Obra de arte

—Ahora entran a ser parte de la familia — Harry tomó la copa de vino y la elevó, en espera de que hiciéramos lo mismo. 

—Así es. Tenemos dos integrantes más en la familia — secundó Olivia. 

¡Desquiciados de mierda! Ahora veo de dónde sacó lo cínico Adrien. Su madre se nota que se deja manipular por Harry. Todo lo que dice lo secunda. 

—Vendré en la semana, dándote tiempo a preparar las preguntas que me harás en la entrevista que tendremos, esperando también a que mi hijo te haga sentir como en casa — dijo Harry.

No tuve oportunidad de despedirme de Osvaldo. En ningún momento estuve a solas con él. Me siento tan desesperada. Quisiera ayudarle y desaparecer a esa maldita abusadora. No debe estar pasándola bien con ella. 

Luego de la cena, se mantuvieron conversando en la mesa por varias horas, no sé con exactitud cuántas, pero para mí se sintió una eternidad. 

Ahora me tocaba quedarme sola con ese tipo, tenía miedo de sus intenciones. Me encerré en el baño desde que subimos a la habitación. No me he atrevido a salir. ¿Y si quiere obligarme a hacer algo que no quiero o continuar dónde lo dejamos esta tarde? 

Oía sus pasos en la habitación, sabía que estaba caminando de un lado para otro. Él no se marchará, quedó en que se quedaría conmigo esta noche. Si tardo más tiempo aquí dentro, puede enojarse y tirar abajo esa puerta. 

Encontrándome entre la espada y la pared, luego de darme el último baño del día, me atreví a salir con la bata de color vino que había en el pequeño armario del baño junto a la toalla. Habían de distintos colores y tamaños, pero elegí la más oscura entre ellas. No tenía ropa debajo y no quería quedarme así. 

Sus ojos recorrieron la bata, centrándose en mis piernas y luego ascendió hacia mi rostro. Sobre la cama había un computador, aparentaba ser nuevo, porque aún tenía parte del plástico. 

—Este será el computador que usarás. Tendrás acceso a internet, te daré la libertad en ese aspecto que deseas, porque sé que eres lo suficientemente inteligente como para no cometer una necedad que pueda poner en riesgo a tu querido marido. Ten siempre eso presente. 

—Bien... — desvié la mirada al suelo—. Necesito ropa interior. 

—Por esta noche te tocará dormir como Dios te trajo al mundo.

¡Maldito desgraciado!

—Hay una habitación que la convertiré en tu estudio personal. Espero que para mañana esté lista. Podrás decorarla a tu gusto, lo importante es que te sientas cómoda dentro de ella y ayude a que en esa cabecita fluyan ideas. 

Caminó hacia la puerta y lo seguí con la mirada. 

—Duérmete. Ya mañana será otro día — salió de la habitación sin más. 

Se ha ido. No puedo creer que lo haya hecho. Solo para asegurarme de que no regrese, cerré la puerta con seguro. De igual manera, no creo que pueda dormir, por más cansada que me sienta. 

Me tiré en la cama, escuchando el sonido de mis tripas y recordando con detalle ese plato que devoré en solo minutos. He perdido el juicio. Ese hombre me está contagiando su locura. 

Debo mantener la cordura. Tengo que salir de este infierno y ayudar a mi esposo. No puedo darme por vencida tan fácilmente. 

Miré el computador que yacía sobre mi cama. ¿Realmente tendré que hacer esto?¿Por qué la vida perfecta que imaginaba tener después de la adaptación de mi novela y junto a mi esposo, se convirtió en esto? 

Me coloqué en posición fetal, atrayendo la almohada hacia mí y aferrándome a ella como si fuera mi único consuelo y compañía. No sé si tenga perdón por lo que hice, pero todo lo que hice fue por obligación, solo por eso. 

No sé en qué momento me dormí, lloré tanto que mis ojos estaban hinchados y ardían. Todavía no había llorado lo suficiente, porque esa opresión me seguía atormentando. 

Encendí el computador, le hacía falta carga por eso lo enchufé y seguí los pasos para crear una cuenta. Cuando alcancé a ver la hora, casi me da un infarto. Eran un poco más de las doce del mediodía. 

Podría hacer muchas cosas con este computador, pero él sabe que no haré nada que pueda poner en riesgo a mi esposo, por eso se aprovecha de la situación, pero en algún momento encontraré la forma. Cuando menos se lo espere, lo atacaré. Solo debo darle tiempo al tiempo, seguir sus órdenes y cumplir con ese ridículo trato.

Luego de asearme y ponerme otra bata por encima, y sin nada debajo, me asomé al pasillo y no había nadie. Me dejé guiar por una canción instrumental que estaba sonando en la primera planta. Bajé los escalones despacio, la misma provenía de una habitación que quedaba justo al frente de aquel vestidor. 

Cuando me disponía a averiguar, la empleada me habló y casi sufro un infarto.

—¿Qué quiere? 

