Aperitivo
Si le hago caso, probablemente eso funcione a que no intente nada más. Si no hago lo que dice, puede forzarme a hacerlo y eso sería peor.
Me encontraba entre la espada y la pared. Diría que mi instinto de supervivencia fue quien tomó acción esta vez. Descendí suavemente mi pie izquierdo hasta quedar a la altura de la montaña en su pantalón, frotándolo de arriba hacia abajo, notando ese gesto de morderse el labio y escuchando ese gruñido que se escapó de su garganta. Se veía como el monte Everest.
Que ganas de darle una patada y que se retuerza de dolor, pero hacer eso en este momento sería una necedad. Incluso si logro huir de aquí, ¿cómo encontraré a mi esposo? Esa tal Camila está por ahí, lo que me da a entender que mi esposo no se encuentra aquí. Necesito ser más astuta que ellos dos y soportar.
Elevó mi otra pierna hasta la altura de su barbilla y besó la planta de mi pie, poniendo mis vellos de punta. Se siente raro, es algo distinto a como lo imaginaba y expresaba en mis relatos. Se supone que me sienta asqueada y disgustada de esto. ¿Qué está pasando en mi cabeza? ¿Acaso he perdido el juicio?
Sus labios se pasearon por mis dedos, uno por uno, mientras sus manos acariciaban el exterior de mi muslo. Su mirada se clavó con la mía, justo en ese momento que llevó mi dedo pulgar a su boca. Tragué saliva, no solo por esa sensación tan enloquecedora, más bien por esa mirada que me dedicó.
El timbre de su teléfono sonó, arruinando por fin esa atmósfera intensa que no debía escalar más de la cuenta. Quería golpearme a mí misma por haber considerado por un mínimo segundo que era lindo. De qué vale ser atractivo a la vista, si detrás de esa belleza superficial, se oculta un gran monstruo y un vil mentiroso.
Cuando acabó con la llamada, me trajo al baño de la habitación, dejándome sola, pero con la puerta entreabierta. No había nada a la vista que pudiera servirme como arma, pero será mejor no intentar hacer una mala jugada, porque si algo sale mal, luego me limitará tomando medidas extremas y no me conviene en lo absoluto.
Terminé de asearme, utilicé todos los productos y artículos que dejó para mí. Es raro que no haya entrado a supervisar. Teniendo ese pensamiento, me sobresalté al verlo asomarse en la puerta.
—¿Terminaste?
Estaba vestido diferente, con un pantalón de vestir negro y una camisa negra manga larga, aunque las había encogido hasta el codo. Los primeros dos botones estaban abiertos, enseñando parte de su pecho y una cadena en oro que colgaba de su cuello. Portaba un reloj que, a la vista lucía bastante costoso, en su mano izquierda. El perfume fue lo primero que me llegó a la nariz. No sé cuáles son sus planes y eso me aterra. ¿Por qué vestirse así, si según oí, sus padres vendrían para acá?
Abrió la puerta completamente, dejando ver la cama y el vestido y los tacones que había dejado sobre ella. El vestido era rojo escarlata, tenía una gargantilla de flores con detalles de encajes en un tono más oscuro. Mi espalda estaba descubierta hasta el centro. De largo me llegaba hasta mitad de muslo.
—¿Lo hiciste tú?
—Sí. Tengo un armario en la otra habitación con toda la ropa que usarás. Cada uno de los vestidos fueron confeccionados por mí y para ti.
—¿Por qué otra vez un vestido rojo?
—Me gusta como te queda el rojo. Además, ese es tu color favorito.
Él fue quien me secó el cabello y me maquilló con distintos productos. Era incómodo tenerlo tan cerca mientras lo hacía. Cada vez que cruzaba mirada con él, la desviaba a la pared. Sabe hacer muchas cosas.
Viéndome frente al espejo, parecía como una muñeca con este maquillaje y vestido. El color de mi piel hacía que el rojo resaltara más de la cuenta. Debía admitir que el vestido era bonito.
Su teléfono volvió a sonar, justo cuando estaba recogiendo las cosas y suspiró profundamente, como si algo lo cargara o lo estresara. ¿Habrá pasado algo para que estuviera así?
—Han llegado justo a tiempo. Mi hermana tardará en venir, pero ella no es importante, después de todo, ya tuviste el placer de conocerla.
¿Puede ser más sarcástico y cínico?
—Vamos, ellos deben ver esta divina creación. Estás perfecta y muy bella, solo falta una cosa— sacó una caja negra de su pantalón, enseñando dos pendientes largos en oro, tenían varios detalles, entre ellos, un corazón colgando—. Quédate quieta— me quitó los que traía puesto, que eran un regalo que me dio mi esposo en nuestro aniversario y los guardó en su bolsillo, continuando con la tarea de ponerme los suyos—. Estos te quedan más bonitos.
—¿Por qué haces esto?
—¿Por qué? Porque me gustan más estos.
—Lo sabes; lo veo en tus ojos. Sabes que esos pendientes son importantes para mí, aun así, buscas la manera de quitar o borrar todo lo que directa o indirectamente me recuerde a mi marido.
En sus labios se dibujó una sonrisa.
