Discusión
Es frustrante cuando nada sale como quiero. El estrés últimamente ha hecho de las suyas. Tal vez se trata de mi perfeccionismo. La inspiración es algo que viene y va. Quizá todo lo que necesito es encontrar una estimulación extra.
—¡Baja la maldita música! — le grité a mi hermana, pues se encontraba en la habitación del lado con la música a todo volumen.
¡Esa maldita perra no hace caso!
De una fuerte patada logré acceder a su habitación. Los humos se me habían subido a la cabeza. No estaba razonando del todo por lo enfureciendo que me sentía.
—¡Eres un idiota! ¡Es la tercera vez que rompes la puerta, salvaje! ¿No te enseñaron a tocar o qué?
Su cuerpo estaba envuelto con una toalla y su cabello largo y negro se encontraba revuelto y húmedo. Cualquiera diría que me estaba esperando.
—Te advertí lo que te pasaría si volvías a pasar por encima de mis reglas.
—¿Qué vas a hacer? ¿Vas a decirle a mamita que no te dejo concentrarte mientras haces tus dibujitos de primaria y garabatos sin sentido? Por más que intentes copiar a papá, haciéndote el gran artista, solamente haces el ridículo. Jamás serás como él. ¡Asúmelo!
La agarré firme por el cabello y la empujé de cabeza contra la cama, levantando con la mano libre la toalla y dejando expuesto su trasero desnudo.
—¡Eres un ardido!
—Oh, ¿sí? — le di varias nalgadas seguidas, una más fuerte que la otra, hasta dejar mis manos marcadas en ella y oírla chillar—. ¿Quién es el ardido ahora?
—¡Se lo diré a papá!
—Díselo. Dile que te di tus buenas nalgadas, porque tuviste suerte de que no tenía el cinturón a la mano. De lo contrario, las marcas que te iba a dejar iban a tardar en desaparecer. No te hagas la estúpida ahora, sé bien que si haces todo esto es para provocarme y que venga a darte tu buena dosis de disciplina— la solté, permitiendo que se reincorporara—. Vuelvo a oír esa maldita música y esta vez no correrás con la misma suerte.
—¡Eres un salvaje!
La dejé con la palabra en la boca y salí al pasillo topándome de frente con Marce, la empleada de la casa.
—Estaba por buscarte. Acompáñame.
La traje conmigo a la habitación y cerré la puerta con seguro.
—¿Qué necesita de mí, joven? ¿Se encuentra bien? He oído que su hermana lo ha vuelto a molestar.
—Que linda, siempre muy al pendiente de mí.
—¿Esa es su nueva pintura?
—Voy a desechar esa basura. Necesito inspiración y tú me la darás.
—No sé mucho sobre arte, joven.
—Es muy sencillo. Desnúdate.
—¿Qué?
—Creo que tengo serios problemas auditivos, me ha parecido oír una pregunta.
—Lo siento, joven — bajó la cabeza—. No volverá a pasar.
Lleva trabajando en esta casa desde que yo tenía dos años. Vino a suplantar a su mamá cuando enfermó y terminó quedándose por necesidad. Es la más cercana a mí, diría que mi preferida entre el resto.
No es la primera vez que la veo desnuda, pues hace un tiempo solía vigilarla mientras se duchaba. Ella nunca lo supo, pero fue la primera que despertó mucha curiosidad en mí. Perdí la cuenta de todas las veces que me masturbé mientras la veía dormir.
Siempre lo he dicho; detrás de cada cuadro hay una historia, y este será el trasfondo de la obra que haré a su nombre.
—¿Por qué te da tanta vergüenza? ¿Cuántas veces no me cambiaste los pañales? El avergonzado debería ser yo — llevé su cabello por detrás de la oreja—. ¿Por qué no me cambias los calzones ahora? Tal vez te lleves una sorpresa viendo lo mucho que he crecido — sonreí malicioso.
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