Paraíso
Esto solo lo haría la maestra del engaño. Abrió todas las puertas de las habitaciones. Tal parece que quiere despistarme para que deba entrar a cada una de ellas. Le seguiré la corriente.
—He vuelto a subestimarte. Eres fantástica. Aunque no entiendo cuál es tu miedo.
Fui entrando habitación por habitación, rebuscando debajo de las camas, en los armarios, en los baños, pero no la encontré en ninguno. La última habitación que quedaba por rebuscar, era en la que dormía cuando pequeño, que pasó a ser una habitación más para quien venga a quedarse.
—¿Dónde te metiste, conejita? No haré nada que al final no te guste.
—¿Estás seguro de eso? — me abrazó por la espalda, inundando la habitación con su perfume.
—Aquí estás. ¿Por qué huyes tanto? ¿A qué le temes?
Me volteé hacia ella, quedando embelesado al instante al verla vistiendo una lencería de color lila muy sexi, con encaje floral transparente, correa de vendaje cruzada hueca y el diseño del escote era en forma de V, dónde resaltaban sus buenos pechos. La parte del bikini le quedaba pequeña, solo cubría lo que debía cubrir por delante, mientras que por detrás, ese fino hilo quedaba entremedio de ese trasero bien formado.
—¿Te gusta? La elegí para ti.
Me voló por completo el cerebro.
—Eres una conejita muy mala — levanté su cuerpo y sus piernas se cruzaron en mi cintura—. ¿Así que esto era lo que estabas planificando? —tendí su trasero sobre la mesa de noche, sin importar que se cayera todo, pues sus manos buscaban quitarme la camisa.
No había tiempo de desabrochar botón tras botón y en la emoción del momento, simplemente la arrancó, dejando mi torso y parte de mí abdomen descubierto. Agarré su pequeño y frágil cuello con mi mano mientras me comía esa rica boquita que me trae loco. Nos besábamos frenéticamente, mientras ella soltaba mi cinturón y bajaba el cierre de mi pantalón.
Sus labios esta vez fueron quienes recorrieron mi pecho. Ella se bajó de la mesa, se acuclillo frente a mí mientras seguía besando mi abdomen y descendiendo a mi erección. No puedo creer que estoy recibiendo un oral de ella.
—Joder, qué lindas se ven tus mejillas infladas, tu boca tan llena y esos labios tan bellos engulléndolo así. Eres perfecta, bebé — eché a un lado su carita, para ver la montaña que se formaba en su mejilla—. Mírame.
Aunque no era una experta, el simple hecho de que es ella, eso lo hace perfecta. Esa mirada tímida me daba escalofríos. Podría hacer muchas travesuras con esa boca, pero después de las malas experiencias que he tenido, será mejor evitarlo. No quiero excederme y que le ocurra algo.
La levanté del suelo y le guie para que se pusiera en cuatro patas en el borde de la cama. Tenía que apreciar este regalo, pero sobre todo, desenvolverlo. Me senté en el suelo del lado contrario, acomodando mi cabeza entremedio de sus piernas, apreciando el verdadero paraíso en la puta tierra.
—Darek, ¿qué haces?
—Siéntate en mi cara — tiré de su cintura por ambos extremos para someterla a mi lengua.
Estaba sediento de ella. La tela era tan fina que no hizo falta moverla a un lado con las manos, pues mi lengua pudo hacerlo sin problema alguno. Al comienzo tuve que mostrarle lo que debía hacer, pero luego poco a poco se fue soltando, hasta que ella misma comenzó a moverse por su cuenta.
¡Carajo! ¡Qué cremosidad! Me fascina su sabor. Su olor. Su suavidad. Es tan adictivo saborearla. Por fin podía oírla gemir abiertamente sin tener que controlarse. En mi barbilla quedó su olor y fluidos impregnados.
No podía esperar más para tomarla, por hacerla mía otra vez. Por esa razón, no iba a dejar las cosas a mitad para ir a buscar los preservativos a mi cuarto, luego de haber comenzado aquí. A pesar de tener presente la advertencia de mi papá, estaba en un momento donde las consecuencias me importaban un carajo.
