado el tiempo. Tenía que castigar esa rica boquita que me aprisionaba en sus adentros.
Me sentía poderoso maltratando su cuerpo, dejando mis marcas en el, escucharla jadear mi nombre. ¡Maldita sea! El Inmenso placer que eso me provocaba, me daba la motivación para seguir.
No hubo parte de la habitación que se librara de nosotros. Ahora ella se encontraba apoyada de la pared, medio de lado, con la pierna descansando en mi antebrazo. El alcance era una maravilla. Su flexibilidad es una bestialidad. Como esa mujer no existen dos. Esa mujer va a partirlo por el medio, pero el solo imaginarlo me enciende a más no poder.
Ella entera es mía. Por nada del mundo pienso permitir que se escape de mí. Nadie más puede conocer esta exuberante belleza. El que intente siquiera ponerle un dedo encima, le corto las manos y la cabeza.
Desperté con un agotamiento extremo y algo desorientado. Poco a poco mi mente se refrescó trayendo cada detalle de anoche.
—Joder, que delicia de mujer— murmuré para mí mismo.
Miré a mi lado en busca de verla ahí, pero ella no se encontraba en la cama. Quedé de pie, tras ver que en la mesa de noche había una pequeña nota que decía: «Gracias por tus servicios de anoche».
¿“Gracias por tus servicios de anoche”? ¿Cómo se atreve?
Salí en busca de ella, maldiciendo en mis adentros, pensando que estaba jugando con mi cabeza y que todo lo que pasó anoche lo hizo para dejarme como un idiota, pero ahí la vi y el alma me regresó al cuerpo. Los humos se me bajaron automáticamente.
Tenía en sus brazos a Valery y la estaba alimentando. Amanda estaba en la mecedora a sus pies. Sus ojos me siguieron y en sus labios se dibujó una sonrisa, es como si se hubiera dado cuenta de mi molestia e irritación.
—Buenas tardes. ¿Cómo amaneció la bella durmiente?
—¿De qué se trata esto? — le enseñé la nota y la estrujé en mis manos.
—Dicen que cuando alguien hace algo por ti y lo hace bien, se debe dar las gracias.
—Sí, te creo…
Al lado de la puerta había unas cuantas maletas y un maletín grande negro, no lo había notado debido al enojo.
—¿En qué momento saliste?
—Estuve pensando las cosas, así que tomé una decisión y ahí está la respuesta. ¿Estás preocupado? ¿No me digas que pensaste que te dejaría solo?
—¿Y no fue con ese propósito que dejaste esa nota? Déjate de pendejadas, Marjorie.
—Cálmate, lo importante es que estoy aquí, ¿no? ¿Sueles enojarte así de fácil todo el tiempo?
—No me gustan este tipo de juegos, así que evítalos.
—¿Es esta nuestra primera diferencia? Vaya, ahora pareciera que te disgusta mi sentido del humor.
Suspiré profundamente, pues sé que estaba siendo exagerado, pero es que solo de pensar o imaginar que fuera capaz de dejarme así, yo…
—Todo está bien. Iré a bañarme.
Me quedé debajo del agua por un rato, tratando de quitarme esos pensamientos de la cabeza. ¿Por qué el simple hecho de imaginar que ella desaparezca de mi vida, es capaz de ocasionarme esta ira intensa? Es como si me hubieran movido algo de sitio. ¿Qué demonios sucede conmigo? ¿Me estoy volviendo loco?
Cuando logré calmarme, pude regresar a donde estaba ella y las niñas. Marjorie ya no estaba con ellas, aunque sí se mantenía cerca. Se encontraba en la mesa del comedor, con una M4A1 en las manos y limpiándola meticulosamente con un paño.
—¿Y eso?
—Espero no te moleste. La llevo conmigo a todas partes. Es importante para mí—observaba la caja negra que yacía sobre la mesa con melancolía—. Por cierto, te preparé comida. La he dejado en el microondas para que la recalientes.
—¿En qué momento hiciste todo esto? ¿Acaso no dormiste nada?
—No tenía sueño.
—Te veías extremadamente agotada anoche. Estuvimos largas horas teniendo sexo. ¿Cómo vas a decir que no tenías sueño?
—¿Te gustó lo que pasó anoche?
—Por supuesto.
—A mí también. Espero que se repita más a menudo de ahora en adelante.
Está evadiendo mi pregunta. Por lo visto, no quiere hablar al respecto, pero ¿por qué?
Lo que restaba del día estuve vigilándola. La vi bostezando y parpadeando mucho. Si tiene sueño, ¿por qué lo niega tanto?
Marce llegó hace unas horas, pero no fue hasta la noche que pude contarle sobre Marjorie.
—Marce, de hoy en adelante Marjorie se estará quedando aquí. Quiero que la hagas sentir cómoda. Por cierto, tengo pensado presentarle a Marjorie a mis padres. Estoy seguro de que se llevarán bien con ella y a mi mamá le va a encantar la idea de saber que tiene una nieta más.
—¿Está planeando adoptar la hija de la Sra. Marjorie?
—Sí. Ahora que comenzamos a salir formalmente, ella viene siendo mi hija también. Quisiera reconocerla y que tuviera mi apellido, ya que actualmente solo tiene el de su mamá. Esto es algo que aún no he hablado con ella, pero lo haré más adelante.
—Lo comprendo, joven— respondió cabizbaja—. ¿Necesita algo más? — sujetó firmemente su uniforme.
—No. Puedes irte a dormir.
Cuando todos nos recogimos en nuestros cuartos, Marjorie cayó rendida a mi lado. No quise provocarla, porque me había dado cuenta de su cansancio. Además, yo también me encontraba en las mismas.
La observé mientras dormía, a pesar de su apariencia ruda y forma de ser, luce algo tierna mientras duerme. Despejé su mejilla de ese mechón de cabello que no permitía que pudiera ver su carita completa. Me gusta verla y sentirla aquí. No sé, su olor, el calor de su piel, lo cómodo que se siente echarle el brazo por la cintura.
Cuando cerré los ojos, que me acomodé un poco más cerca de ella, oí que habló:
—No, Gil… — negó con la cabeza, aún con los ojos cerrados, parecía estar teniendo una pesadilla.
¿Qué podría estarla atormentando? ¿Quién es Gil?
Despertó de repente jadeando de la agitación, temblando sin parar y las lágrimas de sudor corrieron ligeramente por su cuello. Me hice el dormido para saber qué haría y oí que salió de la habitación. No podía quedarme con la curiosidad. Obviamente la seguí sin que se diera cuenta y bajó a la cocina. Estaba buscando los ingredientes para prepararse un café a esta hora. ¿Planea mantenerse despierta?
—Voy a matarte— le oí decir para sí misma, descansando las manos sobre la encimera—. Sé que estás ahí. Muéstrate, cobarde.
Pensé que me había descubierto, pero para el lado que miraba, no era hacia mi dirección. ¿Con quién habla?
—No hay lugar en que te puedas esconder y sea incapaz de encontrarte — le respondieron.
Vi a una mujer joven, vestida de negro, delgada, de cabello cobrizo y con la mitad de su cara cubierta por una máscara negra, que salió de la nada. No sé quién era, qué demonios hacía aquí, o cómo mierda entró a mi casa, pero ella la conocía bien.
—Siempre con tan buen oído, Souza. Qué gusto me da volver a verte.
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