Emergencia
Darek
Mis padres nos recibieron a los cuatro en la entrada de la casa. Traté de ser lo más cuidadoso y discreto posible. Si no los visito tan frecuentemente es para que los paparazzi no estén hinchándome las pelotas.
Marjorie les cayó sumamente bien. Lo supe porque ellos son del tipo de personas que no se quedan callados, si algo no les agrada, lo dicen de frente. Mi madre se veía muy a gusto con Amanda también, mientras que mi padre era el único que no perdía de vista a Marjorie. Es la primera vez que lo veo tan pensativo. ¿Qué estará pasando por su mente? ¿Estará todo bien con mamá?
—Ya era tiempo de que mi hijo sentara cabeza y buscara una relación estable.
—No empieces, mamá.
—Es la verdad. Deja de avergonzarte.
Sonreí negando con la cabeza.
—Me preocupaba mucho mi nieta, pero veo que ahora está en buenas manos y bajo el cuidado de los dos. Incluso tiene una hermanita — sonrió, tocándose el pecho.
Mi padre se levantó de la mesa, depositando un beso en la frente a mi mamá y pidiendo permiso para salir a fumar. Está estresado, muy estresado diría yo.
—Ya regreso.
Fui detrás suyo, observando la manera en que sacaba un cigarrillo mientras miraba hacia el portón.
—¿Qué tienes, papá?
—No dejes sola a tu novia.
—Mamá la está atendiendo. Ahora el que me preocupa eres tú. No es difícil darme cuenta de que algo te sucede, pero quiero saber qué es. ¿Qué está atormentándote, como para que te veas tan pensativo? Ni se te ocurra decir que es idea mía. Te conozco como la palma de mi mano.
—Los años me están cayendo encima.
—Pues yo no lo noto.
—Cuando llegues a esta edad lo comprenderás.
—¿Estás teniendo problemas con mamá?
—No. Mi relación con tu mamá es demasiado perfecta.
—¿Entonces?
—¿Todavía insistes en buscar a esos infelices? — cambió el tema.
—Por supuesto que sí, papá.
—Hace muchos años te confesé lo que le hice a tus abuelos, pero jamás te dije la razón. Digamos que tu novia y yo tenemos algo muy desagradable en común. El punto es que, si algo he aprendido con el tiempo es que, aunque los maté con mis propias manos y sentí una satisfacción momentánea, nada de eso fue suficiente para sentirme completamente satisfecho o feliz. Porque ellos siguen y seguirán viviendo aquí— señaló su sien—. ¿Quién me libera de los recuerdos, del dolor, de las malas experiencias?
—¿Qué te hicieron, papá?
—No tiene caso hablar de ello. Al fin y al cabo, ya están muertos, ¿no? Lo mismo ocurrirá con ella. Podrá tomar la venganza en sus manos, pero al final, nunca volverá a ser la misma, tampoco podrá liberarse del castigo de nuestra mente y los recuerdos.
Oímos el grito de Marjorie y los dos corrimos hacia donde se encontraban ellas. Mi madre estaba presionando su pecho y Marjorie estaba tratando de sostenerla, pues no podía casi mantenerse de pie. Mi padre fue el primero en reaccionar, tratando de sujetarla con más firmeza, mientras que ella se oía fatigada, se veía muy pálida, se notaba que le estaba faltando el aire.
—Mi amor, ¿qué tienes?
—Adrien—mi madre se desvaneció en sus brazos.
No sabíamos qué estaba sucediendo, pero nuestra primera reacción fue llevarla al auto, pues no podíamos esperar por una ambulancia. Dejé a Marjorie con las niñas. Mi padre estaba manejando como un desquiciado, rebasando las luces y a toda velocidad, mientras le hablaba a mi mamá, a pesar de que ella estaba inconsciente. Lágrimas recorrían sus mejillas sin cesar. Me encontraba en las mismas al ver que no reaccionaba a ninguno de mis estímulos.
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