Joya
Tenía que tomar una foto donde no se viera nada que pudiera reconocer. Esos pechos ponen como roca a cualquiera. No hubo necesidad de buscar motivación, pues tuve suficiente con ver sus fotos.
Esta situación me pone caliente. La adrenalina, el saber que ella está en la habitación del lado tomándose ese tipo de fotos para mí, sin saber que es a mí a quien se las está mandando. Esa pequeñita es muy ilusa, pero le va a costar caro toda esa rebeldía.
Necesitaba ver su reacción al momento de ver la foto que me tomé, por eso crucé de mi balcón al suyo antes de enviársela. Me asomé por una esquina, asegurándome de bajarle el volumen al teléfono, pues es mejor prevenir que lamentar.
Estaba sentada en el borde de la cama, cuando sonó la notificación y abrió la imagen, sus ojos se abrieron de par en par, mientras pasaba saliva. Me cuesta creer que esa niña guarde ese lado tan perverso.
Le envié un mensaje, pidiéndole que se tocara para mí. Lo sorprendente de todo esto es que cumplió con mi mandato. Tendió su cuerpo en la cama, quitándose el pantalón corto que traía puesto y quedándose únicamente en ropa interior.
Su mano libre tocó sus pechos por encima de la blusa corta que traía puesta mientras frotaba sus piernas y movía la cintura. No parece que haga esto a menudo. Pude darme cuenta por la forma tan curiosa en que se tocaba los pechos.
Su mano fue descendiendo lentamente hasta situarse entremedio de sus piernas. Aunque desde este ángulo no podía ver con detalle su humedad, no me cabía la menor duda de que realmente estaba excitada, pues no dejaba de mirar la pantalla de su celular y morderse los labios, haciendo unos gestos bastante estimulantes.
Le pedí que se tomara un vídeo mientras se tocaba y se sentó en la cama, separando las piernas y adentrando su mano en la ropa interior mientras se grababa. El vídeo solo me dejó con ganas de ver más. ¿Por qué la oculta tanto de mí? Quiero verla desnuda.
Le sugerí hacer una videollamada, pero le dije que no podía hablar porque mis padres estaban en la habitación del lado. Sé que es una locura arriesgarme de esta manera. Probablemente reconozca mi mano, pero no me importa. Tiene que ver cómo me tiene.
Regresé a mi habitación, sentándome en la cama y dejando expuesto lo que tanto anhela ella en este momento. Puse una sábana negra entremedio de mis piernas, cosa de que no reconociera la ropa de cama. Aun así, me estoy tomando el riesgo de que me descubra o me reconozca.
Le llamé por videocámara, solo dejé a la vista lo que tanto la hizo morderse los labios previamente. Su expresión tímida me dio escalofríos. ¿Cómo no descubrí esta joya antes?
Estaba muy atenta y curiosa a los movimientos que hacía con mi mano. Esa expresión es bastante lasciva. ¿Podría ser que realmente no haya estado con ningún hombre antes? Actúa como lo haría una chica virgen.
—Quisiera que estuvieras aquí — ese suave gemido que se aflojó de su garganta, me puso los pelos de punta.
¡Mierda, podría colarme en su habitación en este momento y darle lo que pide!
—Muy pronto me tendrás ahí, fierecilla, y no querrás que te suelte ni un segundo —murmuré.
—Tu voz se oye distinta.
—Será por el resfriado. ¿No te gusta?
—Se oye más gruesa y madura. Me encanta tu voz.
—Y a mí la tuya, pero no más que tus dulces gemidos, fierecilla. ¿Por qué no nos desvelamos juntos? Déjame oírte más fuerte y claro. Juega con tus dedos a la misma velocidad y profundidad que te gustaría que lo hiciera esto la próxima vez que nos veamos.
Sus mejillas se enrojecieron y pasó saliva.
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