Cuarto secreto
Darek
Hoy vine a visitar a mis padres para saber cómo estaba mi mamá, pero no los encontré en la habitación. Les pregunté a los empleados y me dijeron que la última vez que los vieron, se encontraban en el cuarto donde mi padre suele pintar, pero tampoco ahí los encontré. Mi madre se supone que esté descansando. No quiero ni pensar que están ignorando las órdenes estrictas del médico.
Observé la puerta que daba hacia su cuarto secreto y esta se encontraba junta. Desde pequeño siempre sentí curiosidad por saber qué era lo que había detrás de esa puerta. Él siempre la había mantenido cerrada y mi madre no me dejaba bajar ahí.
Toqué la puerta, pensando que, tal vez mi padre estaba ahí y al oír el sonido saldría a recibirme, pero no hubo respuesta. Me arriesgué a abrir la puerta en su totalidad y acceder al interior.
Quedé perplejo por todo el equipo quirúrgico que ahí se encontraba. Era como una especie de clínica por dentro y hacía un frío infernal. Había un sinnúmero de maniquíes de mujeres vestidas con prendas bastante reveladoras. Todas lucían bastante reales.
Lo que más me llamó la atención fue la que había en el centro de la habitación, pues estaba cubierta con una sábana blanca. Sus muñecas estaban atadas a dos finos cables que colgaban del techo, era lo único que se podía ver del cuerpo de maniquí… porque eso pensé que era, al menos hasta que le quité suavemente la sábana, revelando algo sumamente extraño y curioso.
Mi padre siempre ha tenido ciertos gustos hacia las muñecas. De hecho, tiene una habitación donde colecciona distintas muñecas de tamaño real, pero esta en particular, era distinta… especial. Me atrevo a decir que era la creación más perfecta que alguna vez haya contemplado.
Su piel blanca era real, podía jurarlo. Físicamente era idéntica a mi madre cuando era mucho más joven, solo que su cabellera castaña era un poco más corta y rizada. Los ojos verdes eran lo único que en ese cuerpo no era real, lo supe porque me atreví a tocarlos y eran en cristal. La textura de la piel era sumamente suave, aunque se percibía helada. Este lugar tiene el aire en temperaturas extremadamente bajas. Puedo intuir que es parte del proceso para conservar el cuerpo.
Vestía un corsé negro strapless, con un tutú blanco y corto, como si fuera una especie de bailarina. Aunque su rostro estaba maquillado como si fuera un payaso. Sus labios estaban pintados de un rojo carmesí y culminaba más allá de la comisura de sus labios, mientras que tenía dos triángulos, uno que sobresalía de sus cejas y el otro por debajo de los ojos. La sombra negra hacía que el verde de sus ojos brillara. En su cabeza traía un sombrero negro y los tacones estaban combinados con su atuendo. Sus uñas estaban pintadas de transparente y bien cuidadas. Tenía un cuello en volantes idéntico al tutú que llevaba puesto.
Parecía como si estuviera mirando a la nada. Su expresión no denotaba tristeza, enojo, felicidad o angustia, diría que tenía una expresión neutral, aunque bastante curiosa.
—¿Te gusta, hijo?
Escuché la voz de mi padre detrás de mí y lo volteé a ver. Pensé que estaría molesto por haber entrado sin su permiso, pero ese no parecía el caso.
—¿Por qué no me habías mostrado esto antes? Es una maravilla, papá. ¿Cómo lo hiciste?
—Fueron muchos años y muchos fracasos. Todavía no está terminada. Debo hacerle unos ajustes.
—¿No lo está? ¿Y qué más le falta?
—Observa.
Se fue detrás del cuerpo y movió los cables que la sujetaban, haciendo que sus brazos se movieran de una forma graciosa.
—Descoordinación total.
Mi madre debe saber esto, por supuesto que lo sabe, pero mi pregunta es, ¿qué piensa al respecto? Aunque ella nunca le cuestiona las cosas a mi padre ni se las refuta, debe ser extraño y, hasta de cierto modo, incómodo, ver a alguien tan idéntica a ella y que mi padre la conserve como un tesoro y la cuide tanto como si tuviera vida. Porque todavía recuerdo que cuando era niño él pasaba largas horas aquí dentro.
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