—Sí, muñequita hermosa, has dado justo en el clavo. Pero no creo, es que así será — con su mano en mi nuca me atrajo hacia él, me mantenía presionada a solo centímetros de su rostro, mirándome fijamente a los ojos—. Pienso dejar mis huellas tan profundas dentro de ti, que incluso si algún día dejo de existir, no podrás huir de mi recuerdo. No te quedará ni una pizca de ganas de pensar en ese inútil ni en nadie más que no sea yo. Te haré olvidar su nombre y su maldita existencia. Sus huellas con el tiempo desaparecerán, de la misma manera que el mar arrasa con lo escrito sobre la arena.
Podía fácilmente empujarlo lejos de mí, pero estaba helada, inmóvil y embelesada con esas pupilas dilatadas. Daban la sensación de que sería devorada por esos hermosos ojos. Ese era su mayor atractivo; sabía cómo hechizarme, envolverme y lanzarme al vacío. Esa técnica la usó mucho tiempo. Eso es lo que debo tener presente siempre. Era un lobo disfrazado de oveja.
—Tus padres… — musité.
—Pórtate bonito y te daré una recompensa—se volteó para caminar hacia la puerta—. Esta noche dormiremos juntos — sin nada más que añadir, solo se limitó a abandonar la habitación.
¿Qué quiso decir con eso? No puede ser. No puedo dormir con ese hombre. Se nota que tiene malas intenciones. Necesito extender lo más que pueda estar a solas con él. No siempre me salvará la campana.
Fui detrás suyo, yendo por el pasillo dando largas zancadas para alcanzarlo. Me esperó frente a las escaleras para que bajáramos juntos. Estaba sumamente nerviosa, pues no sabía qué iba a suceder. Sus padres deben ser igual o hasta peor que él y su hermana.
Cuando llegamos al último escalón, vi la silueta de dos personas sentadas en el área del comedor. No había visto a la empleada, ni siquiera sabía que tenía una. Tal vez ella sea mi salvación y me ayude a salir de aquí.
Nos acercamos a la mesa, habíamos tardado tanto en bajar que, al parecer quisieron esperarnos aquí. Ambos se pusieron de pie para saludarme.
—Marilyn, ella es Olivia; mi mamá.
Ella me sonrió amablemente. Lucía jóven y hermosa. Tiene el cabello lacio y rojo, se nota bien cuidado. De hecho, es evidente que cuida bien de su apariencia, pues ajeno al cabello, tiene un maquillaje sencillo y viste un traje elegante de color lila bastante recatado.
—Y él es Harry, mi papá.
El hombre se veía sonriente, aunque sus ojos eran idénticos a Adrien. Azúl claro, como el cielo. Luce también bastante jóven. Es como ver a Adrien, pero más mayor. Su cabello era grisáceo con canas. La barba alineada y cuidada, tal parece que en eso son iguales él y Olivia.
¿Se supone que diga que estoy encantada de conocerlos? ¿Ellos sabrán que estoy aquí en contra de mi propia voluntad?
—Encantada. Es un placer conocerlos.
—Te has sacado la lotería. Es una mujer muy hermosa, hijo— agregó su papá.
—Toma asiento — me dijo Adrien cerca de mi oído, mientras me ayudaba a acomodarme en la silla justo al lado de la suya.
—Y bien, ¿cuánto tiempo llevan saliendo? — cuestionó Olivia curiosa.
Cuando iba a responderle, la empleada trajo a la mesa una bandeja de plata tapada y la dejó sobre la mesa antes de marcharse.
—Oh, han traído por fin el aperitivo — dijo Harry.
Destapó el supuesto aperitivo y casi me desmayo de la impresión, de lo repulsivo que se veía, del asco y el miedo que invadió todo mi ser. Estuve a nada de vomitar viendo que el plato eran dedos reales y humanos, con un corte vertical y cubiertos con algún tipo de salsa roja. Ni siquiera la ensalada que pusieron debajo como decoración lucía apetecible. Traté de bajar ese buche que amenazaba con salir de mi garganta.
—¿Tu novia no tiene hambre? — le cuestionó Harry a Adrien.
—Claro que sí, solo que tal vez se siente apenada. Se avergüenza fácilmente — su mano descansó en mi muslo por debajo de la mesa.
Lo miré de reojo, mis ojos querían salirse de órbita. El revuelo en mi estómago fue peor cuando Adrien tomó uno de los dedos y lo acercó a mis labios. Todavía tenía el hueso. El olor inundó mis fosas nasales. Percibí que la salsa había ensuciado mis labios, pero no me atreví a lamerlos.
—Abre esa linda boquita. Te servirá de inspiración y referencia para los futuros proyectos que haremos juntos — su sonrisa era maquiavélica, siniestra, retorcida.
No solo vi a sus padres comiendo sin sentir asco o repulsión alguna, sino que podía oír la forma en que masticaban.
—Lo siento, me ha cogido tarde.
Alguien me salvó, no sé quién era porque estaba de espaldas a la persona. Ese alguien evitó que ese desgraciado me obligara a meter eso en mi boca.
—Tío, ¡qué bueno que por fin llegas!
Vi sentarse en la mesa a la persona y lo reconocí de inmediato; era el director, el mismo que me contactó personalmente para ese proyecto que iba a cambiarme la vida. Y en efecto, me la ha cambiado.
¿Así que es su tío? Todo esto era un complot y nunca me di cuenta.
—Hola, Marilyn — me sonrió tan pronto cruzamos la mirada, no veía en él ni una chispa de arrepentimiento.
Bueno, ¿y por qué tendría arrepentimiento? Después de todo, esa gente es su familia.
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