—Buenos días. Tranquila. No vengo a hacerte nada malo. Estaba por tocar la puerta de su habitación. Sé que no es hora del desayuno, pero dado que tuvo una grandiosa y apasionante noche, y no quise interrumpir su profundo descanso, decidí esperar un poco. 

Mis tripas rugían del hambre, pero la comida que sirven en esta casa es horrible. No confío en nada ni nadie. ¿A qué se refirió con una grandiosa y apasionante noche? No estará insinuando que hice algo con ese loco, ¿o sí?

—Ya sé lo que debe estar pensando, puede calmarse, solo son huevos revueltos, una tostada, con zumo de naranja y una taza de café bien cargado. Puede agregarle azúcar, si así lo prefiere. 

—¿Dónde está ese tipo? 

—Está justo en esa habitación. Debe estar pintando. 

—¿Pintando qué? 

—Adrien tiene muchos talentos; es un excelente actor, bailarín, músico y es un grandioso artista. 

Y un grandísimo cretino y mentiroso...

—Le encanta el arte— prosigue—. Sus cuadros son muy populares. Su padre en sus tiempos, también fue muy reconocido. 

—¿Y por qué me lo quiere vender como si fuera lo mejor de lo mejor? Lo bonito y perfecto no existe. Podrá ser muy talentoso y bueno en las cosas que hace, pero eso no quita lo mala persona que es. 

—Ven aquí— escuché su voz detrás de mí y quedé recta como un soldado. 

Tuvo que haberme oído, pero me alegro. Pienso muchas cosas más y mucho peores. 

—¿Para qué? — le cuestioné, aún de espaldas. 

Cuando me volteé a verlo, lo vi con el cabello desordenado, su camisilla blanca y pantalón estaban pintados con manchas rojas. Este hombre tiene una extraña obsesión con ese color, no creo que se deba a que es mi favorito. 

Agarró mi muñeca con brusquedad llevándome casi arrastrada a la habitación. Sentí que estaba entrando al mismísimo infierno. Había un olor metálico en el aire, como a sangre. ¿Acaso mató a alguien aquí?

Y la música, maldita sea, hacía todo más macabro y siniestro. Es como si se te metiera en los sentidos esas teclas del piano. No había ventanas, la luz se veía opaca, consiguiendo que el cuarto se viera algo oscuro. ¿Cómo puede pintar con tan poca luz? 

Quedé más fría que un témpano de hielo. Los colores de las paredes eran negros y los cuadros que colgaban de ella se veían bien sangrientos.Todos eran rojos y negros, pero el rojo era el más que, por obvias razones, resaltaba. No podía descifrar absolutamente nada, porque nada tenía forma. ¿A eso le llama esa mujer talento? 

En el centro de la habitación estaba la pieza con la que estaba trabajando, una silla y el equipo necesario; latas grandes de pintura y pinceles de diversos tamaños, formas y colores. 

¿Para qué me trajo a este lugar? ¿Piensa acabar conmigo? Lo miré con desconfianza, alerta a su actitud, por si acaso debía salir corriendo, aunque no tenga a dónde. 

—Con tu escándalo y fastidiosa voz no permites que me concentre.

—T-te dejaré trabajar tranquilo. No haré más escándalo. Sigue en lo tuyo. 

Planeaba abandonar la habitación, por supuesto que estaba huyendo de él y no podía disimularlo, por más que quise.

—¿A dónde crees que vas? — sus brazos se enroscaron alrededor de mi cuerpo, lanzándome de lleno al suelo y subiendo sobre mí, como si hubiera estado esperando esto. 

—He hecho un trato con tu padre. No se te ocurra hacerme nada. 

—¿Un trato? Muñequita preciosa, ¿crees que un dichoso trato puede frenarme a hacer lo que quiera contigo? Eres igual de reemplazable que el resto. 

Aún no procesaba sus duras palabras, cuando le vi tomar una lata de pintura ya abierta y arrojarmelo por encima. Puse mis manos para que no cayera en mi boca, nariz y ojos, pero fue inevitable. Ese olor metálico era más agudo. Miré mis manos, descubriendo que, en efecto, era sangre. Comprendí cada cuadro de esa habitación; todos estaban pintados con sangre de verdad. De alguna persona o animal, pero era real.

Todo parecía verse en cámara lenta. Aunque estaba consciente de que estaba despojándome de la bata, dejando mi cuerpo totalmente desnudo debajo del suyo, todavía no me recuperaba del impacto de estar bañada en sangre. 

—Así es como te quería tener — su respiración sonaba agitada. 

Tomó un pincel de su bolsillo trasero y dibujó una línea desde el centro de mi pecho, que no estaba tan cubierto de sangre, pues la bata no había permitido que me manchara completamente, hasta llegar a mi ombligo. 

La manera en que me miraba era muy retorcida y perversa. Parecía excitado con la situación. Lentamente ascendió por el mismo camino, hasta desviarse hacia mis pechos y hacer un círculo alrededor de ellos, mientras la comisura de sus labios se ensanchaba más.

—Tú… —su lengua acogió con deleite ese camino que había creado previamente con el pincel, relamiendo por último sus labios—. Tú eres mi mejor obra de arte. 

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