Pintura
—Tienes razón. Nunca te equivocas, papá.
Al día siguiente, dejé todo preparado en la habitación antes de ir a la escuela y esperaba encontrarlo de la misma manera cuando regresara, pero esa fierecilla había hecho de las suyas.
—Lamento el desorden. Mi hermana apenas está atravesando la adolescencia y ya sabe cómo se ponen las chicas a esa edad, Mrs. Rodríguez.
Iré por ella cuando termine con Inés, que ni piense que se saldrá con la suya.
—No te preocupes.
—¿Trajo otra muda de ropa?
—No. ¿Era necesario?
—Sí, pero no se preocupe. Puede quitarse esa que lleva puesta y cuando finalicemos se cambia.
—¿Cómo crees que voy a desnudarme frente a mi alumno?
—Esto es con un propósito profesional. ¿Cómo puedo plasmar su belleza, si no tengo su cuerpo como instrumento y guía?
—Pero no me habías dicho que tenía que desnudarme, de lo contrario, no hubiese aceptado tal cosa.
—No tiene que sentirse insegura conmigo. Le he dicho que la considero una mujer bellísima y perfecta tal y como es.
—¿Y esas cuerdas? — cambió el tema, desviando la mirada con nerviosismo—. ¿Para qué son? ¿Son necesarias?
—Claro que sí. Necesito ver cada detalle de su cuerpo; la ubicación de sus lunares, sus áreas más sombreadas, entre muchas cosas más.
—No sé si pueda hacer esto, Darek.
—Está bien, lo comprendo. Supongo que tendré que llamar para cancelar mi asistencia y dejar ese espacio para alguien más que desee ocuparlo.
—Tampoco así.
—Queda muy poco tiempo, Sra. Rodríguez. Para pasar la vergüenza de no tener esta pieza finalizada y perfecta para la fecha estimada, es mejor que me descalifiquen desde ahora. Había preparado todo pensando que ya tenía la pieza más importante; usted. Pero si no la tengo, entonces de nada vale que participe.
—Está bien. Lo haré, pero no quiero que dibujes mi rostro. No sé cómo lo harás, pero encontrarás la manera. Esto me puede traer serios problemas, tanto en el ámbito laboral, como en lo personal. No se supone que esté haciendo esto.
—Este secreto estará guardado conmigo.
—Gracias.
Fue quitándose prenda por prenda delante de mí, causando estragos en todo mi cuerpo con esa electricidad que recorrió ligeramente mi miembro.
Su desnudez era más de lo que esperaba. Esa piel flácida, pechos redondos y medios caídos, esas curvas llenas de hermosas lonjas, más esos muslos anchos llenos de amplios y gelatinosos caminos, fue un tormento para mi cabeza.
Delante de mí tenía a la mujer que me ha robado el sueño en mil y una noche, desnuda, nerviosa y temblando.
—No se tape. Déjame verla.
Le di una vuelta, para ver con más detalles su espalda, su trasero gelatinoso y voluptuoso, más esas piernas que flaqueaban al tenerme cerca. Es una lastima que no podía ver el plato principal que deseo degustar, porque su exquisita barriga estaba estorbando.
—¿Cómo puedes concentrarte con este calor?
—Lamento hacerle pasar por esto. Este es mi espacio personal, el lugar que mejor se asienta a mi gusto y comodidad.
—Entiendo.
—Además, el sudor le da el brillo perfecto a su piel— volví a rodearla, como un león acechando a su presa.
—¿Q-qué debo hacer ahora? — cuestionó con un hilo de voz.
Procedí a realizarle los mismos amarres que le hice a Marce el otro día. Su expresión valía millones. Sabía que su rostro sonrojado no era solo debido al calor, sino por el hecho de tenerme tan cerca y de sentir manos tocar su cuerpo.
—Está muy ajustado.
No sé por qué esa palabra trae el rostro de mi hermana a la mente. Bueno, en realidad no fue solo su rostro.
—Así está perfecto. Entre más ajustado esté mejor.
Fui a mi rincón, recogiendo todo lo que esa loca arrojó al suelo y volviendo a posicionar el caballete en su sitio. Se encargó de arrojar todos mis pinceles y mi paleta favorita. Tal parece que las nalgadas del otro día no fueron suficientes.
En la habitación reinó el silencio, lo único que se oía en ocasiones eran los movimientos del pincel sobre el lienzo. Estoy consciente de que había pasado un largo rato desde que comencé y ha estado con solo una pierna en el suelo, incluso planificaba darle unos minutos de descanso, pero esa posición es muy seductora.
Fui yo quien se tomó unos minutos de descanso. Sus pechos endurecidos delataban lo que mi cercanía le provocaba.
—¿Terminaste?
—No. Esto no es sencillo, esto tomará más tiempo— me acuclille frente a ella y sus ojos se abrieron de la sorpresa e impresión.
—¿Q-qué haces?
Rocé el pincel desde la parte superior de su muslo, hasta ascender hacia sus labios y frotarlo entremedio de ellos. El pelo del pincel adquirió un brillo que antes no tenía. Esa sustancia no era parte de la pintura.
—Estás húmeda y no me parece que esto sea sudor, Mrs. Rodríguez. ¿Acaso le excita que su alumno preferido la esté observando desnuda?
—¡Suéltame en este instante, atrevido!
—Y si no quiero, ¿qué hará? — lamí el pincel, ese sabor de la sangre mezclado con sus fluidos era exquisito.
—¡Voy a hablar con tus padres como no me sueltes!
—Mis padres estarían encantados de conocerla. De hecho, saben que estás aquí.
—¡Te ordeno que me sueltes, Darek!
—¡Y yo te ordeno que te calles! — empujé el pincel a sus adentros, arrancándole un gemido de sorpresa de esa deliciosa boca—. Podrás estar bien rica y gustarme demasiado, pero a mí nadie me da órdenes. No estamos en la escuela, estás en mi casa, en mi habitación, por lo que aquí quien manda soy yo.
Escuché que mi hermana subió la música a todo volumen en su cuarto. Estaba seguro de que lo hacía para provocarme y vengarse por lo del otro día, pero no pensaba dejarlo pasar.
—Quédate aquí y no lo sueltes, mi reina, o te convertiré en mi estuche personal.
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