Confrontación

—¿Cómo le contaremos esto a nuestros padres? Tengo miedo de que no lo acepten. 

—No sé tú, pero no pienso disfrazar las cosas. 

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Tienes una idea del disgusto que le ocasionaremos? Se van a enfurecer. Los creo capaz de alejarnos. 

—Les tocará aceptar la realidad. Me he decidido. Tan pronto regresen, yo mismo les daré la noticia. 

—¿Cómo crees que lo tomen? 

—Probablemente mal, pero no importa, fierecilla. Si ellos no pueden aceptar esto, entonces te secuestro y te llevo conmigo a un lugar donde ni ellos ni nadie pueda encontrarnos. De este modo tendremos privacidad y no tendríamos que escondernos más. Imagina todas las posibilidades y las cosas que podríamos hacer juntitos — sonreí. 

—¿Te sentirías realmente bien haciéndole eso a nuestros padres? 

—No, pero si no me dan opciones… 

—Tenemos que hacer algo. Debe haber una forma de remediar esta locura que hiciste. 

—Te cambiaré el apodo por mi vaquita. ¿Cómo se siente estar rellenita? 

—Eres un reverendo idiota… 

Sonreí al verla enojada. 

Esos días transcurrieron muy rápido. Aunque valió la pena cada gota derramada. Estaba dispuesto a enfrentarme a quien fuera por ella. Esos polvos me dejaron peor, porque no deseo otra cosa más que estar pegado a ella en todo momento. Siento que me volveré loco. 

Ella ha estado ansiosa, faltamos a la escuela solamente para estar aquí cuando ellos llegaran y hablar con ellos. Por supuesto que me adelanté a los hechos. Preparé la mesa con un plato vacío, un torniquete, y por supuesto, lo que no podía faltar; un tenedor y un cuchillo de cocina. El pañuelo ya lo tenía alrededor de mi cuello. 

Cuando ellos llegaron, los esperamos al lado de la mesa. Mayormente lo hacíamos frente a la puerta, pero quería salir del paso y que pasara lo que tuviera que pasar. 

—¡Bienvenidos! ¿Cómo les fue el viaje? —Ámbar fue a saludarlos, pero yo me mantuve al lado de la silla. 

—¡Hola, papá! He preparado la mesa para la ocasión.

Mi padre captó inmediatamente el mensaje. Esa mirada asesina la conozco a la perfección. Estaba endemoniado, a punto de fulminarme con la mirada ahí mismo. 

—A buen entendedor… — le sonreí.  

—¿Así que me estás retando? — frunció el entrecejo.

—¿Cómo crees, papá? Solo quiero darles buenas noticias. 

—¿Y ustedes dos qué? ¿Qué les pasa? — preguntó mi madre. 

—¿Realmente crees que voy a pasar por alto que un escuincle de mierda, que salió de mis pelotas, me rete? Serás mi hijo, pero a mí nadie me reta y vive para contarlo — cualquiera diría que venía preparado, quizá se lo sospechaba, porque ya venía con un cuchillo de caza detrás de su pantalón. 

—¡Por Dios, mi amor, baja eso! ¿Qué les pasa a ustedes? — mi madre se metió en medio, tratando de apaciguar la ira de mi padre—. ¡Adrien, cálmate y baja ese cuchillo! 

—Iré de frente y sin rodeos, mamá. Ámbar y yo estamos oficialmente saliendo. Pero calma, no se emocionen mucho, porque esa no es la mejor parte. Me temo que muy pronto habrá un nuevo integrante en la familia. 

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