Autocontrol
—Encontré más de lo que buscaba. Para mí esto es oro. ¡Por Dios, mi hermanita ha crecido!
—Dame eso — trató de arrebatarme el celular, pero lo levanté para que no pudiera alcanzarlo—. Te he dicho que me lo des.
—Así mismo deberías pedirlo — sonreí—. Eres tremenda actriz. Te he subestimado. Y pensar que te he considerado una tonta todo este tiempo, pero saliste más avispada e inteligente de lo que pensé. Has mantenido una faceta ante nosotros de niña buena, pero ocultas una fiera sádica en el interior, haciendo honor al apodo que te puse de fierecilla. ¿Por cuánto tiempo me has estado acosando, chiquita?
—Aquí nadie te está acosando, presumido.
—¿En qué momento hiciste todo esto? ¿Quién te ha estado ayudando?
—Dame ese celular.
—Responde o no pienso darte nada.
—Ese no es tu problema. Yo no te cuestioné cuando mataste a Franco.
—Mmm, pero supongo que estabas llena de gozo y alegría por dentro. ¿Hiciste un buen trabajo? ¿No dejaste rastros de nada que pueda implicarte? Deshazte de esto cuanto antes. Así como lo encontré yo, puede encontrarlo cualquiera.
—¿Vas a taparme?
—¿Qué creíste? ¿Que te dejaría sola en esto? No, fierecilla. Tú y yo estamos juntos en esto.
—Ahora lo entiendo — sonrió—. Estás haciendo todo esto para ganar puntos. Ni pienses que porque dices palabras tan bonitas y reconfortantes voy a abrirte las piernas de nuevo. Estás perdiendo tu tiempo.
Me abalancé sobre ella, tumbándola en la cama y tomando el control. Su celular quién sabe dónde cayó, ni siquiera eso me importaba en este momento.
—¿Estás segura de eso? — presioné sus manos contra la cama y su primera reacción fue separar las piernas, permitiendo que lograra acomodarme entre ellas—. Tu boquita podrá decir muchas mentiras, pero tu cuerpo no miente. Tampoco has dejado de pensar en lo que pasó anoche, por más adolorida que digas sentirte.
—Te comportaste como un animal.
—Nadie te manda a provocarme.
—¿Ahora soy yo la culpable?
—Sí— aspiré su dulce perfume, contemplando esos labios exquisitos entreabiertos.
¡Mierda! Solo debo dejarla pasar esta noche. Solo hoy. Luego no permitiré que se libere de mí.
—¿Es esto en lo único que piensas? Solamente me ves como un recipiente más en quien descargar tus caprichos y ganas, lo mismo que con todas las de tu extensa lista.
—Tú eres diferente.
—Típica respuesta de un mujeriego empedernido.
—Anoche te hice mía. Fui tu primer hombre y pienso asegurarme de ser el último.
—Falta que te des puñetazos en el pecho por haber concretado un logro más y haberte tirado a tu hermana.
—Mmm, suena bien — besé su cuello, escuchando cómo su respiración se agitaba a medida que mis labios acariciaban su piel—. Es exactamente lo que pensaba hacer; presumir que la fierecilla que tantas veces me trató como mierda, es la misma que me cobijó en esa cueva tan estrecha y húmeda, la misma que soportó hasta el final y me obligó a permanecer en su interior hasta terminar — coloqué sus piernas en mis antebrazos, flexionándolas al instante y tumbando mi peso sobre ella, haciéndole sentir esa erección que amenazaba con atravesarla en cualquier momento, si no fuera por la ropa que traíamos puesta—. Anda, dilo, di que te encantaría que se repita. Sé honesta contigo misma y me ahorras arrebatarte las palabras de la boca — fui desviándome hacia su mejilla entre intensos besos, mientras simulaba penetrarla duramente—. Aquí es donde te mueres por sentirme.
Su dedos se enredaron en mi pelo, mientras lamía paulatinamente sus labios.
—Sí, eso quiero, ¿y qué harás al respecto?
Mordí mis labios, dejando escapar una sonrisa de satisfacción.
—Joder, fierecilla, estoy a nada de poner mis huevos en un picador por ti ahora mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top