Presioné la parte superior de su espalda con mi pierna, para que mantuviera su trasero elevado en el borde de la cama, mientras me daba el gusto de ir a favor de lo prohibido, de pasar por encima de las advertencias y de todo. Me di el gusto de probar su coño sin nada que estorbara. Nunca lo había hecho sin el con alguien, no sé si era por eso, pero podía percibir su cremosidad y calor más claramente.
Era el mejor que he probado en mi vida, y mira que he tenido muchísimas mujeres, pero ninguna se compara a lo que me hace sentir esta. Los gemidos de los dos se sincronizaron. Y es que, cada vez que taladraba más hondo, ella intentaba evitarme, pero por nada del mundo iba permitir que lo hiciera. Este era mi premio, y nadie, ni siquiera ella, iba a quitarmelo.
La sometía con ímpetu, sin contemplaciones, como que mi objetivo era cobrarle con creces todo lo que me hizo esperar. De la lencería casi no quedaba nada. La había roto por la manera brusca en que tiraba y me aferraba a ella.
Ya boca arriba, volví a arrastrar su cuerpo al borde de la cama para seguirla embistiendo. Quería ver sus expresiones. Ver sus lágrimas de puro éxtasis, sus pechos rebotando y sus piernas entumecidas, recibiendo cada centímetro y poder frotar intermitentemente ese botón que le haría estallar en cualquier momento.
—¡Darek, espera! — dijo fatigada, abriendo los ojos como si quisiera decirme algo con urgencia.
—¿Qué? ¿Vas a pedir que pare? No, reina, apenas estamos comenzando.
—¿Comenzando?
—Sí — me moví en forma circular y sus manos se posaron en mi pecho.
—¡Necesito ir al baño!
—No, no vas a ir. No te contengas. Déjalo fluir.
Junté sus piernas, colocando su cuerpo medio de lado y empujando hasta el fondo, hasta que sus gemidos se tornaron intensos y percibí una fuerte y caliente presión en sus adentros que expulsó mi miembro y sus temblores involuntarios comenzaron a atacarla como si hubiera recibido una corriente eléctrica.
—¿Cómo te atreves a sacarme de esa manera? Eso es una falta de respeto y de educación— volví al ataque, sin darle ni una pizca de tiempo en recuperarse—. Has tenido tu primer orgasmo, de todos los que tendrás en mis manos.
Este era el momento en que más sensible se encontraba, por eso aproveché ese instante para flexionar sus piernas y ponerlas en mis hombros, justo como la primera vez, dejándole caer todo el peso y alcanzando el paraíso en sus profundidades.
Su rostro estaba transformado y rojo. Rechinaba los dientes cada cierto tiempo y viraba los ojos. Sus uñas estaban clavadas en las sábanas, tan fuerte que había arrancado uno de los bordes de la ropa de cama e iba por más. Nuestros cuerpos estaban bañados en sudor.
—¿Estás endemoniada, bebé? Así es como me gusta que estés; agotada, despeinada, fatigada, y jodida —reí.
La torture como quise. Lucía irreconocible, pero creo que esta faceta suya me ha hechizado más que ninguna. El cansancio en ella era evidente, después de tantos momentos de gloria. Cada vez me sentía más cerca, solo que trataba de alargar las cosas con tal de seguirla torturando, pero ya no pude soportarlo más. Solo quería explotar en su interior. Después de todo lo que había retenido, fue una explosión catastrófica, de esas que te dejan temblando las piernas y todo el cuerpo, pero que no quieres dejar de sentir. Ella percibió que algo extraño había sucedido, pues lo vi en esos ojitos que me vuelven loco y lo comprobó cuando tocó su intimidad. Las gotas mancharon la sábana y observé mi obra con ostentación y satisfacción.
—¿Qué hiciste? ¿Cómo pudiste hacer eso?
—Esa es solo la primera descarga del día. Yo que tú voy pensando en un nombre, bebé— reí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top